El
año pasado confirmó el ocaso del modelo neoliberal financiero que
impuso el gobierno de Mauricio Macri desde un comienzo. El endeudamiento
masivo del Estado que arrancó en 2016 le permitió avanzar con un
programa de distribución regresiva del ingreso, que terminó cayendo por
sus propias inconsistencias. El rescate financiero del FMI no alteró esa
situación, pero le dio tiempo a la derecha para seguir con su proyecto
concentrador de la riqueza.

Ministro de Economía, Nicolás Dujovne.
Imagen: Leandro Teysseire
Imagen: Leandro Teysseire
Después
de tres años de gobierno, resulta fundamental realizar un balance de la
gestión Cambiemos. Como se sabe, la llegada del macrismo suponía un
cambio radical de modelos. De uno basado en un papel activo del Estado a
otro donde el Estado se retiró de sus atribuciones más importantes:
dejó de recaudar impuestos progresivos, disminuyó subsidios a los
servicios públicos y eliminó programas sociales. Dentro de los
resultados que se esperaban a priori de este tipo de medidas –al menos
las que esperaba el oficialismo– se encontraba la posibilidad de
consolidar un nuevo ciclo de crecimiento basado en la inversión, tanto
interna como externa. Sin embargo, una vez más en la historia económica
argentina la teoría del derrame brilló por su ausencia. La
redistribución de riqueza a favor de un pequeño grupo de conglomerados
de empresas no hizo más que favorecer la acumulación desigual y la fuga
de capitales. Por otro lado, la desmejora del salario real de los
trabajadores y la caída del consumo generó una contracción del mercado
interno y, principalmente, una destrucción del entramado industrial.
Para repasar los desaciertos de la gestión macrista, en lo que sigue se
realiza un racconto de los principales indicadores económicos y su
evolución a lo largo de 2018.
Inflación
Resulta paradigmático que la fuerza gobernante haya caracterizado
como uno de sus principales objetivos de gobierno, previo a su asunción,
el combate a la inflación. Sin embargo, a un año de terminar su
mandato, la variación de los precios minoristas de 2018 fue la más
elevada en 27 años. Según el Indec, alcanzó a 47,6 por ciento, la mayor
desde 1991, año que arrastraba el alza de precios de la hiperinflación
del ‘89/90, superando la de 2002, 2014 y 2016. Asimismo, algunos rubros
sensibles aumentaron más que la inflación general, lo que demuestra el
impacto asimétrico que ha tenido la suba de precios, con mayor perjuicio
sobre los deciles más bajos de la distribución del ingreso. Por
ejemplo, el precio del transporte público creció 66,8 por ciento y los
alimentos y bebidas no alcohólicas, 51,2.
Ingresos reales
Una de las consecuencias inmediatas de la aceleración inflacionaria
fue la notoria pérdida en el poder adquisitivo de los ingresos de los
hogares argentinos. El salario medio registrado acumuló a octubre una
pérdida de 9,4 por ciento de poder adquisitivo, que superaría los 10
puntos cuando se conozcan los datos del último bimestre. No obstante, es
todavía mayor el impacto que tuvo la inflación de 2018 sobre el poder
adquisitivo tanto del haber mínimo jubilatorio como de la asignación
universal por hijo (AUH). La merma en el poder adquisitivo tanto de la
jubilación mínima como de la AUH es sustantiva, especialmente a partir
de agosto, cuando se acelera la suba de precios tras el fuerte salto del
tipo de cambio. Esos ingresos aumentaron 28,8 por ciento el año pasado
contra una inflación de 47,6. Si se compara la actual fórmula con una
indexación perfecta al IPC, un jubilado que percibe el haber mínimo
hubiera recibido casi 8500 pesos más, prácticamente un haber adicional.
Producción
Era de esperarse que en el contexto depresivo que han mantenido los
salarios reales de los trabajadores el consumo doméstico se deprimiera y
eso impactara sobre el PIB. Según las proyecciones del Gobierno en el
consolidado de 2018, la economía caería 2,4 por ciento. En la misma
línea, las consultoras encuestadas por el Banco Central en su
Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) adelantaron igual
resultado. En cambio, distintos organismos internacionales esperan
resultados con mayor deterioro. Es así que el FMI estimó que la
actividad cayó 2,6 por ciento. Tanto la CEPAL como la OCDE pronosticaron
que la economía retrocedió aún más (-2,8 por ciento). Con lo cual,
alcanzado el tercer año de gobierno, se promediará un magro desempeño en
materia de crecimiento. Analizando este desempeño en relación al inicio
de su gestión, la actual administración terminará 2018 con un PIB 1,4
por ciento menor al de 2015. La demanda agregada caerá 2 por ciento.
