viernes, 29 de marzo de 2019

Vargas, el fabulador


Imagen: Guadalupe Lombardo
Pocas dudas caben sobre la calidad de Mario Vargas Llosa como narrador. Si bien sus obras más recientes no tienen el mismo espesor literario de las que les precedieron, el peruano sigue siendo un notable escritor. Pero como lo he demostrado en un libro de muy próxima aparición, El Hechicero de la Tribu, su talento como analista político, siendo benévolos diríamos que no supera la mediocridad. Claramente el análisis político no es lo suyo porque ni conoce las teorías y, mucho menos, la metodología; su mundo, en el cual navega con  maestría, es la ficción. Y como él mismo lo ha dicho más de una vez, un escritor es alguien que escribe mentiras que parecen verdades. La elegancia y precisión formal de su escritura,  acompañada a menudo por un énfasis  rayano en el fanatismo cuando trata asuntos políticos o ideológicos, ejerce una poderosa seducción sobre sus lectores.

Embriagado por  su propio discurso Vargas Llosa traspasa con absoluta desaprensión los límites de la ficción, se interna en el análisis político y allí, en ese terreno resbaladizo y por momentos traicionero, descerraja a diestra y siniestra afirmaciones atrabiliarias cuando reacciona ante fenómenos o ideologías políticas que se encuentran en las antípodas de sus creencias.  Por eso, el colombiano César Gaviria, quien fuera Secretario General de la OEA antes de que, bajo la conducción de Luis Almagro, esta institución se hundiera en imborrable ignominia, dijo que  “A veces al leer a don Mario tengo la impresión de que su capacidad de análisis político es proporcionalmente inversa a sus logros literarios, y debería oír con más frecuencia el refrán que a todos nos enseñaron de chicos: "zapatero a tus zapatos". (Cf. El País, España, 18 junio del 2000)
Jamás objetaría que Vargas Llosa manifestase libremente sus opiniones políticas o, como hubiera dicho su amigo Octavio Paz, sus ocurrencias -algo que es preciso distinguir de las ideas. Pero el aire pontifical con que las emite –como si fueran el producto de un minucioso análisis-  y la complicidad de quienes la reciben y reproducen por los medios hegemónicos, convierten en verdades irrefutables un ejercicio groseramente propagandístico por el cual  el narrador se convierte en fabulador. La reciente entrevista concedida a un periodista del diario La Nación de Buenos Aires el pasado 25 de marzo, en ocasión de su visita a este país para participar en el VIIIº Congreso Internacional de la Lengua Española a celebrarse en Córdoba,  lo comprueba sin atenuantes.  Tomaré sólo dos pasajes a título de ejemplo.

 En el primero dice textualmente que "En este momento, la humanidad tiene un privilegio que no tuvo nunca. Los países pueden elegir si quieren ser prósperos o elegir ser pobres. Y las recetas están ahí, probadas. Los países que reforzaron la propiedad privada, la empresa privada, el libre mercado y se abrieron al mundo han avanzado.” 
Si este  disparate fuese cierto habría que concluir -cosa que el peruano no hace-  que por lo menos las cuatro quintas partes de la humanidad está constituida por imbéciles profundos que, en lugar de la prosperidad, prefieren vivir en la indigencia, sin viviendas dignas, sin educación, salud pública, acceso al agua potable y redes cloacales. Como nuestro autor no tiene formación en ciencias sociales ni se le ocurre consultar algunas fuentes insospechadas de estar contaminadas con el virus populista o izquierdista que tanto lo desvelan. Como Oxfam, por ejemplo, quien, en su informe presentado ante la Cumbre de Davos 2019 demostró que “desde 2015, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el resto del planeta; que los ingresos del 10% más pobre de la población mundial han aumentado menos de 3 dólares al año entre 1988 y 2011, mientras que los del 1% más rico se han incrementado 182 veces más.”  Y, recordemos, la mayoría de estos países sumidos en la pobreza se vieron forzados a aplicar por el FMI, el BM o sus sucedáneos regionales las políticas libremercadistas y privatizadoras del imperialismo que con tanto ardor publicita Vargas Llosa.

Y al hablar específicamente de la Argentina, el narrador vuelve a fabular cuando sentenció que “este país fue el primero de la región que logró erradicar el analfabetismo. Ahora nadie se acuerda pero se lo propuso y lo hizo. La pregunta es cómo pasó que la Argentina dejó de ser un país próspero. Y la respuesta es simple: eligió el camino de la pobreza.” Dos cosas: la respuesta no es simple sino simplista, que no es lo mismo. Y, además, falsa, en más de un sentido. Fue Cuba, luego de la Revolución, el primer país en erradicar el analfabetismo en Latinoamérica. Y segundo, porque si hubiera tenido la prudencia de consultar las fuentes censales de la Argentina habría caído en la cuenta de que este país, a diferencia de sus tan denostadas Cuba y Venezuela, aún no erradicó el analfabetismo. En los albores del peronismo, el censo de 1947 registraba un 13.6 % de analfabetos entre la población mayor de 10 años.  Es decir que después de casi setenta años de políticas liberales gestionadas por la oligarquía de este país cuando, presuntamente,  argentinas y argentinos habían elegido la prosperidad,  la tasa de analfabetismo seguía siendo considerablemente elevada. Hubo que esperar hasta 1991 para descenderla hasta el 3.7 %, y en el censo del 2010 -ya bajo el gobierno de Cristina Fernández- la tasa llegó a un 1.92 %, que es lo que técnicamente se considera el umbral mínimo para certificar el fin del analfabetismo en un país. Dictamen final: aplazado en análisis político por severos errores metodológicos. Como dijo César Gaviria, “zapatero a tus zapatos”, don Mario. Basta ya de decir mentiras para que parezcan verdades.

