Por Norma
Giarracca *
Las “tomas” y protestas
de los estudiantes de los colegios secundarios de la UBA realizadas la semana
pasada se convirtieron en un tema de los medios de comunicación y las redes
sociales. Los jóvenes enunciaron como demandas principales lograr un comedor
estudiantil no privatizado, contar con buena alimentación y, en el Nacional de
Buenos Aires, agregaron la solidaridad con un no docente de 78 años. La
cantidad de críticas, burlas e interpretaciones irónicas de periodistas en
ciertos medios y de otras personas que se expresan en las redes sociales
motivaron esta breve reflexión.
No hay dudas de que
vivimos momentos de pasajes, de transiciones societales así como epistémicas
(modos de ver el mundo), tal como hace años nos advirtió Boaventura de Sousa
Santos. En esas transiciones conviven dos o más paradigmas sin que alguno tenga
necesariamente la hegemonía de la visión de lo que nos ocurre. Vivimos momentos
de bisagras.
Los jóvenes ponen en
acto algo que el “sentido común” vigente en cuanto a protestas (de izquierdas o
derechas) no contempla y que irrita a quienes no pueden percibir o adaptarse a
los aportes interculturales en relación con las transformaciones que el mundo
expresa con una intensidad inusitada. Los jóvenes tienen mayores posibilidades
de hacerlas suyas y oponerse al statu quo porque aún mantienen mucho de
“rebeldía” (y poco de resignación) en sus subjetividades. Esto puede observarse
en todo el mundo y no hacen falta mayores explicaciones. Los estudiantes
secundarios de la UBA se atreven a pedir que la institución no privatice con
fines de lucro sus espacios y que recupere la idea de “bien público”, es decir
servicios que no buscan la ganancia sino satisfacer necesidades. Pero además se
atreven a pedir que les otorguen alimentos sanos, lo cual supone cuestionar la
comida denominada “chatarra” de la mayoría de los bares que se manejan con
bajos costos y altos precios, como el manual neoliberal ordena. Y, como si esto
fuera poco, demuestran solidaridad y “respeto” por un anciano.
Quienes los critican no
pueden comprender estas demandas, es evidente que no están –permítasenos la
metáfora– “formateados” para hacerlo: pedir bienes públicos, autogestión,
comida sana (muy ligada al tema de los agroquímicos), solidaridad con una
persona mayor; todo esto está fuera del sentido común que dejó instalado la
cultura neoliberal. Algunos dijeron “está bien que pidan gas si tienen frío en
invierno, pero un bar no privado y nutricionista...”. Otra crítica más interna
dice “cómo pedir la permanencia de ese anciano no docente cuando a los
profesores de más de 65 años los están obligando a jubilarse”. Dejamos de lado
los comentarios que muestran rasgos autoritarios de nuestra sociedad que tanto
preocupan, porque en algunos casos cuando hablan con los jóvenes se asemejan a
ficciones de personajes separados no por una simple generación sino por varios
siglos. De lo que se trata es de pedir por gas y todo lo que necesiten las
escuelas secundarias y también las interesantes demandas de estos colegios; se
trata de hacer entender que la jubilación es un derecho y no una obligación y,
que como lo indica una ley de la Nación y fallos judiciales, los profesores
pueden optar por quedarse hasta los 70 años y si alguno –docente o no docente–
no tiene los aportes completos, pueden realizarse excepciones por solidaridad y
respeto. Una cosa no debe sacar espacio a la otra. Las apuestas por los “bienes
públicos” tanto como por los “bienes comunes”, la autogestión, la solidaridad,
el respeto, los alimentos sin tóxicos y accesibles para todos, la educación
pública en autorreflexión permanente, la “democracia sin fin” que supone
“igualdad sin fin”, forman parte de esas bisagras que se van construyendo en
estos tiempos de pasajes y que algunos se obstinan en negar.
* Profesora e
investigadora de la UBA.
Fuente: Página/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario