De
visita en Argentina para presentar su último libro, Por un populismo de
izquierda, la politóloga belga llama a aprovechar la oportunidad del
“momento populista” que implica la “crisis de la hegemonía neoliberal”.
“Atravesamos una crisis de la hegemonía neoliberal”, asegura la filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe.
Después
de visitar argentina por última vez en 2015, la politóloga belga
Chantal Mouffe volvió esta semana al país para presentar su nuevo libro y
participar del Foro Mundial del Pensamiento Crítico, organizado por
Clacso. A diferencia de sus obras previas, Por un populismo de izquierda
no se trata de un texto de teoría política sino de una interpelación
directa a los distintos sectores de izquierda ante lo que denomina “el
momento populista”, iniciado con la crisis del modelo neoliberal actual.
Profesora de la Universidad de Westminster (Inglaterra) y esposa del
recordado Ernesto Laclau –uno de los intelectuales argentinos más
destacados en el mundo– Mouffe advierte sobre la posibilidad de que la
salida de esta “crisis de hegemonía” sea a través de un populismo de
derecha, encarnada por líderes como Donald Trump o la francesa Marine Le
Pen. Sin embargo, y en una reivindicación del populismo como forma de
articulación política, propondrá una salida hacia un populismo de
izquierda, en donde se produzca una “radicalización de la democracia”
basada en los pilares de igualdad y justicia social. En una extensa
entrevista con PáginaI12, y aunque el eje de su pensamiento es Europa
occidental, Mouffe también se refiere a la Argentina y al flamante
presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a quien califica lisa y llanamente
como “fascista”.
–¿A qué se refiere cuando dice que éste es un “momento populista”?
–Atravesamos
una crisis de la hegemonía neoliberal, esa crisis puede dar lugar a
varias salidas, una que va hacia gobiernos más autoritarios que van a
restringir la democracia y ese es el caso en que gane el populismo de
derecha. Pero si bien eso es cierto, también abre la posibilidad a una
extensión de la democracia. Eso depende de la actitud de las fuerzas de
izquierda, las fuerzas progresistas. Yo estoy fuertemente en contra de
considerar a los populismos de izquierda y de derecha como las dos caras
de una misma moneda antidemocrática.
–Usted desarrolla en el libro el concepto de “posdemocracia” y
afirma que actualmente genera una enorme cantidad de resistencias. ¿Qué
significa esa idea de posdemocracia?
–La situación de posdemocracia tiene dos componentes. Uno más
político, que en 2005 denominé como “pospolítica”. En aquel momento se
decía que la distinción derecha-izquierda estaba superada y que la
democracia se había vuelto más madura. Pero contrariamente a lo que
decían todos, eso no significó un progreso sino que los ciudadanos
cuando iban a votar ya no tenían ninguna posibilidad de intervenir. Por
eso es que los partidos socialdemócratas cuando llegaron al poder no
generaron una alternativa sino que vivenciaron un poco más humanamente
esa globalización neoliberal. El otro componente de la posdemocracia es
de tipo económico y es el fenómeno de oligarquización de las sociedades
europeas que se produce más crecientemente desde la crisis del 2008. Es
una situación en la cual hay cada vez un grupo más pequeño de súper
ricos y por otro lado están cada vez peor las clases populares y también
las clases medias. Uno habla de la desposesión y desaparición de las
clases medias. Podría decirse que se trata de un proceso de
latinoamericanización de Europa occidental. Es una consecuencia del
dominio del capitalismo financiero. Eso es lo que llamo la posdemocracia
en sus dos lados, el económico y el politico.
–Volvamos a lo básico. ¿Qué es el populismo?
–Yo sigo la definición de populismo de Ernesto Laclau en La Razón
Populista. No es una ideología, es una estrategia discursiva de
construcción política. Es una construcción sobre la base de la frontera
pueblo-oligarquía. Evidentemente ustedes en América Latina ya lo han
tenido antes pero ahora uno ve justamente ese tipo de populismo en
Europa. La gran diferencia entre populismo de izquierda y de derecha es
cómo se construye ese pueblo porque el pueblo no es la población, no es
un referente empírico, el pueblo es una construcción política.
–¿Porqué hay que ir hacia un populismo de izquierda?
–Yo estoy convencida de que la única manera de luchar, de impedir el
desarrollo del populismo de derecha es desarrollar un populismo de
izquierda. Los partidos tradicionales europeos justamente como están tan
ligados a mantener el orden establecido no ofrecen la posibilidad de
canalizar una manera democrática, progresista, que para mi consiste en
expandir la democracia porque eso implica una ruptura con el orden
neoliberal. No hay manera de sortear la crisis si uno no pone en
cuestión el modelo neoliberal y eso evidentemente es lo que hace el
populismo de izquierda. No hay que aceptar que si uno quiere defender la
democracia en contra del populismo de derecha, que evidentemente tienen
tendencias autoritarias, tiene que defender el statu quo.
–¿Cómo se explica el avance del populismo de derecha?
–Uno de las críticas que yo hago en el libro es la idea de que
quienes votan por el populismo de derecha son gente intrínsecamente
racista, sexista, etc. Por ejemplo en el caso de Francia creo que hay
mucha gente de las clases populares que se han sentido abandonados por
el Partido Socialista, que se ha dedicado únicamente a las clases
medias, y se sienten abandonados. Esa gente que no es fundamentalmente
racista pero se construye viendo al inmigrante como el responsable de
sus problemas. Yo creo que originariamente lo que esa gente quiere es
tener una voz. Una cosa del movimiento de los indignados que siempre me
ha gustado mucho es que ellos decían “nosotros tenemos voto pero no
tenemos voz”. Y es cierto, durante el sistema pospolitico tienes un voto
pero no tienes voz. El origen de estos movimientos populistas es que
nos escuchen, que nos den dignidad, que nos reconozcan. Y consideran que
los partidos tradicionales no lo hacen y por eso es que están atraídos
por esos partidos de derecha.
–En ciertos sectores a esos populismos de derecha se los denomina fascistas. ¿Son formas de fascismo?
–Eso me parece peligroso y estoy en contra de decir que son
fascistas. Creo que hay una gran diferencia entre el populismo de
derecha y los fascistas. Por ejemplo, hoy día y no hablo solamente a
nivel europeo sino pensando en latinoamérica hay una sola persona que
merece el titulo de fascista y es (Jair) Bolsonaro. El proyecto de
Bolsonaro es claramente un proyecto que pone en cuestión el Estado de
Derecho y las instituciones de la democracia pluralista. Pero no veo
ningún otro realmente en el mundo occidental que vaya tan lejos. Es
peligroso porque frente al fascismo lo único que puedes hacer en ese
caso es protegerte, establecer un cordón sanitario para impedirlo.
Entonces en primer lugar, no vas a entender lo que esta pasando, la
razón por la que la gente está votando por esos partidos. Y entonces no
vas a entender cómo hacer para impedir que crezcan. Me parece que es
totalmente contraproducente.
–¿A Trump sí lo calificaría como un populista de derecha?
–La campaña de Trump es definitivamente la campaña de un populismo de
derecha pero el gobierno de Trump no puede ser porque el populismo no
es un régimen. El populismo es una estrategia para construir un pueblo,
para construir una fuerza política para intervenir, para cambiar. En el
caso de populismo de izquierda para crear un nueva hegemonía pero
realmente para mí no tiene sentido hablar de un gobierno populista
porque todos los gobiernos democráticos se tienen que reclamar del
pueblo. En realidad hay una dimensión, que yo puedo llamar populista,
que es necesaria en la democracia. No puedes tener una democracia sin el
pueblo.
–¿Cuáles son las diferencias entre ese populismo de derecha y de izquierda?
–Una de las diferencias es que el populismo de izquierda ve que lo
está en cuestión es la globalización neoliberal, hay una dimensión
anticapitalista. Digo ‘dimensión’ porque el populismo de izquierda no es
justamente una izquierda marxista. Dentro del populismo de derecha no
hay una dimensión anticapitalista. Lo que sí hay en ciertos casos es una
dimensión antineoliberal, en contra del modelo del capitalismo
financiero. Ellos ponen por ejemplo las medidas proteccionistas. En el
caso de Marine Le Pen ella lo que quiere es establecer un capitalismo
nacional. Es interesante ver cómo durante su campaña y aún antes de la
campaña, muchas de las cosas que proponía eran con tinte de izquierda.
Más que el Partido Socialista porque por ejemplo ella defendía el Estado
de Bienestar. Pero el Estado de Bienestar para los nacionales. Eso era
lo especifico. Por eso está en contra de la Unión Europea, está en
contra del elemento de globalización del capitalismo.
–El libro da cuenta del rol de los nuevos movimientos
sociales como el ambientalismo, el anti racismo y el feminismo, entre
otros. En Argentina el feminismo ha tomado una fuerza enorme, ¿cómo se
inscriben especialmente las demandas del feminismo en esta idea de
populismo de izquierda?
–Me parece que es un elemento fundamental. El argumento es que se
trata de construir un pueblo. Ese pueblo no es un pueblo ya dado, es un
pueblo que va a resultar de la articulación de demandas en una cadena de
equivalencias. La cuestión de la articulación es todavía mucho más
amplia como consecuencia de la hegemonía neoliberal porque ha creado
muchos más antagonismos. Hay muchas más demandas heterogéneas que tienen
que articularse en el momento de hegemonía, demandas que llamamos
democráticas, que vienen de la clases populares, de las clases medias,
del feminismo, del anti racismo. Evidentemente otro aspecto que estaba
presente pero sobre el que haría mucho mas hincapié, es la ecología. Es
absolutamente fundamental.
–Un tema que no está tan presente en el libro pero que es clave para la idea del populismo es la figura del líder...
–Al pueblo hay que construirlo en articulación con las demandas
heterogéneas y eso no es fácil porque esas demandas no convergen
naturalmente. Hay que hacerlas converger y para eso se necesita un
principio articulatorio. Todavía hay una discusión sobre qué tiene que
ser ese principio. Muchas de las criticas al populismo es la centralidad
de ese líder carismático. Me parece que eso se plantea de manera
completamente falsa. Esto se liga con otros de los elemento que me
parece importante que es el papel de los afectos en la política. Cuando
tu hablas de crear un pueblo en realidad hablas de crear un nosotros,
gente que se reconoce y se identifica como una colectividad. Eso implica
un elemento afectivo, no es una cuestión puramente racional. Y el lider
cristaliza, uno lo ve acá en Argentina con Cristina Fernández y lo ve
antes con Perón. Pero es cierto que hay aspectos problemáticos de eso,
porque puede haber tendencias autoritarias pero no necesariamente. Puede
ser un líder inter pares, no tiene que ser necesariamente una relación
autoritaria entre el lider y el pueblo. Pero hay otro aspecto que es que
no necesariamente tiene que haber un lider. El principio articulatorio
también puede ser una de las luchas, que se vuelve la lucha símbolo. En
realidad lo que se necesita es que haya un símbolo de la unidad del
pueblo.
–¿Esa lucha podría ser por ejemplo el feminismo?
–A mi me parece interesante analizar si en algunos lugares el
movimiento feminista puede ser el principio articulador. En el caso
europeo, únicamente en España es donde esta fuerte ese movimiento
feminista. Lo paso el 8 de marzo fue impresionante, la huelga feminista
que realmente es un movimiento completamente transversal, de todas las
edades, de todos los grupos. Y lo que es interesante es que es una lucha
de las mujeres, porque no se limita a las demandas especificas de las
mujeres, es una lucha que articula, en la medida en la cual tienes
mujeres trabajadoras. Hay una serie de luchas que se articulan. Además
ha revolucionado el Pais en cuanto a los valores. En el sentido común
han tenido un impacto enorme. Entonces uno puede pensar que el feminismo
va a ser el símbolo de todas las luchas para la radicalización de la
democracia. Y me parece que tal vez algo similar puede pasar aca en
argentina. El movimiento Ni Una Menos también es muy fuerte acá. Y
también según entiendo, es un movimiento que articula demandas
distintas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario