El investigador francés André Lamarche explica en diálogo exclusivo con
Cash la transformación del trabajo que opera a escala internacional con
las nuevas plataformas tecnológicas y la flexibilización laboral que
trae implícita. También analiza las reformas del mundo del trabajo que
avanzan en la Argentina de Macri y la Francia de Macron.
“Para lograr flexibilidad en el trabajo es
necesario formar al obrero y confiar en él para que pueda adaptarse a
distintos clientes y a diferentes tecnologías. Eso es justamente lo
opuesto a la flexibilidad en el empleo, que es lo que las reformas
laborales normalmente buscan aplicar. La flexibilidad en el empleo
implica denigrar el status del trabajador, hacerlo más líquido para
poder despedirlo de un día para el otro”, explica André Lamarche,
investigador francés que se desempeña como profesor asociado en Economía
en la Universidad Paris-Diderot Paris 7 y especialista en economía
sostenible, economía social y local y responsabilidad social empresaria.
En diálogo con Cash, Lamarche advierte que la evasión fiscal, los
costos sociales y ambientales deberían contabilizarse en la ecuación de
eficiencia de las grandes empresas, lo cual mejoraría la posición
relativa de los emprendimientos de la economía social. También analiza
la reforma laboral del gobierno francés de Emmanuel Macron.
Hay una nueva oleada de reformas laborales ancladas
discursivamente en el desarrollo de las nuevas tecnologías. ¿Cómo
analiza este fenómeno?
–Uno
de los mayores desafíos hoy en día es la destrucción del empleo tal
como lo conocemos. Si bien en Francia y en buena parte de la economía
occidental la norma del sector asalariado sigue siendo muy
estructurante, cada vez hay mayor cantidad de gamas no salariales. El
último que me enteré consiste en la organización de los deliverys a
través de las plataformas digitales. Se está hablando de “uberización”
para describir este nuevo tipo de trabajo. El gobierno francés acaba de
publicar un documento en donde dice acompañar la uberización de la
función pública. Esto implica que los servicios públicos no se
realizarían por funcionarios sino por personas que a partir de su
actividad independiente podrían participar de este tipo de actividades.
En la Francia de Macron la independencia de los individuos es un
elemento simbólico central.
El gobierno argentino también hace mucho énfasis en las
virtudes del emprendedurismo y de la lógica individual de progreso (o
fracaso).
–En este punto hace falta hacer una aclaración. Por un lado están los
trabajadores autónomos. Ellos no están conducidos por el exterior sino
que tienen fuerza por sí mismos. Distinto es el caso de los trabajadores
independientes, aquellos que están solos frente al mercado. Por eso es
tan relevante la acción de los colectivos de personas que desarrollan
formas de economía de solidaridad y permiten pasar de la independencia a
la autonomía.
¿La “uberización” es una manifestación de los cambios
tecnológicos o un avance del capital para incrementar la flexibilización
laboral?
–Hay una cuestión tecnológica importante, porque ahora existen
plataformas que vinculan a una multitud de utilizadores. Sin dudas hay
una dimensión tecnológica muy fuerte. Pero estas plataformas no son nada
si no hay fuertes transformaciones institucionales y legales. Por
ejemplo, los taxistas conforman una organización que tiene definido cómo
ingresar, la calificación, el precio. El poder público tiene que
aflojar esas restricciones organizacionales e impulsar la desregulación
para que avance Uber. Con el proceso de Uber a veces nos hacen creer que
es algo puramente tecnológico, pero tiene un fuerte componente de
desregulación neoliberal. Hay una búsqueda de reformar el poder del
mercado, que es el poder del capital, contra el poder del trabajo.
¿La uberización amenaza con avanzar en otros sectores que hasta ahora se rigieron bajo la lógica del salario?
–Sí, la tendencia de este proceso es la expansión hacia otros
ámbitos. Tal vez el día de mañana suceda con las enfermeras en un
hospital o con los profesores universitarios, que se transformarían en
“emprendedores”. Hay una transformación de lo que es una empresa. Hasta
ahora, la empresa ha sido una unidad con trabajo, capital y un aparato
de transformación, una gran construcción social. Y esta lógica de Uber
es una gran reconstrucción a partir de una empresa que es un
intermediario entre trabajadores autónomos.
Muchas veces se plantea que esta nueva lógica de organización del trabajo es algo ineludible, es “hacia donde va el mundo”.
–La intermediación digital seguramente sea algo muy poderoso. Pero la
forma social que adquiere se define socialmente por reglas y normas, es
decir se regula. Esa afirmación acerca de lo “inevitable” tiene un
componente ideológico muy importante que implica aceptar las nuevas
formas de empleo.
¿Cuál es su posición acerca de la reforma laboral en Francia?
–El gobierno anterior había planteado una reforma que tuvo mucha
oposición, con movilizaciones de protesta. Sin embargo, la actual
administración liderada por Macron decidió ir mucho más allá porque
aplicó los cambios jurídicos a través del sistema de ordenanzas, lo cual
esquiva la discusión en Diputados. La lógica de la reforma es que los
derechos del trabajo quedan supeditados a la escala de la empresa, ya
que el argumento del Gobierno es que “el diálogo en la empresa es lo más
importante”. En situaciones de crisis el obrero sabe que no se puede
quedar sin trabajo porque las opciones se reducen notablemente. Es muy
difícil llamar a eso un “diálogo”. La reforma da mucho más poder a los
patrones y a las empresas en la escala local. También limita las
indemnizaciones y restringe el poder de los tribunales del trabajo.
Uno de los argumentos de estas reformas es que las nuevas tecnologías requieren mayor grado de flexibilidad.
–Yo no veo cómo puede aumentar el compromiso profesional de los
trabajadores y la movilización de las competencias si se desvaloriza el
trabajo. Hay que diferenciar entre la flexibilidad del trabajo y del
empleo. Para lograr flexibilidad en el trabajo es necesario formar al
obrero y confiar en él para que pueda adaptarse a distintos clientes y
diferentes tecnologías. Eso es justamente lo opuesto a la flexibilidad
en el empleo, que es lo que estas reformas quieren aplicar. La
flexibilidad en el empleo implica denigrar el status del trabajador,
hacerlo más líquido para poder despedirlo de un día para el otro. El
error es que prevalece la flexibilidad del empleo y no en cuanto a la
adaptación de los trabajadores.
Fuente Pagina/12