El
neoliberalismo no sabe gobernar ni siquiera bajo sus propias premisas.
Estabilidad, confianza, certidumbre y eficiencia son sus promesas. No
las cumplen. Los casos de Argentina, Perú, Brasil, Chile, México y
Colombia.

Mauricio Macri, uno de los presidentes neoliberales de este ciclo latinoamericano.
Imagen: NA
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Estabilidad,
confianza, certidumbre y eficiencia son las cuatro promesas más
repetidas por cualquier proyecto neoliberal. ¿Se cumplen? ¿Es un
gobierno neoliberal capaz de dar estabilidad a un país? ¿Saben cómo
generar confianza y certidumbre? ¿Logran tener economías eficientes?
Veamos qué sucede en Latinoamérica. Empecemos por Argentina.
Crear un buen eslogan es siempre más fácil que estabilizar
la economía de un país en un ambiente de fuerte restricción externa. El
macrismo se desgasta a mucha más velocidad de lo previsible porque
demuestra que no sabe gobernar ni gestionar. En tres años consiguió que
el país esté patas arriba. La economía no va, se mire por donde se mire.
La inflación apunta este año 2018 a estar por encima del 45 por ciento
según las últimas estimaciones oficiales, a pesar de que la tenían
calculada en el 15 por ciento a fines del año pasado. La economía se
contraerá por encima del 2 por ciento, aunque habían pronosticado que
crecería por encima del 3. La liberalización cambiaria provocó una
devaluación que no tiene fin: en este tiempo lo llevaron de 9,50 pesos
hasta casi 40. La inversión extranjera jamás llegó. Se prometieron
dólares que era imposible de producirlos en el mercado local, y sólo han
podido ser obtenidos parcialmente, con una deuda eterna con el mundo
financiero.
El Fondo Monetario Internacional pide más ajuste: más recortes
sociales, menos salarios, provocando así que la demanda interna pierda
toda su fuerza como motor económico. La tasa de interés va por el 60 por
ciento: espaldarazo ideal para que la economía financiarizada acabe con
la economía real. La industria se desmorona. La balanza comercial es
cada día más deficitaria tras la liberalización de las importaciones.
El cuadro macroeconómico del neoliberalismo en Argentina no resiste a
ningún test de equilibrio ni eficiencia. Mauricio Macri y Cambiemos
trajeron consigo justamente lo contrario de aquello que siempre promete:
incertidumbre y desconfianza. La inestabilidad no sólo es económica,
también lo es política y social. Las protestas crecen y se extienden a
casi todos los sectores gremiales. La marcha de las mujeres demostró
también la incapacidad del Gobierno para entender que está surgiendo
otra nueva mayoría que refleja un sentido común cada vez más protagónico
en la sociedad argentina. Tampoco les funciona el oído; se alejaron de
todo lo que pasa en la calle. El timbreo como apuesta publicitaria está
bien, pero no les sirve para que la ciudadanía resuelva sus problemas.
Están atrapados en sus propios anuncios mientras que la inestabilidad
afecta a la gente.
Pero no es únicamente en Argentina donde neoliberalismo e
inestabilidad se dan la mano. Brasil es otro buen ejemplo de ello. Este
país presenta un largo etcétera de sucesos que conforman un panorama
ciertamente inestable. Su economía no crece. El real se devalúa. El país
se ha militarizado para frenar protestas.
Otro caso es el de Perú, que aunque su macroeconomía es estable, el
sistema político y judicial hace aguas por todas partes. Posee un
presidente no electo tras el caso de corrupción que sacó a Kuczynski de
su condición. Tiene a otros tantos ex presidentes también en la cárcel o
prófugos por haberse enriquecido ilegalmente. El sistema judicial está
completamente podrido. El actual fiscal general está con múltiples casos
en su contra. La mayoría de la ciudadanía no cree en sus
instituciones.
Es fácil seguir dando ejemplos de países que bajo la gestión
neoliberal no saben generar ni confianza ni certidumbre. Colombia es
otro país con una economía real raquítica, desindustrializada
progresivamente, con productividad muy baja, sin demanda interna que
logre generar crecimiento sostenido, y con indicadores sociales más
propios de países en guerra. Y con un conflicto cada vez más difícil de
resolver por la llegada de Iván Duque a la presidencia. Y, mientras
tanto, las muertes de líderes sociales continúan.
Chile es otro destino no tan ideal como lo presentan. Con una
economía que no despega, y en medio de continuos paros nacionales por
parte de una gran diversidad de sectores, el país tampoco muestra un
marco de estabilidad. Y no olvidar a México, el nuevo presidente Andrés
Manuel López Obrador debe atender un país donde el neoliberalismo ha
hecho que la economía siga estancada, con alta inflación, fuertemente
endeudado, con un sector petrolero venido a menos luego de las últimas
reformas, y con pobreza y desigualdad de carácter estructural que,
además de ser injustas, suponen un freno a cualquier intento de
reactivación económica.
Se mire por donde se mire, el neoliberalismo no sabe gobernar, ni
siquiera bajo sus propias premisas. Dime de qué presumes y te diré de
qué careces. Si las agencias de calificación de riesgo hicieran bien su
trabajo, desde criterios estrictamente ortodoxos, les daría a todos
ellos una nota muy negativa.
La verdadera experticia del neoliberalismo es comunicar lo que no
sabe hacer. Ni estabiliza; ni da certeza ni confianza; y tampoco logra
consolidar economías eficientes.
* Director Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag). Doctor en Economía.
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