Por Daniel Cecchini
Que guerrilleros informáticos ataquen los sistemas del Vaticano, la
Interpol, el FBI o cualquier corporación estadounidense con fama de
malvada, cae la mar de simpático. Que ciudadanos argentinos, según se
informó confusamente a fines del mes pasado, sean investigados y/o
detenidos por pertenencia presunta a esa guerrilla y que nadie informe
demasiado sobre el tema, ya es más preocupante. Especialmente cuando el
adjetivo “presunta” no sólo tiene relación con el principio de
presunción de inocencia, sino con la eventual vaguedad de los delitos
que se les pueda achacar, con la posible intromisión de una legalidad
extranjera dentro de nuestras fronteras y por las dudas acerca del
origen, la composición, la más que posible infiltración y la identidad
exacta de esa “guerrilla” –la expresión es riesgosa, al igual que
“ciberactivistas” o “ciberpunks”– que en los últimos meses comenzó a
tener definitiva celebridad global y que adoptó un nombre supervendedor:
Anonymous.
Las últimas noticias sobre Anonymous son las resumidas más arriba. El miércoles pasado atacaron la página web del Vaticano con acusaciones copadísimas: “En respuesta a las doctrinas, las liturgias y a los preceptos absurdos y anacrónicos que vuestra organización con ánimo de lucro propaga y difunde en el mundo entero”, “por haber reducido a la esclavitud a poblaciones enteras, usando como pretexto vuestra misión evangelizadora”, por los libros en la hoguera, por encubrimiento sistemático de los delitos de pedofilia y “por haber ayudado a criminales nazi a encontrar refugio en otros países y a sustraerse así de la Justicia internacional”.
Las noticias anteriores hablaban de la alianza táctica de Anonymous con WikiLeaks para difundir 500 millones de documentos secretos de Stratfor, una empresa dedicada a la inteligencia y el espionaje. Semanas antes, mientras el Congreso de los Estados Unidos discutía (y fracasaba) proyectos de ley concebidos para combatir la llamada piratería informática, el FBI cerraba el mayor site de descargas de archivos del planeta, Megaupload, y detenía a sus directivos en distintas ciudades del mundo. La respuesta de Anonymous fue impulsar hackeos masivos contra el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, el FBI, la productora Universal Music, la Motion Picture Association y las entidades estadounidenses dedicadas al cuidado de los registros de autor.
Aunque independientes de esa movida, las investigaciones contra Anonymous se abrieron y prolongaron en varios países latinoamericanos, incluida la Argentina, y en España. El 27 de febrero se llegó a publicar que diez presuntos hackers aparentemente vinculado a Anonymous habían sido apresados en nuestro país y que al mismo tiempo Interpol hacía lo mismo con otras 15 personas en Chile, Colombia y España. Se los acusaba de ciberataques coordinados contra el ministerio de Defensa colombiano y contra la empresa chilena de electricidad Endesa.
Todo lo relacionado con Anonymous tiene más de un nivel de confusión y ambigüedad y lo mismo sucedió con la noticia de esas detenciones. Lo que finalmente aclararon fuentes judiciales argentinas es que se trató de cuatro allanamientos y que no hubo detenciones, sino “personas identificadas” que presuntamente habían cometido algún “daño informático” (el tipo penal es otro motivo de discusión). Las investigaciones y allanamientos se realizaron simultáneamente en Flores, Villa Martelli, Río Cuarto y San Miguel de Tucumán; además de en unas 15 ciudades de Colombia, España y Chile. Se secuestraron computadoras, celulares, y materiales que probarían algún vínculo entre los investigados y Anonymous. Entre ellos, máscaras.
Las últimas noticias sobre Anonymous son las resumidas más arriba. El miércoles pasado atacaron la página web del Vaticano con acusaciones copadísimas: “En respuesta a las doctrinas, las liturgias y a los preceptos absurdos y anacrónicos que vuestra organización con ánimo de lucro propaga y difunde en el mundo entero”, “por haber reducido a la esclavitud a poblaciones enteras, usando como pretexto vuestra misión evangelizadora”, por los libros en la hoguera, por encubrimiento sistemático de los delitos de pedofilia y “por haber ayudado a criminales nazi a encontrar refugio en otros países y a sustraerse así de la Justicia internacional”.
Las noticias anteriores hablaban de la alianza táctica de Anonymous con WikiLeaks para difundir 500 millones de documentos secretos de Stratfor, una empresa dedicada a la inteligencia y el espionaje. Semanas antes, mientras el Congreso de los Estados Unidos discutía (y fracasaba) proyectos de ley concebidos para combatir la llamada piratería informática, el FBI cerraba el mayor site de descargas de archivos del planeta, Megaupload, y detenía a sus directivos en distintas ciudades del mundo. La respuesta de Anonymous fue impulsar hackeos masivos contra el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, el FBI, la productora Universal Music, la Motion Picture Association y las entidades estadounidenses dedicadas al cuidado de los registros de autor.
Aunque independientes de esa movida, las investigaciones contra Anonymous se abrieron y prolongaron en varios países latinoamericanos, incluida la Argentina, y en España. El 27 de febrero se llegó a publicar que diez presuntos hackers aparentemente vinculado a Anonymous habían sido apresados en nuestro país y que al mismo tiempo Interpol hacía lo mismo con otras 15 personas en Chile, Colombia y España. Se los acusaba de ciberataques coordinados contra el ministerio de Defensa colombiano y contra la empresa chilena de electricidad Endesa.
Todo lo relacionado con Anonymous tiene más de un nivel de confusión y ambigüedad y lo mismo sucedió con la noticia de esas detenciones. Lo que finalmente aclararon fuentes judiciales argentinas es que se trató de cuatro allanamientos y que no hubo detenciones, sino “personas identificadas” que presuntamente habían cometido algún “daño informático” (el tipo penal es otro motivo de discusión). Las investigaciones y allanamientos se realizaron simultáneamente en Flores, Villa Martelli, Río Cuarto y San Miguel de Tucumán; además de en unas 15 ciudades de Colombia, España y Chile. Se secuestraron computadoras, celulares, y materiales que probarían algún vínculo entre los investigados y Anonymous. Entre ellos, máscaras.
La máscara/ Guy Fawkes. Las máscaras entre inquietantes y
sardónicas de Guy Fawkes son el símbolo más conocido con que Anonymous
se presenta en la sociedad global. Guy Fawkes fue un conspirador
católico que en 1605 quiso demoler el Parlamento inglés acumulando kilos
de pólvora en sus bodegas. Desde hace siglos hay una fiesta popular
inglesa relacionada con el episodio que se celebra encendiendo hogueras,
muñecos de Fawkes y fuegos artificiales. Continuando de otro modo la
tradición y contextuándola en el típico contexto Sci-fi
posnuclear-en-sociedad-fascista, la historieta y la película V de Vendetta
hicieron de Fawkes un algo atormentado, irónico pero justo aventurero
ácrata antes que un traidor de la monarquía inglesa. La máscara del
personaje, para Anonymous, es símbolo de identidad y de una conspiración
buena contra un mundo demasiado parecido al de la novela 1984, el mundo controlado de la cibervigilancia.
Menos ambicioso o complejo que los alcances que parecen suponer la historieta y la película, Anonymous, según la leyenda, nació como un movimiento alternativo divertido en defensa de la libertad de expresión y las añoradas esencias libertarias de Internet. Sus activistas son enemigos de la célebre y muy bizarra iglesia Cienciológica (algunos de cuyos miembros más destacados son o fueron Tom Cruise y John Travolta) y de una larga serie de empresas de servicios públicos, corporaciones globales y las sociedades que protegen el derecho de autor.
Desde 2008, los Anonymous comenzaron a hacerse conocidos por sus ataques DDoS (de denegación de servicio) mediante los cuales se hacen colapsar las páginas de Internet de los asaltados realizando miles de conexiones por segundo desde computadoras ubicadas en todo el planeta. Así como paralizaron la página web del Vaticano, hicieron cosas parecidas con las del FBI, con el gobierno turco, con los mails de la ex candidata republicana Sarah Palin, contra la fiscalía sueca que acusó al máximo referente de WikiLeaks, Julian Assange, y contra los abogados de las mujeres que denunciaron a Assange. También en represalia por haberle quitado apoyo a WikiLeaks atacaron empresas como MasterCard, Visa, Amazon y al banco suizo Post Finance.
Organización (si hay organización) difusa, sin jerarquías, en la que es difícil saber qué es oficialmente Anonymous y qué no, sí se conoce su lema fundacional: “El conocimiento es libre. Somos Anónimos. Somos Legión. No perdonamos. No olvidamos. ¡Espérennos!”. Entre resonancias bíblicas y ácratas, Anonymous ya se ganó la desconfianza de las políticamente correctas redes sociales. En diciembre de 2010, Twitter les canceló la cuenta y Facebook directamente borró la página de la Operación Venganza anunciada por Anonymous contra la Sony japonesa por demandar a quien había hackeado la consola de videojuegos Play Station 3. También YouTube se quitó de encima videos relacionados con cuentas de Anonymous.
Buena parte de las acciones parecen libradas a la espontaneidad de sus simpatizantes: aparecieron con máscaras de Guy Fawkes en la entrega de los premios Goya para protestar contra una medida del gobierno del PP, intentaron llenar de porno páginas de YouTube, se dedicaron al rescate de gatitos maltratados, enviaron de gira virtual al adolescente pop por excelencia, Justin Bieber. Destino: Corea del Norte.
Menos ambicioso o complejo que los alcances que parecen suponer la historieta y la película, Anonymous, según la leyenda, nació como un movimiento alternativo divertido en defensa de la libertad de expresión y las añoradas esencias libertarias de Internet. Sus activistas son enemigos de la célebre y muy bizarra iglesia Cienciológica (algunos de cuyos miembros más destacados son o fueron Tom Cruise y John Travolta) y de una larga serie de empresas de servicios públicos, corporaciones globales y las sociedades que protegen el derecho de autor.
Desde 2008, los Anonymous comenzaron a hacerse conocidos por sus ataques DDoS (de denegación de servicio) mediante los cuales se hacen colapsar las páginas de Internet de los asaltados realizando miles de conexiones por segundo desde computadoras ubicadas en todo el planeta. Así como paralizaron la página web del Vaticano, hicieron cosas parecidas con las del FBI, con el gobierno turco, con los mails de la ex candidata republicana Sarah Palin, contra la fiscalía sueca que acusó al máximo referente de WikiLeaks, Julian Assange, y contra los abogados de las mujeres que denunciaron a Assange. También en represalia por haberle quitado apoyo a WikiLeaks atacaron empresas como MasterCard, Visa, Amazon y al banco suizo Post Finance.
Organización (si hay organización) difusa, sin jerarquías, en la que es difícil saber qué es oficialmente Anonymous y qué no, sí se conoce su lema fundacional: “El conocimiento es libre. Somos Anónimos. Somos Legión. No perdonamos. No olvidamos. ¡Espérennos!”. Entre resonancias bíblicas y ácratas, Anonymous ya se ganó la desconfianza de las políticamente correctas redes sociales. En diciembre de 2010, Twitter les canceló la cuenta y Facebook directamente borró la página de la Operación Venganza anunciada por Anonymous contra la Sony japonesa por demandar a quien había hackeado la consola de videojuegos Play Station 3. También YouTube se quitó de encima videos relacionados con cuentas de Anonymous.
Buena parte de las acciones parecen libradas a la espontaneidad de sus simpatizantes: aparecieron con máscaras de Guy Fawkes en la entrega de los premios Goya para protestar contra una medida del gobierno del PP, intentaron llenar de porno páginas de YouTube, se dedicaron al rescate de gatitos maltratados, enviaron de gira virtual al adolescente pop por excelencia, Justin Bieber. Destino: Corea del Norte.
Quiénes somos. Lo primero que dicen quienes siguen la
actividad de Anonymous en el mundo tiene que ver con las dificultades
para definirlos. Puede decirse a la inversa: son los integrantes
presuntos de Anonymous (y esta vez “presuntos” tiene que ver con la
dificultad de decir quién pertenece a ese colectivo, si se trata de una
colaboración eventual, de una actividad full-time o part-time) quienes
más bien balbucean a la hora de definirse. Claro que el uso del verbo
balbucear corresponde exclusivamente a la opinión del autor de estas
líneas y alguna añoranza contradictoria por las ideologías duras.
Los Anonymous hablan de sí mismos casi como sombras dentro de un colectivo, o como hormigas, o como voceros huidizos de un espíritu común de colmena. “Lo llamamos una ‘mente de panal’ –dijo un Anonymous a la revista mexicana emeequis–. Es como una bandada: sabes que estás en una porque vuelas en la misma dirección que los demás pájaros. Eso es todo. No hay un líder y nadie decide quién entra y quién no”.
Otra declaración: “Clasificar nuestras operaciones (que no son más que simples protestas pacíficas) como delito es jugar con las palabras para intentar crear enemigos donde no los hay. El verdadero delito es no escuchar al pueblo y sus justas demandas. Eso sí es inmoral y daña”.
Y una definición más, también conocida en México (en ese país y en Colombia los Anonymous tienen mucha presencia, en Argentina están comenzando): “Anonymous es una conspiración de los no ortodoxos contra aquellos que carecen de lo necesario para escapar de lo ortodoxo. Sin embargo, nuestros enemigos son sólo los ortodoxos amorales”. A qué le llaman ortodoxia, heterodoxia y ortodoxia amoral, es un cierto enigma.
Los Anonymous hablan de sí mismos casi como sombras dentro de un colectivo, o como hormigas, o como voceros huidizos de un espíritu común de colmena. “Lo llamamos una ‘mente de panal’ –dijo un Anonymous a la revista mexicana emeequis–. Es como una bandada: sabes que estás en una porque vuelas en la misma dirección que los demás pájaros. Eso es todo. No hay un líder y nadie decide quién entra y quién no”.
Otra declaración: “Clasificar nuestras operaciones (que no son más que simples protestas pacíficas) como delito es jugar con las palabras para intentar crear enemigos donde no los hay. El verdadero delito es no escuchar al pueblo y sus justas demandas. Eso sí es inmoral y daña”.
Y una definición más, también conocida en México (en ese país y en Colombia los Anonymous tienen mucha presencia, en Argentina están comenzando): “Anonymous es una conspiración de los no ortodoxos contra aquellos que carecen de lo necesario para escapar de lo ortodoxo. Sin embargo, nuestros enemigos son sólo los ortodoxos amorales”. A qué le llaman ortodoxia, heterodoxia y ortodoxia amoral, es un cierto enigma.
Fuente: Miradas al Sur
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