El cambio digital viene a marcha forzada y amenaza
cambiarlo todo. La educación, liderando el proceso o a empujones de los
estudiantes, también es forzada a acompañar. La transformación avanza
por varios frentes que tienen que ver con la informática y sus propias
lógicas. Y la cultura libre, ¿qué espacio tiene en la educación que
llega?
Por Esteban Magnani
Netbooks,
celulares inteligentes, Wikipedia son una realidad escolar. Ya no se
habla más de ir a la biblioteca a buscar información (¿una actividad
obsoleta?), sino de hacer búsquedas significativas y compartirlas.
¿Hasta qué punto los docentes pueden, quieren y están en condiciones de
acompañar a los alumnos en viaje hacia el mundo digital?
“Hay algo que está ocurriendo en la actualidad que es muy fuerte:
hasta los docentes más grandes están entrando a Facebook para ver fotos
de secundario que suben sus compañeros”, ejemplifica Iris Fernández,
licenciada en Educación, profesora de informática y militante del
Software Libre (SL). La consecuencia es que de a poco se va
naturalizando la posibilidad de compartir virtualmente distintos
recursos, aunque, como reconoce Fernández, “el cambio más fuerte es el
que se va dando con la llegada de las generaciones de docentes nativos
digitales, los que usan Internet desde que tienen recuerdo”.
Es que más allá del desembarco de las computadoras en las aulas y el
desafío tecnológico que implican, existe también la dificultad para
adaptarse a la forma en la que circula el conocimiento en todos los
ámbitos. La lógica de copiar, pegar y compartir es parte de muchas
herramientas digitales, e implica un cambio de paradigma en el que
compartir puede beneficiar a todos. “Los docentes a veces son reacios a
compartir planificaciones o cursos que idearon porque tienen miedo de
que se lo usen, pero, como en todas partes, hay gente que está
entendiendo que si compartimos nos beneficiamos todos y los recursos
quedan”, sintetiza Fernández, quien además de dar clases capacita a
docentes.
El cambio se puede dar por varios caminos. Por ejemplo, en España la
cultura libre es política de Estado y cuando se licita un software
educativo, debe tener una licencia libre para que lo use quien lo desee.
De esta manera la inversión inicial puede aprovecharse hasta el
infinito. Argentina está a medio camino ya que Educ.ar, por ejemplo, usa
licencias que permiten compartir los contenidos gratis a cualquier
argentino, pero no a extranjeros.
El camino “desde arriba” es una de las formas del cambio, pero no la
única porque hay un proceso de “apropiación de la tecnología en la que
los mismos usuarios empiezan a utilizar herramientas para compartir y
empujan el cambio desde abajo”, explica Fernández, quien también es
miembro de gleducar.org.ar, el sitio de la fundación del mismo nombre
que gestiona varios proyectos donde los docentes pueden discutir, subir
planificaciones o aprender a manejar entornos educativos. “Nosotros
tiramos muchos proyectos, pero lo que cuesta es adivinar cuáles son los
que se van a usar. Por ejemplo, cuando lanzamos los cursos del entorno
educativo Moodle estalló la gripe A y muchísimos docentes se interesaron
por encontrar herramientas que permitieran mantener el contacto con sus
alumnos.” En el sitio hay desde “recursos educativos” para las
distintas materias que son subidos por los mismos usuarios, hasta
cuentos con licencia libre grabados y listos para escuchar.
Fernández insiste en la cuestión de las licencias: “Los docentes
están acostumbrados a juntar información de diarios, usar manuales y
demás. Ahora toman de Internet y lo usan en un blog, muchas veces sin
citas e infringiendo derechos de autor. Nosotros desde Gleducar
intentamos que la gente vaya tomando conciencia y diferencie qué tipo de
licencia tiene lo que suben y que libere su propia producción para que
otros la puedan usar”.
EDUCACION Y SOFTWARE LIBRE
El Software
Libre es un buen modelo para un cambio de paradigma en la forma de
producir a nivel social que permea muchas prácticas sociales (desde
artísticas hasta productivas). Como explica Fernández, “si uno usa
software privativo y algo no funciona, tiene que quejarse como
consumidor a una empresa gigante. Si algo no funciona en SL enseguida
puede buscar soluciones en foros, sugerir o realizar cambios para
resolver, es decir, participar de las soluciones. Por ejemplo, cuando
uno encontraba un error en la enciclopedia Encarta de Microsoft, se
enojaba pero no podía hacer nada. Hoy en día, si encontrás un error en
Wikipedia, lo editás y listo”. Otro ejemplo son las lenguas minoritarias
que ninguna empresa hubiera rescatado del olvido y son registradas en
forma comunitaria gracias a herramientas libres como Wikipedia.
El docente Alvar Maciel lideró una migración a SL en la escuela
privada Aequalis y encontró que la resistencia no era tan grande: “La
Cultura Libre como concepto es algo que se manejaba implícitamente, ya
que todos los docentes eran consumidores de algún tipo de producto libre
en Internet. La concientización de estas prácticas llegó a partir de la
adopción de SL y lo que era implícito se tuvo que hacer explícito”. En
esa escuela los docentes comparten archivos en la red interna para que
otros los puedan usar y los alumnos hacen lo mismo con información que
encuentran en la web por medio del sitio diigo.com, entre otros
ejemplos. También los padres, luego de una explicación de las razones
económicas, pedagógicas y hasta políticas de la elección de SL, se
involucraron con el tema.
Esta diferencia entre ser un usuario que participa o que consume
pasivamente lo que le dan es fundamental y ha generado polémicas en
torno de la decisión de poner dos sistemas operativos (Linux y Windows)
en las máquinas que el Estado argentino entrega a los estudiantes. La
mayoría de los docentes se aferra a lo que conoce y los alumnos no se
enteran de la opción libre, por lo que se forman como potenciales
consumidores que pagan licencias (o, peor aún, potenciales piratas).
Para Fernández “el problema es que la capacidad de lobby de las empresas
es mucho mayor que la de los militantes del SL. Yo por eso hasta me
alegré de que al menos trajeran la opción de Linux”.
Aunque la frase esté agotada, vale volver a decirlo: el futuro ya llegó. El tema es qué hacemos con él.
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