lunes, 30 de julio de 2012

¿Consecuencia de la crisis internacional?




 TEMAS DE DEBATE: POR QUE SE FRENAN LAS ECONOMIAS DE ARGENTINA Y BRASIL

Aunque la conexión entre la crisis mundial y la desaceleración brasileña parece obvia, la evidencia muestra que el freno responde más a la política económica de Dilma Rousseff. En el caso argentino, el impacto del factor internacional es mayor, sobre todo por Brasil.


Producción: Javier Lewkowicz
debate@pagina12.com.ar

Es la política de Rousseff

Por Eduardo Crespo *
En coincidencia con el agravamiento de la crisis europea, las economías sudamericanas comenzaron a sufrir una desaceleración. Muchos analistas, incluidos los gobiernos de Argentina y Brasil, consideran que dicha crisis es el principal obstáculo que está frenando a nuestras economías. Sin dudas existe un paralelismo entre ambos fenómenos. Brasil, por caso, pasó de crecer un 7,5 por ciento en 2010 a los actuales guarismos que rondan el 0 por ciento. La industria crecía 10,5 por ciento en igual período y en los últimos doce meses cayó 1,8 por ciento. Pero antes de concluir que la crisis internacional es la causante de estos resultados, se deben analizar los presuntos canales de transmisión que unen a la primera con los segundos.
Las dos vías principales de causalidad son la comercial y la financiera. Si bien las exportaciones brasileñas se desaceleraron, están creciendo al 5 por ciento anual. El país tampoco sufrió sobresaltos financieros. El Banco Central cuenta con 360 mil millones de dólares de reservas, el saldo comercial no se deterioró y el endeudamiento en moneda extranjera es inexistente. Aunque la conexión entre la crisis internacional y la desaceleración brasileña pueda parecer obvia, un simple balance de la evidencia disponible apunta en otra dirección: la política económica del gobierno de Dilma Rousseff.
Desde los primeros meses de 2011, año en que tomó posesión la nueva administración, hasta agosto del mismo período, y respondiendo a una mayor inflación interanual ocasionada principalmente por una suba de los precios internacionales, el Banco Central brasileño comenzó a subir la tasa básica de interés. Esta política tiene el efecto conocido de reducir la inflación mediante la apreciación cambiaria al costo de desguarnecer la producción transable doméstica frente a la competencia extranjera, generando un esquema de precios que tiende a provocar desindustrialización. Quizás por este motivo, y ante los magros resultados, en el último cuatrimestre de 2011 el gobierno de Rousseff optó por cambiar la estrategia antiinflacionaria y decidió iniciar una paulatina pero persistente reducción de la tasa básica de interés, al tiempo que el real sufría una leve devaluación frente al dólar.
Aunque esta decisión en hipótesis debía tener efectos expansivos, el gobierno resolvió atenuarla mediante una medida contractiva, reemplazando la mayor laxitud monetaria y cambiaria con un severo –y hasta ahora no corregido– ajuste fiscal. Los gastos de consumo del gobierno, que habían crecido al 5,6 por ciento durante el período 2004-2010, crecieron sólo el 0,4 por ciento en 2011. La inversión pública pasó de crecer a una tasa del 7,5 por ciento en el mismo lapso a caer un 12 por ciento en 2011. El gobierno envió al Congreso un presupuesto federal congelado en 2012 y lo mismo se anticipa para 2013. Los salarios de amplias franjas de trabajadores estatales se encuentran fijos en términos nominales desde 2010, circunstancia que propagó una ola de huelgas en todo el país. Este conjunto de medidas contractivas se contagió al consumo privado, que ya estaba muy afectado por el alto grado de endeudamiento de los hogares, y también a la inversión privada que reaccionó muy rápidamente al freno general.
En el caso argentino, el vínculo entre las condiciones internacionales adversas y la desaceleración doméstica tiene mayores fundamentos si se incluye a Brasil como un elemento decisivo en la reversión de la tendencia. Dado que el desempeño industrial local depende en gran medida de Brasil, debido a la importancia del sector automotriz, la caída de las exportaciones a este país tiene impactos significativos. Otros mercados, como el chino, también presentan una tendencia negativa. Sin embargo, no parece existir una conexión clara, por ejemplo, entre la performance exportadora y la desaceleración de la construcción. La política fiscal, contrariando la más sencilla receta keynesiana, parece acompañar el ritmo declinante de la recaudación. Las principales provincias, incluida la ciudad de Buenos Aires, están realizando recortes de gastos, aumentando impuestos y tarifas, suspendiendo contratos temporarios, interrumpiendo obras de infraestructura. El gasto público nacional se estabilizó en términos nominales, y en plena desaceleración el superávit primario tiende a aumentar. Cualquiera sea el impacto de la crisis internacional, por ahora las políticas domésticas no ayudan a contrarrestar el viento de proa.
* Economista, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

El impacto importador

Por Enrique Aschieri *
La picada en punta del precio mundial de la soja motiva a algunos analistas a negar que la crisis global tenga efectos negativos para nosotros. Por el contrario, sugieren algo así como que hemos encontrado el paraíso perdido. Es que a la fase alcista coyuntural del “yuyo” le suman un par de datos estructurales, entre ellos, por el lado de la demanda, un supuesto aumento de la clase media mundial, y el crecimiento del producto mundial que viene empujado por los países emergentes, donde vive poco más de tres cuartos de la humanidad. Mucho menos frecuentes son los análisis que hacen hincapié estructural en el lado de la oferta, particularmente el aumento del precio del petróleo por su impacto en el costo de los insumos agrícolas y el asunto de los biocombustibles. Ambas posturas, complementarias o sustitutas, como se quiera, esperan que, cuando cese el efecto de la bajísima tasa de interés norteamericana, los precios de las materias primas, aunque atenuados, continúen altos con respecto a sus estándares históricamente bajos.
Las dos posturas aceptan que se es pobre o próspero según lo que se venda en el mercado mundial sea barato o caro. En última instancia, suponen que son los precios mundiales los que determinan los ingresos nacionales. Pero con todo lo importante que es señalar esa refutable por inverosímil línea de causalidad, en el sentido que las cosas suceden exactamente al revés, lo que realmente llama la atención es el olímpico olvido de las importaciones. Un mundo en crisis es un mundo que vende a precios de liquidación. Las tensiones estructurales que sufre la Argentina en el flanco externo, por su condición de importador neto de insumos difundidos y bienes de capital, son agravadas por la coyuntura bajista y, si bien también coyunturalmente son aliviadas por el alto precio de las materias primas que vende, hablando en plata, mientras en 2011 las exportaciones crecieron 23,7 por ciento respecto de 2010, las importaciones se incrementaron el 30,8 por ciento. Además, el 35 por ciento de las exportaciones argentinas son industriales, alcanzadas entonces por la deflación mundial del rubro.
Los que ven en la crisis mundial una mera invocación gubernamental para esquivar los costos de la herida por mano propia, hecha a pura torpeza, en realidad están abogando por una devaluación a efectos de bajar los salarios, situación acentuada por el subsiguiente aumento del desempleo. Con eso se esperanzan en lograr un saldo comercial que aumente tanto por el precio de las exportaciones como por la baja de las importaciones generadas por el desempleo. Esto último no sería muy acentuado, dado que propugnan la apertura otra vez. Tal curso de los acontecimientos agrava en vez de atenuar el intercambio desigual, y la crisis lo aguarda. El viejo recurso del endeudamiento externo estará esperando su día.
En ese esquema, los buenos términos de intercambio serían buenos para nada, puesto que el eventual superávit comercial, en rigor cualquier superávit comercial, o se reabsorbe mediante el aumento de las importaciones –para lo cual tiene que haber demanda– o no se reabsorbe. En la medida que la meta gubernamental continúe empeñada en mejorar la distribución del ingreso, se ve obligada a sustituir importaciones y las tensiones y fricciones se agravarán en vez de sosegarse. De lo contrario, no muy lejos se encuentra una crisis de balanza de pagos que da espacio al reemplazo de la reacción. De manera que lo que vuelve interesante e imprescindible ahondar la industrialización es el aumento en cantidad y calidad del consumo popular para tornarlo factible y sostenido en el tiempo, y no alguna supuesta superioridad de los productos manufacturados sobre los bienes primarios, un puro espejismo.
Este es un mundo caracterizado por el desarrollo desigual y no por el desarrollo diferencial. El primero supone que el desarrollo de unos implica el subdesarrollo de los otros, y es antes que nada divergente. El segundo, que el ritmo diferente promete al final la convergencia. En el sentido de la bifurcación señalada, hace rato que el mundo se nos cayó encima. La coyuntura deflacionista de las importaciones agrava el cuadro sin que lo apoque la coyuntura inflacionista de las materias primas. La tentación del punto de vista conservador es aprovechar la bolada para intensificar la estructura del atraso. De ahí sus críticas al objetivo de edificar la base para la democracia industrial. Ningún país que a medidos del siglo XX estaba en la semiperiferia o periferia logró dejarla. No es menor el desafío que tiene por delante la Argentina.
* Economista, docente universitario.

29 de Julio de 1966 a 36 años de la "Noche de los Bastones Largos"

Carta de Warren A. Ambrose a The New York Times
El 29 de julio de 1966, las universidades nacionales fueron intervenidas y ocupadas militarmente en el episodio que se conoce como la “noche de los bastones largos”. Cientos de profesores, alumnos y no docentes que ocupaban varios de los edificios de las facultades de Buenos Aires en defensa de la autonomía universitaria y la libertad de cátedra fueron salvajemente golpeados por miembros de la Guardia de Infantería de la Policía Federal, enviados por Onganía, quien decretó la intervención a las universidades nacionales y la “depuración” académica, es decir, la expulsión de las casas de altos estudios a los profesores opositores, sin importar su nivel académico.  La consecuencia de esta noche negra para la cultura nacional fue el despido y la renuncia de 700 de los mejores profesores de las universidades argentinas, que continuaron sus brillantes carreras en el exterior. A continuación transcribimos una carta del profesor Warren A. Ambrose, Profesor de Matemáticas en Massachussets Institute of Technology (MIT) y en la Universidad Nacional de Buenos Aires, publicada en la sección carta de lectores de The New York Times, el 3 de agosto de 1966.
Carta del profesor Warren A. Ambrose
Buenos Aires, Argentina, 30 de julio de 1966
Carta al Editor
The New York Times
New York, N.Y.
Estimados señores:
Quisiera describirles un brutal incidente ocurrido anoche en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires y pedir que los lectores interesados envíen telegramas de protesta al presidente Onganía.
Ayer el Gobierno emitió una ley suprimiendo la autonomía de la Universidad de Buenos Aires y colocándola (por primera vez) bajo la jurisdicción del Ministerio de Educación. El Gobierno disolvió los Consejos Superiores y Directivos de las universidades y decidió que de ahora en adelante la Universidad estaría controlada por los Decanos y el Rector, que funcionarían a las órdenes del Ministerio de Educación. A los Decanos y al Rector se les dio 48 horas de plazo para aceptar esto. Pero los Decanos y el Rector emitieron una declaración en la cual se negaban a aceptar la supresión de la autonomía universitaria.
Anoche a las 22, el Decano de la Facultad de Ciencias, Dr. Rolando García (un meteorólogo de fama que ha sido profesor de la Universidad de California en Los Ángeles), convocó a una reunión del Consejo Directivo, de la Facultad de Ciencias (compuesto de profesores, graduados y estudiantes, con mayoría de profesores) e invitó a algunos otros profesores (entre los que me incluyo), a asistir al mismo. El objetivo de la reunión era asistir al mismo. El objetivo de la reunión era informar a los presentes sobre la decisión tomada por el Rector y los Decanos, y proponer una ratificación de la misma. Dicha ratificación fue aprobada por 14 votos a favor, con una abstención (proveniente de un representante estudiantil).
Luego de la votación, hubo un rumor de que la policía se dirigía hacia la Facultad de Ciencias con el propósito de entrar, que en breve plazo resultó cierto. La policía llegó y sin ninguna formalidad exigió la evacuación total del edificio, anunciando que entraría por la fuerza al cabo de 20 minutos (las puertas de la Facultad habían sido cerradas como símbolo de resistencia –aparte de esta medida no hubo resistencia). En el interior del edificio la gente (entre quienes me encontraba) permaneció inmóvil, a la expectativa. Había alrededor de 300, de los cuales 20 eran profesores y el resto estudiantes y docentes auxiliares. (Es común allí que esa hora de la noche haya mucha gente en la Facultad porque hay clases nocturnas, pero creo que la mayoría se quedó para expresar su solidaridad con la Universidad).
Entonces entró la policía. Me han dicho que tuvieron que forzar las puertas, pero lo primero que escuché fueron bombas, que resultaron ser gases lacrimógenos. Al poco tiempo estábamos todos llorando bajo los efectos de los gases. Luego llegaron soldados que nos ordenaron, a los gritos, pasar a una de las aulas grandes, donde nos hizo permanecer de pie, con los brazos en alto, contra una pared. El procedimiento para que hiciéramos eso fue gritarnos y pegarnos con palos. Los golpes se distribuían al azar y yo vi golpear intencionalmente a una mujer –todo esto sin ninguna provocación. Estoy completamente seguro de que ninguno de nosotros estaba armado, nadie ofreció resistencia y todo el mundo (entre quienes me incluyo) estaba asustado y no tenía la menor intención de resistir. Estábamos todos de pie contra la pared –rodeados por soldados con pistolas, todos gritando brutalmente (evidentemente estimulados por lo que estaban haciendo –se diría que estaban emocionalmente preparados para ejercer violencia sobre nosotros). Luego, a los alaridos, nos agarraron a uno por uno y nos empujaron hacia la salida del edificio. Pero nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez pies entre sí, que nos pegaban con palos o culatas de rifles y que nos pateaban rudamente en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron incluso a suficiente distancia uno de otro de modo que cada soldado pudiera golpear a cada uno de nosotros. Debo agregar que los soldados pegaron tan brutalmente como les era posible y yo (como todos los demás) fui golpeado en la cabeza, en el cuerpo,  y en donde pudieron alcanzarme. Esta humillación fue sufrida por todos nosotros –mujeres, profesores distinguidos, el Decano y Vicedecano de la Facultad, auxiliares docentes y estudiantes. Hoy tengo el cuerpo dolorido por los golpes recibidos pero otros, menos afortunados que yo, han sido seriamente lastimados. El profesor Carlos Varsavsky, director del nuevo Radioobservatorio de La Plata, recibió serias heridas en la cabeza, un ex secretario de la Facultad (Simón) de 70 años de edad fue gravemente lastimado, como asimismo Félix González  Bonorino, el geólogo más eminente del país.
Después de esto, fuimos llevados a la comisaría seccional en camiones, donde nos retuvieron un cierto tiempo, después del cual los profesores fuimos dejados en libertad sin ninguna explicación. Según mi conocimiento, los estudiantes siguen presos. A mí me pusieron en libertad alrededor de las 3 de la mañana, de modo que estuve con la policía alrededor de cuatro horas.
No tengo conocimiento de que se haya ofrecido ninguna explicación por este comportamiento. Parece simplemente reflejar el odio para mí incomprensible, ya que a mi juicio constituyen un magnífico grupo, que han estado tratando de construir una atmósfera universitaria similar a la de las universidades norteamericanas. Esta conducta del Gobierno, a mi juicio, va a retrasar seriamente el desarrollo del país, por muchas razones entre las cuales se cuenta el hecho de que muchos de los mejores profesores se van a ir del país.
Atentamente,
Warren Ambrose
Profesor de Matemáticas en
Massachussets Institute of Technology
y en la Universidad Nacional de Buenos Aires

sábado, 28 de julio de 2012

Los superhéroes y el héroe colectivo


Por Sandra Russo
James Holmes pasaría perfectamente un casting para interpretar a un loco que el día en que estrenan Batman irrumpe a metralleta en el cine de su pueblo y genera una escena esencialmente cinematográfica, en la que los espectadores no saben si los están masacrando o están empezando a disfrutar de efectos especiales.
Como monstruo a ser exhibido, el joven Holmes, con su pelo teñido de colorado, sus rasgos aniñados y su aire entre fastidioso y desconcertado, podría encarnar a un psicópata de última generación, muy lejos de Hannibal Lecter y su máscara de ferocidad criminal. Holmes da la imagen de alguien que podría ser cualquiera que compra compulsivamente CD por Internet, un fetichista posmoderno; pero compraba armas sofisticadas que iba almacenando merced a esa libertad que los norteamericanos, que agitan su Segunda Enmienda como la bandera de su identidad, consideran su derecho civil por excelencia: el derecho de armarse.
La escena de esa masacre tuvo su vértebra en el equívoco de las víctimas. En ese instante en el que el humo y los disparos no fueron inmediatamente decodificados como una amenaza, porque podía ser que fueran parte del espectáculo. Esto es lo que trajo Holmes como novedad, su aporte personal a la larga lista de dementes que en Estados Unidos asesinan masivamente a sus vecinos, o a los niños de una escuela, o a los pacientes de un hospital, o a los estudiantes de una universidad. Ese es su terrorismo de entrecasa, aunque ellos no le llaman así, sino “tiroteo”.
El toque Holmes fue generar una masacre esencialmente cinematográfica. A una escena parecida remiten los orígenes del cine. El 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Lumière exhibieron su primer corto documental –que incluía entre otras escenas la salida de un grupo de obreros de una fábrica, la demolición de un muro y la llegada de un tren–, los espectadores salieron corriendo escandalosamente de la sala, porque creyeron que el tren iba a atropellarlos.
Sujetos todavía sin entrenamiento cultural para “experimentar lo cinematográfico”, confundieron la ficción del soporte –la proyección– con la realidad inverosímil de que el tren pudiera salirse de la pantalla y aplastarlos. Más de un siglo después, los espectadores de Aurora reaccionaron creyendo exactamente lo contrario: que el humo y los tiros del psicópata Holmes eran parte de la película.
Y de algún modo lo son. Holmes actúa en la película norteamericana. Es una película montada sobre dos conquistas: primero, la del Lejano Oeste, de la que llegan El hombre del Rifle, Reagan, los sheriffs, los “Wanted”, la justicia por mano propia, la ley del más fuerte, la superioridad del blanco, la ética del quáquero. Luego, hacia principios del siglo XX, la conquista de la cultura de masas de Occidente, vehiculizada a través de casi todos los soportes e impuesta en todas las latitudes bajo influencia, colonización o marketing.
Unos días más tarde, en esa película en continuado que dura lo que duran las vidas de los norteamericanos, aparece Christian Bale, el protagonista de El Caballero Oscuro. La leyenda renace. Va de visita con su esposa a Colorado, a llevar flores a la puerta del cine en el que estrenaban su película cuando doce personas fueron asesinadas por Holmes. La ficción y la realidad vuelven a entrecruzarse, porque Bale podrá solidarizarse mucho o poco, pero lo cierto es que en los diarios las noticias sobre la masacre salen acompañando la publicidad a toda página de la película. Ninguna campaña de prensa podrá empatar nunca con semejante espaldarazo.
El loco del pelo teñido de anaranjado ha contribuido no sólo a hacerle publicidad gratis a Batman, sino también a recordarle al presidente Barack Obama que la Asociación Nacional del Rifle es una institución contra la que no se puede estar en contra. No sólo por sus aportes a las campañas de demócratas y republicanos, o precisamente por eso: la NRA late bajo el pulso norteamericano como el corazón que nadie se atrevería a tocar. Hace unos años, Sarah Palin, republicana y miembro del extremista Tea Party, posaba apuntando con su escopeta y enarbolaba un discurso autoarmamentista de una soltura que daba miedo. Palin dejó entrever el goce que las armas provocan en ese gran pliegue norteamericano. Es difícil pensar que el horizonte de semejante goce sea la convivencia pacífica y el respeto de las reglas de reciprocidad. Ese goce está elaborado desde la noción de supremacía, y necesita ser satisfecho regularmente con quien lo justifica: el enemigo externo y los fantasmas interiores.
Esta semana, en campaña, Obama salió al ruedo lamentando la masacre y prometiendo justicia. Sobre la tenencia indiscriminada de armas, sobre ser presidente de un país en el que se venden municiones de guerra en el supermercado o por Internet, en su primera aparición pública, nada. Debió haber vivido su escueta declaración posterior, su tímida propuesta de revisar los términos de la tenencia de armas, como un gran desafío personal. Qué duda cabe que no revisará nada. Tardó más de dos años en poder retocar el sistema de salud pública, pese a que había sido un caballito de batalla de la campaña que lo llevó a la presidencia. Las políticas horizontalizadoras y pacifistas van a parar, en lo norteamericano, al rubro Friends, algo que puede ser defendido por algunos en una etapa de sus vidas, pero después se les pasa.
Los norteamericanos reaccionaron a este último asesinato masivo haciendo colas en las tiendas de las armerías. Es lo primero que se les ocurre, lo único que saben hacer con el miedo. Potenciarlo. Incrustárselo. Desviarlo hacia la venganza, como Batman y como Holmes. Es previsible que a esta masacre le seguirá una nueva, con el loco de turno, porque a eso se dedica una cultura entera: a regenerarse sin salir del abanico de los bajos instintos.
Holmes no es el primer asesino desequilibrado que actúa por identificación con un personaje de ficción. Holmes, por el contrario, es un asesino hecho en serie por una cultura que glorifica el éxito y el individualismo, y que encarna junto con los de su especie, los locos sueltos entre ellos –a los que acaso desborde su propia comunidad– contra los que el resto debe seguir armándose. Holmes y todo su horror es una excusa cultural y política. Se trata de una sociedad que está llena de héroes de las guerras que libra incesantemente para saldar sus propias crisis, y que se entretiene con superhéroes que tienen poderes. Los norteamericanos reales no tienen poderes, así que tienen armas.
Holmes es el vecino del lugar opuesto a la Vicente López de El Eternauta, un barrio unido frente a los invasores, animado por uno más de ellos, sin otro poder más que la solidaridad, y por la idea de que “el único héroe válido es el héroe colectivo”.

“El marxismo está cada día más vigente”




 ENTREVISTA A ESTEBAN VOLKOV, NIETO DE TROTSKY, A 75 AñOS DE LA LLEGADA A MEXICO DEL REVOLUCIONARIO RUSO
Esteban Volkov no es sólo el nieto de Trotsky, sino también el único testigo aún con vida de su asesinato por un agente de Stalin, el español Ramón Mercader. Químico de profesión, reivindica el legado de su abuelo.

Por Eduardo Febbro
Desde México D.F.
Esteban Volkov atravesó un siglo sin perderse nada del que dejó atrás ni del nuevo en el que vive como si fuera un contemporáneo recién llegado a este mundo de tecnología y mentiras globalizadas. Esteban Volkov hablaba en francés con su abuelo, León Trotsky, de quien se cumplen 75 años de su llegada a México. El revolucionario ruso había huido de los esbirros de Stalin para instalarse en México. Trotsky y su mujer trajeron a Esteban Volkov desde París.
La historia de Volkov niño es una tragedia que la abrumadora alegría con que hoy se expresa no permite ni siquiera adivinar. Esteban Volkov no es sólo el nieto de Trotsky, sino también el único testigo aún con vida de su asesinato por un agente de Stalin, el español Ramón Mercader. El padre de Volkov fue deportado a Siberia en 1928 y desapareció en un Gulag cuando fue enviado allí en 1935. Su madre escapó de la URSS con él y se reunió con los Trotsky en la isla turca de Principios. La vida no le dio descanso y se suicidó en Berlín en 1933.
Esteban Volkov se quedó solo en la capital alemana hasta que lo trasladaron a un internado de Viena y después a París. Trotsky y su esposa estaban exiliados en México y lograron traer a Esteban con ellos. Hubo un primer atentado contra Trotsky del que toda la familia salió ilesa. Pero llegó un infiltrado, Ramón Mercader. El 20 de agosto de 1940, cuando Esteban Volkov volvió del colegio, encontró a Trotsky con el cráneo roto a martillazos. Volkov cuenta que Trotsky pidió a su entorno que alejaran a su nieto de le escena.
Esteban Volkov creció en México. No hace política. Estudió ingeniería química, pero siempre mantuvo viva la memoria de León Trotsky a través del museo, que es la casa donde vivió con sus abuelos, Trotsky y su mujer. Esteban Volkov tiene 86 años y una memoria que no falla nunca. En esta entrevista con Página/12, el nieto del revolucionario ruso evoca aquellos años, el legado de Trotsky, su obra y los estragos del mundo actual.
–75 años después de la llegada de Trotsky a México y cuando han transcurrido 72 años de su asesinato, ¿qué pueden representar hoy la figura y el legado de León Trotsky? –En la medida en que el marxismo está cobrando cada día más vigencia, a pesar de todas las veces que lo han enterrado siempre surge con más vida, uno de los mensajeros y portadores y guías marxistas más actuales es indiscutiblemente el gran revolucionario León Trotsky. Fue un personaje clave en uno de los acontecimientos más importantes de la historia contemporánea como fue la Revolución Rusa. Trotsky tuvo un papel vital en ella. Pero lo que es más meritorio en él en todas las etapas en las que intervino es el hecho de que transcribió con minuciosidad toda aquella experiencia histórica y política. Trotsky dejó un legado muy valioso, un arsenal ideológico revolucionario de gran actualidad y extremadamente fértil y útil para todas las luchas revolucionarias actuales y futuras. No hay dudas de que el capitalismo está demostrando que es un sistema totalmente obsoleto e injusto y que no cumple para nada las necesidades del género humano. Al contrario, el capitalismo está destruyendo el planeta, está creando más miseria, mas sufrimiento. La necesidad de un cambio es vital. Tengo la certeza de que la mayor parte de la humanidad tomará conciencia de esta situación y luchará por otro mundo. Es ahí donde todo el arsenal ideológico de Trotsky es extremadamente valioso. Hoy los medios intoxican a las masas y terminan creando eso que Marcuse llamaba una mentalidad unidimensional. Pero los procesos de toma de conciencia son como relámpagos.
–Muchos historiadores consideran que ese arsenal está aún inexplotado. –Ocurre que es muy vasto: no hay área, no hay país que Trotsky no haya abarcado en sus análisis. Cualquier documento que uno lea de Trotsky es muy útil e instructivo y con un gran acierto en sus análisis. Por ahora no hay otra cosa mejor que el socialismo. El marxismo fue el único que hizo un diagnóstico certero de lo que es el capitalismo. Trotsky hizo el mismo análisis en lo que se refiere a lo que realmente era el burocratismo stalinista. ¡Nadie mejor que él! Esa fue su gran contribución: haber analizado el bonapartismo stalinista. Lamentablemente, el trotskismo no escapó a la deriva que conocen todos los partidos políticos. Pero el pronóstico de Trotsky cuando decía “estoy seguro de la Cuarta Internacional” está abierto, aún no se ha cumplido. Sus seguidores deberían hacer que eso sea una realidad. No hay que encerrarse en una campana de vidrio. Los partidos deben llevar a cabo una labor activa y revolucionaria. No hay que encerrarse en un café para discutir y sentirse grandes teóricos de la humanidad.
–El México que Trotsky conoció cuando llegó hace 75 años era un país revolucionario. El de hoy es muy distinto. –Si, él llegó a México cuando aún persistían el espíritu y el oleaje de la Revolución. Aún había un clima revolucionario. Después vino un proceso de industrialización bajo un régimen capitalista y México se alejó de los fundamentos de la Revolución Mexicana.
–Curiosamente, usted ha protegido el legado de Trotsky pero, sin embargo, no ha incurrido en el campo de la política. –No, claro, yo soy químico. Mis comentarios son los del observador científico, no del político. Pero yo he vivido en carne propia todo el capítulo que fue la contrarrevolución stalinista. Todo ese clima de asesinatos, de terror, de monstruosas falsificaciones históricas. Lo he vivido en carne propia y conmigo millones de seres humanos. Pero yo tengo el privilegio de estar vivo y poder testimoniar. Sabemos que la memoria histórica es uno de los patrimonios más importantes del género humano. Para poder construir el futuro hace falta esa memoria histórica. Uno de los grandes crímenes de Stalin, aparte de masacrar a millones de seres humanos, falsificar la historia y arrancar páginas y alterar su contenido, fue justamente esto: mutilar y falsificar la historia.
–¿Usted cree que los crímenes del stalinismo están mal conservados por la memoria en relación con los que cometió Hitler?
–Indiscutiblemente Hitler fue un gran, gran criminal, pero en esa competencia yo creo que Stalin le gana por mucho. Hitler era un asesino frío dentro de su lógica racista y absurda. Pero Stalin le incluyó a eso una dosis de crueldad y de sadismo que nadie ha superado hasta ahora. No le bastaba con matar. Yo soy un sobreviviente con suerte.
–¿Usted conservó vivo el recuerdo de Trotsky a través del museo que está en Coyoacán un poco para rescatar esa memoria? –Yo seguí viviendo en esa casa muchos años con la abuela. Su deseo siempre fue conservar ese lugar histórico. Y no ha sido sin lucha y sin esfuerzo. Los stalinistas de México intentaron en muchas ocasiones borrar ese lugar. ¡Hasta quisieron hacer una guardería infantil! Pero no lo lograron. Yo nunca me interesé en la política, pero por ósmosis estaba al corriente de todas las dinámicas de las luchas. Pero Trotsky siempre me protegió de la política. En tiempos del abuelo él les decía a sus secretarios y guardaespaldas que no me hablaran a mí de política. El trataba de alejarme de la política. Pero yo he vivido una vida normal, muy cerca de esa atmósfera de adrenalina que se vivía en la casa de Trotsky. Era un estado de excitación muy grato.
–Sin embargo, usted fue testigo del primer atentado y del segundo, el que le costó la vida a Trotsky. –Sí, en el primer atentado, cuando ametrallaron la casa, yo estaba ahí. Nos salvamos todos milagrosamente. Uno de los stalinistas vació su revólver sobre la cama donde yo estaba escondido. Pero me encogí y me salvé.
–¿Qué piensa hoy de movimientos como el de los indignados o el movimiento estudiantil mexicano YoSoy132? –Es un inicio, el comienzo de una conciencia para asumir una actitud de lucha política. Aporta mucho.
–En este aniversario de la llegada de Trotsky a México, ¿qué es lo que usted recupera de él como mensaje, como compromiso más allá de su obra? –Yo creo que lo principal es el aspecto ético, moral, donde el actuar debe estar coordinado con el pensar. El pensamiento y la acción deben ser una sola cosa. La verdad debe estar por encima de todo. El ejemplo es su vida. Ha sido una guía, para mí y mi familia. Para mis hijas, por ejemplo, que no son marxistas ni revolucionarias, ellas tienen muy inculcado ese principio ético de absoluto respeto a la verdad y a la justicia.

viernes, 27 de julio de 2012

Capitalismo tardío y neoliberalismo: una perspectiva de la actual fase de la onda larga del desarrollo capitalista

Michel Husson - Francisco Louça

El concepto de crisis de regulación ha sido discutido desde hace tiempo como parte de una visión de un capitalismo tendente al equilibrio y auto estructurante. Por el contrario, partimos de la concepción propuesta por Dockès y Rosier, es decir, la de un “orden productivo” neoliberal, teniendo en cuenta que el capitalismo redefine periódicamente su modo de funcionamiento para hacer frente a sus contradicciones. De hecho, el capitalismo se basa en un mecanismo social de explotación y acumulación del capital, pero su modo de funcionamiento evoluciona con el tiempo.

Esta visión era el punto de partida de la teoría de Kondratiev de los ciclos largos de la coyuntura, como se le llamó en su época o, más tarde, las ondas largas del desarrollo capitalista. El concepto de “ciclo” sugiere la idea equivocada de automatismo y repetición que es incompatible con la evidencia histórica.

León Trotsky, adversario de Kondratiev, compartió su punto de vista de entender la acumulación económica como un proceso ondulatorio. En un artículo publicado en 1923 escribió: “Observamos en la historia que los ciclos homogéneos están agrupados en series.

Épocas enteras de desarrollo capitalista suceden cuando un cierto número de ciclos están caracterizados por auges agudos sucesivos y crisis débiles y de corta vida. Como resultado obtenemos un fuerte movimiento ascendente de la curva básica del desarrollo capitalista.

Descargue el trabajo completo haciendo CLICK AQUI

Fuente: Revista Sin Permiso

jueves, 26 de julio de 2012

Falso dilema: ambientalismo versus extractivismo


Eduardo Paz Rada



En el debate actual en Bolivia y en América Latina se ha posicionado intencionadamente el dilema entre ambientalismo versus extractivismo, orientado especialmente a valorar y criticar los procesos políticos y económicos de algunos países, en particular los casos de Perú, Bolivia y Ecuador, dejando de lado otras contradicciones que son fundamentales en relación a las condiciones históricas y sociales de nuestros países y a los desafíos para enfrentar los graves problemas de atraso, dependencia y pobreza.

Estos problemas no son solamente del presente, sino que provienen de causas que se han establecido estructuralmente tanto por la opresión colonial e imperialista más que centenaria, como por las relaciones internas marcadas por grandes desigualdades sociales y económicas. Los pueblos y países oprimidos, como los de nuestra región, han sido y son víctimas del capitalismo internacional que ha impuesto una división internacional del trabajo en la que las potencias consiguen grandes riquezas y recursos a costa de la pobreza, expoliación y marginalidad de millones de seres humanos, en el contexto de la relación centro-periferia del sistema mundo.

Por eso, en el fondo de la confrontación entre la defensa medioambiental y la economía de explotación primaria de recursos naturales se encuentra la misma pista: es decir ambos polos son parte de la estrategia imperialista de controlar los medios de vida más importantes del planeta.

La defensa medioambiental, en los términos del interés de las potencias industriales, significa impedir el uso interno endógeno de esos recursos para impulsar procesos de desarrollo e industrialización independiente en las semicolonias y países del Tercer Mundo e inclusive impulsar la creación de “reservas naturales de la humanidad”, como es el caso de la región amazónica, rechazadas por Brasil y otros países de la región. Por otra parte, la postura de economía extractivista de materias primarias en el viejo modelo primario-exportador es también parte de las políticas transnacionales para mantener su hegemonía y control sobre los recursos estratégicos frente a intentos de desarrollar políticas independientes y de potenciamiento interno hacia la integración regional.

La alianza entre las transnacionales con las oligarquías y burguesías dependientes ha generado un patrón de dominación política que, en algunos casos, está siendo cuestionado por las fuerzas populares emergentes bajo una bandera del nacionalismo defensivo con proyecciones de fortalecer la economía estatal y social que permite una mejor redistribución de las riquezas y los excedentes.

El mayor temor de las transnacionales y de las potencias capitalistas es que en nuestros países se consigan mayores márgenes de independencia economía, soberanía política y participación de las masas, junto al avance de procesos de integración y complementación regional que conviertan nuestra región en un espacio geográfico, geopolítico y económico con poder propio y autosuficiencia ante los desafíos que se presentan en el mapa internacional.

El uso interno de los recursos naturales en procesos de industrialización avanzada, la incorporación de valor agregado, el incremento de posibilidades de trabajo, la complementación económica y comercial entre los países vecinos y la capacidad de enfrentar la crisis capitalista europea y norteamericana pasan por emprender a profundidad los procesos integracionistas que se perfilan. El Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que impulsan la integración política, militar, energética, bancario-financiera, comercial, cultural y social son expresiones valiosas en la perspectiva de conseguir la unidad de la Patria Grande.

Las mayores expectativas desde inicios del siglo se produjeron en los casos de Venezuela con Chávez, Bolivia con Morales, Ecuador con Correa y Brasil con Lula, sin embargo los pasos se fueron desviando peligrosamente en distintos caminos. Las iniciativas de Chávez no tuvieron la repercusión y el acompañamiento de los otros líderes y tampoco sus funcionarios fueron eficientes en la perspectiva trazada; Brasil emprendió una estrategia aislacionista o, en su caso, avanzó en relaciones de dominación política y económica hacia los otros países de la región y Correa y Morales tuvieron que negociar y aceptar imposiciones en distintos campos.

En el caso boliviano el problema es mayor porque el gobierno Evo Morales no solamente cedió ante las transnacionales petroleras, mineras y financieras, sino que ha impulsado la aprobación de una Constitución y políticas que tienden a impulsar la división geográfica, la fragmentación nacional y la aparición de innumerables conflictos entre comunidades, regiones, departamentos, sindicatos, cooperativas y otras organizaciones sobre la base del reconocimiento de inexistentes 36 naciones y de un estado plurinacional que genera expectativas de autodeterminación y derechos por encima de la unidad del país.

De esta manera, con la división interna, se hace imposible pensar en aportar efectivamente en procesos de unidad e integración regional, sudamericana y latinoamericana y, por el contrario, se abren opciones de maniobra para quienes, desde el extractivismo o desde el medioambientalismo, pretender hacer abortar definitivamente los procesos de avance social y económico que se consiguieron en la última década.

El contexto mundial en esta hora clave de la historia de los pueblos, por la crisis del capitalismo central y la ausencia de alternativas dentro del mismo, abre posibilidades para una propuesta democrática más intensa y comprometida con el desarrollo integral de los sectores y clases populares, hacia la integración basada en la liberación nacional y la construcción de un socialismo nacional latinoamericano.

Eduardo Paz Rada, sociólogo, académico de la Universidad Mayor de San Andrés, Bolivia


Fuente:IADE- Revista ALAI, América Latina en Movimiento, 5 de julio de 2012

¿Por qué mató James Holmes?





Por Juan Gelman

Es la pregunta que se hacen millones de personas, sobre todo en EE.UU., y la respuesta no es simple. Está loco, se podrá decir, pero el frío asesino de 12 personas en un cine de Aurora, Colorado, tiene un currículum universitario brillante: criado en una familia de clase media de San Diego, se ganó una beca en la Universidad de California, Riverside, donde se distinguió en el estudio de las neurociencias. Interrogado al día siguiente de la matanza, el rector Timothy P. White señaló que Holmes demostraba “una obvia capacidad intelectual” y era “el top de los tops” de la casa de estudios (www.ibtimes.com, 21-7-12).
¿Entonces? ¿Fue una ráfaga momentánea de locura? No parece. Las armas que compró a lo largo de meses, el sistema explosivo que instaló en su departamento para guay del que intentase entrar, el disfraz de Guasón en el estreno de una película de Batman hablan de una deliberada y prolija preparación del acto. Un vecino contó que Holmes tenía dificultades para encontrar empleo y terminó laborando en un McDonald’s: “Sentía tanta lástima por él, estudiaba tanto”, señaló Tom Mai (www.mercurynews.com, 21-7-12). ¿La desocupación primero y luego un trabajo tan disímil de sus capacidades deprimieron a Holmes hasta el punto de tornarlo violento?
Hay quienes lo piensan y no faltarían razones: la tasa de desempleo de los jóvenes fue del 19,1 por ciento en el 2011, según datos del Economic Policy Institute, duplicando con creces el promedio nacional (www.epi.org, 3-5-12). Un estudio reciente de National Institutes of Health señala que “la desocupación juvenil está asociada a una creciente vulnerabilidad al desorden piquiátrico” (www.ncbi.nlm.nib.gov). El suicido se ha convertido en EE.UU. en la tercera causa de la muerte de niños y jóvenes de 10 a 24 años (www.cdc.org, 11-7-11). Pero días antes de la matanza, Holmes instaló su perfil en un sitio pornográfico que inició con la siguiente pregunta: “¿Me visitarán en la prisión?” (www.tmz.com, 20-7-12). No se pensaba suicidar.
Otros subrayan que la razón de esa sinrazón es la libre venta de armas, largas incluso, en 38 estados de país. Hace 30 años, sólo en ocho. Adam Gadahn, miembro estadounidense de al Qaida y el primero desde 1952 en ser culpado de traición a la patria, lo dijo con pasmosa tranquilidad: “...EE.UU. está inundado de armas de fuego fáciles de conseguir. Se puede ir a una exposición de armas en un centro local y volver con un fusil de asalto automático sin que investiguen los antecedentes del comprador y hasta sin mostrar una identificación” (//bilmoyers.com, 20-712). Una de las armas que Holmes portaba era un AK-47, cuya venta pública fue prohibida en 1994. Las presiones de la industria de guerra y de la Asociación Nacional del Rifle lograron que la medida se anulara diez años después.
Se estima que 270 millones de armas de fuego están en manos de civiles, que cada año mueren a tiros 30.000 personas y que el número de asaltos a mano armada asciende a 300.000. En realidad, el fenómeno tiene raíces históricas, económicas, políticas, sociales y culturales de larga data. El territorio de EE.UU. fue creciendo gracias a la persecución y muerte de los pueblos indios originarios y a la apropiación de más de la mitad de México a punta de fusil: el territorio robado es el 119 por ciento de la actual superficie de este país.
Las guerras que EE.UU. ha desatado o en las que participó durante los siglos XIX, XX y XXI han contribuido a una mentalidad que el destacado periodista estadounidense Bill Moyers definió así: “La violencia es nuestro alter ego, inscrita está en nuestro cerebro de la Edad de Piedra, sus erupciones tóxicas son tan intrínsecas que ya no perturban, excepto, y momentáneamente, cuando oímos hablar de un acribillamiento masivo cono el de Colorado”. Que después se olvida. Hay más de 22 millones de veteranos estadounidenses de distintas guerras, sólo los de Irak y Afganistán son dos millones (//abce.news.go.com, 11-11-11).
La idea de que Holmes fue impulsado por la voluntad de ser un superhéroe, alimentada por las películas y los episodios cada vez más violentos y cada vez más copiosos que se proyectan en salas cinematográficas y en la televisión, tiene su peso: una joven sobreviviente de la matanza declaró que el tiroteo “parecía una película” y otros creyeron que formaba parte del estreno.
Roger Ebert, crítico de cine del Chicago Sun-Times, agrega otro elemento, el del vínculo violencia/información televisiva: “Cuando tiene lugar una tragedia como ésta... la TV repite una y otra vez el mismo fragmento filmado del tirador. En alguna parte, de noche, entre los que miran, no faltará el solitario lleno de ira y agraviado en quien se incuba la violencia... No sé si a James Holmes le importaba mucho Batman. Sospecho que le importaba más verse en los noticiarios” (www.nytimes.com, 21-7-12).
Sólo que nadie recuerda el nombre del que mató a 32 estudiantes e hirió a otros 17 en el campus del Tech de Virgina en abril del 2007 o el del asesino de seis asistentes a un mitin político que se realizaba en Tucson, Arizona, el 8 de enero del 2011. Quizá tampoco esas matanzas se recuerden, como sugiere Bill Moyers. En la primera audiencia del juicio, James Holmes lucía abatido, cerraba los ojos cada vez que el juez le leía uno de los cargos. Tal vez revisaba las razones de su acto atroz.

miércoles, 25 de julio de 2012

Scioli como síntesis




Por José Natanson *
Como otros líderes surgidos del mundo de los negocios (Mauricio Macri y Francisco de Narváez pero también el chileno Sebastián Piñera, el mexicano Vicente Fox o el ecuatoriano Alvaro Noboa) y de las disciplinas deportivas individuales (Carlos Reutemann), Daniel Scioli es la encarnación misma del éxito. En su caso, reforzada por la notable recuperación tras el accidente que le costó su brazo derecho, recuperación que subraya esta línea de superación en base al esfuerzo y que, llevada de un modo discreto y enérgico, opera como el trauma fundante de su carrera política.
Recordemos una escena. El 10 de junio del 2003, poco después de asumir el gobierno, Kirchner partió a Brasil y dejó a Scioli a cargo de la presidencia: el flamante vice, que evidentemente no conocía a su compañero de fórmula, se instaló en el despacho presidencial y asumió un alto protagonismo, que llegó a su punto máximo cuando dijo que había “cierto temor de seguidismo con Lula”, juzgó “poco serio” que el Congreso derogara las leyes de obediencia debida y punto final y hasta reclamó un aumento de tarifas. Ante el riesgo de que Scioli gestara una coalición neomenemista en su patio trasero, Kirchner lo fulminó a su modo: desplazó a los funcionarios cercanos al vice y se negó a recibirlo.
–Lo hicieron pomada –le dijo a Scioli un periodista de Clarín mientras éste esperaba en vano que lo recibiera Kirchner.
–Peor estaba cuando buscaba el brazo en el río –fue su respuesta.
Por su origen, sintomático del ménage à trois menemista entre política, espectáculo y deporte, Scioli es, como Macri, un típico producto de los ’90, aunque su gran ascenso, como el de Macri, se haya producido durante el kirchnerismo. Pero la política es así, una década se sobreimprime sobre la otra y los ’90 están tan presentes –incluso en el heterogéneo universo oficialista– como los ’70 y los ’80. Lo notable es que Scioli no reniega de su pasado ni ha abandonado sus marcas de época, que lleva sin sobreactuarlas pero con serena seguridad, y que se hacen visibles, por ejemplo, en los modos que elige para su exposición pública, como el festejo de su 55º cumpleaños con un megarrecital en Mar del Plata junto a los Pimpinela, Cacho Castaña y ¡Palito Ortega! (toda una declaración de principios, no sólo artísticos). Quizás en este tipo de decisiones haya que buscar el fondo de la autenticidad sciolista, subestimada por el progresismo ilustrado pero muy valorada por el electorado bonaerense.
Pero si el origen de Scioli lo ubica indefectiblemente en el menemismo, su estilo político lo acerca más a su segundo padrino, Eduardo Duhalde, de quien fue secretario de Turismo y Deporte. Scioli es duhaldista pero no en el sentido del duhaldismo como una corriente interna del PJ sino más bien del duhaldismo entendido como una cultura política que mezcla en diferentes proporciones, según el momento y la conveniencia, conservadurismo con sensibilidad social, ciertas aperturas al progresismo (mencionemos por ejemplo que León Arslanian fue ministro de Seguridad de Duhalde) con el reaccionarismo más recalcitrante, todo ello sostenido por una imbricada red de acuerdos internos y externos, sobre todo con el radicalismo bonaerense, y en un conocimiento cabal y muy cotidiano del territorio. La componenda es la clave de este estilo conciliador, clientelar y acomodaticio: en este sentido, lo que en el kirchnerismo es crítica frontal, identificación explícita del adversario y choque directo, en Scioli es adaptación, ajuste, sentido de la oportunidad. Pero no debilidad: hay en él una voluntad de supervivencia por mimetización que a esta altura sería absurdo negar.
Y, por último, el costado kirchnerista de Scioli, que también lo tiene: al fin y al cabo, ya lleva más años como kirchnerista que como menemista, dato que merece tenerse en cuenta. Además de su compañero de fórmula en el 2003, Scioli fue la carta ganadora que jugó Kirchner en la provincia de Buenos Aires en el 2007, cuando armó toda su estrategia política en función de la elección de Cristina, y un aliado invaluable en los meses más difíciles del período más difícil de todo el ciclo K, el del conflicto del campo, durante el cual Scioli acompañó sin fisuras, para asombro de muchos, al gobierno nacional (junto al otro aliado clave de aquel momento, Hugo Moyano). E incluso después, tras la derrota en la disputa por la 125, Scioli aceptó sumarse a las candidaturas testimoniales con una presencia que fue crucial para garantizar la inclusión de los intendentes en el fallido experimento. En aquel momento, y como forma de poner en palabras una sociedad que en muchos aspectos sonaba impronunciable, la dupla Kirchner-Scioli encontró como punto de convergencia justamente el mismo eje que el gobierno nacional hoy pone en cuestión: el valor de los resultados, es decir los efectos concretos y palpables de las respectivas gestiones, reflejados en tantas escuelas construidas, tantos kilos de cocaína decomisados, tantos puntos de desempleo reducidos, y sintetizados en un slogan electoral cuidadosamente elegido: “Nosotros –decían los spots– hacemos”.
Mi tesis es la siguiente: Scioli funciona como una síntesis de los tres liderazgos más importantes del peronismo pos-cafierista (Menem, Duhalde, Kirchner), cada uno de los cuales parió no sólo una corriente interna hegemónica sino también una forma de entender el peronismo y, en el extremo, una cultura política. Y sin embargo, no se trata de una síntesis tensa: a Scioli, da toda la impresión, no le pesa su menemismo ni su duhaldismo, como sí parecen pesarles a otros integrantes del elenco oficial que también deambularon por allí. Quizás esto explique parte del éxito de Scioli: su capacidad para acumular generaciones y dar forma a una genealogía política tan personal como liviana, sin más traumas ni arrepentimientos que los derivados de la vida privada (el brazo, la hija extramatrimonial, el amor con Karina).
Aliviado de la exigencia de construir una macroteoría explicativa que articule sus diferentes políticas en un todo digerible, Scioli ha convocado, en sus dos gestiones bonaerenses, a un elenco heterogéneo que, como el de todo líder, funciona como una teatralización de sus ambiciones y sus límites: duhaldistas como Eduardo Camaño, duhaldistas-kirchneristas como José Pampuro, barones del conurbano estilo Cacho Alvarez, mediáticos como Claudio Zin, académicos progresistas como Daniel Arroyo; todos ellos forman o formaron parte del gabinete sciolista, en una mezcla que no excluyó alianzas con los movimientos sociales (en particular con el Evita) y los organismos de derechos humanos (Guido Carlotto es el secretario de Derechos Humanos bonaerense). Navegando en este mar de felices contradicciones, la vistosa gestión de Scioli surfeó la ola de los últimos nueve años sin demasiadas dificultades: atento siempre a no perturbar a los poderes fácticos (de la Iglesia a los medios, de los sindicatos a los movimientos sociales), Scioli no emprendió grandes reformas ni encaró transformaciones profundas: en este sentido, y contra lo que afirma hoy el kirchnerismo sunnita, a Scioli cabe criticarlo más por lo que no hizo que por lo que hizo.
Salvo en una tema: la inseguridad. Con la designación al frente del ministerio de dos integrantes del complejo judicial-policial, Carlos Stornelli y Raúl Casal, Scioli llevó adelante, con un ímpetu ausente en otras áreas, un giro en la saludable política llevada adelante por Carlos Arslanián, que había incluido purgas masivas, la renovación total de la cúpula policial, un proceso de municipalización, la fusión de los escalafones, el ingreso de civiles en altos puestos, la modificación de los planes de estudio y hasta la creación de una segunda policía que con el tiempo debía absorber a la vieja. La contrarreforma recentralizadora de Scioli, orientada a la idea de devolverle poder a la policía, revirtió casi todas estas decisiones e implicó un nuevo giro en la política de seguridad bonaerense, una de las más erráticas y peligrosas de todas las emprendidas desde la recuperación de la democracia.
Pero las cosas cambiaron. El impacto de la crisis financiera internacional, la desaceleración de la economía local y la disputa por la sucesión alteraron la tranquilidad de un Scioli acostumbrado a gestionar en un contexto no sólo de expansión económica y pax peronista sino también de creciente protección social, porque no es lo mismo gobernar el Conurbano con Asignación Universal que sin ella. El déficit fiscal de la provincia de Buenos Aires, corazón del conflicto político actual, es estructural y de larga data, y ha sido la pesadilla también de Duhalde, Ruckauf y Solá. Por supuesto que Scioli no ha hecho demasiado por solucionarlo, pero reclamarle ahora una reforma tributaria progresiva es tan improbable como pedírsela a De la Sota o Urtubey. El psicoanálisis, ese hobby de clases medias, enseña que en momentos de dificultad, angustia o crisis, el hombre suele replegarse a la protección de lo conocido, al calor de lo familiar, a la tibieza de la infancia como patria infalible, y que es ahí cuando asoma su verdadera naturaleza: ¿a dónde reenvía políticamente esa combinación de VIP de New York City con segundo cordón del Conurbano? Lo iremos descubriendo en estos días.
* Director de Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur www.eldiplo.org

martes, 24 de julio de 2012

La evolución de la relación salarial durante la post convertibilidad


Por Julio César Neffa




En los últimos 60 años, la economía y la sociedad argentina han atravesado periodos de crecimiento y de fuertes crisis de su volátil modo de desarrollo alternando gobiernos constitucionales: 1946-1955 (J. D. Perón), 1958-1962 (A. Frondizi), 1973-1976 (R. Cámpora, J. D. Perón, Isabel Perón), 1983-2011 (Alfonsín, Menem, N. Kirchner y C. F. de Kichner) con regímenes militares de facto dictatoriales (1955-1958, 1962-1963, 1966-1973 y 1976-1983) que suman 19 años en total. Se pueden identificar varios regímenes de crecimiento diferenciados: el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones (ISI) que se interrumpe desde los planes de ajuste de junio 1975 y retrocede debido a las políticas económicas y monetarias adoptadas por la junta militar desde marzo 1976; un periodo posterior de lento crecimiento y estancamiento hasta 1989 que concluye con la hiperinflación; el régimen de la convertibilidad que transcurre entre 1991 y 2001, y la post convertibilidad desde 2002 hasta nuestros días.

Este trabajo va a concentrarse en los dos últimos modos de desarrollo, netamente diferenciados y poniendo atención a la evolución de la relación salarial entendida como “la forma institucional que especifica las modalidades adoptadas históricamente por la relación existente entre los trabajadores asalariados y los propietarios o responsables de la gestión de los medios de producción”, y “el conjunto de las condiciones que regulan el uso y la reproducción de la fuerza de trabajo” (Boyer, 1998) y de manera más precisa, como “el conjunto de condiciones jurídicas e institucionales que rigen el uso del trabajo asalariado y el modo de existencia de los trabajadores” (Boyer y Neffa 2004, 2007).



Fuente: IADE-Revue de la régulation - Primavera de 2012

“Hoy hay otra correlación de fuerzas”


 


LUIS BASTERRA, DIPUTADO Y EX VICE DEL INTA

Por Sebastián Premici
Luis Basterra es el titular de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados. En una entrevista con Página/12 analizó la situación del sector.
–A cuatro años del voto no positivo de Cobos, ¿cuáles son los temas prioritarios para el sector? –Desde el apoyo a la agricultura familiar, hasta la ley de arrendamiento, pasando por una ley de semillas. También está el tema de una ley de suelo, que no sólo garantice la maximización de la renta, sino también la conservación del recurso. Acá se plantea de qué modo el Estado puede tener la potestad de regular su uso y cuidado para las futuras generaciones. Otro tema en agenda es el seguro multirriesgo, ya mencionado por la Presidenta.
–¿Hay avances con este último tema? –El Poder Ejecutivo viene trabajando desde hace mucho en este tema. Como vicepresidente del INTA me tocó participar en mesas de discusión sobre esta problemática, con los distintos actores involucrados, desde el sector privado, las universidades y el ministerio. Pero será una responsabilidad del Poder Ejecutivo avanzar en la cuestión. Si nos toca debatirlo, lo haremos.
–¿Cree que las patronales del sector se opondrán a una ley de arrendamiento? –Es difícil saberlo aún. Lo que sí puedo decir es que cuando la renta es el único factor que mueve al productor, cuando su única lógica es el lucro, se daña el gran capital que tiene, la tierra. Hoy los pools de siembra le pagan menos al trabajador, invierten menos en tecnología. No se produce correctamente, por eso resulta importante extender el tiempo de los contratos para que pueda forzarse un cambio.
–¿Qué opina de los llamados agrodiputados? –Se criticó al Congreso por no haber sacado muchas leyes antes del recambio parlamentario. Qué bueno que no hayan sacado malas leyes. Por suerte hoy la correlación de fuerzas es diferente, los argentinos respaldaron una propuesta mayoritaria y nosotros tenemos la responsabilidad de trasladarla a hechos concretos.

lunes, 23 de julio de 2012

Autonomía universitaria: problema de viejos




Por Horacio González *

Las autoridades de la UBA argumentan en torno a la autonomía universitaria para afirmar su voluntad de jubilar a los profesores que superaron el fatídico nivel de los 65 años de edad. De esta manera, se produce una invocación falaz de este concepto. No asombra que esto ocurra en la política universitaria –hablo de la que más conozco, la de la Universidad de Buenos Aires–, pues hace muchos años que no se escucha demasiado a las autoridades universitarias de esta casa proferir temas, conceptos o razonamientos que se refieran a las tradiciones propias del conocimiento. Es decir, a la filosofía en su relación con las artes y las ciencias, o a las relaciones del conocimiento con las condiciones de la existencia social. Este vacío de Universidad corre el riesgo de caracterizar hoy a la misma Universidad.
Entristece ver que se apela al concepto de autonomía cuando conviene a propósitos arbitrarios, y se lo omite raudamente cuando lo que está en juego es la perseverancia misma del sentido de la Universidad. No es la autonomía tan sólo una cuestión referida a los acontecimientos cordobeses de 1918. Ellos siguen actuando en la memoria universitaria aunque quiera negárselos por haber generado sus propias autocracias –ello ha ocurrido, sin duda—; pero aquellos principios siguen actuando. Porque principalmente son una apertura filosófica constante para pensar y situar lo universitario sin más. Para mí, la Reforma es un puñado de cosas que aún permanecen, aunque parezca que se discutan ahora cuestiones tan diversas a ella. Permanecen los textos de Deodoro Roca, que vacila entre declarar a toda ciudad como “Ciudad Universitaria” o volcarla al flujo social. O bien la Universidad abarcando todas las prácticas de conocimiento, o bien la Universidad poniéndose al servicio de las prácticas de transformación social. En el primer caso, el autonomismo es una soberanía absoluta del conocimiento universitario; en el segundo, una pieza más que hay que considerar como aparejo de un cambio político y de un estilo de compromiso social. No parece que haya variado la discusión. Esta es la discusión universitaria por excelencia: la permanente tirantez y desasosiego entre la Ciudad Universitaria y la Ciudad de la ciudadanía, el trabajo y las luchas.
¿A qué llamar autonomía universitaria? Precisamente al reconocimiento de esa tensión fundadora del sentido mismo de la Universidad. Cuando se quiere relativizar esa autonomía –que proviene de Humboldt, Kant, Renan y si se quiere, de Jauretche, Deodoro y José Luis Romero–, se da un paso en falso, por más garantizado que se crea en relación a las dominantes tesis politicistas en torno a las “autonomías relativas”. Sí, ya lo sabemos. No hay en el mundo nada que no se intersecte, combine o complemente con un saber anterior o simultáneo. El conocimiento real procede por pérdidas momentáneas de sus certezas para adquirir reemplazos pertinentes y categóricos. Pero la autonomía en su significado más elevado, que es el que pertenece a la Universidad, supone la elección de su enunciación propia, exonerada del peso del Estado que la financia. La comprensión de esta sustancial rareza es su verdadera originalidad. Es el descubrimiento de la Reforma –más allá de sus relevantes alcances latinoamericanos y sus varias deficiencias nacionales– que perdura en cada universitario argentino. Sabemos que la educación pública superior la financia y garantiza el Estado, pero hay un gesto interno que el Estado secretamente acata sin duda a desgano, que es el de saber que de él depende la institución que no le responde. ¿Por qué haría tal cosa el Estado? Y temo ponerme aquí bastante hegeliano. Porque su vida misma, que es la de la sociedad en su conjunto, se juega en el acto mismo del conocimiento, que ejerce una negatividad de aquello mismo que lo sostiene.
¿Sin embargo, no se viven tiempos tecnológicos, donde la Universidad, tan duramente criticada por su envanecimiento áulico, debería volcarse ahora al auxilio de las fuerzas productivas? Estamos totalmente de acuerdo con ello, pero diferimos de la manera de hacerlo y decirlo. Es que se daría mucho más el paso hacia la invención técnica y el carácter profundo de la ciencia, en cuanto en mayor grado se ahonden las cuestiones humanísticas, o si se quiere, filosóficas. No ha variado el panorama de las Universidades modernas desde que Kant escribió El conflicto de las facultades, donde la pieza maestra es la filosofía, y donde –adaptándola a nuestro tiempo–, lo que se relaciona con ella es una crucial filosofía de la ciencia. Entre nosotros, la cultivaron Varsavsky, Jorge Sabato, Amílcar Herrera, Klimovsky y tantos otros. Todo lo cual promete una profusión donde su clave maestra es la autonomía universitaria sustantiva. No la que se esgrime a último momento –desconociendo una ley nacional—, para mutilar el sentido de la Universidad trazando fronteras etarias, y mandando a mudar a los viejos. Como se decía: tirando todos los días a uno por la ventana.
Las universidades, luego del proceso militar, entraron en lo que considero la mala hora, la fementida globalización: revistas con referato, categorizaciones administradas del saber, incentivos inspirados en criterios de productividad. Se entró en la etapa de un saber tasado, regulado por inspecciones provenientes de redes cuya efectiva modernidad, ésta sí no cuestionable, sin embargo intervenía con peso inerte en el lenguaje universitario. Y con criterios compulsivos y regulables según un canon fijo, muchas veces encaminaba de forma fetichista las lecturas, citas e inflexiones ya dosificadas. Todo ello fue acompañado por el tributo que las Facultades más vinculadas al mundo de las prácticas les rindieron a las licencias de corporaciones privadas, consultoras, laboratorios, etc. ¿Era posible otro camino? Lo era, aún bajo estas consignas que mantenían un autonomismo relativo. Desde luego, significaban una resignación de la legitimidad intelectual universitaria: precisamente, su autonomía política y filosófica, inspirada en textos célebres del pasado. Pero bastaba con conservar tímidamente la tradición de las humanidades y de las ciencias, cuya relación compleja fue motivo de todas las disputas sobre el conocimiento en los dos últimos siglos, para preservar un halo necesario de autonomismo universitario sin rendirlo al monolingüismo de las jergas políticas de la hora, en la que realmente se habla en todos lados, disimulando una que otra vez con empaque academicista lo que realmente no se posee.
Falta ahora el don irreductible del conocer, que no se sustituye con consignas como la de la “sociedad del conocimiento”, muletilla de los fabricantes de productos que caracterizan la revolución comunicacional, lo que no es inadecuado ni molesto, pero no pueden sustituir lo que tanto la sociedad como el conocimiento tienen de insubordinados respecto a la epistemología propia que brota del mundo de las maquinarias. Allí hay un problema, pues el conocimiento es constituido por las máquinas tanto como éstas lo son por el conocimiento, y este vaivén no está establecido a priori sino que es el juego propiamente de la filosofía. Por eso debe ser ella la verdad última de la autonomía universitaria, y la garante final de su relación con la ciencia y la técnica. Las encrucijadas de la sociedad podrán ser más fructíferas con la autonomía sin más que postulando una “autonomía relativa”, que cede un concepto histórico fundamental sin hacer otra cosa que abrirle la puerta a un chato cientificismo.
Escuché dar clases a León Dujovne, León Ostrov, León Rozitchner, David Viñas, José Luis Romero, Gino Germani, Andrés Mercado Vera, Halperin Donghi, Carlos Correas, Nicolás Casullo, Alberto Plá, Reyna Pastor de Togneri, Enrique Pezzoni, Roberto Carri, Justino O’Farrell, Gunnar Olsson, Ana María Barrenechea, y de todos llevo una remembranza que, si no apagan los años, por lo menos me permite pensar en la enorme diversidad de sus estilos, conocimientos y discordancias. Era la Universidad de las grandes conferencias –tengo también el recuerdo de la oratoria de Borges y de Jauretche en el salón de Viamonte 430 y no consigo desprenderme de ciertas imágenes del gran dirigente estudiantil Daniel Hopen arengando desde sus escalinatas—, por lo que como viejo jubilable, desatendido por las torpes propedéuticas del saber administrado, les digo a quienes se especializaron en enjuiciamientos diversos en la espesura de la maraña universitaria, que no hay problema en irse, años más, años menos. Pero es a ellos, que son los que no están en el espíritu universitario –perdónenme—, a los que veo envejecer con cada dictamen extraído de sus pobres cartapacios. Dispénsenme esta mala noticia para ustedes, queridos administradores de la vida ajena, citando la autonomía cuando quieren, cuando la que de verdad interesa ya la abandonaron hace rato, o mejor dicho, ella los abandonó a ustedes.
* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.
Fuente: Página/12

domingo, 22 de julio de 2012

Docentes 2.0

El cambio digital viene a marcha forzada y amenaza cambiarlo todo. La educación, liderando el proceso o a empujones de los estudiantes, también es forzada a acompañar. La transformación avanza por varios frentes que tienen que ver con la informática y sus propias lógicas. Y la cultura libre, ¿qué espacio tiene en la educación que llega?

Por Esteban Magnani

Netbooks, celulares inteligentes, Wikipedia son una realidad escolar. Ya no se habla más de ir a la biblioteca a buscar información (¿una actividad obsoleta?), sino de hacer búsquedas significativas y compartirlas. ¿Hasta qué punto los docentes pueden, quieren y están en condiciones de acompañar a los alumnos en viaje hacia el mundo digital?
“Hay algo que está ocurriendo en la actualidad que es muy fuerte: hasta los docentes más grandes están entrando a Facebook para ver fotos de secundario que suben sus compañeros”, ejemplifica Iris Fernández, licenciada en Educación, profesora de informática y militante del Software Libre (SL). La consecuencia es que de a poco se va naturalizando la posibilidad de compartir virtualmente distintos recursos, aunque, como reconoce Fernández, “el cambio más fuerte es el que se va dando con la llegada de las generaciones de docentes nativos digitales, los que usan Internet desde que tienen recuerdo”.
Es que más allá del desembarco de las computadoras en las aulas y el desafío tecnológico que implican, existe también la dificultad para adaptarse a la forma en la que circula el conocimiento en todos los ámbitos. La lógica de copiar, pegar y compartir es parte de muchas herramientas digitales, e implica un cambio de paradigma en el que compartir puede beneficiar a todos. “Los docentes a veces son reacios a compartir planificaciones o cursos que idearon porque tienen miedo de que se lo usen, pero, como en todas partes, hay gente que está entendiendo que si compartimos nos beneficiamos todos y los recursos quedan”, sintetiza Fernández, quien además de dar clases capacita a docentes.
El cambio se puede dar por varios caminos. Por ejemplo, en España la cultura libre es política de Estado y cuando se licita un software educativo, debe tener una licencia libre para que lo use quien lo desee. De esta manera la inversión inicial puede aprovecharse hasta el infinito. Argentina está a medio camino ya que Educ.ar, por ejemplo, usa licencias que permiten compartir los contenidos gratis a cualquier argentino, pero no a extranjeros.
El camino “desde arriba” es una de las formas del cambio, pero no la única porque hay un proceso de “apropiación de la tecnología en la que los mismos usuarios empiezan a utilizar herramientas para compartir y empujan el cambio desde abajo”, explica Fernández, quien también es miembro de gleducar.org.ar, el sitio de la fundación del mismo nombre que gestiona varios proyectos donde los docentes pueden discutir, subir planificaciones o aprender a manejar entornos educativos. “Nosotros tiramos muchos proyectos, pero lo que cuesta es adivinar cuáles son los que se van a usar. Por ejemplo, cuando lanzamos los cursos del entorno educativo Moodle estalló la gripe A y muchísimos docentes se interesaron por encontrar herramientas que permitieran mantener el contacto con sus alumnos.” En el sitio hay desde “recursos educativos” para las distintas materias que son subidos por los mismos usuarios, hasta cuentos con licencia libre grabados y listos para escuchar.
Fernández insiste en la cuestión de las licencias: “Los docentes están acostumbrados a juntar información de diarios, usar manuales y demás. Ahora toman de Internet y lo usan en un blog, muchas veces sin citas e infringiendo derechos de autor. Nosotros desde Gleducar intentamos que la gente vaya tomando conciencia y diferencie qué tipo de licencia tiene lo que suben y que libere su propia producción para que otros la puedan usar”.

EDUCACION Y SOFTWARE LIBRE

El Software Libre es un buen modelo para un cambio de paradigma en la forma de producir a nivel social que permea muchas prácticas sociales (desde artísticas hasta productivas). Como explica Fernández, “si uno usa software privativo y algo no funciona, tiene que quejarse como consumidor a una empresa gigante. Si algo no funciona en SL enseguida puede buscar soluciones en foros, sugerir o realizar cambios para resolver, es decir, participar de las soluciones. Por ejemplo, cuando uno encontraba un error en la enciclopedia Encarta de Microsoft, se enojaba pero no podía hacer nada. Hoy en día, si encontrás un error en Wikipedia, lo editás y listo”. Otro ejemplo son las lenguas minoritarias que ninguna empresa hubiera rescatado del olvido y son registradas en forma comunitaria gracias a herramientas libres como Wikipedia.
El docente Alvar Maciel lideró una migración a SL en la escuela privada Aequalis y encontró que la resistencia no era tan grande: “La Cultura Libre como concepto es algo que se manejaba implícitamente, ya que todos los docentes eran consumidores de algún tipo de producto libre en Internet. La concientización de estas prácticas llegó a partir de la adopción de SL y lo que era implícito se tuvo que hacer explícito”. En esa escuela los docentes comparten archivos en la red interna para que otros los puedan usar y los alumnos hacen lo mismo con información que encuentran en la web por medio del sitio diigo.com, entre otros ejemplos. También los padres, luego de una explicación de las razones económicas, pedagógicas y hasta políticas de la elección de SL, se involucraron con el tema.
Esta diferencia entre ser un usuario que participa o que consume pasivamente lo que le dan es fundamental y ha generado polémicas en torno de la decisión de poner dos sistemas operativos (Linux y Windows) en las máquinas que el Estado argentino entrega a los estudiantes. La mayoría de los docentes se aferra a lo que conoce y los alumnos no se enteran de la opción libre, por lo que se forman como potenciales consumidores que pagan licencias (o, peor aún, potenciales piratas). Para Fernández “el problema es que la capacidad de lobby de las empresas es mucho mayor que la de los militantes del SL. Yo por eso hasta me alegré de que al menos trajeran la opción de Linux”.

Aunque la frase esté agotada, vale volver a decirlo: el futuro ya llegó. El tema es qué hacemos con él.

¿Por qué protestan los estudiantes?








Por Norma Giarracca *

Las “tomas” y protestas de los estudiantes de los colegios secundarios de la UBA realizadas la semana pasada se convirtieron en un tema de los medios de comunicación y las redes sociales. Los jóvenes enunciaron como demandas principales lograr un comedor estudiantil no privatizado, contar con buena alimentación y, en el Nacional de Buenos Aires, agregaron la solidaridad con un no docente de 78 años. La cantidad de críticas, burlas e interpretaciones irónicas de periodistas en ciertos medios y de otras personas que se expresan en las redes sociales motivaron esta breve reflexión.
No hay dudas de que vivimos momentos de pasajes, de transiciones societales así como epistémicas (modos de ver el mundo), tal como hace años nos advirtió Boaventura de Sousa Santos. En esas transiciones conviven dos o más paradigmas sin que alguno tenga necesariamente la hegemonía de la visión de lo que nos ocurre. Vivimos momentos de bisagras.
Los jóvenes ponen en acto algo que el “sentido común” vigente en cuanto a protestas (de izquierdas o derechas) no contempla y que irrita a quienes no pueden percibir o adaptarse a los aportes interculturales en relación con las transformaciones que el mundo expresa con una intensidad inusitada. Los jóvenes tienen mayores posibilidades de hacerlas suyas y oponerse al statu quo porque aún mantienen mucho de “rebeldía” (y poco de resignación) en sus subjetividades. Esto puede observarse en todo el mundo y no hacen falta mayores explicaciones. Los estudiantes secundarios de la UBA se atreven a pedir que la institución no privatice con fines de lucro sus espacios y que recupere la idea de “bien público”, es decir servicios que no buscan la ganancia sino satisfacer necesidades. Pero además se atreven a pedir que les otorguen alimentos sanos, lo cual supone cuestionar la comida denominada “chatarra” de la mayoría de los bares que se manejan con bajos costos y altos precios, como el manual neoliberal ordena. Y, como si esto fuera poco, demuestran solidaridad y “respeto” por un anciano.
Quienes los critican no pueden comprender estas demandas, es evidente que no están –permítasenos la metáfora– “formateados” para hacerlo: pedir bienes públicos, autogestión, comida sana (muy ligada al tema de los agroquímicos), solidaridad con una persona mayor; todo esto está fuera del sentido común que dejó instalado la cultura neoliberal. Algunos dijeron “está bien que pidan gas si tienen frío en invierno, pero un bar no privado y nutricionista...”. Otra crítica más interna dice “cómo pedir la permanencia de ese anciano no docente cuando a los profesores de más de 65 años los están obligando a jubilarse”. Dejamos de lado los comentarios que muestran rasgos autoritarios de nuestra sociedad que tanto preocupan, porque en algunos casos cuando hablan con los jóvenes se asemejan a ficciones de personajes separados no por una simple generación sino por varios siglos. De lo que se trata es de pedir por gas y todo lo que necesiten las escuelas secundarias y también las interesantes demandas de estos colegios; se trata de hacer entender que la jubilación es un derecho y no una obligación y, que como lo indica una ley de la Nación y fallos judiciales, los profesores pueden optar por quedarse hasta los 70 años y si alguno –docente o no docente– no tiene los aportes completos, pueden realizarse excepciones por solidaridad y respeto. Una cosa no debe sacar espacio a la otra. Las apuestas por los “bienes públicos” tanto como por los “bienes comunes”, la autogestión, la solidaridad, el respeto, los alimentos sin tóxicos y accesibles para todos, la educación pública en autorreflexión permanente, la “democracia sin fin” que supone “igualdad sin fin”, forman parte de esas bisagras que se van construyendo en estos tiempos de pasajes y que algunos se obstinan en negar.
* Profesora e investigadora de la UBA.
Fuente: Página/12