Entrevista a David Harvey por Elsa Roulet
Harvey, David. Geógrafo y Urbanista inglés, nacido en Kent en 1935. Ha
desarrollado el grueso de su carrera en los Estados Unidos y pertenece a
la cátedra de antropología del College University de Nueva York, tras
haber enseñado geografía y urbanismo en Oxford y Baltimore durante más
de treinta años. Estudioso en profundidad de la obra de Marx, en 1982
publica una obra destacada de teoría económica, Los límites del capital.
En 1985 publica dos libros de ensayos sobre urbanismo, La conciencia y
la experiencia urbana y La urbanización del capital, y en 1989 aparece
La condición de la postmodernidad (publicado en español por Amorrortu),
probablemente su obra más conocida, donde investiga la emergencia de la
cultura y del arte postmodernos como un efecto de las transformaciones
del capitalismo y de la aparición del postfordismo. Además de las obras
ya mencionadas es autor de Espacios de esperanza, Akal, (2000) y El
nuevo Imperialismo, Akal (2003). Ver en números anteriores de
Herramienta, otros trabajos publicados.
En esta entrevista
realizada por Elsa Roulet ·· David Harvey retoma el análisis de la
crisis del capitalismo, entendida como crisis del “proyecto de clase”
que es el neoliberalismo. Evoca asimismo las transformaciones de la
clase obrera, la situación en Europa y en EE UU, el papel que pueden
desempeñar los intelectuales críticos, y defiende la necesidad de
construir una visión utópica si se desea cambiar el mundo.
E.
R. - Usted ha teorizado la adopción del neoliberalismo como una
transición del fordismo a un régimen de acumulación flexible. ¿Cree que
la crisis económica que estalló en 2008 demuestra el fracaso de este
modo de acumulación flexible?
David Harvey - Esto depende de
la manera en que se define el modelo de acumulación flexible. Si se
concibe como modelo para revitalizar el capitalismo en su conjunto, yo
diría que sí, pero que ya fracasó desde el principio. Si el modelo se
diseñó para concentrar y aumentar el poder de la clase capitalista, y en
particular de determinadas franjas de la clase capitalista, ha sido
todo un éxito. El crack de 2008 no fue sin duda un acontecimiento
especial si se contemplan todos los cracks que han tenido lugar desde
1997: el de Asia oriental y sudoriental en 1998, los de Sudamérica en
2001. Todo ese periodo se caracterizó por breves etapas de crecimientos
interrumpidas por otros tantos cracks, pero es indiscutible que estos
cracks desempeñaron una función muy importante en la consolidación de
una riqueza y poder cada vez mayores en fracciones cada vez más pequeñas
de la clase capitalista. Creo que 2008 marcó simplemente un paso más en
esta vía hacia la concentración de riqueza y poder. Por mi parte,
comprendo el neoliberalismo ante todo como un proyecto de clase, de
consolidación y de refuerzo de la dominación. Creo que 2008 no marcó el
final de todo esto, una crisis de este proyecto de clase, sino un paso
más.
Pero se podría decir que el liberalismo también era un
proyecto de clase. ¿Cuál es entonces la diferencia entre el liberalismo y
el neoliberalismo?
Creo que la diferencia radica en el hecho
de que el proyecto de clase que se planteó a finales de la década de
1960 y comenzó a cristalizar realmente a mediados de la de 1970 estaba
mucho más centralizado, en la medida en que el poder se había desplazado
significativamente a favor del sector financiero. Este último se
convirtió en cierto modo en el agente principal. No ocurrió lo mismo con
el liberalismo. En la época del liberalismo se entendía que el sector
financiero debía facilitar la actividad productiva y su función era más
la de un lubricante que la de un motor del proceso de acumulación. Creo
que el neoliberalismo se caracteriza en mayor medida por lo que llamo la
acumulación por desposesión, y no por las formas clásicas de
acumulación por expansión, por crecimiento, formas clásicas que en
determinados periodos no estaban en contradicción con la idea del
aumento del nivel de vida de los trabajadores. En muchas partes del
mundo, el aumento del nivel de vida de los trabajadores en las décadas
de 1960 y 1970 pudo producirse, en una época en que las tasas de
acumulación eran muy altas. Era un periodo en que los poderes
financieros eran significativos, pero no predominantes. Después surgió
esta economía caracterizada mucho más por la desposesión, a partir de
los años setenta.
En esta evolución hacia el
neoliberalismo, ¿cómo interpreta por un lado el papel de las finanzas y
por otro el de la globalización?
Ambas cosas están
íntimamente ligadas. La moneda es lo que llamo la “forma mariposa” del
capital, que puede volar a donde le dé la gana. Las mercancías son una
especie de “forma oruga” del capital: se desplazan, pero lo hacen más
bien lentamente. La producción tiende a fijar la “forma crisálida” del
capital. Al otorgar más poder a las finanzas, se refuerza la “forma
mariposa” del capital, que tiene la capacidad de trasladarse casi a
donde le plazca. Creo que ha habido un proceso deliberado de refuerzo de
la “forma mariposa” del capital, de modo que ha podido posarse en
territorios donde, por ejemplo, el coste de la mano de obra es muy bajo,
donde los impuestos son muy bajos. Así, los traslados resultan más
fáciles, con el resultado de que esto ha permitido rebajar los salarios
de los trabajadores en las antiguas zonas industriales del Norte, de
América, de Europa, etcétera. Asistimos por tanto a una
desindustrialización de los centros de producción clásicos. Esta
desindustrialización se nutre del desplazamiento de los puestos de
trabajo a otros lugares y hacía falta algo que la facilitara; ese algo
fue la financiarización.
Parece que asistimos a una
mercantilización creciente de “bienes immateriales” como las ideas (con
el fuerte aumento del número de patentes), la educación, la cultura, así
como a una mercantilización de la naturaleza (títulos financieros sobre
los genes, la lluvia, etcétera). ¿Cómo interpreta esta tendencia? ¿Qué
papel desempeña en esta crisis del capitalismo?
Producimos
una cantidad cada vez mayor de plusvalía. Desde hace muchos años existe
ya un verdadero problema para encontrar lugares en los que colocar este
capital. Lo que ha sucedido en los últimos 30 o 40 años es que el
capital se ha interesado mucho más por el aumento del valor de los
activos y por la especulación en torno al valor de los activos. Sin
embargo, en este proceso se interesa cada vez más por la rentas, como
hemos visto en particular con respecto a la propiedad inmobiliaria, la
renta de la tierra, los precios del suelo. Y, desde luego, por los
derechos de propiedad intelectual. De golpe se ha producido una
explosión de lo que se llama el sector rentista de la economía
capitalista. El sector rentista siempre ha sido muy importante. Por
ejemplo: todo indica que en los siglos XVIII y XIX el dinero que ganaban
las clases superiores con el arrendamiento y la apropiación de tierras
era más cuantioso que el que sacaban del sector manufacturero. Así que
el sector rentista siempre ha sido importante, en particular en la
construcción de las ciudades. Y está claro que sigue siéndolo; en
determinadas áreas avanzadas del mundo capitalista, los rendimientos de
la propiedad de tierras y de activos son muy altos, y la propiedad
intelectual es una nueva forma de propiedad, que siempre ha estado
presente de alguna manera, pero que ahora ha cobrado mucha importancia. Y
si uno puede ganar dinero por el mero hecho de ser propietario de
patentes, si uno puede obtener buenos rendimientos del capital sin
necesidad de emplear a ningún trabajador, ¿por qué iba a molestarse en
producir? Así pues pienso que en el curso de los últimos 30 a 40 años ha
habido numerosos signos de que estaba construyéndose un potente sector
rentista, con ingresos procedentes de las rentas de toda clase de
fuentes: tierra, propiedad de recursos, propiedad de derechos de
distinta naturaleza, entre ellos, por supuesto, los derechos de
propiedad intelectual. Este sector en su conjunto es ahora mucho más
significativo en la actividad capitalista y además no emplea a muchos
trabajadores.
Usted ha elaborado el concepto de acumulación
por desposesión, que ha suscitado numerosos debates. En ocasiones se ha
considerado que es demasiado amplio. ¿Qué conclusiones teóricas y
políticas extrae de estos debates?
Creo que en cierto modo
era un argumento muy general y que existen diversas clases de
desposesión. Algunos han preguntado, por ejemplo, si acaso lo que ocurre
en el proceso de producción no es una desposesión del excedente que
producen los trabajadores. Es una forma de desposesión, pero no se
presta atención a las distintas formas de desposesión que se producen en
otros ámbitos, en la circulación del capital. Esto es lo que yo quería
formular teóricamente al analizar el circuito del capital. Cuando
contemplamos el circuito del capital, vemos que está el circuito de las
mercancías, el circuito de la moneda, el circuito de la producción, todo
ello está en el segundo tomo de El Capital. Estos distintos circuitos
están integrados entre sí, pero cada uno tiene su agente: el circuito de
la moneda tiene el sector financiero, el circuito de la producción
tiene el sector industrial, el circuito de las mercancías tiene el
sector comercial. Entonces la cuestión que se plantea es la siguiente:
¿de qué manera estas esferas distintas reivindican el excedente y cómo
se apropian efectivamente de él? Mi tesis es que el sector financiero y
el circuito de las mercancías operan según un principio de acumulación
por desposesión, porque lo que hacen es utilizar su control sobre las
mercancías o su control sobre la moneda para detraer una tasa, una tasa
que arrebatan a los trabajadores. Por tanto, en cierto modo la burguesía
puede recuperar a través de los banqueros y los financieros todo lo que
puede conceder en el ámbito de la producción. Analicemos la cuestión de
saber dónde se realiza la plusvalía, por oposición a dónde se produce.
Marx explica que se crea en la producción, cosa que no pongo en duda en
absoluto. Con lo que no estoy de acuerdo es con la suposición de que,
por crearse en la producción, también se realiza en la producción. De
hecho, es posible que tan solo una parte muy pequeña de la plusvalía se
realice en la producción. Si contemplamos el ejemplo que ya he utilizado
y que es el de [la cadena de supermercados] Wall Mart, que es una
organización comercial capitalista, veremos que obtiene elevadísimas
tasas de beneficio sobre la base de la subcontratación a productores
chinos, que a su vez obtienen unas tasas de beneficio muy bajas. Se
trata por tanto de una relación de acumulación por desposesión. Podemos
ir todavía más lejos con la cuestión que ya he planteado de saber cómo
el capitalismo adquiere activos y luego trata de valorizar esos activos.
Pues bien, a menudo los roban a los miembros de otras clases. Hay algo
así como seis millones de viviendas en EE. UU. que han sido
desahuciadas, es decir, seis millones de familias que han perdido su
hogar. ¿Qué ocurre con esas viviendas? De momento tienen un precio muy
bajo. Han sido adquiridas por grandes grupos capitalistas que las
mantienen durante dos o tres años, a la espera de que el mercado se
recupere, y entonces se llenan los bolsillos. Viviendas recuperadas al
precio de, pongamos, 200.000 dólares por unidad se venderán entonces a
300.000 o 400.000 dólares cada una, siempre que el mercado se relance.
Se trata de una actividad especulativa, es lo que llamo acumulación por
desposesión. También existen formas de atraco directo cuando se suprimen
las pensiones de jubilación, se recortan los derechos a la sanidad, o
cuando un bien gratuito producido hasta ahora por el Estado se vuelve
oneroso, como por ejemplo la universidad o la educación en general. Yo
pude gozar de una educación gratuita en Gran Bretaña, pero ahora los que
estudian tienen que pagar. En EE. UU. el coste de la educación aumenta
cada vez más, los estudiantes se endeudan y ya existe una enorme deuda
estudiantil. Esto también es una economía de desposesión. Lo que deduzco
de todo esto es que las formas que adopta la desposesión son muy
variadas, y como término general resulta probablemente demasiado ambiguo
decir tan solo que “es una economía de desposesión”. Debemos estar más
atentos a las formas de desposesión que se producen y dónde se producen.
Creo que es buena idea desarrollar una comprensión más sofisticada de
las distintas formas que puede adoptar la desposesión, esto es lo que
concluyo de los debates. Pero no quiero en modo alguno replantear la
idea de que constituye una parte muy importante de la estructura de la
explotación en una economía capitalista.
Y políticamente, ¿qué conclusión saca usted de estos debates en torno al concepto de desposesión?
Desde
el punto de vista político, lo que deduzco es la idea de la resistencia
a la acumulación por desposesión. Que hay mucha resistencia, en todas
partes, y que esas formas de lucha forman parte de la dinámica general
de la lucha de clases. Esto desplaza el centro de atención de la
organización y de la teorización política, alejándolo de lo que a menudo
ha sido el centro de atención exclusivo de determinadas organizaciones
de izquierda, a saber, la fábrica, para trasladarlo, por ejemplo, a la
ciudad. Si contemplamos las estructuras de la explotación en y alrededor
de una ciudad, veremos la explotación rentista, la explotación
comercial. De este modo empezamos a tener una noción muy distinta de lo
que es la política de resistencia a la acumulación capitalista, una vez
se integran todas estas demás formas de explotación en el paisaje.
En
un artículo publicado en Counterpunch en 2009, usted escribió que la
clase obrera no siempre está, y no lo está en todos los países, en
condiciones de situarse en la vanguardia de la lucha social y política.
¿Puede desarrollar esta idea?
Hay dos maneras de verlo.
Podría decir que la clase obrera, tal como ha sido definida
tradicionalmente, no está en condiciones de estar en la vanguardia y que
en ciertos casos los movimientos sociales o políticos han estado en la
vanguardia. Si examinamos fenómenos como la revuelta zapatista, veremos
que no fue una revuelta de la clase obrera, sino una revuelta campesina.
Era también una revuelta contra la acumulación por desposesión; y lo
mismo ocurre, por ejemplo, con respecto a las guerras del agua en
Bolivia, en Cochabamba, donde también se trataba de una lucha contra la
acumulación por desposesión. Y las luchas en El Alto, donde una ciudad
entera se rebela y destruye el poder presidencial y abre la vía de
acceso al poder de Evo Morales. Estos movimientos revolucionarios han
sido muy fuertes y potentes, y no se basaron en una clase obrera
tradicional. Lo que quiero decir es que si analizamos las dinámicas de
la urbanización y nos planteamos la cuestión de “¿quién produce la
ciudad, quién reproduce la ciudad?”, y si decimos que todos los que
producen y reproducen la ciudad forman parte de la clase obrera urbana,
entonces esta abarca mucho más que los trabajadores fabriles, para
incluir al personal doméstico, a los taxistas, por lo que tenemos una
concepción diferente de la clase obrera. Estoy a favor de cambiar
nuestra concepción de quién constituye la clase obrera y de qué tipos de
puesto de trabajo son cruciales. Hemos visto ejemplos, he mencionado El
Alto, la gran fuerza que tenían sus habitantes para bloquear totalmente
la ciudad, lo que de hecho es una huelga general, una huelga en el
espacio urbano. Pienso que las huelgas de transportes son muy eficaces;
en Francia, por ejemplo, ha habido huelgas muy importantes en los
transportes, en la década de 1990 y en la de 2000. Se puede paralizar
una ciudad, y paralizar una ciudad es un tipo de instrumento muy eficaz
en la lucha de clases. Y no son únicamente los trabajadores de las
fábricas quienes van a hacerlo, hace falta que sea la ciudad entera la
que secunde esta acción. Por tanto, o bien decimos que “la clase obrera
está aquí” y “aquellos” son otros movimientos sociales, o bien cambiamos
nuestra concepción de la clase obrera. Pienso que es preferible cambiar
nuestra concepción de la clase obrera.
¿Cómo interpreta
usted la crisis de la Unión Europea? Parece que estamos asistiendo a un
proceso de radicalización neoliberal, justo en el momento en que surgen
relaciones neocoloniales entre el centro de Europa y la periferia, en
particular con la crisis de la deuda griega.
Me parece que
hay que analizar la crisis de la U.E. en términos de clase. No cabe duda
alguna de que la creación del euro, por ejemplo, fue una operación muy
ventajosa para la clase capitalista, y en particular para las fracciones
de la clase capitalista que se hallaban en los sectores más avanzados,
en los países más avanzados de la Unión. Tenemos por tanto un ámbito
geográfico desigual en el que se produce una unificación, que resulta
muy ventajosa para Alemania en particular, aunque no solo para Alemania.
Alemania ha ganado mucho con la creación del euro, y cuando se examina
lo ocurrido con las economías del sur de Europa en general, y de Grecia
en particular... No diré que los griegos no hayan causado por sí mismos
algunos de los desastres, al llevar a cabo toda clase de engaños
contables, etcétera, pero por otro lado Grecia se ha convertido en un
mercado maravilloso para Alemania, que ha podido explotarla al amparo de
sus superiores capacidades productivas y de organización. Alemania, en
efecto, ha podido aplicar una política de acumulación por desposesión a
través de Grecia y reducir la capacidad productiva de Grecia. Y cuando
han surgido los problemas, está claro que no había ninguna obligación
por parte de ningún miembro de la Unión de ayudar a otro miembro. A
partir de entonces se produjo un desarrollo geográfico desigual de la
crisis, que se abate sobre las poblaciones y los territorios más
vulnerables. Un caso análogo en EE. UU. sería el del Estado de
California, que ha conocido dificultades notables, pero que no ha
corrido la misma suerte que Grecia porque el gobierno federal ha tenido
que pagar el Medicare etcétera, mientras que con respecto a Grecia no
existe esta obligación. Asistimos entonces a circunstancias
extraordinarias en que la gente se hunde en una penuria total en Grecia,
en muchos aspectos a causa de la política de austeridad impuesta por
los poderes de la clase capitalista, cuyos intereses principales están
concentrados en Alemania y el norte de Europa. Me parece que esta
geografía desigual no cambiará a corto plazo. Tampoco percibo ningún
cambio de política, por lo que creo que este va a ser un problema
duradero para Europa, que no necesariamente se resolverá con la salida
del euro de los países del sur. Por tanto, se trata de una especie de
dilema permanente que a mi juicio solo podrá resolverse mediante una
completa federalización de la base social de la economía, mediante una
colectivización de los derechos de pensión y este tipo de cosas, cosa
que políticamente es imposible, no creo que nadie votaría por eso.
¿Cree
que en estos momentos asistimos a un viraje de tipo keynesiano en EE.
UU.? ¿Es posible que el gobierno de Obama se aleje del neoliberalismo y
aplique políticas más keynesianas?
EE. UU. nunca ha sido
puramente neoliberal, sino bastante keynesiano hasta ahora. Ha sido
neoliberal de palabra, particularmente en aspectos como el salario
social y la protección social, etcétera, pero jamás ha sido estricto con
respecto a la financiación por el déficit. El déficit de George Bush II
financió dos guerras, reducciones de impuestos para los ricos y un
enorme programa social de acceso a los medicamentos que fue muy
beneficioso para las compañías farmacéuticas. Ronald Reagan, que es una
de las figuras asociadas al neoliberalismo, era de hecho un keynesiano
en materia de defensa y financió la pulseada con la URSS a través de la
deuda pública. EE. UU. siempre ha sido un caso particular: su retórica
sobre el sector público siempre ha sido muy neoliberal, pero sus
prácticas siempre han sido parcialmente keynesianas. Lo que resulta
interesante en la coyuntura actual es que el Partido Republicano, que de
hecho compartió bajo George Bush este enfoque de tipo keynesiano para
hacer la guerra, cuando perdió el poder decidió llevar de verdad hasta
el extremo la política de austeridad. Así trata de impedir la
posibilidad de un programa ligeramente expansionista, vagamente
keynesiano, que preconiza el gobierno de Obama desde el principio.
Pienso que están pisando terreno resbaladizo, pues no controlan más que
la Cámara de Representantes, y si se puede demostrar a los
estadounidenses que lo que impide la recuperación de EE. UU. es la
manera en que el Partido Republicano actúa en la Cámara de
Representantes, entonces asistiremos en las elecciones de 2014 a la
transferencia del poder a los Demócratas, el Partido Republicano estará
acabado. Claro que también es posible que esto no suceda, se trata de
una situación muy compleja. Creo que hay miembros del Partido
Republicano que se dan cuenta de que se hallan en terreno resbaladizo y
que intentan cambiar, aunque sin mucho éxito de momento. Hasta ahora
nunca se ha dudado en EE. UU. en emplear prácticas keynesianas, en
particular la financiación por el déficit, y en ser antikeynesianos en
materia de programas sociales, de protección social, y resueltamente
antikeynesianos cuando se trata de otorgar más poder a las
organizaciones e instituciones de la clase obrera. El neoliberalismo de
EE. UU. siempre ha sido sospechoso, su pragmatismo le ha llevado siempre
a hacer lo que beneficia a las clases superiores, y ha sido limitado
por este criterio. No creo que esto vaya a cambiar gran cosa, aunque
pienso que en este momento el gobierno de Obama tiene muy claro que la
tasa de crecimiento de EE. UU. es muy baja y que existe la posibilidad
de una segunda recesión. Este gobierno, si tuviera las manos libres,
apostaría por prácticas expansionistas, hasta cierto punto incluso por
prácticas expansionistas que implicaran otorgar más poder a las
organizaciones e instituciones de la clase obrera. Creo que la idea de
una política ligera y parcialmente keynesiana bajo el gobierno de Obama
ya se ha planteado y aceptado, pero no será refrendada por la Cámara de
Representantes controlada por los Republicanos, a menos que estos
últimos comprendan que esto les llevará a un desastre electoral si la
gente percibe que ellos son el obstáculo. Está por ver cómo evolucionan
las cosas.
A su juicio, ¿cuál puede y debe ser el papel de los intelectuales o universitarios críticos?
Hay
dos cosas. Lo que ocurre en el mundo universitario forma parte, desde
luego, de la lucha de clases, es la lucha de clases en el ámbito de las
ideas. Por tanto, una cosa que me gustaría que hiciéramos todos es
luchar en el mundo universitario por diferentes tipos de producción de
saberes, de reproducción de saberes. Los que están fuera de la
universidad piensan a menudo que esta es una torre de marfil, pero no es
así, la universidad es un terreno de lucha bastante encarnizada.
Durante un tiempo estuve tratando de mantener abiertos los espacios en
el interior de la universidad en los que pudieran desarrollarse cosas
como las que centraban mi trabajo, y es muy duro cuando se hace frente a
las presiones de la transformación neoliberal y administrativa de las
organizarse en el seno de la universidad, y eso lleva mucho tiempo. Pero
creo que también tenemos la obligación de tomar ciertas cosas sobre las
que reflexionamos y presentarlas de manera que sean comprensibles para
un público amplio, pensando en cómo la gente puede leer esto y extraer
sus propias conclusiones. No creo que los universitarios conozcamos
mejor el mundo que cualquier otra persona. Mi opinión es que cuando
trabajo con organizaciones sociales, estas saben qué es lo que quieren y
lo hacen mejor que yo, y no es mi tarea decirles qué tienen que hacer,
eso ni se me ocurriría. Pero el momento en que tal vez yo puedo ser útil
es cuando quieren saber cómo lo que están haciendo se relaciona con lo
que ocurre en el capitalismo, cuál es la relación entre lo que hacen y
la lucha anticapitalista. Si quieren reflexionar sobre esta relación,
podemos sentarnos juntos y tratar de comprender lo que hacen en relación
con prácticas y cuestiones más amplias. Creo que en el mundo
universitario tratamos de desarrollar este panorama de cómo funciona la
economía, o cómo se aplica la política, y a veces esto es útil para las
organizaciones políticas y los movimientos sociales. Así que creo que es
preciso mantener abiertos los espacios en el interior del mundo
universitario para trabajos progresistas y estrechar lazos con
organizaciones sociales para aprender de ellas y que ellas aprendan de
nosotros en el proceso de lucha política.
Sin embargo, con
las tendencias a la privatización de la educación, en particular de la
enseñanza superior, parece más difícil mantener este espacio y esos
debates en el seno de la universidad.
Así es. Todos estamos
siendo atacados, inclusive en la universidad. Y por supuesto, si
contemplamos el proceso de trabajo en el mundo académico, en EE. UU.
ahora la mayor parte de la enseñanza corre a cargo de empleados que no
tienen un contrato fijo y que viven en unas condiciones económicas muy
precarias. Este es otro campo de batalla en relación con las condiciones
de vida de las personas empleadas en las universidades. No es una
situación fácil, pero ¿qué se puede hacer? Hay que organizarse y luchar,
como en todas partes.
¿Cuál es su visión personal de una sociedad socialista, si “socialista” es la palabra adecuada?
Hay
varias maneras de construir una visión utópica. Creo que siempre existe
la necesidad de tener en mente una visión utópica, de una manera u
otra, un lugar al que deseamos llegar, aunque al final no lleguemos, en
cierto sentido no importa mucho si se llega o no. Si se tiene una
visión, tratando de cambiar las cosas, estas se mueven en una dirección u
otra. No tengo un esquema fijo, he escrito uno en el apéndice a un
libro que se titula Spaces of hope, una especie de descripción utópica
de una sociedad construida durante un periodo de 20 años. Y creo que
necesitamos un modo de construcción por la negación. Si se comprenden
los aspectos del capitalismo que no nos gustan, ¿qué rechazaríamos, cómo
sería una sociedad que ya no funcionara sobre la base del valor de
cambio, sino sobre la base del valor de uso, qué formas de coordinación
de la división social del trabajo se crearían, cómo se implementaría
para asegurar que el abastecimiento de cada uno en valor de uso fuera
suficiente, que no se produjeran bloqueos completos ni rupturas, ni
penurias? Son cuestiones muy pragmáticas. Es posible por tanto trabajar
sobre esta clase de ideas, construir por negación: no queremos hacer
esto coordinándonos a través del mercado, queremos hacerlo de una manera
distinta, a través de los trabajadores asociados en colaboración, los
trabajadores asociados que organizan la división social del trabajo de
manera que todo el mundo tenga lo que necesita. Con la informática
tenemos la posibilidad de coordinar los inputs y outputs/3 de un modo
distinto. Algunas fábricas recuperadas en Argentina funcionan ahora en
red gracias a los ordenadores y organizan los flujos de inputs y outputs
de manera que comienzan a coordinarse entre sí, pero no se trata de una
planificación centralizada, es algo que se organiza en red, sin ningún
planificador central. Creo que con las tecnologías que tenemos ahora
existen nuevas posibilidades de plantear estas cuestiones de un modo
distinto y que podemos construir una visión utópica en la que los
trabajadores asociados controlen los medios de producción, se organicen y
tomen sus propias decisiones en cada unidad productiva, pudiendo
coordinarse entre sí, comunicarse entre sí para responder a las
necesidades de todos y todas.
Revista herramienta web 13 - junio de 2013