Desagregando los componentes de la demanda global, el consumo privado
disminuirá 3,4 por ciento, y el consumo público bajará 2 puntos.
Producto de esta caída en la demanda cayeron las importaciones (-2,2 por
ciento) y solamente crecieron las exportaciones (pero en un escaso
5,1).
Balance comercial
En materia comercial, el macrismo aplicó desde un principio una serie
de medidas tendientes a desregular el comercio exterior. El país abrió
sus puertas hacia todo tipo de productos de origen transnacional. Las
importaciones crecieron más que proporcionalmente respecto de las
exportaciones, por lo cual el saldo comercial se deterioró. El rojo
comercial alcanzó los 8500 millones de dólares en 2017 (el más
importante de la historia en dólares corrientes). En 2018, las
importaciones cayeron levemente como consecuencia de la contracción de
la actividad doméstica. Solo por esto, el rojo comercial fue menor al
del año anterior, con 3820 millones de dólares. Además, la nueva
configuración del comercio exterior propuesta por el oficialismo con
mayor relevancia, al menos en lo discursivo, del comercio con los
Estados Unidos, se mostró improductivo para el país. El saldo comercial
con ese país resultó deficitario para Argentina en 4243 millones de
dólares el año pasado. En cambio, los mayores volúmenes de compras
externas están asociados al denostado Mercosur. Las exportaciones a
estos países aumentaron 18,5 por ciento en 2018, hasta 14.161 millones
de dólares, con lo cual han aportado incluso más dólares que el comercio
con toda Europa, hacia adonde se realizaron exportaciones por 9219
millones.
Industria
Dentro de los diversos sectores productivos, la industria fue el más
afectado. La corrida cambiaria de abril volvió a producir un desplome
del mercado doméstico y con él, una profunda caída del sector
industrial. Según los datos del EMI (Estimador Mensual Industrial), en
mayo comenzaron los números rojos. En noviembre, último dato publicado,
la industria derrapó 13,3 por ciento. Para el caso de la industria, la
mayoría de las medidas económicas aplicadas por el oficialismo fueron
recesivas. El ajuste fiscal, la devaluación, la suba de las tasas, las
importaciones, entre tantas otras políticas, sumergieron al sector
fabril en una crisis que no tiene un horizonte de resolución en el
corto plazo.
Deuda
La transferencia de ingresos de los sectores bajos y medios a los
sectores concentrados, la fuga de capitales, la remisión de utilidades y
dividendos de las multinacionales a sus casas matrices, el turismo de
las clases altas y medias-altas en el exterior y la apertura importadora
no pudieron haber sido posibles de no ser por el fenomenal proceso de
endeudamiento llevado adelante desde diciembre de 2015. La deuda pública
bruta al segundo trimestre de 2018 alcanzó los 327.166 millones de
dólares, es decir, la deuda creció en 92.942 millones en relación a
diciembre de 2015, o bien, se incrementó en un 40 por ciento. No
obstante, lo que más aumentó dentro de este monto es la deuda en moneda
extranjera, que alcanzó en junio de 2018 los 244.669 millones de
dólares, es decir, creció un 53 por ciento, 84.336 millones. Con lo
cual, del incremento de la deuda en dos años y medio, el 91 por ciento
correspondió a deuda en moneda dura. Con todo, la deuda pública externa
pasó de rondar el 11,2-13,9 por ciento del PIB durante el periodo
2011-2015 a elevarse hasta el 35,4 por ciento en el segundo trimestre de
2018 (un aumento de 22 puntos porcentuales en apenas dos años y medio).
En suma, y como lo reflejan diversos indicadores y agregados macro,
la economía argentina se encuentra atravesando un panorama sombrío. La
actividad económica cayó en 2018, con una baja del salario real y del
consumo. Las esquirlas de los desbalances externos se sintieron en el
mercado local. La salida de divisas por distintos conceptos llevó al
BCRA a subir las tasas, medida que fue insuficiente para evitar que el
tipo de cambio pegue un salto notorio hasta duplicarse. Este escenario
hubiera sido incluso peor sin la ayuda financiera del FMI. Lo que queda
por delante es incierto. Las necesidades de financiamiento externo son
crecientes y los próximos meses serán clave para saber si el Gobierno
podrá renovar los vencimientos de la deuda.
* Director de la Licenciatura en Economía de la Universidad
Nacional de Avellaneda e integrante del colectivo Economía Política para
la Argentina (EPPA).
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