En
la semana aparecieron dos noticias que habría que vincular aunque
parezca que no están relacionadas. Primera: el Tesoro Nacional volvió a
tomar prestado del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses por $
86 mil millones. Segunda: se aumentó el mínimo no imponible para
aportes a la seguridad social (mnip) en un 46%, es decir, se incrementó
fuertemente el valor a partir del cual las empresas empiezan a hacer
aportes patronales. Esta decisión disminuye el dinero que llega a la
Anses para el pago a los jubilados y las jubiladas.
Esta norma se presenta como: "No se hizo más que actualizar
lo mismo que la inflación". Así parece razonable. Si los salarios se
hubieran actualizado lo mismo que la inflación, se podría decir que con
esta medida "estamos igual que antes". Pero no es así: los salarios
subieron el 25% en promedio y el mnip, el 46%. Entonces, se achica el
aporte a la seguridad social en valores reales, que además se reduce
significativamente por la propia caída de los salarios reales (cerca de
un 12% en el año) y el aumento de la desocupación, con la caída de 120
mil empleos registrados durante 2018.
Esto marca una tendencia preocupante y hay que advertirlo ahora,
porque todos sabemos que entre las asignaturas pendientes con el Fondo
Monetario Internacional está el tema de la reforma previsional. Y la
reforma previsional se va a tratar de defender sobre la base de la no
sustentabilidad del sistema. Y la no sustentabilidad del sistema se
acelera con medidas como esta.
Economía en tensión
El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA estima una
inflación minorista para 2019 del 27,5%. Más baja aun, el FMI proyecta
una inflación del 20,2%. Pero se acaban de conocer aumentos de tarifas
en varios servicios. El gas aumentará un 35% en abril; la electricidad
en AMBA un 55% entre febrero y agosto; los colectivos y los trenes un
40% hasta marzo y el subte un 45% hasta abril. ¿Cómo piensa el gobierno
llegar a estos niveles de inflación con tales aumentos? La respuesta es
evidente, aunque preocupante: logrando que el resto de los ítems
aumenten mucho menos que los servicios regulados (tarifas), para lo que
se necesita una recesión importante. De hecho, los aumentos tarifarios
descritos pegan directamente en el bolsillo de los consumidores,
especialmente de los trabajadores de menores ingresos, que utilizan con
intensidad los medios de transporte y además tienen menos resto por
pagar la luz y el gas.
La economía ya viene cayendo significativamente: se conoció
el dato del Estimador Mensual de la Actividad Económica del Indec
(variable que anticipa el PIB) que arrojó en octubre una caída del 4%
interanual. El nivel de producción cayó a niveles de 2008. Es decir, en
tan sólo tres años el gobierno construyó una "década perdida". Los
principales sectores que llevan a esta caída son la industria
manufacturera y el comercio mayorista y minorista.
Los datos del Estimador Mensual Industrial (EMI) de octubre indican
una caída interanual del 6,5% (después de un bajón del 11,5% en
septiembre). Los datos adelantados a noviembre no son mejores. El Índice
General de Actividad del estudio OJ Ferreres indica una caída del 9,5%
interanual (y una desestacionalizada del 1,2% respecto de octubre). El
indicador industrial de Ferreres marcó una merma del 6,5% interanual en
noviembre, y el índice Construya, que mide la actividad de la
construcción, cayó un 30,4% interanual en este mes, la sexta baja
consecutiva luego de meses de fuerte crecimiento.
Tal es la caída de la actividad que se espera en este último
trimestre del año, que es muy difícil que en el "segundo trimestre" de
2019, como sostienen muchos funcionarios del gobierno nacional, se pueda
observar una recuperación. La mejor cosecha ayudará, pero difícilmente
logre revertir la debilidad del resto de los sectores económicos.
A contramano de todos estos datos y de los pronósticos de los
analistas, en su mensaje navideño Mauricio Macri dijo que "vamos a estar
mejor". No es una novedad, ya en una carta abierta el 15 de mayo de
2016 expresó la misma idea: "Cada día vamos a estar mejor". El
pronóstico de mayo de 2016 no se cumplió, y el de diciembre de 2018
difícilmente se cumpla: el ajuste propuesto al FMI no dará respiro por
varios años.
Otro enfoque para analizar la sostenibilidad del modelo es a través
de los datos del Balance de Pagos. En el tercer trimestre de este año,
en comparación con igual período de 2017:
• los intereses de la deuda (pública y privada) crecen significativamente (un 45 por ciento);
• la inversión directa externa es menor; su renta (utilidades y
dividendos) se reduce por menores ganancias de las multinacionales;
• la inversión de cartera también es menor, pero debido a una
reversión de fondos en el segundo y tercer trimestre de 2018 por U$S
4392 millones;
• las reservas del BCRA reflejan una caída de U$S 12.287 millones en
el tercer trimestre, cuando en el primero y el segundo crecieron U$S
6894 millones. Cabe señalar que en el cuarto trimestre, las reservas se
incrementaron en U$S 8700 por el swap de China y U$S 7600 por el
desembolso del FMI;
• la deuda externa del sector público creció un 87% desde el fin de
2015 hasta el tercer trimestre de este año, son unos U$S 70.711 millones
que se suman para llegar a un total de U$S 158.412 millones.
En lo internacional, el año cierra con una situación compleja y crece
la incertidumbre para 2019. A los impactos que ya empezaron a sentirse
en el comercio, producto de las medidas de la administración Trump, hay
que sumarles los efectos a futuro de las políticas macroeconómicas, como
la monetaria y la fiscal.
Según el Banco Central Europeo, la economía mundial y de la zona del
euro se desacelerará en 2019 y luego se estabilizará. El problema es que
también prevé que los precios suban en la Eurozona. Así, dado el
objetivo excluyente de controlar la inflación, es de esperar una
política monetaria con un perfil más contractivo. En diciembre, el BCE
ya puso fin al programa de compra de bonos, lo que indica que dejará de
bombear liquidez como hasta el momento. En materia fiscal, para el BCE
resulta "esencial que se realicen esfuerzos de consolidación
adicionales, especialmente en los países con niveles de deuda elevados".
En particular, "resulta especialmente preocupante que Italia, que tiene
una ratio de deuda pública muy elevada, presente la mayor desviación
con respecto a los compromisos vigentes".
En este contexto, Estados Unidos volvió a subir la tasa de política
monetaria en diciembre y anunció que habría dos subas más en 2019.
Significa que el contexto financiero se mantendrá volátil, y más aun
para las economías emergentes. Al respecto, el BCE afirmó en su último
Boletín Económico que "las condiciones financieras en aquellas economías
emergentes más golpeadas por las turbulencias financieras estivales
(incluyendo Argentina y Turquía) continúan complicadas y con una
incidencia significativa en sus proyecciones de actividad".
El informe avanza un paso más allá: "Con el objetivo de evaluar si
las economías emergentes son menos proclives a una crisis severa en la
actualidad, analizamos la probabilidad de ocurrencia de una crisis en
2018 y la contrastamos con la probabilidad de ocurrencia en 1997. El
modelo identifica a Argentina y Turquía, las cuales han experimentado
turbulencias de mercado recientemente, como más vulnerables a una crisis
que en 1997". “Bondades” de la apuesta por el endeudamiento, la
liberalización financiera y la sujeción a los “mercados” que encarna el
gobierno argentino, y que complican aún más el ya dificultoso resultado
de las políticas domésticas aplicadas en consonancia con las recetas del
FMI.
Fuente:Tiempo Argentino
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