Fuente:Blog El Magma
En 1904, el medico
catalán Juan Bialet Massé recibió el encargo de realizar un estudio
sobre el estado de los trabajadores y la producción en la Argentina.
La idea de realizar un Informe sobre el Estado de las Clases Obreras se gestó en la misma entraña del segundo gobierno roquista, a través del entonces ministro del Interior, Joaquín V. González.
La Generación del ‘80 tan reivindicada por nuestros berretas libertarios era racista y elitista si pero ponía al estado a hacer cosas (desde la conquista del "desierto" hasta la ciudad de La Plata). Se preparaban para gobernar el país por siempre y querían conocerlo.
Los objetivos quedaron explícitos en el propio informe: "Conocer las condiciones en que se verifica el trabajo en el interior de la República; los resultados prácticos y experimentales de las diversas jornadas adoptadas, así como los higiénicos, morales y económicos de ellos y el descanso dominical en los ramos de la industria; la importancia y forma de las retribuciones y salarios y sus relaciones con la alimentación y alojamiento."
Bialet Massé dirigió su mirada hacia las bases mismas de la expansión economía argentina, tan rica entonces como miserable. Y logró una fotografía real de la sociedad del pais de los argentinos.
“Bialet, para confeccionar su informe, recorre la campaña argentina. En todas sus direcciones. Lo hace en trenes de carga, en sulky, a pie, a caballo, en barco. Visita talleres, recorre estancias y penetra en tolderías indias. Inspecciona obrajes. Baja a galerías y socavones mineros.
En su largo peregrinaje por mundos apartados, completa su recorrido sin tregua. Como un cirujano en la búsqueda de una solución, presenta las llagas del problema en toda su desnudez”, señala Raúl Altamira Gigena, profesor de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad de Córdoba.
Se trata de unas 1.500 páginas organizadas en tres volúmenes. En los dos primeros, examina la situación del trabajador en las diversas provincias y territorios nacionales. Los títulos de cada capítulo indican especificidad: “El obrero criollo”; “El trabajador indígena”; “La inmigración extranjera”; “El trabajo agrícola”; “Los cereales (Los potenciales de la agricultura argentina)”; “El Azúcar (su explotación en las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy)”, “La Rioja (minería)”; “Córdoba (El riego, la fuerza hidroeléctrica, la cantera)”; “Entre Ríos (La colonización)”.
El tomo II incluyó los informes referidos a la provincia de Santa Fe.
Y el tercer volumen amplió los dos primeros, a pedido del propio Joaquín V. González.
Allí se concentraron estadísticas, estudios comparativos, exámenes de suelo, climas, producciones y las características de cada población.
El Informe Bialet Massé describe y anuncia el mundo urbano que estallaría en la Semana Trágica y la vida semifeudal de los obrajes rurales, que adelantaba la huelga de peones de Santa Cruz, en los años ‘20 y que concluiría con cientos de trabajadores fusilados.
Pero para entonces, la investigación ya estaba cajoneada.
Es que el Informe de Bialet Massé es un trabajo de brutal honestidad intelectual.
A punto tal, que sus conclusiones pusieron en tela de juicio a quienes ordenaron hacerlo, a la clase dirigente argentina y en definitiva el sentido mismo de sus políticas.
“No se ocultan las llagas ocultándolas o velándolas a la vista del cirujano por un pudor malentendido: es preciso, por el contrario, presentarlas en toda su desnudez, en su verdad, manifestando sus antecedentes con toda sinceridad, para aplicarles el remedio más conveniente”, sostenía Bialet en 1904.
Quizás por esto mismo, su destino obligado fue el olvido.
Bialet Massé era médico y en su estudio remarcó las consecuencias de la fatiga en el organismo, al mismo tiempo que el movimiento obrero daba su pelea por el acortamiento de la jornada laboral.
En igual sentido, se expidió por una reglamentación del peso en las bolsas en los movimientos de estiba, por considerarla como una actividad nociva y peligrosa.
Pero también sentó su criterio respecto de una modalidad de vivienda obrera muy habitual por entonces en las grandes ciudades: el conventillo. “Se trata de una ratonera que se arma contra el pudor y la virtud del pueblo, un dogal a su progreso y redención”.
Bialet Massé llegó incluso a apelar para que las viviendas sean la principal obra pública de gobiernos progresistas, incluso “con el arma de la expropiación y el lote”, se animó a proponer. Decididamente, el suyo no era el discurso políticamente correcto para su época.
"Es un diagnóstico con críticas, pero también con propuestas de soluciones”, sostiene Altamira Gigena en su trabajo dedicado a Bialet por su condición de precursor del Derecho del Trabajo en nuestro país.
Es que ese viaje a las profundidades de la vida cotidiana nacional, se convirtió en el pilar del derecho laboral argentino. Allí quedaron plasmadas ideas para reglamentar el contrato de servicio, el descanso semanal, los accidentes de trabajo y el rol de la mujer en el campo laboral.
Un hombre sensible que supo ver el entramado íntimo de una Argentina “exitosa” fundada sobre la miseria del conjunto.
¿Qué informaría Bialet hoy si recorriera otra vez aquellos mismos caminos?
La idea de realizar un Informe sobre el Estado de las Clases Obreras se gestó en la misma entraña del segundo gobierno roquista, a través del entonces ministro del Interior, Joaquín V. González.
La Generación del ‘80 tan reivindicada por nuestros berretas libertarios era racista y elitista si pero ponía al estado a hacer cosas (desde la conquista del "desierto" hasta la ciudad de La Plata). Se preparaban para gobernar el país por siempre y querían conocerlo.
Los objetivos quedaron explícitos en el propio informe: "Conocer las condiciones en que se verifica el trabajo en el interior de la República; los resultados prácticos y experimentales de las diversas jornadas adoptadas, así como los higiénicos, morales y económicos de ellos y el descanso dominical en los ramos de la industria; la importancia y forma de las retribuciones y salarios y sus relaciones con la alimentación y alojamiento."
Bialet Massé dirigió su mirada hacia las bases mismas de la expansión economía argentina, tan rica entonces como miserable. Y logró una fotografía real de la sociedad del pais de los argentinos.
“Bialet, para confeccionar su informe, recorre la campaña argentina. En todas sus direcciones. Lo hace en trenes de carga, en sulky, a pie, a caballo, en barco. Visita talleres, recorre estancias y penetra en tolderías indias. Inspecciona obrajes. Baja a galerías y socavones mineros.
En su largo peregrinaje por mundos apartados, completa su recorrido sin tregua. Como un cirujano en la búsqueda de una solución, presenta las llagas del problema en toda su desnudez”, señala Raúl Altamira Gigena, profesor de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad de Córdoba.
Se trata de unas 1.500 páginas organizadas en tres volúmenes. En los dos primeros, examina la situación del trabajador en las diversas provincias y territorios nacionales. Los títulos de cada capítulo indican especificidad: “El obrero criollo”; “El trabajador indígena”; “La inmigración extranjera”; “El trabajo agrícola”; “Los cereales (Los potenciales de la agricultura argentina)”; “El Azúcar (su explotación en las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy)”, “La Rioja (minería)”; “Córdoba (El riego, la fuerza hidroeléctrica, la cantera)”; “Entre Ríos (La colonización)”.
El tomo II incluyó los informes referidos a la provincia de Santa Fe.
Y el tercer volumen amplió los dos primeros, a pedido del propio Joaquín V. González.
Allí se concentraron estadísticas, estudios comparativos, exámenes de suelo, climas, producciones y las características de cada población.
El Informe Bialet Massé describe y anuncia el mundo urbano que estallaría en la Semana Trágica y la vida semifeudal de los obrajes rurales, que adelantaba la huelga de peones de Santa Cruz, en los años ‘20 y que concluiría con cientos de trabajadores fusilados.
Pero para entonces, la investigación ya estaba cajoneada.
Es que el Informe de Bialet Massé es un trabajo de brutal honestidad intelectual.
A punto tal, que sus conclusiones pusieron en tela de juicio a quienes ordenaron hacerlo, a la clase dirigente argentina y en definitiva el sentido mismo de sus políticas.
“No se ocultan las llagas ocultándolas o velándolas a la vista del cirujano por un pudor malentendido: es preciso, por el contrario, presentarlas en toda su desnudez, en su verdad, manifestando sus antecedentes con toda sinceridad, para aplicarles el remedio más conveniente”, sostenía Bialet en 1904.
Quizás por esto mismo, su destino obligado fue el olvido.
Bialet Massé era médico y en su estudio remarcó las consecuencias de la fatiga en el organismo, al mismo tiempo que el movimiento obrero daba su pelea por el acortamiento de la jornada laboral.
En igual sentido, se expidió por una reglamentación del peso en las bolsas en los movimientos de estiba, por considerarla como una actividad nociva y peligrosa.
Pero también sentó su criterio respecto de una modalidad de vivienda obrera muy habitual por entonces en las grandes ciudades: el conventillo. “Se trata de una ratonera que se arma contra el pudor y la virtud del pueblo, un dogal a su progreso y redención”.
Bialet Massé llegó incluso a apelar para que las viviendas sean la principal obra pública de gobiernos progresistas, incluso “con el arma de la expropiación y el lote”, se animó a proponer. Decididamente, el suyo no era el discurso políticamente correcto para su época.
"Es un diagnóstico con críticas, pero también con propuestas de soluciones”, sostiene Altamira Gigena en su trabajo dedicado a Bialet por su condición de precursor del Derecho del Trabajo en nuestro país.
Es que ese viaje a las profundidades de la vida cotidiana nacional, se convirtió en el pilar del derecho laboral argentino. Allí quedaron plasmadas ideas para reglamentar el contrato de servicio, el descanso semanal, los accidentes de trabajo y el rol de la mujer en el campo laboral.
Un hombre sensible que supo ver el entramado íntimo de una Argentina “exitosa” fundada sobre la miseria del conjunto.
¿Qué informaría Bialet hoy si recorriera otra vez aquellos mismos caminos?
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