Por Juan Godoy (sociólogo, UBA)
“En América hay dos pueblos y no más que dos, de
alma muy diversa por los orígenes, antecedentes y costumbres y sólo semejantes
en la identidad fundamental humana. De un lado está Nuestra América y todos sus
pueblos son una naturaleza de cuna parecida o igual e igual mezcla imperante;
de la otra parte, está la
América que no es nuestra” (Martí, José. (1894). Honduras y los extranjeros.)
“Su nombre Sr. Ugarte, hace mucho tiempo que es
familiar entre nosotros y sus escritos por uno u otro motivo siempre nos llegan
y nos han servido de estímulo en nuestra gran jornada libertaria de 7 años, que
apenas son los preliminares de la gran batalla espiritual, moral y material que
Indo-américa por su independencia tiene empeñar contra sus tutores Doña Monroe
y el Tío Sam, y probarles que nuestros pueblos han llegado a su mayoría de
edad” (Carta
de César Augusto Sandino a Manuel Ugarte. 16-3-1933. Reproducida en El epistolario de Manuel Ugarte. (1999).
Bs. As.: AGN, página 130)
El
proyecto de la unión de los países que conforman Nuestra América tuvo momentos
de avances y de frustraciones, así por ejemplo el sueño San Martín y Bolívar termina
estallando en 20 naciones, y el grito de Felipe Varela por la Unidad Latinoamericana
se ahoga con la victoria del proyecto semi-colonial de la ciudad-puerto. Luego
de este último, ese sueño de los latinoamericanos entra en un letargo. Es con la Generación del 900 (de
la cual Ugarte es una de sus mayores expresiones), que en plena etapa imperial,
vuelve a surgir con fuerza el latinoamericanismo. Miguel Ángel Barrios sostiene
que esta generación plantea la problemática latinoamericana, la unidad de la Patria Grande, y el
anti-imperialismo, afirmando que si bien “en
general se le ha reprochado a la generación del 900 sustentar idealismos
abstractos (…) es imposible llegar a la etapa del latinoamericanismo de Ugarte
sin desarrollar en el campo de las ideas una crítica al modelo estadounidense,
desde la afirmación de la necesidad latinoamericana de partir desde su propia
historia”[1]. Ugarte
será la superación del primer anti-imperialismo latinoamericano del 900, en
tanto piensa la unidad como estrategia
política. Partiendo de esta interesante reflexión, desarrollaremos
brevemente la mirada de Manuel Ugarte sobre el Imperio del Norte, y la
influencia de éste, en el desarrollo de su pensamiento latinoamericanista.
A
mediados del siglo XIX, luego de transitar una guerra civil, los Estados Unidos
se consolidan como una potencia industrial con intención de dominar el resto de
América. Así mediante la intervención directa, y con la penetración de sus
capitales va a comenzar a tener fuerte injerencia en los destinos de Nuestra
América. Interviene directamente Cuba y Puerto Rico, anexa las islas de Hawai,
provoca la segregación de Panamá de Colombia[2],
instaura un protectorado en Cuba, Santo Domingo, Nicaragua y Haití, etc.. Entre
estos hechos, la intervención en la guerra entre Cuba y España por parte de
Estados Unidos en 1898, será de decisiva influencia en el surgimiento de la Generación del 900. Por
esto, “para entender a Ugarte
consideramos fundamental tratar de comprender el impacto de la aparición de
Estados Unidos como nueva potencia en el contexto internacional”[3].
En junio de 1899 Manuel Ugarte, con 24
años, llega por primera vez a Nueva York. Es allí, cuenta él, que nació su
concepción anti-imperialista, y resalta su idea que América Latina es una sola nación. ¿Qué es lo
que observa allí el joven Ugarte que aún ignora el imperialismo?. Encuentra allí un libro donde aparece una
frase de un Senador yanqui, Preston que dice en 1838 que “la bandera estrellada flotará sobre toda la América Latina,
hasta la Tierra
del Fuego”. Ugarte se asombra por la frase, relata: “la sorpresa fue tan grande, que vacilé. Aquello no era posible. Si un
hombre de responsabilidad hubiera tenido la fantasía de pronunciar realmente
estas palabras – me dije-, nuestros países del Sur se habrían levantado en
seguida”[4]. Pero
comprueba que la frase es cierta, y que América Latina se había mantenido en
silencio. Decide entonces indagar en la cuestión.
Profundizando
observa que antes el territorio de EE.UU. era mucho más pequeño, descubre la
anexión de gran parte de México. Las trece colonias inglesas tenían 4 millones
de hombres que vivían en 1 millón de km2, años más tarde, el
territorio alcanza 10 millones km2, y la población 100 millones
hombres. Este era el doloroso drama del Continente. Compara esta realidad con
la que sucede al Sur del Río Bravo, dando cuenta de la segregación de la América Latina. Lo
pone en términos históricos, “Bolívar en
el Norte y San Martín en el Sur, habían iniciado vastas conglomeraciones que
tendían a hacer de los antiguos virreinatos un conjunto coherente, una nación
vigorosa que, por su extensión y su población, hubiera podido aspirar a
equilibrar en este siglo el peso de los EE. UU.”[5]
Eran 26 millones de km2, con las mayores riquezas, con la misma
lengua, religión, costumbres, y los mismos intereses. No obstante “en vez de formar una sola nación, como lo
hicieron las colonias anglosajonas que se separaron de Inglaterra, estaban
divididas en veinte países diferentes”[6].
Resalta
que el sueño de los libertadores del siglo XIX era la Patria Grande, cabe
aquí hacer un llamado de atención: no cae Ugarte en el error difundido por la
historiografía oficial-liberal del enfrentamiento entre San Martín y Bolívar,
reivindica en sus escritos y conferencias a los dos líderes como parte de un
mismo proyecto. La lucha actual retoma la senda porque “nos hemos alejado del punto de vista que defendieron los héroes de
nuestra emancipación, los cuales entendieron que las antiguas colonias
españolas se separaban de España para desarrollar su propio espíritu y no para caer, con matices de forma y de
procedimiento, en la zona de atracción de un neo-colonialismo paradojal, bajo la influencia de pueblos de carácter
antagónico (…) Al margen de la lógica surgieron después veinte repúblicas (…)
Ni Bolívar ni San Martín concibieron el imposible de dar a la América Española
un gobierno único”.[7]
Analiza
Ugarte entonces cómo el Norte de América se había desarrollado industrialmente,
con los ferrocarriles de costa a costa, desarrollando pueblos, potenciando las
fuerzas productivas, etc., mientas que en el Sur de nuestro continente se
habían desarrollados economías de cara a los puertos, con los ferrocarriles en
abanico, con la imposibilidad de desarrollar las fuerzas productivas,
manteniéndonos en el primitivismo agropecuario. Mientas en el Norte ganaron los
industrialistas, en el Sur lo hicieron los adalides del país granja. Esta
balcanización es también la que dificulta las respuestas ante el avance del
expansionismo yanqui. Ugarte resalta asimismo que la bandera estadounidense
flamea en edificios públicos, balcones, vidrieras de locales callejeros, en los
diarios, productos farmacéuticos, etc. Anota cómo se busca, a través de los
símbolos, el fortalecimiento de la conciencia nacional.
El
autor de “El porvenir de América Latina” deja atrás el país del Norte rumbo a
México. Mientras viaja al Sur en ferrocarril, piensa… queda asombrado de lo que
observó y aprendió esos meses. Estas lecciones serán tomadas por él, no para
anhelar al imperio, tampoco para pretender hacer “calco y copia” del modelo
yanqui, sino más bien, para enfrentarse al mismo, denunciar la situación del
expansionismo, la expoliación, y anudar lazos entre las naciones segregadas
para avanzar en la independencia económica, la soberanía política y la justicia
social en el único marco posible, el de la Patria Grande. No
se deja encandilar por las “luces de la civilización”; ni cae en la dicotomía
sarmientina de “civilización y barbarie”. Argumenta al respecto que “los imperialismos han invocado siempre el
fin superior de preparar a los pueblos para la civilización, sin abrigar jamás
la intención de cumplir ese propósito, sino en la parte que les puede ser útil,
convirtiendo al grupo mediatizado en servidor o en auxiliar de su riqueza o su
poderío. Creer en el deseo paternal que puede tener un estado de servir
desinteresadamente a otro, es negar la filosofía de la historia[8]”.