martes, 26 de marzo de 2019

Contra la banalización de los problemas universitarios


Bajo el título “Universidad: el 45,5 por ciento de los alumnos aprueba una materia por año”, el diario La Nación reseña el último informe publicado por el Centro de Estudios de la Educación Argentina de la Universidad de Belgrano dirigido por Alieto Guadagni. Se trata de un informe de apenas cuatro páginas que reproduce los cuadros consolidados en los Anuarios Estadísticos del Ministerio de Educación en los que se cruzan la cantidad de estudiantes que se reinscribieron en cada universidad para continuar sus carreras, con la cantidad de materias aprobadas el año anterior.
Únicamente sobre la base de estos datos, el informe arriba a dos conclusiones que son retomadas en el artículo firmado por Soledad Vallejos en el diario La Nación: 1) que aumentó el número de estudiantes que aprobaron una o ninguna materia en un año lo que expresaría “una desmejora general del rendimiento académico de los alumnos de universidades nacionales en la última década”; 2) que el rendimiento académico es más alto en las universidades privadas, aunque estas también registran una desmejora en ese indicador en el período.
Como Rectora de una de las universidades incluidas entre “los peores casos” en un cuadro a todo color que encabeza esa nota, me veo obligada a hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, que ese ranking de “los peores”, que no consta en el informe del CEA y que ha sido diseñado especialmente para ser publicado en La Nación, no muestra las universidades con mayor proporción de estudiantes que aprueban menos de una materia ni en 2005 ni en 2015, sino las que mostrarían mayor crecimiento de ese indicador comparando 2005 con 2015. En general, considero que la publicación de ránkings de instituciones educativas es completamente inútil a los fines de pensar seriamente sus problemas o el diseño de políticas públicas y, en tal sentido, me resulta irrelevante sobre qué indicadores se contruyen. Sin embargo, no puedo dejar de señalar que el criterio elegido por La Nación en este caso en particular, le permite incluir entre las peores, a cinco universidades del Conurbano (sobre ocho en total), mientras que si lo hubieran construido siguiendo el criterio de las que acumulan hoy los peores indicadores de aprobación de materias, no hubiera entrado ninguna (de hecho, si se avanza un poco en la lectura del artículo de La Nación, puede encontrarse un párrafo en el que se mencionan universidades que en 2015 superan los datos correspondientes a las incluidas en ese cuadro por más de 20 puntos. Ninguna es del Conurbano).
También debería aclarar que en el caso particular de la UNGS, el dato 2005 que se toma como referencia para mostrar que es uno de los “peores casos” de “desmejora general del rendimiento académico” es un dato evidentemente inconsistente que arrastra un error de la propia fuente del Ministerio de Educación. En efecto, el Anuario de Estadísticas Universitarias de 2005 que reproduce el informe del CEA, consigna para la UNGS que sólo el 2,5 por ciento de sus estudiantes habrían aprobado una materia o ninguna el año anterior y que el 79 por ciento habría aprobado más de 6. Este dato en sí mismo podría no llamar la atención. Sin embargo, lo que resulta difícil explicar es por qué, según la misma fuente, la cantidad de estudiantes de la UNGS que lograron aprobar más de 6 materias en un año cae al 6 por ciento al año siguiente y los que aprueban una materia o ninguna suben a aproximadamente el 50 por ciento, proporciones que, con algunas variaciones, se mantienen a lo largo de la década considerada. Esta fuerte variación debería bastar para reconocer que hay un evidente error en el dato de partida.
Por supuesto no nos sorprende que el diario La Nación, que encabeza una campaña sistemática de desprestigio de las universidades públicas argentinas, publique datos tan evidentemente erróneos y que con ellos construya especialmente un ránking que le permite colocar a la Universidad Nacional de General Sarmiento y a varias del Conurbano entre “los peores casos” de rendimiento académico. Lo que sí resulta sorprendente es que los especialistas en estadística educativa del CEA no hayan advertido un error que salta a la vista con una mirada rápida a su propia fuente de datos, que hayan arrastrado ese error al calcular los datos promedio para la totalidad de las universidades nacionales y que, sobre esa acumulación de errores, afirmen que se registra “una desmejora general en el rendimiento académico de los alumnos de universidades nacionales de gestión estatal en la última década”.  Más sorprendente todavía es que especialistas en estadística educativa consideren que un indicador simple como cantidad de materias aprobadas por año es suficiente para medir “en general” el rendimiento académico de las universidades públicas y privadas, o que omitan justificar la validez de su comparabilidad entre instituciones con regímenes académicos y exigencias evaluativas muy heterogéneas.
Desde ya, podría seguir añadiendo consideraciones técnicas sobre la construcción y el uso de datos estadísticos, pero está claro que la cuestión de fondo es otra. Lo que el artículo de La Nación representa es un ejemplo más de una operación discursiva a la que los tiempos macristas nos tienen acostumbrados y que ya hemos descripto en este diario: se simplifica un fenómeno complejo (el rendimiento académico de las universidades); se introducen algunos datos numéricos (cantidad de materias aprobadas por año); se sigue con alguna clase de comparación con “el mundo” (en la misma nota Guadagni menciona a Francia, Japón, los países nórdicos, México, Colombia, Brasil y Chile) y se presenta una solución como si derivara directamente de los datos iniciales y fuera, además, la única posible. En este caso, seleccionar a quienes ingresan como estudiantes a las universidades.
Como es evidente, la rigurosidad o la validez de los datos que se utilizan en este tipo de montaje, es completamente secundaria. Lo que importa es que entre el dato, cualquiera sea, y la solución, se establezca una relación de necesariedad, como si la restricción del ingreso a la universidad no fuera una posición política sino la única solución posible para mejorar los índices de aprobación de materias por año.
Lo más preocupante para quienes tenemos la responsabilidad de conducir una universidad pública, es que este tipo de argumentaciones sólo simplifican y banalizan los verdaderos problemas que por supuesto atraviesan la formación universitaria. Porque está claro que tenemos un problema con el ritmo de avance en los estudios y las tasas de graduación. Pero no es un problema que se pueda adjudicar a la “poca perseverancia” de quienes estudian en nuestras universidades, como sugiere el funcionario de la Universidad Austral citado por La Nación en esa nota cuando afirma que "brindar a los chicos un mensaje social más exigente sobre el valor del ingreso a los estudios superiores les podría ayudar a aumentar su compromiso y perseverancia". Si algo les sobra a lxs estudiantes de nuestra Universidad, que no son “chicos”, que trabajan extensas jornadas, que no pueden delegar ni pagar el cuidado de sus hijos, que vienen remontando muchas veces trayectorias educativas y vitales muy complejas, es perseverancia. Si algo no necesitan, es más barreras en el acceso a sus derechos para valorar lo que les ofrece la universidad ni para aumentar su compromiso.
Lo hemos dicho más de una vez: los problemas de rendimiento académico de lxs estudiantes universitarios, no se resuelven seleccionando en el ingreso. Eliminar un problema no es solucionarlo. Si creemos que la calidad de la educación recibida en la escuela secundaria incide en las posibilidades de avanzar y graduarse en la universidad, entonces habrá que generar políticas de mejora de la calidad de la educación secundaria, no un examen de finalización del nivel que seleccione a los “mejores” para ingresar a las universidades, tal como propone Guadagni. Las políticas selectivas no mejoran, sólo seleccionan.
El acceso a la universidad, el ritmo de avance en los estudios y las bajas tasas de graduación del sistema universitario son problemas serios que no admiten ni banalizaciones ni operaciones mediáticas. Y no son serios porque expresen, como le gusta decir al Presidente de la Nación, la “ineficiencia” del gasto en las universidades. Son serios porque muestran que no hemos generado aún las condiciones que aseguren, a todos y todas nuestras jóvenes, su derecho a la educación superior. Garantizar este derecho es un problema complejo y es, a mi entender, el problema que debería orientar tanto las políticas institucionales de cada universidad como las políticas universitarias a nivel nacional. Para quienes asumimos el compromiso con el principio de la educación como derecho para todos y todas, los atajos selectivos no son una opción.
Todavía no podemos decir con certeza cuáles son las formas más eficaces de garantizar el derecho de todos y todas las jóvenes que expresen su voluntad de seguir estudios universitarios, pero sí podemos afirmar que desfinanciar las universidades públicas, paralizar el desarrollo de su infraestructura, deteriorar los salarios de sus docentes, disminuir el presupuesto destinado a becas estudiantiles, entre otras medidas que este gobierno viene sosteniendo, seguro van en el sentido contrario.
Rectora de la Universidad Nacional de General Sarmiento
Fuente:Pagina/12

lunes, 25 de marzo de 2019

Cuarenta y tres años


Cuarenta y tres años después, Susana Sastre, sobreviviente del campo de concentración de La Perla, en Córdoba, recuerda: “El 24 de diciembre de 1976, vísperas de Navidad, los militares estaban enloquecidos porque habían detenido a una persona y empezaron a sacar de la cuadra a algunos de nosotros para que la reconociéramos. En el medio, ellos nos habían hecho la promesa de que ese día haríamos una reunión para celebrar la Nochebuena. Llevaron un par de damajuanas de vino, algunas gaseosas, pusieron unas mesas en la cuadra y permitieron a los detenidos que se levantaran y ayudaran en el armado de la ‘fiesta’. A las ocho de la noche entraron a la cuadra varios torturadores, entre ellos Luis Manzanelli y el Nabo Barreiro, muy excitados, transpirados,  corriendo porque se les hacía tarde para ir a festejar en sus casas con sus familias. Yo no me quería levantar de mi colchoneta. Me parecía que no podíamos hacer un festejo ante tanta muerte. Pero se acercó Tomás Di Toffino y me dijo: “Participá porque tenemos que estar todos juntos, quizás ésta sea la última vez que lo hagamos. La verdad que tenía razón, así que me levanté y me uní al grupo en algunos chamamés que los gendarmes cantaban a coro con un par de guitarras. Pero no sabíamos quién era esa compañera que había quedado ahí, en la sala de torturas, tendida y abandonada porque ellos se tenían que ir a festejar a sus casas”
Esa mujer, luego se supo, era Herminia Falik, trabajadora del calzado y militante del PRT. Fue detenida en una parada de colectivo, hay quien dice que fue una cita cantada, y otros sostienen que los militares se jactaban de su olfato para reconocer subversivos. La revisaron y le encontraron panfletos de su actividad sindical. De ahí a La Perla hubo solo un paso.
Liliana Callizo, otra sobreviviente, dio su testimonio sobre ella para el libro “La Perla” que escribieron Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo: “Me llevaron a la sala de torturas, me sacaron la venda y vi delante de mí un cuerpo mojado, herido y desnudo. La mujer estaba sobre la cama elástica, tendría unos 25 años, se retorcía, daba saltos por la corriente eléctrica que le aplicaban. Sentí el olor a carne quemada, a sudores, al agua podrida del tacho. Sobre ella estaban el Sargento Hugo Herrera y el Sargento Luis Manzanelli con un garrote de madera. A dos pasos miraba el teniente Primero de Ejército José Carlos González, apodado Juan XXIII, por su ‘profundo cristianismo’. Combinaban picana con golpes de garrote y fustazos, mientras ella gritaba: ‘Mis hijos no, mis hijos no’.”
Herminia Falik agonizó abandonada hasta la mañana siguiente. Su hija Silvia, que tenía un año cuando quedó huérfana, porque su padre Rodolfo Vergara también fue desaparecido, dio su testimonio en los juicios por los crímenes de La Perla:
“Me criaron mis abuelos. Ellos me contaron la verdad desde un inicio, que mamá y papá fueron secuestrados y estaban desaparecidos. Pero yo tenía esperanza de que algún día volvieran. Así  los esperé hasta los quince años, cuando un novio me confirmó lo que siempre temí: 'tus padres están muertos', me dijo al darme parte de la información que me faltaba. A mi bisabuelo lo mataron en Auschwitz, a mis padres en La Perla. Me obligaron a andar por la vida sin piel, porque cuando uno es un bebé como era yo, lo único que tiene de la madre es su voz y la piel. La mamá es la piel de un bebé, y cuando uno anda sin piel todo arde.”
“Cuando di testimonio en el juicio por los crímenes en La Perla –cuenta ahora Silvia– sentí que pude darle cuerpo y devolverle su historia a mi madre. Yo soy actriz y poeta y creo que el arte y la docencia me salvaron, el arte como herramienta de construcción colectiva es sanador. De mamá me queda como legado su último gesto cuando, destrozada por la tortura, fue abandonada por los verdugos que querían irse rápido a festejar la Navidad con su familia. Agonizante, con el cuerpo lacerado y en carne viva, acarició la cara de  una compañera que trataba de aliviarla en sus  dolores. La miró a los ojos y le dijo ‘gracias’, volteó su cabeza y murió.”
Fuente:Pagina/12

viernes, 22 de marzo de 2019

A 15 años de la recuperación de la ESMA, el discurso entero de Néstor Kirchner

Después de ordenar bajar los cuadros de los genocidas, el por entonces presidente de la nación les pidió perdón en nombre del estado a las víctimas del terrorismo que encarnó la última dictadura cívico-militar.




Fuente:Tiempo Argentino

martes, 19 de marzo de 2019

La moda del "socialismo millennial"


The Economist usa el término “socialismo millennial” debido a que 51 por ciento de los estadounidenses de 18 a 29 años tiene una visión positiva del socialismo. Existe una creciente insatisfacción con el sistema capitalista en el mundo occidental. En ese contexto, se verifica el fenómeno del aumento de la atracción popular del socialismo en países del Primer Mundo. El socialismo vuelve a aparecer porque ha formado una crítica incisiva de lo que ha ido mal en las sociedades occidentales
 
Imagen: Alfredo Argento
Una dificultad en resolver la grieta es que se la toma como una cuestión nacional. The Economist en la edición del 14 de febrero demuestra que grietas como la argentina o la brasileña son sólo una pequeña expresión de una grieta mucho mayor: la creciente insatisfacción con el sistema capitalista en el mundo occidental. Bajo el título “El crecimiento del socialismo millennial”, la tradicional revista procura entender el fenómeno del aumento de la atracción popular del socialismo en países del Primer Mundo, particularmente en Estados Unidos. 
Hace treinta años, cuando cayó el Muro de Berlín, “el capitalismo había ganado y el socialismo se convirtió en sinónimo de fracaso económico y opresión política”, se afirma en el artículo. Pero hoy “el socialismo está de moda nuevamente” en referencia a nuevos líderes políticos como Alexandria Ocasio-Cortez que califica como “una sensación” y Jeremy Corbyn en Gran Bretaña. 
Para The Economist: “El socialismo vuelve a aparecer porque ha formado una crítica incisiva de lo que ha ido mal en las sociedades occidentales. Mientras que los políticos de la derecha han abandonado con demasiada frecuencia la batalla de las ideas y se han retirado hacia el chovinismo y la nostalgia, la izquierda se ha centrado en la desigualdad, el medio ambiente y la forma de otorgar poder a los ciudadanos en lugar de a las elites”.

Visión positiva

The Economist aplica el término “socialismo millennial” debido a que 51 por ciento de los estadounidenses de 18 a 29 años tienen una visión positiva del socialismo y a casi un tercio de los votantes franceses menores de 24 años en las elecciones presidenciales de 2017 votaron por el candidato duro de izquierda. Observa que, en 2018, entre los demócratas y los independientes con tendencia a los demócratas, las visiones positivas del socialismo y del capitalismo eran 55 y 45 por ciento, respectivamente, cuando en 2010 eran básicamente iguales. Lo que The Economist encuentra en común entre los seguidores actuales del socialismo es considerar que la desigualdad de riqueza en el capitalismo actual está fuera de control y que la economía está manipulada en favor de intereses creados, por medio de lobbying, burocracias y empresas en una economía que ya no sirve a los intereses de la gente común. 
Aunque encuentra que la moderna izquierda es una coalición amplia y fluida, afirma que “algo de esto está fuera de discusión, incluida la condenación del lobbying y la negligencia del medio ambiente. La desigualdad en Occidente se ha disparado en los últimos 40 años”. También acepta que algunos de “los objetivos socialistas milenarios no son particularmente radicales”, como la demanda de “atención universal de salud”. 
No obstante, si bien considera que parte del diagnóstico de los nuevos socialistas está equivocado, sostiene que “el verdadero problema radica en sus prescripciones, que son perversas y políticamente peligrosas. La visión socialista millenial de una economía ‘democratizada’ difunde el poder regulatorio en lugar de concentrarlo”. Fundamentalmente, apunta a la propuesta de sus voces más radicales que proponen que se incorporen trabajadores en las mesas directivas de las empresas e, incluso, que se distribuyan acciones de las empresas a los trabajadores. 
Por eso, The Economist es terminante en su conclusión sobre el “socialismo millennial”: “Al igual que el socialismo de antaño, adolece de una fe en la incorruptibilidad de la acción colectiva y de una sospecha injustificada del empuje individual. Los liberales deberían oponerse”.

Desigualdad

El problema con la conclusión de The Economist es que deja la grieta abierta porque no presenta una alternativa para solucionar lo que acepta “ha ido mal en las sociedades occidentales” desde que cayó la Unión Soviética. Los datos de concentración de riqueza desde la caída del socialismo soviético, tanto a nivel interno de cada país como a nivel global, son espeluznantes. 
El World Inequality Report 2018, elaborado por Thomas Piketty y sus colaboradores, luego de constatar que la desigualdad avanzó en todo el mundo desde principios de los años 1980, afirma que este aumento se verificó “a diferentes velocidades, lo que sugiere que las instituciones y las políticas son importantes para moldear la desigualdad”. Así, efectivamente, el acceso a servicios públicos como salud, educación y jubilación de forma gratuita y universal, ayudan a mitigar los impactos de la desigualdad. Así, afirma que el 1 por ciento más rico y el 50 por ciento más pobre registraron mayores ingresos entre 1980 y 2016, aunque los primeros tuvieron el doble de aumento del que recibieron los segundos. Mientras tanto, el 49 por ciento del medio quedó exprimido, sin ganancias significativas. 
En 2018, el informe de la OCDE sobre la creciente brecha en la distribución del ingreso presenta similar constatación: “la brecha entre ricos y pobres está en su punto más alto en 30 años, el 10 por ciento más rico gana 9,6 veces más que el 10 por ciento más pobre, en otras palabras: pocos ganan mucho y muchos ganan poco (…) La desigualdad ha alcanzado niveles altos y la situación se agrava cada vez más. En la década de 1980, el 10 por ciento más rico de la población de los países de la OCDE ganaba siete veces más que el 10 por ciento más pobre. Ahora gana cerca de 10 veces más”. También expresa claramente que “es importante que los gobiernos no duden en utilizar impuestos y transferencias para moderar las diferencias en ingresos y patrimonio”.

Tecnología

Paul Krugman, en su columna en el New York Times del 28/12/2018, “El caso de una economía mixta”, sostiene que si el socialismo histórico al estilo soviético fracasó, tanto en su modelo político autoritario, como en su ineficiente economía, no hay razones para despreciar la ampliación de la actuación del Estado en generación de ciertos bienes y servicios públicos. Escribió el ganador del premio Nobel: “De hecho, hay algunas áreas, como la educación, donde el sector público claramente se desempeña mejor en la mayoría de los casos, y otras, como la atención de la salud, en donde el argumento en favor de la empresa privada es muy débil. Juntos estos sectores, son bastante grandes. En otras palabras, aunque el comunismo fracasó, todavía hay un argumento bastante válido por una economía mixta, con un componente importante, aunque no mayoritario, de propiedad/control público en esta combinación. Rápidamente, por lo que sabemos sobre el desempeño económico, podría imaginarse manejando una economía bastante eficiente que solo es 2/3 capitalista, 1/3 de propiedad pública, es decir, en cierta manera socialista”.  
La impresión que surge es que lo que buscan las nuevas generaciones más simpáticas al “socialismo” es poder vislumbrar un futuro en un mundo donde el cambio tecnológico rompe rápidamente las relaciones laborales tradicionales y apuntan a la precariedad de los vínculos mercantiles heredadas de la gran industrialización que se extendió por todo el mundo entre el final del siglo XVIII y la segunda mitad del siglo XX. En particular, la nueva generación que llega a edad adulta no confía que los mercados podrán garantizar la cohesión social en un planeta con 10 mil millones de personas para el año 2050, bajo acuciantes problemas ambientales y la incapacidad de absorción de trabajadores que se van quedando excedentes por las nuevas tecnologías derivadas de la combinación de la propagación de la inteligencia artificial con la robótica. 
El mencionado informe de la OCDE afirma que “los jóvenes representan el grupo etario más afectado: 40 por ciento tienen empleos no estandarizados y cerca de la mitad de todos los trabajadores temporales son menores de 30 años de edad”. Empleos en los cuáles las condiciones laborales “suelen ser precarias e inadecuadas, y pueden entrampar a los trabajadores situados en la parte inferior de la escala. De los empleados con contratos temporales en un año determinado, menos de la mitad tenía contratos permanentes de tiempo completo tres años después”. Para peor, también sostiene que, en el largo plazo, la concentración de riqueza también perjudica la economía en general: “Cifras de la OCDE muestran que el aumento de la desigualdad observado entre 1985 y 2005 en 19 países pertenecientes a la Organización rebajó en 4,7 puntos porcentuales el crecimiento acumulado entre 1990 y 2010”. Así, retornando al análisis del The Economist, la cuestión no es simplemente la desigualdad en la distribución de riqueza. El problema es que la gran mayoría de la población mundial -incluido Estados Unidos- no consigue tener niveles mínimos de vida. 

De “izquierda” a “derecha”

A esto se suma otro problema que está presente en quienes manifiestan rechazo universal “a la izquierda”. Como The Economist expresa, el “socialismo millennial” es un grupo muy amplio y genérico. Como se sabe, en política la expresión “izquierda” surgió durante la ebullición de la Revolución Francesa porque en la Asamblea representativa que fue empujando la caída de la monarquía, los que incitaban por reformas más radicales se encontraban a la “izquierda” y los más conservadores del antiguo régimen, a la “derecha”. 
A partir de ahí se fue adoptando el uso “izquierda” y “derecha” universalmente para distinguir grupos políticos más radicales de los más conservadores y, por ende, también “el centro”. Pero en sí, “izquierda” y “derecha” no son proyectos o programas políticos. Además, su identificación depende del contexto histórico. Por ejemplo, Republicanismo o movimientos nacionales en el siglo XIX se identificaba con de “izquierda”. Actualmente, pocos los verían así. La gama de movimientos de “izquierda” en la historia es muy amplia y variada. 
El socialismo y el comunismo constituyen dos propuestas totalmente radicales de modificación del orden existente porque apuntan a terminar con él, es decir, con el capitalismo. El punto clave es que los medios de producción sean de propiedad colectiva y no más privada. La única “izquierda” socialista y/o comunista es la que propugna esa transformación.
Toda propuesta de sociedad es válida si ésta lo desea implementar. Pero si ese no es el caso, agrupar indistintamente como “izquierda” cualquier reclamo contra lo que The Economist encuentra que “está fuera de discusión”, incluyendo la constatación que “la desigualdad en Occidente se ha disparado en los últimos 40 años”, ¿significa que no hay más opción en el capitalismo que el neoliberal extremo? No es así, las demás “izquierdas” que proponen, por ejemplo, “atención universal de salud”, son disputas políticas dentro del sistema capitalista. La mayor parte de las personas que apuntan a ese tipo de transformaciones, lejos de ser anticapitalistas procuran poder ser parte de él teniendo acceso a niveles aceptables de consumo.  

Estado

Incluso, la actual liviandad irritativa de calificar de “izquierda” todo reclamo contra la creciente expulsión del acceso al consumo y mínimo nivel de calidad de vida por parte de la recalcitrante “derecha”, la está llevando a señalar despectivamente como de “izquierda” instituciones y arreglos sociales que han sido inventados por el capitalismo, precisamente, para sobrevivir a por su dinámica de concentrar riqueza y expulsar trabajadores: Estado regulador, leyes de protección laboral, seguridad social, jubilaciones, limitación de monopolios y oligopolios, control de trusts y cárteles, organizaciones sindicales.
 Nada de esto es invención de la “izquierda”, sino de la “derecha”. En su clásica obra La Gran Transformación, Karl Polanyi apuntaba al “doble movimiento” histórico del capitalismo, desde su inicio, que primero empuja por la “liberación de los mercados” y, después, avanza en sentido contrario, en el cual instaura un movimiento para proteger la sociedad de los efectos más nocivos de la sociedad de mercado. 
Keynes en el último capítulo de la Teoría General también constató esto: “Las fallas sobresalientes de la sociedad económica en la que vivimos son su incapacidad para garantizar el pleno empleo y su distribución arbitraria e inequitativa de la riqueza y los ingresos”. Keynes proponía resolver estas fallas por medio de políticas estatales, como tributación progresiva, protecciones sociales y limitaciones parciales a ciertas actividades (en especial, la renta y las bolsas financiera). Así sostiene: “creo que existe una justificación social y psicológica para las desigualdades significativas de ingresos y riqueza, pero no para las grandes disparidades que existen hoy en día. Existen actividades humanas valiosas que requieren el motivo de la creación de dinero y el entorno de la propiedad privada de la riqueza para su plena realización”.
Más allá de estos límites, Keynes considera que su teoría “es moderadamente conservadora en sus implicaciones. Porque “si bien indica la importancia vital de establecer ciertos controles centrales en asuntos que ahora se dejan principalmente a la iniciativa individual, hay amplios campos de actividad que no se ven afectados … no hay un caso obvio para un sistema de socialismo de Estado que abarque la mayor parte de la vida económica de la comunidad. No es la propiedad de los instrumentos de producción lo que es importante que el Estado asuma”.
Pero como expresara John K. Galbraith, “para mucha gente no hay mucha diferencia entre Keynes y un comunista”. Y para James Meadway, asesor de John McDonnell, el canciller en la sombra de Corbyn, según expone The Economist, “el keynesianismo no es suficiente” en medio de la brecha: el “socialismo millennial”.
* Profesores de la Universidad Federal de Río Grande del Sur, Brasil.
Fuente:Pagina/12

viernes, 15 de marzo de 2019

Falta de humanidad


El año electoral genera condiciones para empeorar el clima de agresiones emplazado en el país a partir la radicalización de las posiciones políticas, pero sobre todo por la instalación de una forma de acción política y comunicacional que hace de la agresión, de la violencia verbal y del uso indiscriminado de todos los recursos para lastimar, desprestigiar y vilipendiar a reales o presuntos adversarios.
Lo ocurrido en las últimas horas a partir de que Cristina Fernández de Kirchner anunciara vía redes sociales los motivos de su viaje a Cuba y la situación de salud de su hija Florencia son una muestra clara y evidente de la pérdida de sentido de lo humano que atraviesa a buena parte de la sociedad argentina actual. Los medios y las redes se poblaron de intrigas que desestiman los razones aportadas, descreen de los sentimientos y, sobre todo, emiten agresiones como dardos con la única intención de herir, de lastimar. Es parte de una metodología política que, lamentablemente, ya ni siquiera se pone en cuestión.
Todos los gestos, no importa cuales éstos sean, se miden bajo la única lógica de amigo-enemigo, cuyo único fin es la destrucción del adversario. Un objetivo para el cual todos los medios son válidos y ninguna razón o sentimiento de aquel o aquella a quien (por propia determinación) se ubica en la vereda contraria puede resultar creíble y, menos aún, plausible.  Lamentablemente ya no llama la atención la pertinacia y la violencia sin límite de los ataques que, desde las usinas del sistema de medios de comunicación y de las redes manejadas o funcionales al oficialismo, se lanzan de manera sistemática contra la ex presidenta. Es la metodología “duranbarbesca” acuñada por el oficialismo. Pero aunque no sorprenda es grave que nos acostumbremos a semejante vileza como si esto fuese normal no solo en la convivencia ciudadana sino, de manera mucho más elemental, como parte de la condición humana.
Para construir un futuro diferente es preciso rescatar el sentido de lo humano, pensar en el otro y en la otra, situarse en su lugar, no apenas por mera bondad sino asumiendo que la ciudadanía presupone solidaridad, más allá y a pesar de las diferencias, de los conflictos, de la diversidad de pareceres. El odio no alimenta el sentir ciudadano y destruye lo humano, que es base esencial de los derechos humanos por los que tantos hemos luchado los argentinos.
Seguramente para algunos, para algunas, lo anterior puede ser una expresión mojigata o santurrona en medio de tanta violencia simbólica. Es un riesgo que vale la pena correr para afirmar que solo rescatando el sentido profundo de lo humano se puede pensar en un futuro mejor para los argentinos y las argentinas. Porque, como bien lo señalaba  Martin Luther King “hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos”.
La intensidad del tiempo político que se avecina requiere, además de las propuestas y de las ideas, de una revisión ética  de las conductas y de la recuperación de los valores esenciales del ser humano.   
Fuente:Pagina/12

martes, 12 de marzo de 2019

El naufragio de la economía macrista

¡¡¡Hagan algo!!!

Mauricio Macri le tiene terror al impacto político de la suba del dólar. Por eso reacciona elevando todavía más las tasas de interés. Así aumenta la bola de nieve de la morosidad: la demora en el pago de deudas contraídas por las empresas y las familias creció un 72 por ciento.
Los indicadores de solvencia y liquidez del sistema financiero son potentes de acuerdo al último “Informe sobre Bancos” del BCRA. Las entidades están contabilizando ganancias crecientes montadas en una muy rentable bicicleta Leliq-plazos fijos, que de octubre pasado hasta el viernes último acumulan intereses devengados por poco más de 166 mil millones de pesos. La foto de la solvencia es a diciembre de 2018 con los últimos datos proporcionados por el Banco Central. La señal de alerta aparece cuando se analiza la evolución de la morosidad, no tanto por su nivel, que sigue siendo manejable en relación a otros momentos críticos de la economía argentina y en comparación regional, sino por la tendencia firme al alza durante al año pasado, que si no se revierte sería el inicio de una película con desenlace inquietante. De un año a otro, la mora del stock de los préstamos bancarios subió más de 70 por ciento. Dispararla tasa de interés de las Leliq hacia el 60 por ciento anual, como lo hizo anteayer el Banco Central, en otra muestra de miedo y desesperación por la amenaza de una nueva corrida cambiaria, acelera el ritmo de crecimiento de la morosidad de los créditos entregados a familias y empresas.
La recesión fulminante que está provocando quiebras de empresas, convocatorias de acreedores, pedidos de procedimiento preventivo de crisis de grandes firmas, cierre de locales comerciales, despidos y lluvia de suspensiones se reflejan en el sistema financiero con reducción del crédito privado y aumento de la morosidad. La conducción ortodoxa de Guido Sandleris en el Banco Central acentúa la debacle del sector privado con tasas de interés altísimas, que sube aún más ante cualquier acecho de corrida cambiaria. El uno-dos (devaluación-tasa de interés) en el rostro de las empresas es un demoledor knock-out.

Tendencia

El dato global muestra que la mora de las financiaciones al sector privado subió de 1,8 a 3,1 por ciento en un año, aumentando 72 por ciento. Es cierto que el indicador parte de un valor muy bajo y, ante un cambio de tendencia, la variación pasa a ser muy elevada, pero no deja de ser un llamado de atención en la evaluación del sistema. Ese 3,1 por ciento es el promedio de la región, que se ubica por encima de la morosidad bancaria de Chile, México y Uruguay, y apenas por debajo de Paraguay, Brasil y Perú.
Otra señal preocupante es que mes a mes, a partir del estallido cambiario de abril pasado, se fue incrementando la mora. En diciembre pasado aumentó 0,2 punto porcentual respecto al mes anterior. En las líneas crediticias a las personas (tarjeta de crédito, prendario, personal e hipotecario) el alza total fue de 2,9 a 4,0 por ciento en un año, mientras que la de las empresas fue de 1,0 a 2,4 por ciento en el mismo periodo.
La situación más crítica se registra en el sector de la construcción, con una muy fuerte suba de la mora de 1,9 a 5,9 por ciento de diciembre de 2017 al mismo mes de 2018. Este deterioro ha sido consecuencia de la caída de ventas en general y de la crisis de desarrolladoras en particular, como la de la firma Ribera De­sarrollos de Carlos De Narváez, que encaró el proyecto del complejo “Al Río” en Vicente López y que acumula una deuda de 200 a 300 millones de dólares. Ante la declaración de cesación de pagos se presentó en convocatoria de acreedores a principios de febrero dejando un tendal entre proveedores, inversores y bancos (Patagonia, HSBC, Hipotecario). También enfrenta una grave crisis financiera la desarrolladora TGLT, empresa que el año pasado compró la constructora Caputo, firma de Nicolás Caputo, hermano del alma del presidente Mauricio Macri. Convocó a sus acreedores de Obligaciones Negociables a reestructurar el cronograma de pago de los intereses de una deuda de 150 millones de dólares.
Otros dos sectores que registran un crecimiento importante de la morosidad crediticia son Comercio e Industria, al subir a 2,8 y a 2,7 por ciento desde 0,8 y 0,9 por ciento, respectivamente, de diciembre de 2017 al mismo mes del año pasado. 
La crisis es tan profunda que alcanza incluso a actividades que la política económica del macrismo favoreció, como a las del sector primario. Una de las principales empresas de alimentos del país, Molino Cañuelas, con el negocio integrado desde la materia prima hasta el producto final, acumula una deuda impaga de 1500 millones de dólares con los principales bancos del sistema. Por ahora es el default privado más importante, insolvencia que está generando una relación muy tensa entre Molinos Cañuelas y unas veinte entidades financieras acreedoras.

Bicicleta

El último informe de FIDE interpela en forma oportuna a la ortodoxia y a la heterodoxia conservadora que prometen una “causalidad virtuosa entre devaluación, reducción del salario y aumento de la rentabilidad como factores favorables para la inversión real”. La fallida experiencia macrista revela otra vez que ese sendero no tiene destino de prosperidad, sino de colisión. El reporte explica que ese camino “subestima el hecho de que el salario, además de ser un costo, es demanda, motivo por el cual la caída de la remuneración al trabajo reduce inevitablemente la demanda de bienes, en particular aquellos fundamentalmente destinados al mercado interno”.
El aumento de la morosidad bancaria es una consecuencia previsible de ese esquema económico que castiga producir y debilita el mercado interno para privilegiar la bicicleta financiera. Con tasas de las Leliq que el Banco Central nuevamente las colocó casi en el 60 por ciento anual, estar endeudado aproxima la posibilidad de la quiebra. 
El escenario complicado que registran los bancos en el rubro Créditos por el incremento de la morosidad está más que compensado con el negocio extraordinario que les regala Sandleris con las Leliq. El stock de esa deuda de cortísimo plazo (7 días) del Central ya alcanzó casi el billón de pesos, en un período muy breve, en apenas cinco meses. La consultora Ledesma calculó que los intereses devengados a favor de las entidades sumaron 166.296 millones de pesos, equivalente a casi 4400 millones de dólares, desde octubre, mes en que las Leliq empezaron a reemplazar a las Lebac como bomba financiera.
Mientras empresas vinculadas a la producción y al comercio están transitando una crisis de proporciones, la inmensa bicicleta financiera está entregando ganancias fabulosas a la especulación que ahora está concentrada solamente en manos de los bancos. Estos capturan recursos de plazos fijos a tasas que pequeños y grandes ahorristas consideran atractivas, para inmediatamente destinar esos fondos a comprar Leliq a tasas bastante más elevadas de las que pagan. El inmenso costo de esa intermediación la está pagando el Banco Central con el exclusivo objetivo de frenar otra megadevaluación, o por lo menos que no estalle antes de la elección presidencial, aspiración difícil de cumplir. 

Destrucción

El naufragio de la economía macrista no está dejando a salvo ni a grandes firmas de rubros diversos. La capacidad de destrucción de este nuevo experimento neoliberal está siendo impactante, tanto por la velocidad como por la intensidad. 
Hubo diferentes medidas que fueron encadenándose para provocar el actual descalabro general. La apertura importadora empezó a castigar a los eslabones más débiles de la cadena productiva. El deterioro del poder adquisitivo del salario y de las jubilaciones avanzó sobre el mercado interno haciendo crujir a varias actividades. El importante colchón social y económico que dejó el gobierno anterior (amplia cobertura previsional, extensa red de protección social y el ahorro de las clases medias) amortiguó en una primera etapa el shock inflacionario provocado por la primera megadevaluación de diciembre de 2015 y por los insensatos aumentos continuos de tarifas (luz, gas, agua, transporte y combustibles).
Ese margen de ingresos se fue agotando en esos meses hasta quedar sin resto, coincidiendo con la debacle cambiaria de abril pasado que derivó en otro desborde inflacionario y una corrida contra el peso que se mantiene. Aquí aparece el golpe final a la estructura productiva y comercial castigada por tarifazos y caída de ventas: la suba de la tasa de interés a niveles elevadísimos para tratar de amortiguar la velocidad de la corrida. Costos en alza, descenso en la facturación y aumento desproporcionado de la carga financiera es el actual combo devastador para las empresas.
El incremento en los incumplimientos de la deuda bancaria y la imposibilidad de cubrir cheques emitidos (la ola de documentos rechazados en el circuito comercial es cada vez más grande) constituyen el actual panorama económico. Situación que es agravada porque el gobierno de Macri carece de una estrategia para revertirla, siendo su único objetivo tratar de que la paridad cambiaria no se descontrole hasta octubre, cuando se desarrollará la primera vuelta de la elección presidencial. Tras ese objetivo, la medicina que aplica profundiza la crisis, porque la suba de la tasa de interés agudiza la asfixia financiera de las empresas. Lo que hoy parece ser manejable –el nivel de la mora bancaria– puede convertirse en un problema que termine por penetrar las fortalezas que entregan la cobertura de liquidez y el grado de solvencia del sistema. 

Abismo

La obsesión por mantener la tranquilidad cambiaria, hoy el único activo de la Alianza Cambiemos para pelear por la reelección de Macri, tiene como contracara la peor recesión desde la debacle de 2002, con el consiguiente incremento de la morosidad bancaria. La ultraortodoxia monetaria del Banco Central combinado con la reducción en términos reales del gasto público confirma que no existen muchas chances de un año expansivo, lo que agravará el cuadro recesivo y el ahogo financiero de las empresas.
El informe de FIDE destaca que uno de los datos más relevantes de estos meses es que la política económica ha derivado en un deterioro casi generalizado en la tasa de rentabilidad, incluyendo a grandes empresas. Uno de los casos más notorios es el de Molinos Río de la Plata. Si la empresa del grupo Pérez Companc, líder del sector, presentó días atrás un balance 2018 con una pérdida neta de 1703 millones de pesos, qué margen de sobrevivir le queda al resto de las firmas. 
Cada vez queda más claro que la política económica en el nuevo ciclo neoliberal liderado por Macri está limitando la expansión de la mayoría de las actividades productivas, con pocas excepciones, entre las que se destaca el complejo energético, integrado por corporaciones vinculadas directa o indirectamente con el macrismo.
Gran parte de las empresas no sólo empiezan a estar apretadas financieramente, sino que las tasas altas les impiden conseguir una soga para aliviar la situación. Los bancos prestan entonces cada vez menos, ya sea por prudencia o porque las empresas no se animan a endeudarse más. Este comportamiento se reflejó en el último “Informe sobre Bancos” del BCRA, con una disminución del 18 por ciento en términos reales en los préstamos en pesos al sector privado en 2018. El descuento de documentos, el leasing y los prendarios presentaron las mayores caídas interanuales, de 41, 32 y 27 por ciento, respectivamente. El año pasado, el saldo de préstamos totales (pesos más dólares) a las firmas acumuló una caída real de 6,1 por ciento. En el primer mes de este año, esa tendencia se mantuvo, con un retroceso de los préstamos en pesos de 3,7 por ciento en términos reales.
Es tal el grado de fragilidad de la economía macrista que la paridad cambiaria sube un par de puntos porcentuales y el gobierno se desespera, obligando al Banco Central a subir aún más la tasa de interés. O sea, ya sea por la devaluación, que provoca quebrantos por el endeudamiento en dólares, o por el alza de la tasa de interés, que incrementa la carga financiera y comercial en pesos, las empresas se acercan al abismo de la insolvencia.

lunes, 11 de marzo de 2019

Fracaso de una invasión imperialista

Resultado de imagen para venezuela contra el imperialismo

Por Modesto Guerrero - Periodista
10 de Marzo de 2019
Fuente:Tiempo Argebntino
El gobierno y los trabajadores de Venezuela debaten su destino entre un juego de fuerzas global protagonizado, por un lado, por Estados Unidos, China y Rusia (seguidos de cerca por la India, Irán y Sudáfrica), y del otro lado, una contrarrevolución instalada en la frontera de Colombia. Dentro de esa relación desquiciante, lo que resta de lo que una vez fue el proceso de la Revolución Bolivariana hace esfuerzos para sobrevivir o revivir, bajo el azote imperialista.
El gobierno de Maduro salió airoso de la prueba político-militar del 23 de enero al 23 de febrero, demostrando bastante inteligencia táctica para sobrevivir a un temporal de asedios múltiples: diplomático, político, de calle, periodístico, de redes sociales, financiero y económico de ahogo extremo y sobre todo militar por las dos fronteras que comparte con sendos gobiernos pro yanquis: Colombia y Brasil.
El resultado no se puede medir por lo que arrojó el enfrentamiento, como ocurrió en los anteriores escenarios de violencia callejera conocida como "las guarimbas". Esta vez no hubo enfrentamiento ni choque de fuerzas, excepto el día 22 de enero cuando un grupo del partido de Guaidó tomó dos cuarteles, mataron a varios soldados pero fueron derrotados, capturados y puestos a la orden de los tribunales militares.
El mes de tensión y asedio de enero a febrero de 2019, se define por una mayor gravedad y peligro: Venezuela estuvo a horas de ser invadida por fuerzas combinadas de Estados Unidos, Colombia, Brasil e Israel, con participación menor de grupos mercenarios del paramilitarismo residual financiado por el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, decenas de jóvenes venezolanos de Voluntad Popular (el partido de Leopoldo López y Juan Guaidó) que cruzaron la frontera, se apostaron bajo la protección de la Policía Nacional de Colombia y financiamiento externo para actuar desde Cúcuta, además de algunos sicarios expertos traídos desde Medio Oriente y una representación individual de los marines de las Fuerzas Armadas de EE UU, capturados por cámaras filmadoras.
No hay duda que el riesgo de guerra latió en la frontera por algunos días y horas. Pero no hubo enfrentamiento militar, ni siquiera con los casi 100 guarimberos de VP que cruzaron el puente de la frontera para armar las molotov e incendiar las gandolas de la operación invasora. El resultado fue el fracaso de la operación: eso es lo más parecido a una derrota.
El único enfrentamiento físico registrado ocurrió en un pueblito fronterizo, a pocos kilómetros de la pequeña ciudad de Ureña, en un poblado conocido como La Mulata, donde más de 300 paramilitares uribistas atacaron con armas de grueso calibre un puesto militar bolivariano y fueron repelidos y espantados por no más de 20 milicianos bien equipados bajo el mando militar de un suboficial. Esta acción de corte heroica fue una demostración de la capacidad técnico-militar bolivariana y la moral de combate de las milicias organizadas por el expresidente Chávez y mantenidas por el gobierno de Maduro y Diosdado Cabello. En ambas fronteras hubo incendio de gandolas y forcejeos, pero no una acción militar como la de La Mulata.
No se trata de una exquisitez lingüística. Podemos definirlo como derrota para quienes armaron, financiaron y organizaron la operación de “ayuda humanitaria” por ambas fronteras y el acto musical en Cúcuta. Pero no fue por el efecto de un choque de fuerzas, sino por su agotamiento y frustración: No pudieron entrar en acción y todo terminó en un rotundo fracaso cuándo y dónde lo intentaron. «

El fondo de la olla




Por Paula Canelo - Vicedirectora del Citra-Umet-Conicet

El escenario del discurso pronunciado por Macri en la apertura de sesiones, el #1M, nos mostró algunas claves centrales para entender el juego político actual. Allí pudimos ver a un presidente debilitado, arañando el fondo de la olla. 


Pero que, aun así, dio el mejor discurso que podía dar. Eligió el terreno desde donde habló, apuntaló la narrativa de Cambiemos y arengó a la tropa propia. Enfrente, una oposición que buscó confrontar en un escenario adverso, y que no tuvo una voz que pudiera ser oída. 

Ambos, oficialismo y oposición, se atrincheran en los terrenos que le resultan más cómodos: el oficialismo pone en juego narrativa, emociones y símbolos; la oposición, razón y realidad.
El ABC que suelen repetir los viejos manuales de consultoría política nos dicen que una de las cuestiones más importantes de una estrategia es definir el escenario donde se va a confrontar con el adversario. Es importante, dice ese ABC, elegir aquellos temas y circunstancias donde tenemos ventaja para confrontar. La cuestión parece simple: elegir los terrenos, temas y circunstancias favorables, y evitar los adversos.
El recinto del #1M fue un escenario, por supuesto, favorable para el oficialismo, dado que, entre otras cosas, la transmisión del acto estuvo en sus manos. Allí, Macri eligió los temas que le resultaron cómodos. No se salió del libreto que lo mantiene en pie desde diciembre de 2015, y aprovechó para apuntalar la narrativa originaria de Cambiemos. Esa que mezcla aspiración, meritocracia y oportunidades, que escenifica una lucha entre la verdad y la mentira, entre el sacrificio y el atajo, contra un enemigo multifacético que encarna los miedos más primarios de los argentinos. Habló del futuro y de la esperanza.
Esta narrativa originaria ha estado siempre más apoyada en símbolos y emociones que en "hechos" de la realidad concreta. Por eso ha sido caracterizada como "falsa", "mentirosa", como un mero producto del focus group y como instrumento de la manipulación. Pero por el momento, no tiene competidora o alternativa, ya que la oposición ha centrado su estrategia en esperar que la frustración socioeconómica generalizada se traduzca en sanción social contra el gobierno, y poco más.
Como resultado, a pocos meses de las elecciones presidenciales, no hay narrativa de futuro más tangible y más al alcance de la mano para el ciudadano promedio, que la que le ofrecen Macri y Cambiemos. Aunque esté tan, tan distanciada de la realidad. Aunque pida sacrificios irracionales. Aunque sea "mentira".

En el recinto, además, Macri arengó a la tropa, porque nunca hay que dar por sentado el apoyo de los propios. Habló de la construcción de "cimientos profundos", de la transformación "de problemas estructurales", de "pensar y vivir de una manera diferente". De que "esto es importante, es de verdad, y es para siempre", como si de votos matrimoniales se tratara. Habló de que no hay vuelta atrás. Del equipo, "la generación que decidió un cambio en serio". De la valentía. De "estar preparados y fuertes para enfrentar nuevas tormentas".

A su alrededor y en semicírculo, representantes de la oposición presentes. Limitados por el terreno desfavorable, donde los micrófonos cerrados no eran un dato menor. Aun así, parte de esta dirigencia experimentada ignoró el ABC e intentó confrontar. Gesticuló en abundancia, se mostró muy crítica de las "mentiras" del presidente. Pero de lo que la oposición dijo, nada se escuchó. El efecto final, aquello que el espectador pudo ver fue a una oposición sin voz.
Sin embargo, lo que sí se vio y se escuchó con mucha claridad fueron los fervorosos aplausos de pie de las coordinadas tropas de Cambiemos, cuando Macri habló, por ejemplo, de "hacer crujir estructuras viejas y oxidadas". El oficialismo buscó apropiarse de la emoción y para ello Macri sobreactuó su fervor y su convicción.
Y aunque en el fondo de la olla Macrit tampoco pudo encontrar ninguna habilidad escénica ni capacidades oratorias mejoradas, cosechó algunos momentos de impacto, que le fueron obsequiados por la oposición. Se lo escuchó y se lo vio claramente, por ejemplo, cuando respondió algunas críticas (inaudibles) "yo estoy acá por el voto de la gente". O cuando afirmó con impostada honorabilidad, "no saben lo que se siente con algo tan simple como el agua limpia", o "sus insultos no hablan de mí, hablan de ustedes".

La oposición insistió con contrastar el discurso de Macri con la realidad. Las principales críticas ex post fueron, una vez más, que el presidente "mintió", que "no tiene una propuesta económica alternativa", que "no tiene contacto con la realidad". ¿Es necesario recordar que desde hace más de tres años Macri y Cambiemos vienen prescindiendo del "contacto con la realidad"? ¿Forma parte de la estrategia insistir en que es necesario que hagan alguna autocrítica en ese plano? Porque, convengamos, no la harán.

Oficialismo y oposición cumplieron, así, con el ABC que recomienda asegurar el terreno propio, con resultados variados. Pero decidieron ignorar que a ese ABC le sigue otro, fundamental: el que nos dice que no hay que temer avanzar sobre el terreno del adversario.
Y aquí hay una gran diferencia entre ambos: Cambiemos no puede salir del terreno seguro que ha elegido, no puede contrastar su discurso con la realidad, no puede hablar de su pésima performance económica, ni de sus promesas incumplidas. Y lo sabe. Y por eso, aun arañando el fondo de la olla, se para firme en su terreno, habla de lo que quiere (y puede) hablar, se mantiene alejado de la realidad, y recrea hasta donde es posible y más la narrativa que sigue manteniéndolo vivo. Aun en el fondo del fondo, Cambiemos sigue siendo dueño del único relato que le habla de algún futuro a la sociedad argentina.

Por el contrario, la oposición sí puede (y debería) avanzar sobre el terreno del adversario. Esto supone construir un relato alternativo al de Cambiemos, arriesgarse fuera del terreno seguro del "tener razón”"y de la crítica económica.

Una narrativa que sea tan equidistante de Cambiemos como del pasado, porque es fundamental que en la misma se reconozca a la sociedad a la que le habla, sus necesidades y privaciones, pero también sus sueños.
Pero, evidentemente, la oposición ha decidido no hacerlo. O ha decidido esperar. Aunque sepa que, como sucede en política, nunca es posible estar seguros de lo que puede uno encontrarse en el fondo de una olla. «
Fuente:Pagina/12

miércoles, 6 de marzo de 2019

Recorrido por las instituciones estatales vinculadas al universo laboral


Sin ministerio
En una muestra transparente de la escasa importancia que el gobierno de Macri le asigna a la relación con el mundo del trabajo, la histórica cartera laboral fue eliminada. Iniciativas que afectaron derechos de trabajadores.
La primera dependencia estatal orientada a la política pública laboral en Argentina data de 1907 con la creación del Departamento Nacional del Trabajo, cuya misión era “recoger, coordinar y publicar todos los datos relativos al trabajo”. Eran los años posteriores a las primeras organizaciones obreras de ideologías socialista y anarquista, fundadas por inmigrantes y se esperaba que este departamento junto a la policía puedan contener las huelgas y el crecimiento de las organizaciones. En 1935 se crea la Junta Nacional para combatir la desocupación , cuyo objetivo era ejercer control sobre aquellos sectores sociales que se encontraban desempleados. Este organismo junto al Departamento Nacional del Trabajo eran las primeras instituciones estatales relacionadas con políticas de empleo. Entre fin de siglo y esos años se discutieron y aprobaron algunas leyes como la del descanso dominical, limitación de la jornada de trabajo, protección de la maternidad, prohibición de despido por causa de matrimonio. Todas leyes que no se cumplían por la discrecionalidad con que las patronales imponían sus intereses ante un Estado que no intervenía frente a estos hechos.
Esa neutralidad estatal comienza a revertirse en 1943 cuando el Departamento Nacional del Trabajo pasa a convertirse en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Fue un cambio importante en la intensidad de la intervención estatal y se profundiza con la creación del Ministerio de Trabajo en 1949 durante el primer gobierno de Juan Perón. La actividad de la Secretaria primero y del Ministerio luego fue importante para materializar las medidas del gobierno y encausar los conflictos laborales dentro de un marco legal, y conquistar derechos en beneficio de los trabajadores. 
La creación de esas instituciones desde el Estado demuestra la concepción acerca del trabajo como ordenador e integrador social, y de ahí la necesidad de generar diagnósticos para proyectar y tomar decisiones de política pública. Por otro lado, su articulación con los trabajadores y sus organizaciones fue importante para las posibles conquistas en cuestión de derechos laborales. 
Durante el gobierno de Arturo Illia se instaló otra importante institución de la política pública laboral: el Salario Mínimo Vital y Móvil. La medición de la desocupación se institucionaliza en 1963, transformada en un programa de relevamiento periódico por el Consejo Nacional de Desarrollo, en articulación con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. La iniciativa buscaba generar estadísticas para el conocimiento de los indicadores laborales y sociales y, de esta forma, poder formular políticas. 
En 1966 asume el gobierno de facto de Onganía y crea el Ministerio de Economía y Trabajo, rebajando al área de las relaciones laborales al rango de Secretaría, situación que se extiende hasta 1971, cuando vuelve a ser Ministerio.
En 2018 y en medio de una fuerte crisis especulativa con caída del empleo y del salario, se define una medida similar. La reducción de jerarquía de Ministerio a Secretaría de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, junto con similar proceder del titular del Poder Ejecutivo Nacional con relación al Ministerio de Ciencia y Tecnología; y al de Salud, no son un simple cambio administrativo, sino que son la reducción de derechos para la mayoría de la población en los aspectos económicos, sociales y culturales. 
En el caso de la eliminación del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social se demuestra la poca importancia que el trabajo como integrador social y generador de dignidad tiene para el gobierno de Macri. Se puede afirmar que la gestión del Ministerio a cargo de Jorge Triaca (h) ha sido muy diferente de lo que se puede esperar de la cartera laboral. En ese sentido, algunos hitos de la gestión fueron:
1. En mayo de 2016, el Ministerio acordó con Mc Donald’s incorporar a 5000 jóvenes con un salario por debajo del Salario Mínimo Vital y Móvil. La empresas queda exento de pagar cargas sociales y además recibe 1000 pesos de subsidio por cada joven empleado. Dicho acuerdo fue anulado por la Justicia que lo consideró violatorio de la Constitución Nacional y del derecho internacional.
2. En el mismo año, el ministro Triaca presentó el proyecto conocido con el nombre de “Empleo joven” que proponía incorporar jóvenes de entre 18 y 24 años al mercado laboral eximiendo a los empleadores de realizar el respectivo aporte al sistema de seguridad social.
3. A comienzos de 2017, el Ministerio de Trabajo no homologó la paritaria bancaria que definió un aumento compensatorio de la inflación. Frente a esta situación, la Cámara Nacional de Apelaciones de Trabajo interviene validando la negociación paritaria y considerando arbitraria la actuación del Poder Ejecutivo, porque de esa manera “está violando el derecho de los trabajadores a tener paritarias”. La respuesta fue la reacción del entonces ministro Triaca (h) que le inicio juicio político a los camaristas intervinientes: Enrique Arias Gilbert y Graciela Marino.
4. En ese mismo año, por iniciativa del Ministerio se sancionó la Ley de Riesgos de Trabajo, que estableció que los trabajadores antes de iniciar un juicio deben pasar por las comisiones médicas de las ART. El único espíritu fue disminuir la cantidad de juicios.
5. Desde diciembre de 2015 hasta la reciente disolución del Ministerio se llevaron a cabo groseros ataques a la autonomía y libertad sindical (intervención de sindicatos, quitas arbitrarias de personería,  imposición de multas y sanciones improcedentes, conciliaciones obligatorias en perjuicio de los trabajadores). Además, ha mantenido un rol pasivo frente a miles de suspensiones y despidos.
Los hechos mencionados son sólo algunos en más de 30 meses de gestión, pero dan cuenta de un Ministerio de Trabajo para generar políticas que afectan a la parte más débil de la relación laboral, fomentando la baja de salarios y la precarización laboral. De todos modos, el camino adecuado no debería ser su degradación, sino el cumplimiento con el rol asignado de protección a los trabajadores y sus organizaciones de acuerdo a lo establecido en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional y ampliado por el art. 75, inc. 22, en el año 1994, con la plena sujeción al conjunto de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos.
* Docente de la UBA y de la Universidad Nacional de Quilmes.
Fuente:Pagina/12