Imagen: Prensa Senado de la Nación
Una
hora clavada habló el presidente Mauricio Macri. Sería un ejercicio
interesante (y masoquista) observar la pieza sin sonido. Se notaría, aún
más, cuán envejecido está el mandatario incluso debajo de la gruesa
capa de maquillaje. Se percibiría un rostro entre tenso y enfurecido,
sin concesión a una sonrisa o a un rictus amable ni siquiera cuando
aludió al futuro pum para arriba. Están pasando cosas y el lenguaje
corporal las denuncia.
Con sonido, seguramente, la expresión más repetida fue “cambio
profundo” con variantes mínimas. La cantidad de aplausos oficialistas,
interminable. Una de las mayores ovaciones de las bancadas oficialistas
premió al DNU sobre extinción de dominio, un desaire al propio Congreso.
La incongruencia atañe a oficialistas de dos poderes.
Se vivieron momentos más psicóticos. Por ejemplo, cuando Macri
enunció la reducción de la pobreza, la baja de la inflación, el
crecimiento y la creación de empleo supuestamente sucedidos hasta 2018.
Con subterfugios y gambeta corta, aceptó que ese cuadro es pasado, que
el presente es distinto. Agreguemos: con indicadores deprimentes. A no
mortificarse, martilló el mandatario, estamos sentando las bases, los
cimientos, tendiendo puentes, construyendo futuro.
En los primeros minutos Macri situó el origen de los problemas
argentinos más allá de la “herencia recibida”, los remitió a 70 años
atrás, “son estructurales”. Pero consagró buena parte de la hora a
fustigar al kirchnerismo con tópicos recurrentes como la relación
exclusiva con Irán y Venezuela, la entrada al mundo.
El único anuncio importante fue la elevación de la Asignación
Universal por Hijo este mes un 46 por ciento. Sería un aumento
interesante si cumple la promesa.
Los silencios merecen nombrarse: no se nombró al Fondo Monetario
Internacional (FMI), ni a las palabras “tarifas” o “dólar”. No se
enunció ninguna reforma laboral grata al oficialismo. Ni mentó
“derechos”, vocablo y concepto al que es refractario.
Hubo menciones en varios tramos a las mujeres, sus derechos,
compartibles críticas al abuso. Estaban guionadas, son estimulantes
igual. Pero cuando Macri interpeló a la Asamblea, legisladoras y
legisladores, usó el vocativo “señores”, lejos del lenguaje inclusivo y
aún del protocolo de los maestros de ceremonias old fashion (“señoras y
señores”).
Macri enalteció a las Pymes y a la apertura de fábricas, cuando su
política económica lleva al cementerio a las empresas chicas o medianas y
a la industria.
El discurso urdió un hilo gánico, auto contradictorio. Todas las
dificultades y tropiezos, propone el presidente, comprueban que se está
yendo por el buen camino. Los retrocesos imprevistos acreditan la
razonabilidad del rumbo. Reformula a Bernardo Neustadt, propagandista
del menemismo: que estemos mal evidencia que vamos bien.
Tres lapsus freudianos alteraron la lectura. El primero cuando
anotició que se están protegiendo las fronteras con el auxilio del
narcotráfico. Había querido decir “ejército”, no es lo mismo. Las
cámaras de la TV pública, rutinarias y atentas, obviaron mostrar al
ministro de Defensa Oscar Aguad.
El segundo comentó la “radiación social” del Norte argentino, queriendo hablar de la solar.
La frase “viendo qué trabas podemos renovar” fue el tercero menos saliente pero acaso no menos confesional.
El desplazamiento de la realidad fue el hilo clave. Habló de un
futuro hipotético, dudoso y eludió todo lo posible las menciones sobre
el presente, tangible. Se difundieron o difundirán en estos días la
reducción del Producto Bruto Interno, la inflación, los cierres de
industrias. Quedaron afuera del radar.
Terminó in crescendo, como debe ser, dejando la sensación de ir a un
combate. Refirió haber recibido mensajes de tres mujeres argentinas,
pobres y felices, un clásico de la publicidad duranbarbista. Reconoció
que “muchos van a pensar que están peor que hace años”. En una de esas
no es que lo piensen sino que lo están.
Sin nada que mostrar, sin mejor herramienta que colisionar contra el
kirchnerismo, el hombre que enfeudó el porvenir con una deuda externa
colosal y delegó el manejo de la economía al FMI alegó haber dejado
atrás la “imposibilidad de hacernos cargos de nuestros problemas
nosotros mismos”. La disociación con la realidad constituyó, junto a la
soberbia, el karma del discurso sobre el que escribimos sobre tablas
pronunciado en una sesión tumultuosa. Con las inmediaciones del Congreso
cercadas como si estuviéramos en guerra o en el cónclave del G-20, el
trance más dichoso que Macri pudo rescatar tras tres años largos de
gestión.
Fuente:Pagina/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario