Queda
la obra de Fidel Castro, la prédica sobre el hombre nuevo del Che;
avances y retrocesos nombran esa revolución. La Cuba de hoy tiene nuevo
presidente y nueva Constitución. El Partido Comunista continúa como eje
vertebrador.
Fidel Castro entrando a La Habana con Camino Cienfuegos (izq.) el 8 de enero de 1959.
Sesenta
años de la Revolución Cubana se cumplen hoy. 60 hechos, personajes,
luchas, momentos, avances y retrocesos hablan por ella, le dan un
significado y una identidad propia. En palabras –porque la Revolución
también se nutrió de muchas palabras–, quedan los extensos discursos de
Fidel Castro ante multitudes que lo seguían con fascinación o aquel
poema de Nicolás Guillén: “Alcemos una muralla, juntando todas las
manos, juntando todas las manos, los negros sus manos negras, los
blancos sus blancas manos”. Queda la obra del comandante de la Sierra
Maestra, la presencia del Che Guevara y su prédica sobre el hombre
nuevo, la imagen sonriente de Camilo Cienfuegos. Surgen desde el fondo
de la historia las gestas que precedieron a esta gesta, como el arrojo y
muerte de José Martí en 1895 durante la batalla de Dos Ríos –el
apóstol, como lo llaman en la isla– que ya hablaba del antimperialismo a
fines del siglo XIX. Vuelve con fuerza el asalto al Cuartel Moncada del
26 de julio de 1953, un fracaso del que germinó el camino a la victoria
que transportaría el buque Granma tres años después.
La
Revolución Cubana es la entrada a La Habana encabezada por Camilo y el
Che al frente de su columna de barbudos, mientras Fidel lideraba la
caravana triunfante en Bayamo (tardaría una semana más en llegar a la
capital). Es la Primera Ley de reforma agraria firmada el 17 de mayo de
1959. También la nacionalización de las empresas extranjeras en 1960 y
el ambicioso plan de alfabetización que comenzó el primer día de 1961, y
abrió el llamado Año de la Educación. Un año donde Fidel proclamó el
carácter socialista de la Revolución desde la tradicional esquina de El
Vedado, en 23 y 12. Es además, y como reza en un inmenso cartel junto al
museo de Playa Girón, la primera derrota del imperialismo en América
Latina entre el 17 y 19 de abril del 61. O la primera victoria del
ejército revolucionario ya con Fulgencio Batista vencido y exiliado
desde el 31 de enero de 1959. Moriría en Marbella en 1973.
La zozobra mundial por la crisis de los misiles de octubre de 1962
abrió la primera grieta entre Cuba y la Unión Soviética, cuando Fidel no
fue consultado por el retiro de un arsenal que apuntaba desde la isla
hacia Estados Unidos. Pero al año siguiente, el líder de la Revolución,
haría un viaje tan largo como sus discursos, e impensado para los
cánones diplomáticos. Visitó la URSS durante 38 días entre abril y mayo
de 1963. De esos años solo sobrevive un hecho político. Porque se
cayeron la Unión Soviética y el Muro de Berlín, no queda ni uno de sus
misiles, los planes de alfabetización y de entrega de tierras a los
campesinos terminaron con éxito, pero el bloqueo de EE.UU. sigue ahí,
nunca perecedero.
Contra ese acto de guerra, tal como consta en la Convención de
Ginebra de 1948 para la Prevención y la Sanción del delito de genocidio,
la Revolución le ha opuesto su internacionalismo, una de sus huellas
indelebles. Internacionalismo en los 70 durante la campaña de Angola,
donde combatió al régimen racista sudafricano y a sus aliados locales.
Internacionalismo en los años más recientes, con miles de médicos
diseminados por el mundo para combatir el ébola en África o llevar su
conocimiento y profesionalismo a Brasil. Ahí donde la mayoría no quiere
ir.
La Revolución es además su medicina prestigiosa, los avances en
biotecnología, su solidaridad donde haga falta, pero también sus serios
problemas de infraestructura edilicia, sus reformas trabajosas, la
burocracia galopante y la baja calidad del combustible, o la escasez de
determinados bienes que se intentan superar. Son las críticas que le
llueven desde afuera por su sistema de partido único o la intransigencia
con la disidencia financiada por organizaciones estatales de EE.UU.
La Revolución ha sido amiga de Hemingway, se enorgullece de la
bailarina Alicia Alonso –quien con 97 años es una celebridad–, también
de su teatro Karl Marx; canta las letras de sus trovadores, de Silvio
Rodríguez a Carlos Puebla o el músico y diputado Raúl Torres (autor de
Cabalgando con Fidel, una canción homenaje que se volvió viral en la
isla). Es un modelo deportivo que compite a un mismo nivel en varias
disciplinas con los países capitalistas desde hace décadas, es el
boxeador Teófilo Stevenson y el mejor saltador en altura de la historia,
Javier Sotomayor. La Revolución es hija de un pueblo que vivió la
crisis de los balseros, que soporta la mutilación de Guantánamo a su
territorio impuesta por Estados Unidos, que sufrió atentados como el del
avión de Barbados en 1976, que de la política de distensión y visita a
La Habana de Barack Obama pasó a los arrebatos coléricos o las
acusaciones de ataques sónicos elucubradas por el gobierno de Donald
Trump.
Cuba en estos sesenta años ha sido o es un 1º de mayo en la Plaza de
la Revolución, el trabajo voluntario que instituyó el Che Guevara, su
majestuoso mausoleo en Santa Clara, el tren batistiano que destruyó el
comandante argentino hoy transformado en pieza de museo, es su recordado
discurso en Punta del Este, la réplica del buque Granma que condujo a
los 82 guerrilleros que desembarcaron en la playa Las Coloradas o el
cuartel Moncada transformado en ciudad escolar. Es esa historia
revolucionaria pero además, La Habana Vieja, patrimonio de la humanidad;
Santiago de Cuba donde nació el movimiento 26 de Julio; su oferta de
turismo cultural y la preservación de sus hermosas playas; el
aniversario por los 500 años de la fundación de La Habana que se
cumplirá el próximo 16 de noviembre; sus peculiares almendrones
(automóviles Cadillac o Ford de los años 50), el Capitolio o el célebre
Museo de la Revolución.
Es uno de los hechos más importantes del siglo XX que este 1º de
enero cumple 60 años. Es su Partido Comunista como eje vertebrador. Es
Raúl Castro, su conductor de las últimas reformas. Es la nueva
constitución discutida en asambleas de ciudadanos. Es Miguel Díaz Canel,
su nuevo presidente, el primero que siguió en el gobierno a los dos
hermanos Castro. Es también lo que dejó atrás: el período especial que
siguió a la caída de la URSS y la referencia más perdurable para los
sueños revolucionarios, aún castigados y en retroceso a escala
planetaria.
Es un fenómeno político con los mejores índices de educación y salud
–incluso por encima de naciones de sobrado desarrollo–, que erradicó el
analfabetismo y que es un ejemplo a seguir para la UNESCO por su elevado
índice de igualdad de género en las escuelas, según un informe de 2015.
La Revolución cubana tampoco será recordada por el culto a la
personalidad, porque no existe. Antes de su muerte, el 26 de noviembre
de 2016, Fidel Castro dejó expresada su voluntad, que cobró fuerza de
ley. No quiso que su nombre fuera colocado a “instituciones, plazas,
parques, avenidas, calles y otros lugares públicos, así como cualquier
tipo de condecoración, reconocimiento o título honorífico”. La
Revolución es su principal legado para las generaciones de cubanos que
no la vivieron.
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