Ejemplo de esto bien puede ser la injerencia de los capitales británicos (con
la instalación de bancos, ferrocarriles, diarios, etc.), en nuestro país hasta
que el peronismo los desarticule. No lo seduce entonces el monroísmo, ni el
panamericanismo.
Retomando
la huella de José Martí considera la existencia de dos Américas, la que fue
colonizada por Inglaterra y es una de las naciones más poderosas del mundo, y
la de origen hispano que fue dividida en una veintena de países, así “el continente está dividido en dos
porciones distintas, cuyos intereses son inconciliables. Al norte, los que
aspiran a unificarlo bajo su bandera; al sur, los que tendrán que levantar su
autonomía material y moral por sobre todos los desmayos y todas las
disensiones. Son dos mundos rivales y no podemos declinar la responsabilidad de
defender lo nuestro”[9].
Ugarte
va a condenar el nacionalismo reaccionario de las potencias imperiales, de los
países centrales, pero va a ponderar el nacionalismo de las naciones oprimidas
que luchan contra el avasallamiento que pretende el imperialismo, el
nacionalismo en los países coloniales y/o semi-coloniales. Este nacionalismo
rebasa las fronteras de las “patrias chicas”, dice Ugarte: “los mejores patriotas serán los que pospongan los patriotismos locales
al patriotismo continental”[10].
Afirma al respecto su biógrafo, Norberto Galasso: “Ugarte insufla marxismo a su nacionalismo latinoamericano, y al mismo
tiempo dota de raíces latinoamericanas a su socialismo (…) su nacionalismo (…)
resulta una de las expresiones más claras del internacionalismo proletario. Y
su socialismo reformista, al centrarse en la cuestión nacional de América
Latina balcanizada, asume un contenido revolucionario”.[11] Este
latinoamericanismo se expresa como forma de una defensa común ante el avance
del imperialismo. Piñeiro Iñíguez confirma esta apreciación, estableciendo que “en su identidad se combinaron, pues, lo
nacional –visto en dimensión latinoamericana- con la vocación socialista”[12].
La
revolución nacional en los países oprimidos aparece como progresiva en dos
sentidos. Uno, termina con la opresión imperialista y la expoliación colonial.
Otro que reintroduce la crisis en los países centrales, creando las condiciones
para el socialismo allí, agigantando los antagonismos. Vuelto de su viaje por
Estado Unidos, decide alertar del peligro de la expansión norteamericana sobre
Nuestra América, escribe un artículo titulado justamente “El peligro yanqui”.
Apunta Ugarte el papel de las oligarquías locales en alianza al imperialismo,
dice: “si el nacionalismo es
revolucionario la revolución puede ser nacionalista, sin comprometer ni
disminuir la solidaridad mundial (…) El imperialismo encuentra auxiliares en el
egoísmo de nuestras oligarquías, las naciones del Sur tendrán que luchar, a la
vez, contrala plutocracia norteamericana o inglesa y contra los políticos
latinoamericanos, que sirven a los intereses de esa plutocracia”.[13]
Desde
el ideario ugartiano se considera un error pensar que la obtención de la
independencia política implica la independencia absoluta, ésta no llegará
mientras se siga dependiendo indirectamente de quiénes contribuyen a su
elaboración. La emancipación debe abarcar la cuestión política, como la
económica y cultural. Es una liberación integral. La unión latinoamericana en su concepción no
está destinada solamente a una posición defensiva con respecto al imperialismo
yanqui y/o cualquier otro imperialismo, sino que también pretende que esta
unidad “permitiese al continente ingresar
a la historia moderna como una gran nación, desarrollar su industria, elevar el
nivel de vida de sus habitantes y forjar las bases de la cultura nacional”.[14]
Ugarte se define neutral en la Primera Guerra
Mundial (como también lo hará durante la Segunda), y edita un periódico, La Patria, que mantiene en
alto esta bandera. Allí también continúa la lucha que lo mantuvo en pie toda su
vida: ver a la América
Latina unida, libre de toda injerencia de los imperialismos. De esta forma va a plantear el mantenimiento
de relaciones cada vez más amistosas y estrechas entre los países
latinoamericanos, en el sentido de una alianza defensiva y ofensiva, de
cooperación mutua en el avance del desarrollo de los países hermanos, y en la
defensa del avance del imperialismo. Aparece allí también como fundamental para
la liberación nacional la industrialización, ya que “un país que sólo exporta materias primas y recibe del extranjero los
productos manufacturados, será siempre un país que se halla en una etapa
intermedia de su evolución”.[15] En este sentido, coincidimos con
Liliana Barela quien argumenta que Ugarte fue “partidario de la explotación de los recursos naturales y del
florecimiento de las industrias, comprendió que la única posibilidad de
lograrlo era formando un mercado interamericano que estimulara ese desarrollo”[16].
Fustiga
en las páginas del periódico el papel cumplido por los ferrocarriles bajo
influjo británico en nuestro país que nos mantiene en la condición semi-colonial,
trabando nuestro desarrollo industrial. En ese mismo sentido escribe por los
años 30’s que “después de la
independencia, nuestra organización económica siguió siendo colonial, colonial
de este o de aquel país, pero siempre orientada hacia el mar (…) Es el estado
el que tiene que coordinar la producción, la riqueza y el trabajo (…) no hay
reforma social sin un plan nacional que la soporte”.[17] Según Ugarte la emancipación fue
incompleta, nuestros países crecieron a la sombra de fuerzas interesadas en
retardar su desarrollo, especialmente EE.UU. e Inglaterra.
Los
últimos años hemos avanzado a paso firme en el proyecto de la patria grande.
Siguiendo a Ugarte, ahora sí, “ha llegado
la hora de realizar la segunda independencia. Nuestra América debe cesar de ser
rica para los demás y pobre para sí misma”.[18] Reivindicando su figura que recorriera a
través de los años (y siempre que lo dejaran), los países latinoamericanos
dando conferencias, escribiendo artículos, más de 40 libros (de los cuales
ninguno –en vida de Ugarte- fue editado en Buenos Aires), se entrevistara e
intercambiara correspondencia con Ministros, Presidentes, personalidades del
mundo político, intelectual y literario, etc., y que ya cansada, luego de
cumplir con la tarea de la hora de votar por la re-elección de Juan Domingo Perón
(durante cuyo gobierno revistó como Embajador), pareció cansarse y como Simón
Bolívar sintió quizás que había arado en el mar, poniendo fin (en forma
voluntaria) a su vida, no obstante lo cual nos legó un conjunto de herramientas
para pensar e intervenir en la realidad actual, así: “el porvenir depende de nosotros (…) la salvación integral de América
Latina, será obra de nuestra perseverancia, de nuestro desinterés o no será”[19]
[1]
Barrios, Miguel Ángel. (2007). El
latinoamericanismo en el pensamiento político de Manuel Ugarte. Buenos
Aires: Biblos, páginas 37-38.
[2] En 1913, La Vanguardia publica nota
en la cual dice que Colombia entrará en las naciones prósperas y civilizadas, y
que Panamá contribuirá para ello. Ugarte refuta la idea, porque Colombia es
civilizada, y porque Panamá es independiente por acción del imperialismo
yanqui. Este hecho, sumado a que Ugarte propugna un socialismo nacional le valdrán la expulsión del Partido Socialista.
En agosto del ‘35, Ugarte vuelve a integrarse al Partido Socialista. Pero la
relación es tensa y dura poco. Ante unas críticas de Ugarte a la conducción
partidaria, es expulsado nuevamente. La disidencia fundamental sigue siendo el
socialismo nacional. Ugarte considera que en una semi-colonia (como la Argentina), el
socialismo debe apoyar los programas nacional-democráticos para lograr la
liberación del coloniaje y la unificación nacional. Los objetivos
nacional-democráticos son: independencia nacional, soberanía popular, justicia
social, desarrollo de las fuerzas productivas Así se abre el camino al
socialismo. de lo contrario no teniendo en cuenta la cuestión nacional, se
pacta con la oligarquía y traiciona al pueblo. Para mayor detalle de la disputa véase la biografía:
Galasso, Norberto. (2001). Manuel Ugarte
y la lucha por la unidad latinoamericana. Buenos Aires: Corregidor. Ugarte
había dado a conocer públicamente su adhesión al socialismo por primera vez con
una conferencia de prensa publicada en un libelo publicado un año más tarde:
Ugarte, Manuel. (1904). Las ideas del
siglo. Buenos Aires: Centro Socialista.
[3]
Barrios, Miguel Ángel. (2007). Op. Cit., página 44.
[4]
Ugarte, Manuel. (1923). El destino de un
Continente. Madrid: Mundo Latino, páginas 7-8.
[5]
Ibídem, página 12
[6]
Ibídem
[7]
Ugarte, Manuel. (1922). Mi campaña
hispanoamericana. Barcelona: Cervantes, páginas 3-4.
[8]
Ibídem, página 186.
[9]
Ugarte, Manuel. (1953). El porvenir de
América Latina. Buenos Aires: Indoamérica, página 77.
[10]
Ibídem, página 117.
[11]
Galasso, Norberto. (2001). Op. Cit., página 73.
[12]
Piñeiro Iñíguez, Carlos. (2006). Manuel
Ugarte: el profeta de la
Patria Grande. En Pensadores Latinoamericanos del siglo XX.
Buenos Aires: Siglo XXI (Editora Iberoamericana), páginas 127-128.
[13]
Ugarte, Manuel. (s.f.). El dolor de
escribir (confidencias y recuerdos). Buenos Aires: Fondo Nacional de las
Artes, página 129.
[14]
Ramos, Jorge Abelardo. (1961). Manuel
Ugarte y la revolución latinoamericana. Buenos Aires: Coyoacán, página 25.
[15]
La Patria 24/11/15.
Año 1, Nº 1. Reproducido en Ugarte, Manuel. (2010). La
Patria Grande. Buenos Aires: Capital Intelectual, página
156. Si bien Manuel Ugarte dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la denuncia
del imperialismo yanqui, que justamente por esos años no tenía la injerencia
que tendrá posteriormente en nuestro país, siendo FORJA y Scalabrini Ortíz
fundamentalmente los “descubridores” del imperialismo británico en Argentina
con una denuncia integral, desde un punto de vista popular, democrático y latinoamericano,
Ugarte en las páginas de La
Patria denuncia fuertemente el accionar del imperialismo
británico, constituyéndose en uno de los antecedentes e influencias de los
análisis posteriores.
[16]
Barela, Liliana. (1999). Vigencia del
pensamiento de Manuel Ugarte. Buenos Aires: Mercosur Cultural, página 59.
[17] Ugarte, Manuel. La hora de la izquierda. 6-9-1931. Citado en Galasso, Norberto.
(2001). Op. Cit., página 398.
[18]
Ugarte, Manuel. (1961). La reconstrucción
de Hispanoamérica. Buenos Aires: Coyoacán, página 74.
[19]
Ugarte, Manuel. (1953).Op. Cit., página 113.
Bibliografía
ü Barela,
Liliana. (1999). Vigencia del pensamiento
de Manuel Ugarte. Buenos Aires: Mercosur Cultural.
ü Barrios,
Miguel Ángel. (2007). El
latinoamericanismo en el pensamiento político de Manuel Ugarte. Buenos
Aires: Biblos.
ü (1999).
El epistolario de Manuel Ugarte.
Buenos Aires: Archivo General de la
Nación.
ü Galasso,
Norberto. (2001). Manuel Ugarte y la
lucha por la unidad latinoamericana. Buenos Aires: Corregidor.
ü Piñeiro
Iñíguez, Carlos. (2006). Manuel Ugarte:
el profeta de la Patria
Grande. En Pensadores Latinoamericanos del siglo XX.
Buenos Aires: Siglo XXI (Editora Iberoamericana).
ü Ramos,
Jorge Abelardo. (1961). Manuel Ugarte y
la revolución latinoamericana. Buenos Aires: Coyoacán.
ü Ugarte,
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hispanoamericana. Barcelona: Cervantes.
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Continente. Madrid: Mundo Latino.
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Latina. Buenos Aires: Indoamérica.
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Hispanoamérica. Buenos Aires: Coyoacán
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Manuel. (2010). La Patria Grande.
Buenos Aires: Capital Intelectual.
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(confidencias y recuerdos). Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes.