viernes, 30 de octubre de 2020

“El ‘emprendedurismo’ le da glamur a la precariedad”: Boaventura de Sousa Santos

 

“El ‘emprendedurismo’ le da glamur a la precariedad”: Boaventura de Sousa Santos 
Sousa Santos ha escrito sobre globalización, sociología del derecho, epistemología, democracia y derechos humanos. Foto: Pilar Mejía/ARCADIA.

Hablamos con el sociólogo portugués, asesor de la Comisión de la Verdad, sobre la tensión entre la cultura de mercado y la cultura como resistencia.

2019-10-29

por Andrés Páramo Izquierdo*

Este artículo forma parte de la edición 168 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista

Boaventura de Sousa Santos (Coímbra, Portugal, 1940) ha dedicado buena parte de su vida a analizar las dinámicas, los conflictos y las cotidianidades del llamado sur global. Su vasta obra, que hoy se lee en facultades de todo el mundo, denuncia las hegemonías (el colonialismo, el neoliberalismo, el patriarcado) y propone modelos teóricos y epistemológicos para entenderlas críticamente y superarlas.

Los términos para categorizar el entorno le fluyen a Boaventura de Sousa: “línea abisal”, por ejemplo, es una expresión que usa en esta entrevista y que se refiere a un límite invisible que separa a los humanos, aquellos que vivimos en la civilización, de los “subhumanos”, las personas útiles al capitalismo contemporáneo que habitan en las márgenes bajo condiciones de explotación. En otras palabras, se trata de una línea que vuelve irrelevante e invisible a una porción gigantesca de personas que habitan nuestras sociedades. Ausentes útiles.

El portugués estuvo de paso por Bogotá luego de una inmersión en Buenaventura junto con la Comisión de la Verdad, y habló con ARCADIA sobre la cultura como resistencia, sobre la promesa de futuro que hay en el hip hop y el grafiti, sobre la precariedad del emprendurismo, y sobre paz.

¿Cómo terminamos en esto de capitalizar la cultura?

El capitalismo tiene una urgencia de someter a la lógica del mercado todo lo que existe en la vida. En El capital, Marx analiza las dificultades que eventualmente tendría el capitalismo para conquistar la propiedad y el uso de la tierra. Obviamente lo logró. Lo que tenemos hoy en este continente es una voracidad insaciable por cosas mucho más amplias que la tierra agrícola: el capitalismo va por los recursos naturales, los acuíferos y los minerales. El capitalismo terminó tomándose la tierra. Y en Colombia estamos asistiendo al despojo de las tierras de campesinos, indígenas y comunidades afrocolombianas. Hoy regresé de Buenaventura y te digo que nunca había visto tanto despojo, tanta miseria. Vi un capitalismo que convirtió a este territorio en lo que llamo “una zona de sacrificio”.

¿Y eso cómo se relaciona con el tema de la cultura?

Es un contexto. Te lo digo porque la tierra era lo que para Marx representaba lo más difícil de la entrada del capitalismo. Marx ni siquiera mencionó a la cultura. O bueno, la mencionó aquí y allá, pero nunca como centro. La idea de “cultura” pertenecía a un ramo de actividad de las sociedades contemporáneas que no era susceptible de ser sometida a la lógica del capital. Podría estar al servicio, sí, a través de conceptos como la ideología, construida culturalmente por las élites para reproducir el sistema, pero nunca como blanco central. Sin embargo, sucedió también. El capitalismo no solo superó las dificultades para dominar el uso de la tierra, sino que se fue por todo: es muy complicado hoy sostener una distinción entre economía y cultura.

¿Cuál fue el principio de todo eso?

La cultura era el no mercado por excelencia. Era un privilegio de las élites que les permitía ejercer una actividad más limpia que la de los negocios. En el siglo XIX había dos lados: el claro, el de la alta cultura, y el oscuro, que era el capitalismo salvaje. Luego el capitalismo, sobre todo el neoliberalismo de los ochenta, logró dominar todo. Y lo hizo sutilmente, poniendo sobre la mesa un tipo de mercado distinto que apareció a través de competencias entre artistas, premios y eventos. Todos estos sucesos fingieron mejorar la cultura aparentando estar por fuera de la ley de mercado.

Sin embargo, obviamente hay una dimensión no mercantilizada de la cultura que sobrevivió; una cultura resistente, en los márgenes, que es la que yo trabajo. Pero en el entretanto, la distinción entre alta cultura y cultura popular empezó a difundirse por medio de la llamada cultura de masas, que fue la entrada plena del capitalismo. Al principio ni siquiera parecía un tema central de la ganancia capitalista. Pero eso cambió: hoy las “industrias culturales”, que hace treinta años eran un oxímoron, están plenamente presentes en nuestra realidad.

¿Cómo?

Hubo varios mecanismos de entrada. Entraron, primero, por las ciudades, en donde se buscaba la innovación cultural para que las metrópolis se volvieran más atractivas, para hacerlas una especie de marca. Y ante esa necesidad, la industria cultural se masificó. Ya no hay un festival por ciudad, sino muchos en todas partes, con el mismo modelo, en un mercado de oferta y demanda estándar, homogeneizante.

Por otro lado, tienes la educación. Hoy hay cursos bien pagados en universidades de todo el mundo, generalmente de maestría o doctorado, para graduarte en gestión cultural. Ese es el instalamiento pleno del capitalismo en la cultura. Y a mi juicio, esa entrada del capitalismo ha generado dos tipos de artistas. Por un lado, los que venden sus productos, junto con su alma, y producen exclusivamente lo que se compra. Y, por el otro, los que venden sus productos, pero no su alma. Los que venden su alma son mercado. No considero lo que hacen arte. Cuando el capitalismo entra plenamente en el artista, la obra se vuelve de acomodación, de adaptación. Y deja de ser inquietante.

¿Un gobierno por qué querría meter la mano en eso?

Para instalar una dominación por vía de la hegemonía. Esa es una manera de crear un sentido común del arte y la cultura; una manera de lograr que no existan creaciones insurgentes, inquietantes, que critiquen a esta sociedad. El presidente Iván Duque está totalmente equivocado con lo de la economía naranja. Tenemos que ver los problemas que hay en La Guajira, en Buenaventura, y saber que allí se produce arte también. Un arte incómodo, que resiste, pero que no se ve ni se aprecia. Esto de la economía naranja es un intento hegemónico por despolitizar la producción artística y montar un espectáculo de masas. Tienes que tener circo, cultura industrializada, entretenimiento masivo y redes sociales. La industrialización de la cultura es otro modo de domesticar a las poblaciones y de producir ausencias de manera masiva. Y con esa cultura industrializada se ocultan realidades. La violencia no se ve y, por ende, la producción cultural que se deriva de ella, del otro lado de la “línea abisal” –como las mujeres de Buenaventura que pintan cuadros inspirados en las experiencias reales de las “casas de pique”– tampoco. Esa ausencia es necesaria para el capitalismo y para los gobiernos.

Hábleme de esa otra cultura, la que está en los márgenes.

La cultura va por dos vías: la de la acomodación y la de la resistencia. Con la entrada del capital, la segunda tiene dificultades para desarrollarse plenamente y debe provenir de los márgenes. En un lado de la “línea abisal” tenemos lo que críticos, opinadores y revistas han constituido como el canon. Y esto fue creado para servir a la sociedad metropolitana. Yo estoy centrado en la otra, en la producción cultural de los pueblos que están excluidos, que están al otro lado de la línea. Los artistas emergentes son los que vienen de zonas coloniales, poblaciones afros, indígenas, mujeres explotadas, que poco a poco logran entrar en la cultura por la vía, por ejemplo, del hip hop. La cultura de resistencia hoy está en esas manifestaciones. Si tú miras cuáles eran las corrientes musicales de resistencia en contra de las dictaduras de los años setenta, descubres a Mercedes Sosa o a Víctor Jara. La resistencia hoy está en los raperos. La fuerza de la rabia, de la insurgencia a una sociedad colonialista, machista, racista e injusta viene de artistas que le dan a todo eso una expresión de arte. Los grafiteros, por ejemplo, con sus murales. Ellos incluso empiezan a ser visibles, transitando la línea, expresándose y dándose a conocer del otro lado. Yo no puedo hablar de la cultura industrial sin hablar de los que están por fuera de ella. Para mí, son ellos quienes producen la verdadera cultura del futuro. Son quienes le dan dignidad a la resistencia. Cuando se habla de industrias culturales, se habla de un universo total, y la realidad no es esa.

En el mundo de la cultura hay una idea de que, como el artista hace lo que le gusta, se aguanta que el mercado esté precarizado. ¿Cómo ve esto?

Se creó la precariedad del emprendedurismo. Ahí no hay autonomía, sino “autoesclavitud”. Lo que intenta hoy el sistema es que tú seas esclavo de ti mismo. Eso no es ser autónomo. Para serlo, es necesario tener condiciones, y eso se da o porque uno es rico, como Schopenhauer, o porque uno tiene una vida de “zona liberada”, sin familia ni obligaciones complicadas. El emprendedurismo, en cambio, le da un toque de glamur a la precariedad. Hay casos en que ser esclavo de uno mismo se ve exacerbado, como las personas que deben tener una belleza prototípica en sus cuerpos porque lo venden todos los días. Y hay otros en que tienes que estar haciendo proyectos de otros, para otros, y finalmente tú no decides nada sobre tu obra. Los artistas del siglo XIX decidían qué hacer. Hoy no.

Tomémonos un espacio para hablar de la Comisión de la Verdad.

Te respondo de forma global: todo el proceso de paz en Colombia está en peligro. No hay voluntad política para llevarlo a cabo. Es un proyecto incumplido. Cada vez que vengo a Colombia pienso que estamos regresando a los años noventa. O peor: antes había paz en tiempos de guerra, ahora hay guerra en tiempos de paz con el asesinato de líderes sociales en todo el territorio, además de asesinatos de exguerrilleros. Por otra parte, nos encontramos en una descaracterización del acuerdo por una vía que es típica del neoliberalismo: no hay un ataque directo a las instituciones, sino uno envuelto en la austeridad económica. Es decir, el Gobierno reduce la plata: no hay dinero para la Comisión, ni para la jep, ni para la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Ni para escoltas. Ni para exguerrilleros. Por una vía de, llamémosle austericidio, se está desangrando el proceso de paz. Por eso creo que hay que defender las instituciones que trabajan por la paz. Hay gente muy buena trabajando, y hay que rodearla. Soy miembro extranjero del consejo asesor de la Comisión, a sabiendas de que hay una voluntad política en contra de ella. Hay, por ejemplo, un actor muy importante en contra del que casi no se habla: Estados Unidos y su influencia. El acuerdo fue importante para Estados Unidos por ser una paz neoliberal, no democrática. Me explico: Estados Unidos veía el acuerdo como un proyecto para sacar a la insurgencia de los territorios y permitir la entrada de multinacionales. Lo que no previeron es que los líderes sociales y las comunidades campesinas e indígenas no eran payasos al servicio de la insurgencia. Era gente, ni siquiera de izquierda; personas que querían defender su territorio. Tampoco previeron el fortalecimiento del narcotráfico, que siempre trae violencia consigo. La sumatoria de ambas cosas dio lugar al desinterés de Estados Unidos en la paz democrática, que implica cambios estructurales.

¿Usted es pesimista?

Yo sigo con esperanza. Soy un optimista trágico. Trabajo con los movimientos y no puedo darles la espalda dejando de ser optimista. Pero soy trágico porque conozco las dificultades. Hay mucha gente decidida a que la verdad sea encontrada, pero hay mucha gente que no. Tres grupos, principalmente: los que quieren la entrada de las multinacionales al campo; los grupos que le tienen miedo a la verdad porque son responsables de mucha violencia (algunos, miembros del Estado); y Estados Unidos, porque, como dije, no le interesa, y porque puede perder un aliado grande: las fuerzas armadas de este país, que es estratégico en su interés sobre Venezuela. Sin embargo, defiendo desesperadamente la esperanza.

martes, 27 de octubre de 2020

Nestor Kirchner 10 años

 A 8 años del fallecimiento de Néstor Kirchner, el recuerdo su familia y  allegados políticos | Filo News

Cristina Kirchner: diez años sin él y a un año del triunfo electoral

 

Las tres conclusiones de Cristina Fernández de Kirchner a un año del triunfo electoral del Frente de Todos.

Como todos y todas saben, no concurro a actividades públicas u homenajes que tengan que ver con aquel 27 de octubre. Tal vez sea un mecanismo inconsciente de no aceptación ante lo irreversible. No sé… Ya saben que la psicología no es mi fuerte. Pero además resulta que mañana también se cumple un año del triunfo electoral del Frente de Todos. ¿Qué increíble, no? Que la elección presidencial en la que volvimos a ganar haya coincidido justo con el 27 de octubre. Licencias que se toma la historia.

Cuando Néstor asumió la presidencia en el 2003, el país había sufrido, dos años antes, una crisis sin precedentes hasta ese momento. Todavía recuerdo aquella magnífica entrevista que Torcuato Di Tella le hiciera y que se publicó como libro bajo el título “Después del derrumbe”. Perfecta metáfora. El 10 de diciembre de 2019 a la Argentina otra vez la habían derrumbado, pero nadie esperaba, ni siquiera podía imaginar, lo que iba a venir apenas unos meses después.

El freno a la economía y la incertidumbre generalizada sobre que va a pasar con nuestra vida son agobiantes. No esta explicado en ningún libro ni hay teoría que lo resuelva. No hay soluciones. Es permanente ensayo y error. O mejor dicho: brote, contagio y volver otra vez para atrás. Aquí y en todas partes. Así y todo el tiempo. Sin embargo, aún en este marco de incertidumbre por la pandemia global y a casi un año de gobierno, sí podemos llegar a algunas certezas, al menos en el campo de la política.

Primera certeza

Durante mucho tiempo se sostuvo que uno de los problemas centrales durante mis dos mandatos como presidenta eran las formas: “no escucha”, “es confrontativa”, “no dialoga”, “no habla con los periodistas, “no responde preguntas”. Aún recuerdo un programa de televisión que armó un “coro de periodistas” que gritaban “queremos preguntar”. Por supuesto, nunca creí que ese fuera el problema. Como dice Máximo y conté en Sinceramente: “¿Y vos que creías? ¿Qué lo de las AFJP, las retenciones, YPF, paritarias libres y juicios de lesa humanidad eran gratis?”.

Sin embargo, no pocos dirigentes en el peronismo pensaban que efectivamente el problema eran las formas y no el fondo. Es más, muchos también le agregaban las cadenas nacionales y las características de mi retórica (por decirlo de un modo elegante). Y la verdad es que ese fue también uno de los motivos que culminó en mi decisión del 18 de mayo de 2019. Es que en política no solamente es lo que uno cree, sino lo que ve e interpreta el conjunto. Y resultaba esencial la construcción de un gran frente político y social que permitiera ganar las elecciones presidenciales con la convicción de que un nuevo mandato del macrismo arrasaría definitivamente con la posibilidad de un modelo de desarrollo argentino con inclusión social y razonable autonomía.

El 10 de diciembre de 2019 asumió como presidente de todos los argentinos y todas las argentinas Alberto Fernández. Fue Jefe de Gabinete durante toda la gestión de Néstor y durante los primeros meses de mi primer mandato. Luego la historia es conocida por todos y todas: se fue del gobierno y se convirtió en un duro crítico de mi gestión. Justo es decirlo, no fue el único. Sin embargo, la experiencia macrista en el gobierno y la relación de fuerzas que surgió en el peronismo luego de las elecciones parlamentarias del 2017, nos impuso la responsabilidad histórica, a quienes expresábamos la voluntad popular, de generar las condiciones para que el 10 de diciembre de 2019 alumbrara un nuevo Gobierno.

Sus características personales y su experiencia política al lado de Néstor, signadas por el diálogo con distintos sectores, por la búsqueda de consensos, por su íntimo y auténtico compromiso con el Estado de Derecho -tan vulnerado durante el macrismo-, su contacto permanente con los medios de comunicación cualquiera fuera la orientación de los mismos y finalmente su articulación con todos y cada uno de los sectores del peronismo que, dividido, nos había llevado a la derrota electoral; determinaron que junto a mí, como vicepresidenta, encabezara la fórmula del Frente de Todos que triunfó en las elecciones del 27 de Octubre, hace exactamente un año.

Así, en diciembre del año pasado asumimos después de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri y nos encontramos otra vez con un nuevo derrumbe. Cuatro años en los que se volvió a endeudar al país a límites insostenibles, con el retorno del FMI a la Argentina que le sumó a la deuda de los privados 44 mil millones de dólares más. Cuatro años de tarifazos impagables en los servicios públicos, cierre masivo de PyMES, pérdida del salario y jubilaciones, etc, etc, etc. Todo ello resultado de aplicar las políticas públicas que los factores de poder económico y mediático reclamaron durante los 12 años y medio de nuestros gobiernos y que se comprobó, luego de Macri, sólo conducen al desastre generalizado. Pero lo peor estaba por venir: en los primeros meses del 2020 devino un hecho inédito, impensado e inimaginable. Ni siquiera fue un cisne negro, sino una pandemia incontrolable que no tendrá cauce -como lo comprobamos a diario en todo el planeta- hasta el surgimiento de una vacuna o de un tratamiento.

En este marco de derrumbe macrista más pandemia, quienes idearon, impulsaron y apoyaron aquellas políticas, hoy maltratan a un Presidente que, más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o desaciertos, no tiene ninguno de los “defectos” que me atribuían y que según no pocos, eran los problemas centrales de mi gestión. El punto culmine de ese maltrato permanente y sistemático, se produjo hace pocos días en un famoso encuentro empresario autodenominado como lugar de ideas, en el que mientras el Presidente de la Nación hacía uso de la palabra, los empresarios concurrentes lo agredían en simultáneo y le reprochaban, entre otras cosas, lo mucho que hablaba.

Primera certeza: Castigan al Presidente como si tuviera las mismas formas que tanto me criticaron durante años. A esta altura ya resulta inocultable que, en realidad, el problema nunca fueron las formas. En realidad, lo que no aceptan es que el peronismo volvió al gobierno y que la apuesta política y mediática de un gobierno de empresarios con Mauricio Macri a la cabeza, fracasó. Es notable, sobre todo en el empresariado argentino, el prejuicio antiperonista. Notable y además inentendible si uno mira los resultados de los balances de esas empresas durante la gestión de los gobiernos peronistas o kirchneristas -como más les guste-. Este prejuicio no encuentra explicación ni desde la política, ni desde la economía, y a esta altura me permito decir que ni siquiera desde la psicología… aunque ya les advertí que de eso no sé. Pero no quedan dudas que esta actitud incomprensible ha sido y es una de las dificultades más grandes para encauzar definitivamente a la Argentina.

Segunda certeza

Como se han quedado sin la excusa de las formas, tuvieron que pasar a un segundo guión: “Alberto no gobierna”, “la que decide todo es Cristina”, “rencorosa” y “vengativa”, que sólo quiere solucionar sus “problemas judiciales”.

Debo reconocer que son poco creativos. El relato del “Presidente títere” lo utilizaron con Néstor respecto de Duhalde, conmigo respecto de Néstor y, ahora, con Alberto respecto de mí. Después de haber desempeñado la primera magistratura durante 2 períodos consecutivos y de haber acompañado a Néstor durante los 4 años y medio de su presidencia, si algo tengo claro es que el sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios. Es el que fija las políticas públicas. Podrá gustarte o no quien esté en la Casa Rosada. Puede ser Menem, De La Rúa, Duhalde o Kirchner. Pero no es fácticamente posible que prime la opinión de cualquier otra persona que no sea la del Presidente a la hora de las decisiones.

En cuanto a lo de “rencorosa” y “vengativa”. A nosotros nunca nos movió el rencor ni la venganza. Al contrario, la responsabilidad histórica y el deber político para con el pueblo y la Patria guiaron todas y cada una de nuestras decisiones y acciones. No hay demostración más cabal de ello que haber decidido con el volumen de nuestra representación popular, resignar la primera magistratura para construir un frente político con quienes no sólo criticaron duramente nuestros años de gestión sino que hasta prometieron cárcel a los kirchneristas en actos públicos o escribieron y publicaron libros en mi contra. Deberán esforzarse mucho para encontrar en la historia argentina ejemplos similares.

Por último, eso de que “sólo quiere solucionar sus problemas judiciales” (SIC), a esta altura ya resulta inaceptable. Lo único que queremos es el correcto funcionamiento de las instituciones y que se garantice la aplicación de la Constitución Nacional y la ley a todos y todas por igual, sin doble vara ni privilegios. Resulta insoslayable señalar que utilizan el eufemismo “problemas judiciales” para ocultar lo que hicieron en Argentina y en la región con el Estado de Derecho: se lo llevaron puesto para proscribir a los líderes populares. Con la articulación de sectores del Poder Judicial, los medios de comunicación hegemónicos y distintas agencias del Estado, durante el gobierno macrista se perpetró una persecución sin precedentes contra mi persona, mi familia y contra muchos dirigentes de nuestro espacio político. De ello hoy dan cuenta las escandalosas revelaciones y el hallazgo de pruebas a la luz del día, acerca de las conductas de periodistas, fiscales, jueces, agentes de inteligencia, dirigentes políticos y hasta del mismísimo Presidente Macri involucrado personalmente en los mecanismos de espionaje, extorsión y persecución.

Sin ir más lejos, miren Bolivia. Nada menos que la OEA dirigió un Golpe de Estado diciendo que había habido fraude en las elecciones presidenciales del año pasado. El resultado de las recientes elecciones en ese país hermano, me eximen de mayores comentarios. Y después dicen que el Lawfare no existe.

Segunda certeza: en la Argentina el que decide es el Presidente. Puede gustarte o no lo que decida, pero el que decide es él. Que nadie te quiera convencer de lo contrario. Si alguien intentara hacerlo, preguntale que intereses lo o la mueven.

Tercera certeza

Cuando terminé mi gestión el 10 de diciembre de 2015 la Argentina estaba desendeudada, el FMI al que le debíamos desde el año 1957 era sólo un recuerdo de los mayores de 21 años, los pagos de la deuda reestrcturada en el 2005 y en el 2010 se llevaban a cabo con normalidad y sin recurrir a nuevo endeudamiento y el perfil de vencimientos para los años subsiguientes era más que sostenible. La desocupación era del 5,9%, los salarios y las jubilaciones -tomadas en dólares- eran las más altas de América Latina y la cobertura previsional había superado con creces el 90% de la población. La inflación, medida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no superaba el 25% anual.

Sin embargo, la restricción externa -léase: escasez de dólares o excesiva demanda de dicha moneda; según como se mire- que apareció luego de haber soportado 6 corridas cambiarias -la última durante el año 2011, en el que fui electa por segunda vez consecutiva Presidenta de la Nación- motivó la regulación cambiaria que los medios hegemónicos bautizaron “cepo”. Dicha regulación establecía un tope para la compra de dólares para ahorro que era de USD 2500 por mes. Si, tal como se lee: USD 2500 por mes. Si la analizamos con perspectiva, la restricción no sólo era razonable, sino que daba cuenta del nivel del poder adquisitivo de ciertos salarios de la época. Muchos compraban dólares y muchos compraban el tope mensual. ¿Quién podría hoy acceder a esos USD 2500 para ahorrar mes a mes? Casi nadie. Sin embargo, por haber establecido dicha restricción cambiaria, nuestro gobierno fue atacado día a día por los medios hegemónicos. Un ataque sistemático que hasta incluyó movilizaciones convocadas por la oposición política y fogoneadas por aquellos mismos medios.

Así las cosas, el 10 de diciembre de 2015 asumió Mauricio Macri como Presidente de la Nación. De allí en adelante, las políticas de la República Argentina giraron 180 grados y se inauguró una gestión de gobierno conducida por empresarios que receptó en sus políticas públicas todas y cada una de las demandas de los distintos factores de poder económico de la Argentina, incluido su alineamiento acrítico en materia de política exterior. Apenas asumió liberó la cuenta capital, eliminó la regulación cambiaria -levantó el “cepo”- y decidió la apertura indiscriminada de importaciones dando inicio al período de endeudamiento más vertiginoso del que se tenga memoria y que culminó con un inédito préstamo para los argentinos y para el mismísimo FMI de 44 mil millones de dólares, destinado a financiar la campaña electoral para la reelección de Mauricio Macri como presidente.

Macri terminó su gobierno con una deuda impagable, con el FMI instalado otra vez en nuestro país, con una desocupación rondando los dos dígitos, con salarios y jubilaciones por el piso, con tarifas dolarizadas e impagables y con una inflación muy superior al 50%. Sin embargo, a pesar de los miles de millones de dólares ingresados al país como deuda, Macri tuvo que reestablecer el denominado “cepo” cambiario pero con una restricción mucho mayor: sólo podían comprarse para ahorro USD 200 por mes -menos del 10% de aquellos tan cuestionados USD 2500-. Después de cuatro años, el gobierno de los empresarios y de la derecha argentina, disparó al infinito el problema de la restricción externa, al endeudar a la Argentina como nunca nadie lo había hecho antes.

Hoy, luego del derrumbe macrista y en plena pandemia, y pese a no tener obligaciones de pago en moneda extranjera en lo inmediato gracias a la reestructuración de deuda llevada a cabo por el Gobierno, con superávit comercial y mayor nivel de reservas en el BCRA que cuando terminó mi gestión, continuamos con la restricción externa de esa moneda -o faltan dólares o hay demasiada demanda- a la que se suma una más que evidente extorsión devaluatoria.

Es que la Argentina es el único país con una economía bimonetaria: se utiliza el peso argentino que el país emite para las transacciones cotidianas y el dólar estadounidense que el país -obviamente- no emite, como moneda de ahorro y para determinadas transacciones como las que tienen lugar en el mercado inmobiliario. ¿Alguien puede pensar seriamente que la economía de un país pueda funcionar con normalidad de esa manera?

El problema de la economía bimonetaria no es ideológico. No es de izquierda ni de derecha. Ni siquiera del centro. Y no hay prueba más objetiva de esto que la alternancia de modelos políticos y económicos opuestos que se operó el 10 de diciembre de 2015. Todos los gobiernos nos hemos topado con él. Unos intentamos gestionarlo con responsabilidad, desendeudando al país en un marco de inclusión social y desarrollo industrial. Otros de orientación inversa -como el de Mauricio Macri- siempre han “chocado la calesita” con endeudamiento y fuga. Pero lo cierto es que ese funcionamiento bimonetario es un problema estructural de la economía argentina.

Tampoco es una cuestión de clase: los dólares los compran tanto trabajadores para ahorrar o para hacer una diferencia que mejore el salario, como empresarios para pagar las importaciones necesarias para hacer funcionar su empresa, para ahorrar y también, bueno es decirlo, para fugar formando activos financieros en el exterior, siendo esta última actitud una de las que más han contribuido a las crisis cíclicas de la Argentina.

Tampoco es producto de las experiencias hiperinflacionarias de la Argentina. Circula en redes un pequeño video de un reconocido humorista ya fallecido, sobre la pasión nacional por el dólar. El video data de 1962: Arturo Illia no había asumido como Presidente y Raúl Alfonsín estaría todavía de pantalones cortos en Chascomús. La coartada de la “hiper” para explicar el problema es también insuficiente. Basta recordar a Perón Presidente en la década del ’50 preguntando: “¿Alguien vio alguna vez un dólar?”

Tercera certeza: la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías. Por eso, el problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla.

En este 27 de octubre, quiero agradecer a todos y cada uno de los argentinos y las argentinas, las muestras de reconocimiento, cariño y amor hacia quien fuera mi compañero de vida.

Y especialmente a Alberto, tanto por la decisión de repatriar la figura de bronce de Néstor que alguna vez emplazamos en la sede de la UNASUR en Quito, allí en la exacta mitad del mundo, como la de su nuevo emplazamiento en el hall del Centro Cultural Kirchner. Sinceramente, es una caricia al alma.

Néstor amaba ese lugar. Cuando lo recorrimos juntos el 24 de mayo del 2010 en el marco de los festejos del Bicentenario para inaugurar la primera parte de la obra que culminaría en el centro cultural más grande de Latinoamérica, me comentó que a ese lugar su padre -a quien adoraba- lo llevaba cada vez que venía a Buenos Aires. Es que el abuelo de mis hijos era empleado del Correo, llegando a ser su tesorero allá en Santa Cruz. Néstor me contó que le enseñaba con orgullo la grandiosidad del lugar, como si fuera suyo, una característica de los empleados del Correo Argentino… Orgullo de pertenecer. Mientras me contaba se le vidriaban los ojos, como cada vez que se acordaba de su padre. Sí, definitivamente es un buen lugar para él.

El caso Etchevehere: movilización en apoyo al Proyecto Artigas

 

"Venimos a decir que Dolores no está sola"

 

Como contracara del banderazo del domingo, denunciaron que la familia que hoy está en litigio sucesorio le robó 70 hectáreas y el aljibe a la vecina escuela agrotécnica.
Imagen: Télam

Desde Santa Elena

Organizaciones sociales de diversas localidades de Entre Ríos y de la región realizaron un acto de apoyo al Proyecto Artigas, en la entrada de la Escuela Agrotécnica N°151, vecina de la tranquera de acceso que sigue bloqueada por los Etchevehere varones. El objetivo era demostrar que lo que ocurre campo adentro de Casa Nueva tiene su sostén también del lado de afuera. Mientras tanto, se suceden amenazas de distinta índole: propietarios de aviones de fumigación agraria se están convocando para un sobrevuelo sobre el campo de Casa Nueva como “abrazo simbólico en repudio a la violación de la propiedad privada". "De salir airoso este experimento del Plan Artigas de la CTEP, por delirante restitucion histórica, el país arderá trágicamente en llamas", alertó la Sociedad Rural de Concordia. 

La contracara del banderazo del domingo, organizado por quienes bloquean el ingreso, ocurrió este lunes a pocos metros del campamento ruralista, cuando por la tarde se manifestaron unas doscientas personas integrantes de agrupaciones del campo popular. Por la tarde, la caravana de vehículos llegó hasta el borde del cordón formado por un centenar de efectivos de la Policía de Entre Ríos.

“Apoyo al Proyecto Artigas”, “¡Fuera Etcheveheres corruptos! Machos patoteros”, se leía en los carteles. También: “Feminismo para sembrar” y “Dolores no estás sola ante la violencia económica y patriarcal". En el acto en medio de los pastizales hablaron vecinos del pueblo, integrantes de agrupaciones sindicales y políticas, se intentó escuchar la voz de Dolores Etchevehere y se leyó un comunicado formal.

Desde el ingreso al campo, custodiados por varias decenas de policías de la división abigeato, los ruralistas siguieron la actividad desde el acampe que tiene epicentro en un gran camión que bloquea el paso.


Que la dignidad se haga costumbre

Los oradores comenzaron sobre la ruta, de forma improvisada, y enseguida el acto se transformó en asamblea que, para no interrumpir el tránsito del acceso a Santa Elena, continuó en la banquina, frente al arco de ingreso a la escuela rural.

“Estoy emocionado, acá se está expresando el pueblo de Entre Ríos que quiere empezar a cambiar la historia. Acá se expresan distintas organizaciones, vecinos, campesinos, estudiantes a los que les sacaron la escuela. Acá venimos a decir que hay una forma de producir alimentos sin venenos que no mate a los pibes, que de acá se van al Garraham de Buenos Aires. Venimos a decir que eso basta. Esto dejó de ser un acto y pasó a ser una verdadera asamblea”, expresó Víctor, integrante del Movimiento de Trabajadores Excluidos.

Fabián Casals, profesor de dibujo técnico en la escuela rural, sostenía un cartel que exigía “Devolución inmediata de las hectáreas de la Escuela Agrotécnica E.E.A.T. N°151. Por una educación pública de calidad. Ya las escrituras”. El docente autoconvocado afirmó que los Etchevehere le hurtaron 70 hectáreas y el aljibe a la institución: “Lamentablemente se cortó la torta por la parte más grande y se la repartieron. Los chicos, la educación pública, perdieron una cantidad de hectáreas productivas. También levantamos la voz para que paren las fumigaciones que llegaban a cinco o seis metros, pero no hubo forma, porque el poder que tienen nos pasa por encima a todos, sobre todo a los que vienen a estudiar a esta escuela”, aseguró. 

"Aplaudo el Proyecto Artigas, pero le pido a la señora Dolores que incluya gente de Santa Elena, porque esas tierras fueron de nuestros abuelos, muchos de ellos murieron de tristeza”, agregó el docente. Una mujer de la localidad, Alicia Dolores Mauri, que trabaja en el frigorífico (Santa Elena Alimenta), apoyó esa tesis: “Necesitamos trabajo, necesitamos que nos incluyan. Vamos a apoyar, vamos a hacer una campaña para juntar alimentos, porque nos preocupa esa gente que tienen sitiada como en la época de los indios. ¿Quiénes se creen que son?”, preguntó.

“No está sola, Dolores no está sola”, cantó la concurrencia, alzando los brazos y saludando en dirección a los cinco vehículos estacionados debajo de un árbol, a mitad de camino entre la ruta y el casco de la estancia, desde donde Dolores observaba el acto solidario junto a algunos de quienes la acompañan en la casa. Debe haber sido el momento en que más cerca estuvo de sus hermanos en todo este tiempo, ya que a Juan Diego y a Sebastián se los vio entre los tractores de la entrada. Allí, al igual que en la concentración artiguista, había señoras, peones y dirigentes con las banderas de Argentina y de Entre Ríos.

Ante la imposibilidad de acercarse y tomar la palabra, Dolores optó por mandar un audio que fue difundido poco a poco entre la gente del acto. “Compañeros, compañeras, lo primero que quiero decirles es gracias. Hace once años que vengo peleando sola por esta causa y hoy me encuentro compartiendo esta lucha junto a un pueblo que también busca verdad, justicia y reparación. Cuando decimos que queremos llegar a la verdad no se trata solo de lo que yo sufrí, se trata de develar el entramado oculto de poder que opera acá en Entre Ríos; y estoy segura que también en muchos otros pueblos, con otros apellidos y otras complicidades políticas y judiciales, pero siempre a base de violencia y corrupción”, les dijo. 

“Gracias a todos y a todas las mujeres que me expresaron su apoyo, junto a ustedes aprendí el significado de la palabra compañero, compañera, sigamos construyendo este proyecto, no nos dejemos intimidar, hasta que la dignidad se haga costumbre”, concluyó.

El comunicado de apoyo, entre otras cosas, sostenía: “La Patria son, también, las familias humildes, campesinas y obreras, la maestra, el gurí y la gurisa de guardapolvo blanco en medio de la fumigación, Fabián Tomassi y su lucha, la resistencia charrúa, afro, chaná y guaraní, la juventud comprometida en política, en sindicatos, en organizaciones ambientales, la fuerza del feminismo y tantos rostros anónimos que hacen inmensamente potente nuestra amada Entre Ríos”.

Para el final, quienes habían viajado tantos kilómetros para formar parte de esta manifestación a cielo abierto caminaron algunos pasos más hacia el cordón policial, cantando el himno nacional. Cerca de las siete, cuando la mayoría de los vehículos había desconcentrado, una camioneta de la Unión de Trabajadores de la Tierra logró llevar, previa consulta de la policía a los fiscales, mercadería agroecológica hasta la entradaentrada del campo. A través de un pasamano por sobre la cadena gris de los Etchevehere entró la acelga, el tomate y la rúcula que crecieron en tierras sin venenos de Villaguay, Diamante, Strobel, Spasenkuter y Crespo, y que llegaron hasta Santa Elena para abastecer a quienes sostienen el Proyecto Artigas desde adentro de Casa Nueva.


Casa de brujas

En la localidad de María Grande, distrito de Paraná, el docente Mauricio Castaldo denunció ataques y hostigamiento por haber apoyado públicamente al Proyecto Artigas. Castaldo alojó en la sede gremial a un grupo que viajaba hacia el campo; luego, él mismo estuvo en Santa Elena y se fotografió con Dolores Etchevehere, y por eso ahora sufre la persecución de sectores que apoyan a los ruralistas.

La Sociedad Rural de Concordia, por su parte, dijo ver “con profunda preocupación la inacción por parte del gobierno provincial ante la injerencia de funcionarios nacionales en la justicia provincial, máxime cuando defienden a la parte acusada de cometer un delito”. Y alertaron: "De salir airoso este experimento del Plan Artigas de la CTEP, por delirante restitucion histórica, el país arderá trágicamente en llamas". 

En su cuenta de Twitter, el gobernador Gustavo Bordet expresó el domingo por la noche que “en Entre Ríos las instituciones democráticas y el Estado de Derecho están plenamente vigentes. Y en ese marco la propiedad privada. Por eso debemos ajustarnos a derecho y respetar las decisiones del Poder Judicial”. Agregó que “convertir un conflicto familiar hereditario en un acto político y partidario no es la vía para llegar a una solución. Forzar los hechos y atemorizar a la población con miedos infundados en torno a la pérdida de sus derechos tampoco es el camino para la convivencia democrática”.

Por otro lado, aviones de fumigación agraria se están convocando para un sobrevuelo sobre el campo de Casa Nueva como “abrazo simbólico en repudio a la violación de la propiedad privada y a los atropellos institucionales por parte del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner”. La singular acción de protesta tendrá lugar el miércoles 28 al mediodía

Chile renace

Imagen: AFP

En octubre de 1988, un histórico plebiscito le ponía punto final a los días de Pinochet en el Palacio de La Moneda. Pero tuvieron que pasar otros 32 octubres para que el pueblo chileno pudiera tumbar su pesada herencia, la Constitución de 1980 que encorsetó la democracia y determinó un sistema político amoldado a los dueños de todas las cosas. Este domingo, un aluvión de votos en otro emblemático plebiscito logró desmontar los amarres de la dictadura para echar a andar un proceso constituyente, en la primera gran conquista de las multitudes que irrumpieron en las calles en otro octubre, el de 2019. Una inmensa bandera desplegada en los festejos sintetiza el espíritu de época: “Borrar tu legado será nuestro legado”.

Además del arrollador triunfo del “Apruebo” con más del 78% a la pregunta “¿Quiere usted una nueva Constitución?”, una gran mayoría eligió con un porcentaje similar que el órgano que la redacte sea una Convención Constitucional, o sea conformada 100% por constituyentes electos, y no una “Mixta” que contemplaba un 50% de actuales legisladores. La alta participación, aun en pandemia y con voto voluntario, ratifica la crisis de legitimidad que atraviesa la clase política y significa la peor derrota de la historia para la derecha chilena.

Cada Constitución es hija de su tiempo. Y el tiempo actual está marcado por la idea fuerza del “Chile despertó”, por la rabia acumulada que detonó el estallido social y puso en jaque al statu quo, por esa rebelión popular contra todas las injusticias que forzó al gobierno de Piñera -y a una oposición también cuestionada- a conceder este plebiscito. Chile vive un período de carácter transicional, que conjuga una esencia destituyente del orden actual y una impronta constituyente de un nuevo pacto social de rasgos por ahora inciertos.

La Constitución de 1980 tiene una ilegitimidad de origen. Se impuso a sangre y fuego durante la dictadura y está inspirada en un pensamiento de matriz totalitaria. Su misión fue implantar un modelo neoliberal que privatizó y mercantilizó prácticamente todo, incluso el agua, reduciendo el rol del Estado sólo a un papel subsidiario del mercado que dio vía libre al desenfrenado lucro empresarial.

En el ocaso de la dictadura, las fuerzas políticas sellaron el “pacto de transición”, que le permitió al pinochetismo sobrevivir y seguir siendo parte de la identidad política de la derecha. La Concertación le cedió el poder de veto a las demandas ciudadanas manteniendo la norma de la necesaria mayoría de 2/3 en el Congreso para aprobar leyes, lo que bloqueó cualquier reforma estructural.

Si bien la Constitución pinochetista sufrió decenas de reformas y cambios cosméticos, nunca se modificó su columna vertebral, quedaron intactos los pilares fundamentales sobre los que se cimienta el marco jurídico que hizo de Chile uno de los países más desiguales y represivos del mundo. Por eso el grito-consigna que sonaba en las protestas: “Y va a caer, y va a caer, la Constitución de Pinochet”.

De regreso a octubre

Finalmente la Constitución de Pinochet cayó. Y con ella, tambalea todo el sistema político y la doctrina neoliberal que rigió la inconclusa transición a la democracia. La hoja de ruta indica que las y los 155 miembros de la Convención Constitucional serán electos el 11 de abril de 2021, junto a las elecciones regionales (dato interesante: la Convención tendrá una composición paritaria, gran logro del movimiento feminista). Luego tendrán entre nueve meses y un año para redactarla y, en el medio, nada menos que las presidenciales en noviembre.

Un torbellino de acontecimientos políticos en los que la composición de la Convención Constitucional será clave para determinar su grado transformador. Parida de un acuerdo “por arriba”, la elección de sus integrantes seguirá ajustada a la Ley de Partidos vigente que favorece a las fuerzas tradicionales, que traccionarán a que el proceso cambie algo para que nada cambie. ¿Cuál será el peso y la incidencia del progresismo hoy encarnado en el Frente Amplio y el Partido Comunista? ¿Se podrá dar el ingreso en la política institucional de nuevos actores con arraigo en las organizaciones populares, el feminismo, el sindicalismo y la resistencia mapuche, que canalicen las demandas del estallido social? ¿Estará representado ese entramado social que copó las calles y hoy se expresa en las asambleas barriales? ¿Tendrá voz el piberío que inició y protagonizó la revuelta?

Más que un punto de llegada, la nueva Constitución será un punto de partida, un paraguas, un marco legal que abone un terreno con mejores condiciones. Un paso necesario pero insuficiente que tendrá en la movilización el complemento necesario para presionar las transformaciones largamente postergadas.

El plebiscito del domingo cierra un largo ciclo iniciado con el plebiscito de 1988. La campaña del “NO” a Pinochet tenía un célebre spot de campaña que cantaba “Chile, la alegría ya viene”. La alegría nunca llegó, pero poco más de tres décadas después asoma la esperanzadora sensación de que lo viejo está muriendo y lo nuevo va dando sus primeros pasos. El ingenio popular lo resumió en una sola palabra, la que se veía gigantesca proyectada sobre un edificio frente a la Plaza de la Dignidad en los festejos del domingo: “Renace”.

 Gerardo Szalkowic es editor de NODAL. Autor del libro “América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista”. Conduce el programa radial “Al sur del Río Bravo”.

martes, 13 de octubre de 2020

¿Cuáles son los delirios de los libertarios?

 

Radiografía a la secta del terraplanismo económico 

Es el grupo de choque más agresivo y reaccionario del neoliberalismo. La vanguardia patotera del capital concentrado. Militan por la dictadura del empresariado y tienen como enemigo principal al Estado. Han proliferado en los últimos años gracias a Internet y las redes sociales. 
El rechazo al debate intelectual de los libertarios los termina de acercar al terraplanismo y a los movimientos antivacunas. 
El rechazo al debate intelectual de los libertarios los termina de acercar al terraplanismo y a los movimientos antivacunas.  

Una secta recorre la Argentina y es la del terraplanismo económico: los libertarios. Un grupo que ha proliferado y ganado visibilidad en los últimos años pero que hasta ahora poco se ha investigado y que parece funcionar como el grupo de choque más agresivo y reaccionario del neoliberalismo.

Con una imagen cercana a las vanguardias y que parece cuestionar al status quo vigente, que suma una pose rebelde y anti política, cercana al espíritu punk, vociferan para reivindicar lo que llaman el anarcocapitalismo: un mercado total, que nadie lo pueda regir y en el que el Estado se desvanezca. Pero que en los hechos terminan por representar la doctrina del liberalismo autoritario.

Lejos de la rebeldía, lo que suelen reclamar es disciplina, orden y que el empresariado lo rija todo, deviniendo en los hechos la vanguardia patotera del capital concentrado, a los cuales son totalmente funcionales. Ya que el gran empresariado y los multimillonarios nunca se ven cuestionados en sus discursos, sino incluso reivindicados.

Como la clásica derecha tiene un fuerte olor a rancio y está desprestigiada, por su identificación con los programas antipopulares, los ajustes y el endeudamiento, ahora aparece revestida de nuevas formas y, sobre todo, expresada por sectores de la juventud.

Enemigo

Si el marxismo históricamente promovió la dictadura del proletariado, los libertarios en cambio militan por la dictadura del empresariado, en la cual se pueda despedir y explotar trabajadores sin límite alguno y en la que todo esté privatizado.

Su enemigo principal es el Estado, al que consideran opresor por fijar normas y regulaciones o garantizar derechos, y detestan los impuestos, especialmente los progresivos, como Bienes Personales, Ganancias y a la herencia, a los que consideran confiscatorios.

Han proliferado en los últimos años gracias a Internet y las redes sociales, donde el anonimato y la lógica de odio que a veces existe allí, les permite plantear consignas e ideas que antes no era posibles, corriendo el sentido común y extremando los reclamos, diciendo lo que antes no estaba políticamente permitido decir.

Su alta intensidad en redes sociales contrasta con el bajo volumen político que representan, ya que en las últimas elecciones su principal candidato quedó atrás del voto en blanco. Una señal de que se manifiestan mucho, alentados por el odio interno que los mueve, pero también que sus economistas están sobrerrepresentados en los medios e Internet.

La composición sociológica que tienen parece estar definida. En su gran mayoría son jóvenes sub-30, casi todos hombres. Las mujeres son muy pocas y no suelen tener rol alguno. Salvo las mamás de muchos de ellos cuando los acompañan a algunos eventos.

El discurso económico además de violento es sumamente simplista, ya que en él nunca aparecen problemáticas como el subdesarrollo, la restricción externa, las mejoras sociales, los desequilibrios productivos típicos de un país sudamericano o qué hacer con respecto a la deuda externa. Suponen que mágicamente estas cuestiones se resuelven achicando el Estado o dejando de emitir.

Intolerancia 

En el discurso libertario ya no se observan ni siquiera los restos del viejo sujeto liberal progresista, sino un individuo reaccionario, en el cual el microfascismo, la prepotencia y el narcisismo devienen centrales. Y en toda desviación a sus premisas pasa a ser identificada como estatismo, una dictadura y “un camino a ser Venezuela”.

Su propio lema “no me pises” (dont treat on me) y su símbolo (una víbora atacando) lo dice todo: se sienten oprimidos por el Estado (que supuestamente los pisotea) y por eso sienten que deban atacar, justificando su agresividad.

Cuestionan y les molestan los avances de los derechos sociales y políticos de otros grupos, lo cual es llamativo porque se oponen flagrantemente a la idea de ampliar las libertades y derechos individuales que tanto reclaman.

En el fondo les molesta cualquier forma de colectivismo (el feminismo, los movimientos sociales, los sindicatos, los derechos humanos) pues sienten que los subyugan y les “roban su libertad”. Con lo que queda claro que, a diferencia de otros movimientos autoritarios, no reivindican un sujeto colectivo detrás de sí (como la nación, la etnia, una religión o una cultura) sino simplemente la potestad irrestricta del individuo por sobre todo.

De esta manera nociones como la igualdad, la solidaridad o la preocupación por el prójimo están totalmente ausentes en sus lógicas, considerando que toda forma de integración social debe hacerse únicamente por medio del mercado. Así, suponen que alguien es pobre porque no le gusta trabajar o porque es oprimido por el Estado que lo coarta.

Agresión

De corte antiintelectual, no les interesa el debate o enriquecerse con otras perspectivas teóricas, sino simplemente agredir. Incluso, el rechazo al debate intelectual los termina de acercar al más duro terraplanismo, los movimientos antivacunas o protestar contra el 5G. Por eso no sorprende que algunos de sus enemigos centrales sean el Conicet o las universidades públicas, pero pretendiendo, a la vez, que sus ideas reaccionarias se enmascaren en un aire academicista.

Detestan lo que llaman “ideología de género”, al Che Guevara, y su planteo se entremezcla culturalmente con el negacionismo del genocidio de la última dictadura militar. Cualquier práctica que se desvíe de sus premisas es caracterizada como “comunismo”. El insulto preferido es “zurdo empobrecedor” o “liberprogres” aunque algunas veces pueden gritar “keynesiano de mierda”.

La apuesta libertaria por augurar el desastre, vender apocalipsis y meter miedo permanentemente termina por fragilizar las subjetividades y volverlas más vulnerables. Y así, al sentirse indefensas, hace que muchos sectores de la población sean propensas a salidas autoritarias al estilo Bolsonaro o Trump, ya que el miedo es un gran disciplinador social. Además, termina convirtiendo a la clásica derecha liberal como la de Larreta o Macri en simples moderados frente a este extremismo.

El espíritu reaccionario en términos económicos se traduce no sólo en recuperar ideas monetaristas y que han terminado en fracasos catastróficos en la historia del país bajo gobiernos liberales (tales como la experiencia de Martínez de Hoz, la convertibilidad o las Lebacs de Sturzenegger), sino que suelen abogar por destruir al Banco Central, e incluso por volver a un régimen monetario del siglo XIX como el patrón-oro.

Doble vara

Dicen que se oponen a todo estatismo pues militan el ajuste y detestan las regulaciones. Pero a la vez dicen que deben garantizarse los derechos de propiedad, las reglas de juego, que se pague la deuda externa y reclaman castigo y punitivismo. Es decir, en el fondo quieren un Estado fuerte pero solo al servicio de garantizar los derechos al gran empresariado.

Suelen amenazar con que van a dejar el país, paradójicamente, convirtiéndose en lo que más detestan: en inmigrantes y extranjeros, que van a “robar” trabajo a otros países.

Cuando compran divisas por un canal no autorizado hablan de “dólar libre” pero si los sectores vulnerables ofrecen productos en la calle dicen “venta ilegal”. Plantean que en los “países serios no es joda evadir”, pero si aquí la AFIP ejerce controles hablan de “persecución” y “ahogo”. Reclaman contra la toma de tierras en los barrios humildes pero si el Estado reclama por las tierras usurpadas por countries y barrios privados, hablan de “guerra contra los ricos”.

En línea con el macrismo, reivindican la meritocracia, la cual increíblemente es propiciada por herederos millonarios, mientras que a la par se aponen a la educación estatal y a las universidades públicas, precisamente, que son herramientas excelentes para el progreso social y la movilidad ascendente vía el esfuerzo. 

Personajes

Las fuentes intelectuales de los libertarios los pinta de cuerpo entero. Recuperan a los padres de la escuela austríaca de economía, como Von Mises y Von Hayek, dos personas que se la pasaron hablando contra la improductividad pero que eran dos aristócratas que vivían de rentas.  Otra referencia intelectual es el monetarismo de la escuela de Chicago, en la cual sobresalía Milton Friedman, que fue asesor del dictador Pinochet.

Aunque sus representantes locales no se quedan atrás en hipocresía. José Luis Espert, el candidato a presidente por los libertarios en las elecciones pasadas, increíblemente financió casi el 100 por ciento de su campaña con fondos estatales. Diego Giacomini cobra un sueldo como empleado público en la UBA, donde dicta un curso.

O inlcuso Javier Milei, su representante más conocido, no sólo cobró su sueldo gracias al ATP del Estado, sino que fue postulado por el exdiputado salteño Alfredo Olmedo, un reconocido homofóbico, que reivindica la dictadura y que incluso fue encontrado con trabajadores esclavos en sus campos, para ser su ministro de Economía.

Una de las pocas mujeres libertarias que tiene visibilidad, Lilia Lemoine, fue la responsable de agredir al móvil de C5N mientras cubría una marcha anticuarentena. O incluso el periodista cordobés conocido como El Presto, que fue detenido unas horas hace algunas semanas por amenazar de muerte a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y que se presenta también como otro mártir de la libertad y los derechos individuales, por que quedó expuesto cuando se conocieron sus fotos junto a Videla.

Así son los libertarios, supuestos defensores de la libertad, de la productividad, y combatientes contra el Estado pero que, en realidad, no practican lo que dicen, sino que solo proclaman ilusiones reaccionarias.

* Economista. Doctor en Ciencias Sociales (UBA/UNDAV/Conicet). Autor del libro Las crisis económicas argentinas. De Mitre a Macri.

La crisis que dejó la derecha liberal

 

La recuperación de la producción y el trabajo nacional necesita también su consolidación en la política y en la sociedad. El desbalance heredado por el nuevo gobierno no sólo es económico sino también social, político y cultural. La construcción de un nuevo sentido común del desarrollo y de la economía nacional son fundamentales para sostener el cambio de rumbo económico planteado por el gobierno de Alberto Fernández. Los desafíos por delante en la economía y en la política.
La intervención del Estado resultó fundamental para que las empresas no cierren sus puertas durante la pandemia.
La intervención del Estado resultó fundamental para que las empresas no cierren sus puertas durante la pandemia. 
Imagen: NA

La irrupción de la pandemia de la covid-19 profundizó el deterioro de los sectores productivos, principalmente de las pequeñas y medianas empresas. Estas ya venían arrastrando retracciones desde 2016, pero con una agudización a partir de la recesión que comenzó en el segundo trimestre del 2018. 

El contexto hasta diciembre del 2019 fue crítico: se cerraron más de 25.000 empresas y se redujeron en más de 160.000 los empleos formales de la industria manufacturera producto de cuatro años de políticas erráticas para el sector.

A partir del cambio de gobierno se abrió una esperanza para las empresas, dadas las intenciones de modificar los ejes de la política económica. En efecto, las medidas adoptadas frenaron el ciclo de la especulación financiera a través de tasas de interés compatibles con la actividad económica y volver a poner al crédito productivo como coordinador de la producción. 

Al mismo tiempo, se llevaban adelante políticas económicas para recomponer el mercado interno. Sin embargo, a los tres meses de gestión irrumpió una pandemia sin precedentes en 100 años que abortó los proyectos iniciales y provocó que toda la gestión se avoque a la lucha sanitaria.

Emergencia 

En este marco de crisis global, como consecuencia de la emergencia epidemiológica, la economía argentina, que previo a la pandemia se encontraba en una recesión debido a las equivocadas políticas económicas llevadas a cabo por la gestión anterior, profundizó su crisis debido al riesgo sanitario

Vale destacar que desde el segundo trimestre del 2018 el producto viene retrocediendo. Asimismo, la deuda emergía como condicionante al programa económico. El escenario se agravó de manera notable por la emergencia sanitaria. En este contexto, las pymes fueron las más afectadas

Abril será considerado, probablemente, el peor mes de la historia económica nacional (y regional), producto de las medidas de confinamiento estricto en todos los rincones del país. Cabe remarcar en números, que la actividad económica de la industria tuvo la peor caída registrada desde que la mide el Indec a través del Emae, retrayéndose 33,9 pro ciento interanual, el índice de producción industrial (IPI) descendió 33,3 por ciento interanual. 

A su vez, en mayo la AFIP registró casi 21.000 empleadores menos que en febrero. Las ventas minoristas que miden las confederaciones gremiales que representan a las pymes experimentaron una baja de 57,6 por ciento interanual en abril. La tasa de desempleo entonces para el segundo trimestre del año aumentó a 13,1 por ciento (igual periodo de 2019 fue 10,6 por ciento) y el índice de pobreza superó el 40 por ciento en el primer semestre de 2020 (el gobierno anterior lo dejó en 35,5 por ciento.) Estos son los indicadores más relevantes del panorama social y económico.

Red de protección

La reacción del gobierno fue rápida y acertada. A traves de distintos Ministerios implementó sucesivas y crecientes medidas para morigerar el impacto de la crisis global y local heredada, como el IFE, los créditos a tasa cero para monotributistas, los créditos a tasa del 24 por ciento para empresas y el ATP, que implica la reducción casi completa de cargas patronales y, por sobre todo, el pago de parte de los salarios de los trabajadores de empresas que lo soliciten. 

Así se llegó a cubrir a 9,5 millones de personas para los casos de IFE + créditos a monotributistas y a más de 400 mil empresas con el programa ATP y los créditos blandos. Por consiguiente, las medidas adoptadas pudieron contener un aumento mayor de la pobreza, el desempleo y la destrucción de empresas, aunque está claro que no es suficiente. 

Si bien el incremento del desempleo en los sectores formales se contuvo (fue uno de los que menos cayó en la región), el impacto de la pandemia en los sectores informales y en varios comercios fue muy duro.

A partir de junio, producto del paulatino desconfinamiento, las provincias en primer término, y luego en el AMBA, la actividad comenzó a reactivarse y a traccionar a la economía en su conjunto, de manera muy heterogénea. 

De igual modo, la baja en las tasas de interés, sumado al despliegue de créditos productivos para amortiguar el parate de la actividad por la pandemia lograron evitar que el impacto del riesgo sanitario fuera mayor. 

Estado

Por ello, la intervención del Estado resultó fundamental para que las empresas no cierren sus puertas, con sus implicancias en el mercado de trabajo. Asimismo, el Gobierno redujo la tasa de política monetaria de 65 por ciento en diciembre a 38 por ciento en marzo. Esto permitió que, por ejemplo, la tasa para cambiar cheques (crédito tradicional de las empresas) se haya reducido de 55 por ciento en diciembre a 20 por ciento, abaratando el financiamiento de las empresas, lo cual significó una importante bocanada de aire para la rentabilidad de las pymes tan castigada años anteriores.

Por otra parte, la administración cambiaria y el control de precios básicos que viene desplegando el Poder Ejecutivo (con el relanzamiento de programas como Precios Cuidados y Precios Máximos) viene ayudando a frenar la dinámica inflacionaria heredada. 

La inflación pasó de 53,8 por ciento interanual en diciembre a un 40,7 por ciento en agosto pasado. Los insumos industriales crecieron 5,5 por ciento por debajo de los precios finales (en donde el congelamiento de los precios de la energía tuvo un papel importantísimo), según las mediciones del IPC y del IPIM. Esto también tuvo una repercusión positiva en la recuperación de la rentabilidad de las pymes industriales

En concordancia, la devaluación viene acompañando la evolución general de los precios (3 por ciento por encima) y se estima que, de no mediar más inconvenientes en el frente externo (que se encuentra en una situación compleja, en especial el tema de las reservas), este año el tipo de cambio oficial crecerá aproximadamente 30 por ciento, muy por debajo de los brutales ajustes cambiarios del 2019 (62 por ciento) o del 2018 (115por ciento), con sus severas consecuencias negativas en los salarios, los costos y la actividad.

Recuperación heterogénea

Las políticas económicas ejecutadas entonces permitieron una recuperación de la actividad, que si bien se da de manera heterogénea (por ejemplo, parte de las provincias que se reactivaron primero, ahora son el epicentro de la pandemia, con su consecuente impacto en la actividad), han posibilitado trazar un horizonte positivo. 

En consecuencia, la actividad industrial se encuentra, a nivel general, en niveles de la prepandemia. El Indicador Adelantado de la Producción Industrial del Ministerio de Desarrollo Productivo muestra que a principios de septiembre la actividad está 0,6 por ciento por debajo de principios de marzo. En este sentido, el Índice de Producción de julio mostró una caída de 6,9 por ciento interanual (crecimiento de 2,1 por ciento mensual), una desaceleración considerable mes a mes desde el piso de abril. 

El Estimador Mensual de la Actividad Manufacturera (Emae) de junio muestra un comportamiento similar: una desaceleración de la contracción de la actividad (-7,3 por ciento interanual). El indicador de la construcción (Isac-Indec) pasó de arrojar una caída interanual histórica del 76,2 por ciento en abril a una retracción de 12,9 por ciento en julio. Para el caso de la actividad metalúrgica, que mide Adimra, el índice de producción también viene frenando la caída: pasó de contraerse 38,7 por ciento interanual en abril a 5,2 por ciento en julio. La producción de automóviles (medido por Adefa) en agosto mostró niveles similares a los de febrero.

Otro indicador que muestra la reactivación paulatina y heterogénea de la economía son los datos del consumo. Si bien la pérdida de poder adquisitivo y del empleo se profundizó por la pandemia (a causa de la menor circulación), con su correlato en la reducción de varios patrones de consumo, las ventas vienen creciendo a la par de las aperturas que realizan los municipios y las provincias. 

Por tal motivo, las ventas minoristas que mide Came vienen mostrando una recuperación del consumo y de las ventas de los comercios de distinta índole. Los datos de agosto muestran una caída interanual del 17,8 por ciento que, si bien aún es muy fuerte, se redujo bastante en comparación con el piso de abril. Otro indicador positivo en este sentido es el nivel de rentabilidad de las pymes. En agosto, el 35 por ciento de las pymes industriales tuvieron un nivel de rentabilidad positivo, mientras que en marzo y abril este nivel fue de aproximadamente 15 por ciento. 

Finalmente, entre mayo y agosto creció en 3000 la cantidad de empleadores registrados en AFIP, por lo que habrá que seguir de cerca esta dinámica los próximos meses.

Horizonte

En definitiva, si bien existe una crisis que se agravó fuertemente por la pandemia de la covid-19, las empresas vienen recuperando, gradualmente, niveles cercanos a los de la prepandemia en varios sectores, lo que permite trazar un horizonte de salida de la pandemia. 

El Estado, mediante el Presupuesto 2021, propone seguir volcando muchos recursos tanto en inversión y obra pública, como en créditos y subsidios para los sectores productivos. Esto será fundamental para recomponer, por un lado, el tejido productivo perdido durante la pandemia, y por otro, reparar lo perdido durante cuatro años que fueron muy dañinos para los pequeños y medianos empresarios y para proyectos productivos. 

También será fundamental continuar con un manejo de la política monetaria al servicio de la producción, como viene siendo hasta ahora. La economía argentina necesita volver a la senda del crecimiento, y para ello lo tiene que hacer desde el mercado interno y las exportaciones con valor agregado. 

El camino para la recomposición del tejido productivo, la generación de trabajo, la recuperación del salario, el crecimiento y desarrollo económico sostenible no son una utopía. La base y las intenciones están firmes, pero aún queda todavía salir del atolladero de la emergencia sanitaria para encarar con firmeza el proceso de reactivación.

Esto es la base de un cambio de rumbo económico, en medio de un contexto complicado para las economías mundiales marcado por la crisis de la covid-19, que necesita ser consolidado a partir del fortalecimiento político de quienes están llevando adelante esta misión de devolver a la Argentina su impronta productiva. 

Objetivos

Esta consolidación no es sólo necesaria con el manejo de las variables económicas y financieras. En esa misión las variables en juego también son políticas y culturales, y los objetivos a lograr son a corto y a largo plazo

A corto plazo será fundamental el acompañamiento político de los sectores populares y los agentes económicos beneficiados por este nuevo esquema en las elecciones de medio término de 2021

Mientras en el largo plazo, la consolidación del rumbo tomado por la economía a partir de la asunción del nuevo gobierno dependerá del fortalecimiento institucional de agencias, entidades gremiales y organizaciones no gubernamentales que acompañenen el trabajo político y la gestión de quienes lleven adelante estas medidas de transformación

En ambos casos, la construcción de un nuevo sentido común del desarrollo y del trabajo en el terreno comunicacional será fundamental. La Argentina de 2020 no solo heredó un desbalance económico, sino y fundamentalmente, un desbalance social y cultural. A partir del cual, la idea de lo que conviene y no conviene al empresariado nacional aparece distorsionada en la opinión pública, y muchas veces distorsionada en modo contrario a su conveniencia real. 

El apoyo político de miles de pequeños y medianos empresarios hacia las posturas liberales en las elecciones de 2015 fue un claro ejemplo de ello. Hoy, luego del fracaso y de la crisis que dejó la derecha liberal en el empresariado local se presenta una nueva oportunidad de resignificar las demandas y las políticas que han sido “vendidas” como la solución a los problemas de la economía local. 

Esta tarea requiere de voluntades políticas acompañando a un nuevo armado gremial empresario que trabaje en el contrapeso del discurso mediático dominante de economistas, empresarios y comunicadores que construyen en el espacio público la idea de una Argentina imaginaria y teórica, que se parece más a la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII que a la Argentina que necesitamos para encarar el siglo XXI. 

* Presidente del Consejo Productivo Nacional y dirigente de la Mesa Nacional de Unidad Pyme.

jueves, 8 de octubre de 2020

Economía de plataformas: nuevas formas, viejos derechos

 Por Enrique Deibe

Fuente:Página/12

La crisis global, producto de la pandemia de covid-19, tiene al planeta en jaque. Nadie se encuentra exento del virus: las principales potencias, los países emergentes y los más pobres, junto con aquellos que hasta hace menos de un año no tenían inconvenientes.

La caída del PBI y el desempleo son los resultados del freno de la economía a nivel mundial y la Argentina es parte del mundo. Además, en nuestro país debemos sumar la depredación de los fondos públicos, el endeudamiento externo e interno provocado por la pésima gestión del gobierno macrista, verdadera herencia de un país devastado y marcado por el odio que, históricamente, los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad han proferido a los sectores populares y a los gobiernos peronistas, los que, una vez más, deben ponerse al hombro la recuperación del país basada en la justicia social y el bien común. Es inconcebible que una administración que endeudó dramáticamente a nuestro país, que desprecia al Estado y solo lo utiliza para viabilizar sus negocios, que desarrolló un espionaje ilegal como nunca había ocurrido, continúe ejerciendo ahora una oposición que no respeta los valores fundamentales de la democracia.

Es, en este contexto, la coalición del Frente de Todos, que llevó a Alberto y Cristina Fernández a la Casa Rosada, la que debe reestablecer un proceso de recuperación económica en las más difíciles situaciones que hemos conocido en los últimos cien años. Sabemos que nuestro gobierno puede hacerlo, a pesar del embate de la oposición salvaje que intenta todos los días socavar las bases del poder popular.

En el segundo trimestre de este año, la desocupación alcanzó el 13,1%, con una suba de 2.7 puntos porcentuales respecto al primer trimestre, y 2,5 puntos porcentuales por encima de la registrada con igual periodo de 2019, que había sido del 10,6%. Queda claro que el gobierno de Cambiemos es mucho más trágico que la pandemia, ya que sin ella generó desempleo y pobreza como no habíamos tenido desde la crisis del 2001.

Un segmento de la economía se manifestó como un fenómeno cotidiano durante la pandemia y su rol en la continuidad es indiscutible, Los servicios de mensajería y envío de productos generaron mayor número de puestos de trabajo, pero en las más precarias condiciones laborales de quienes los prestan.

La economía de plataformas llego para quedarse y se consolida como un nuevo modelo de negocios, caracterizado por proporcionar al capital la infraestructura para intermediar entre diferentes grupos de usuarios y desplegar tendencias monopólicas.

Las plataformas son las nuevas fábricas en la era de las redes. El valor no está en lo físico, sino en los datos. Promueven una administración algorítmica de las relaciones laborales pagos mediados por la plataforma; obligatoriedad de aceptar trabajos, evaluación de desempeño y sanciones; determinación de precio; determinación de comisiones.

Los desafíos que se plantean de cara al futuro están vinculados con que cada vez se observa menos la generación de empleo a tiempo completo, a lo que se agrega el desarrollo de un modelo de negocio de plataformas. En un escenario inédito a nivel global de crisis del empleo, tenemos la oportunidad de ir al ritmo de las exigencias de articulación político-tecnológicas que la sociedad demanda. La coyuntura nos exige mirar el aquí y ahora, pero con los ojos puestos en el futuro. Es por ello que debemos diseñar herramientas que permitan normalizar la tensión -nada nueva en la economía de mercado- que existe entre las empresas de plataforma y las legislaciones laborales existentes. La registración de trabajadoresy trabajadoras, el pago de impuestos de las corporaciones de plataformas en igualdad de condiciones con las empresas físicas y un marco de innovación e intercambio permitirían que las y los trabajadores de este nuevo segmento del mundo del trabajo estén amparados por el derecho laboral y la negociación colectiva.

Nuestro gobierno ha protegido el trabajo de las y los argentinos, atenuando los
efectos negativos de la profunda crisis heredada agravada por la pandemia, las políticas de asistencia a los sectores con mayores dificultades, la progresiva
reactivación de la economía -que comienza a mostrar signos de recuperación y el
cuidado de la salud como objetivo prioritario-volviendo a jerarquizar al Ministerio
de Salud de la Nación y con la puesta en marcha de nuevos establecimientos sanitarios y la conclusión de obras que llevan más de cuatro años paralizadas. Estos son solo algunos de los resultados de un proyecto político progresista y una férrea voluntad política de transformación de la realidad.

En este camino, seguiremos reconstruyendo una Argentina que tienda a la
igualación de las oportunidades para todas y todos. No es el mérito individual el que
garantiza una sociedad más justa e igualitaria, sino un proyecto colectivo cuyo
objetivo es el bien común y no una sociedad para pocos a costa de las grandes
mayorías.

Enrique Deibe es coordinador de la Comisión de Trabajo y Seguridad Social de los
equipos técnicos del Partido Justicialista Nacional, exsecretario de Empleo de la
Nación.

jueves, 1 de octubre de 2020

Mafalda y la violencia argentina

 

Imagen: Télam

Contratapa publicada en Página/12 el 18 de mayo de 2014

Mafalda nace en 1964 y deja de publicarse el 25 de junio de 1973. Las precursoras de la niña tierna, inteligente y politizada de Quino se encontrarán en La pequeña Lulú. Sobre todo, postulemos, en Lulú. La niña de Marge –que es su discutida autora– no se ocupa de política ni parece tener una gran inteligencia. Su amigo Tobi, menos. Tobi pertenece al mundo de los varoncitos. Hacen una casita en lo alto de un árbol y ponen un cartelito que enuncia: “No se admiten mujeres”. Las aventuras de Lulú son muy ingeniosas y aún hoy –veteranos como nosotros– podemos leer con placer algunos de sus comics. No sólo por nostalgia de los tiempos lentos y hermosos de nuestra infancia, sino como genuino entretenimiento. Los comics son un arte descollante. Literatura dibujada, como había sentenciado Oscar Massota en los sesenta y con gran penetración e ingenio. Los otros antecedentes de Mafalda, sin tener la fuerza de Lulú, son Periquita hace lo que puede y esa obra maestra de Bataglia, María Luz, con su pancita al aire y su desbordante inteligencia. Ninguna como Mafalda, en la opinión de muchos. Que comparto.


La niña de Quino es una libertaria que no cesa de pedir paz, amor y no violencia en el mundo convulsionado de los sesenta. (Pensemos, muy especialmente, en la guerra de Vietnam.) Pero Quino, a través de Mafalda, expresas sus ideas, muchas de ellas agresivas con el establishment. Por ejemplo: Mafalda está por entrar al colegio. Agarra un metro y se mide la cabeza. Entonces, preocupada, dice: “¿Entrarán aquí todas las cosas que en el colegio me van a meter?” Y cuando se impone el golpe brutal del cursillista Onganía, la niña, en un solo dibujo que abarca toda la tira apaisada que salía en El Mundo, dice: “Pero entonces todo eso que me enseñaron en el colegio...”. Sí, Mafalda, son versiones interesadas que responden a la ideología de los sectores triunfadores, los del poder, los del establishment. Ellos dominan la educación y los niños argentinos se han educado según las ideas de las clases dirigentes.

¿Por qué Mafalda deja de publicarse el 25 de junio de 1973? A cinco días de la tragedia de Ezeiza. Ese día luminoso en que –por lo menos– dos millones y medio de personas fueron a buscar a Perón, que regresaba al país. La marcha por la autopista Richieri fue una fiesta, una caminata bullanguera. Los padres llevaban a sus hijos, algunos sobre sus hombres. Iban madres embarazadas. Y jóvenes entusiastas. Todos desarmados. Sencillamente porque no pertenecían a ninguna organización que priorizaba los fierros por sobre la política.

El palco era un reducto de asesinos. A la espera. Osinde, custodio personal de Perón, personaje siniestro, los comandaba. Pero también se hallaban ahí mercenarios de la OAS, Organización del Ejército Secreto, los torturadores de Argelia, los que habrían de instruir a los carniceros del Proceso. Los franceses. Si Roca hizo la campaña exterminadora del “desierto” con el quepí francés, los mercenarios de la OAS estaban listos para defender a Perón de la furia guerrillera, con metralletas y con la tortura. Ahí estaba Leonardo Favio, que murió sin contar nada. O casi. Total, en su desaforada obra sobre Perón, a la izquierda peronista se la saltea. Le dedica menos de diez minutos. Se sabe lo que pasó en Ezeiza. Los matarifes de Osinde descargaron su poder de fuego y el día de júbilo se transformó en tragedia. Hubo alrededor de doscientos cincuenta muertos.

Cinco días después, Quino deja de dibujar la tira de Mafalda. El, que es un hombre de gran sinceridad, dice que esa decisión la tomó porque estaba cansado. No por la violencia. Esto pasó en la Feria del Libro, en que Juan Sasturain, Liniers, Rodrigo Fresán y yo festejamos los cincuenta años de la aparición de Mafalda. Quino se sorprendió y un poco se enojó. ¿Qué tenía que ver Mafalda con la tragedia de Ezeiza? ¿Por qué venía este politizado escritor, que había colocado su gordo trasero (vulgo: culo) junto a él, a complicar a Mafalda con hechos tan desdichados? Pero no era ésa mi intención. El día anterior preparaba mi ponencia y la fecha del 25 de junio en tanto fin de Mafalda y el 20 de junio en tanto continuidad de la vieja y sanguinaria tradición argentina de la violencia me erizaron la piel. No podía ser casual. Que Quino lo niegue es importante, pero no suficiente para aniquilar mi hipótesis. Los grandes creadores saben todo sobre sus motivaciones interiores. ¿Lo saben? Se postula que no. Que nadie sabe todo sobre sí mismo. Que hay zonas a las que no llegamos. Zonas internas que determinan actos que no podemos tornar conscientes. No quiero avalar ninguna teoría del inconsciente, teoría que me parece vieja y que elimina el acto libre del individuo que permite juzgarlo moralmente, ya que él es el responsable de las cosas que hace y no su inconsciente. Si no, el inconsciente se transforma en la versión psíquica de la obediencia debida. “No fui yo, fui determinado por mi inconsciente.” Hay cosas que ignoramos de nosotros porque las bloqueamos, porque no queremos o no toleramos llevarlas a primer plano. Quino tiene el derecho de afirmar que sabe todo sobre sus decisiones y por qué interrumpió la aparición de Mafalda a cinco días apenas de un hecho criminal y violento como pocos. Ahí perdí mi juventud. Ahí Quino dejó a Mafalda.

¿Cómo la niña libertaria, idealista, tramada por los mejores valores de la condición humana, iba a emitir juicios en un país en que los juicios solían pagarse con la vida? No hay cobardía en esta decisión. Pero sin duda hubo una vacilación, la vacilación ante un país que empieza a volverse incomprensible. Mafalda no podía afrontar el terror que se desata ese día y que continuaría hasta el proceso genocida de los matarifes del ’76. Apenas cinco días después se retira de una escena que la sofoca. A la realidad –es una frase de Borges que suelo citar– le gustan las simetrías. Ezeiza y Mafalda no establecen una simetría, pero sí una relación temporal demasiado cercana como no sostener que hubo una influencia del terror de la naciente Triple A en el abandono que la niña hace de la escena argentina.

Luego de Mafalda, Quino entra en una zona sombría en que el pesimismo es hegemónico. Sólo habrá que consultar el voluminoso libro que lleva por título Esto no es todo, publicado por De la Flor en 2001. Ahí encontramos la sabiduría de Quino en su expresión más elevada. Pero la sabiduría raramente lleva al optimismo. Sería injurioso para este artista preguntarse si su visión es optimista o pesimista, se trata de categorías pueriles, sin densidad. El mundo que ve Quino es el mundo de Quino: sólo él puede verlo así, dado que sus trazos dibujan la realidad no real (construida) que surge del encuentro entre su conciencia y la realidad de la que esa conciencia forma parte, comprendiéndola. El resultado es la obra de arte que jamás refleja la realidad (prepotencia del viejo stalinismo), que jamás la reduce a un sistema de signos preexistente (prepotencia de la lingüística), ni a un sistema de producción y de relaciones de producción preestablecido (prepotencia historicista de Marx). Aquí se trata de un individuo. La conciencia del artista (pese a estar inmersa en la trama de su tiempo) es siempre el encuentro entre esa conciencia y un mundo sobre el que está arrojada (...) y al que expresará en la modalidad propia, intransferible de su arte... (J. P. F., Escritos imprudentes II, Quino, humor y contrautopía, Grupo Editorial Norma, 2005, pp. 241/242). Quino ha expresado esa colisión en trazos conceptuales, con hombrecitos sometidos a la gran maquinaria del poder, con el poder encarnado en mercancías, en hombres opulentos, en un sistema que, se ve claro, abomina. Sus dibujos son obras maestras obsesivamente trabajadas, con rayitas y rayitas que suelen producir vértigo, con una puesta magistral que sus ojos cansados no abandonaron nunca.