Al fondo, a la derecha
Acaban
de entrar en vigencia en Brunéi, pequeño estado de mayoría musulmana
situado en el sudeste asiático, las leyes que castigan las relaciones
homosexuales con la pena de muerte por lapidación. La avanzada
neoconservadora no es un fenómeno privativo de culturas islámicas. SOY
analiza desde el punto de vista del Derecho hasta qué punto los derechos
adquiridos en las zonas más progresistas del mundo corren el riesgo de
desdibujarse.
Daniel
Borrillo es profesor de derecho privado en la Universidad de París
Oeste Nanterre La Défense y miembro del Centro de Investigación y
estudios de los derechos fundamentales. La biografía de Borrillo se liga
tempranamente a su producción y militancia: forjó una obra que pudiera
pensar estrategias contra los prejuicios sociales. Proveniente de
sectores populares, se recibió de abogado en los años ochenta,
resistiendo desde la facultad de derecho de la UBA en los años de la
dictadura militar. Algunos años antes se había enamorado de un compañero
de colegio.
“Fue una historia de amor truncada en esa época. Lo más desesperante
era la ausencia de referencia. Que el hecho de enamorarse aparezca como
maravilloso por un lado y terrible por el otro. Yo vengo de una familia
católica. Y él también. Fernando se llama. En ese momento las cosas no
se podían vivir de la misma manera. No había acceso a nada, no había
lugares de encuentro, no había revistas no había novelas, no había
cine”. En febrero de 1988, mientras hace su tesis en Estrasburgo, Pablo,
su mejor amigo, muere por complicaciones por el VIH: “Para mí fue un
shock. No me pude despedir de él ni ir a su entierro y fue muy
traumático no poder verlo por última vez. Pablo pertenecía a una familia
burguesa homófoba que siempre lo negó, que ocultó todo, que quiso
incluso fraguar el certificado de defunción para que no apareciera la
causa de su muerte. Es entonces cuando decido abrir un espacio académico
en la universidad de Estrasburgo para reflexionar sobre el sida. Eso me
conectó con discípulos de Foucault y con el compañero de Foucault,
Daniel Defert, que acaba de crear la asociación AIDES de investigación y
lucha con el Sida”.
Desde entonces sus investigaciones se centran en la homofobia, el
sexismo, el antisemitismo, el racismo y otras formas de marginación
social y cultural lo cual lo constituye en referente ineludible de esos
temas. Años más tardes junto a Didier Eribon fue además uno de los
promotores de las luchas que culminaron en la sanción del matrimonio
igualitario en Francia.
¿Es un disparate desde el punto del Derecho pensar que los
logros adquiridos en cuestión de derechos humanos pudieran retroceder?
–No. La historia no es lineal y siempre se puede volver atrás. La
bisexualidad era normal en la Antigüedad greco-romana y se convirtió en
un crimen abominable durante la Edad media (la sodomía). Berlín era la
ciudad más gay friendly y cosmopolita del mundo hasta la llegada de los
nazis que han deportado y matado millares de homosexuales hombres y
mujeres. En los últimos años se ha penalizado la homosexualidad en
varios países africanos y en América Latina los evangélicos consideran
la homosexualidad como una perversión que hay que erradicar de la
sociedad.
¿Y eso se traduce en reforma de leyes?
–En las Bermudas, un año después de haberse adoptado el matrimonio
igualitario por la Corte Suprema, el gobernador ha firmado una ley
prohibiéndolo. A penas asumió el poder Bolsonaro suprimió la Secretaria
de la Diversidad y la Inclusión, dejando sin crédito a las políticas
LGBTI y de género. Estamos viviendo momentos inquietantes. Un clima que
hace pensar a los años 30… El comisario para las cuestiones LGBT de
Naciones Unidas, la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, el
Parlamento Europeo y las ONG (Amnesty, ILGA…) no cesan de alertarnos
acerca de la homofobia creciente…. La intolerancia se expande en Europa y
no es un fenómeno nuevo. A inicios de los 70, la extrema derecha se
convierte en el segundo partido de Dinamarca y en los 80 llega el Frente
Nacional de Le Pen al parlamento francés. El caso de Austria es
paradigmático: el Partido de la Libertad de Jörg Haider pasa del
liberalismo económico al nacionalismo identitario. Luego asistimos con
estupor al Brexit, la victoria de Trump y la llegada al poder de Salvini
y Bolsonaro. Jean Wyllys, el primer diputado abiertamente gay de
Brasil, renunció a su mandato y tuvo que dejar el país por las amenazas y
violencias de la que es víctima. El sexismo y su corolario, la
homofobia, no son más que la reactualización de las formas más arcaicas
de la dominación. El nacionalismo convirtió a Europa en el principal
cementerio del siglo XX, el ultraconservadurismo puede hacer lo mismo en
el siglo XXI…
¿Qué lugar ocupa el nacionalismo en la avanzada reaccionaria?
Todos estos movimientos conservadores consideran que las cuestiones
de género y orientación sexual son contrarias al nacionalismo. Viktor
Orban en Hungría, por ejemplo, inventó el concepto de “democracia
iliberal” en la que el feminismo y el movimiento LGBTIQ aparecen como
los principales enemigos de los valores cristianos de la nación húngara.
Se han cerrado universidades y censurado programas de estudios sobre
género. En Polonia, el ejecutivo conservador intenta controlar la Corte
Suprema para garantizar la restricción del aborto. El ministro de la
familia italiano, Lorenzo Fontana, que idolatra a Putin, ha declarado
que el matrimonio igualitario y la inmigración destruyen al Pueblo
italiano. Es evidente que ha comenzado un proceso de regresión primero
en el discurso y luego vendrán los hechos (supresión de subvenciones
para las asociaciones LGBTIQ, abrogación de las leyes contra la
homofobia, supresión de programas escolares, obligación de la condición
de diferencia de sexos para el matrimonio….). En Verona se prohibió un
congreso universitario sobre el asilo para gays y lesbianas. Putin es el
modelo (así como su marioneta musulmana, el presidente checheno Ramzan
Kadyrov) y aunque sea difícil adoptar en Europa occidental leyes contra
la “propaganda homosexual” como ha hecho el dictador ruso, se trata de
crear un clima de hostilidad, no solo contra el colectivo LGBTQI sino
contra las mujeres, los inmigrantes, los judíos. La homofobia va
acompañada siempre de xenofobia, sexismo y antisemitismo…
¿Y estas políticas tienen su eco en las calles?
–En los países gobernados por la extrema derecha se constata un
aumento de la violencia contra las personas LGBTI resultado directo de
la incitación al odio proveniente del Estado. Desde la toma de poder de
Bolsonaro no han cesado de aumentar los insultos, las agresiones, las
intimidaciones y la persecución. Recordemos que en el día de su
nominación, la ministra de la familia del Brasil, Damares Alves, pastora
evangélica, ferviente opositora al matrimonio igualitario y a la IVE
exclamó: “atención, atención, una nueva era se abre en Brasil: los nenes
se visten de celeste y las nenas de rosa”. Bajo la presión de los
evangélicos, en Brasil se han eliminado de los manuales escolares todas
las referencias a la diversidad sexual y el pastor Marcelo Crivella,
intendente homófobo de Río de Janeiro, ha suprimido las subvenciones
para las asociaciones LGBTIQ, sin embargo las manifestaciones del
orgullo gay siguen siendo numerosas. Como decía Foucault: donde hay
poder hay resistencia al poder. Por eso, no quiero dar la impresión que
todo está perdido…. Pienso también en ONGs como Helem, en el
Líbano; Shams, en Túnez o Iraqueer, en Irak, donde los militantes corren
peligro de vida pero siguen luchando.
¿Les conviene a los gobiernos neoconservadores dar pasos atrás?
–La cuestión es más compleja de lo que parece. El neofascismo en
Europa cambió de estrategia y ahora instrumentaliza la cuestión LGBTIQ a
su favor. En Francia, por ejemplo, Marine Le Pen ha utilizado un
argumento gay friendly y el apoyo al feminismo contra la “cultura
musulmana” a la que presenta como esencialmente homófoba y machista…
Trump, menos sutil que Le Pen, ha nombrado como jefe de gabinete
interino a Mick Mulvaney, personaje abiertamente homófobo que participó
de muchas propuestas legislativas anti-lgbt en los últimos diez años.
Trump ha prohibido a las personas transgénero integrar el ejército y la
batalla judicial al día de hoy ha confirmado dicha decisión. Los jueces
de la Corte de Columbia se hacen de ese modo cómplices de la política
anti-trans del presidente estadounidense. Al mismo tiempo se considera
la cuestión LGBTI contraria a los valores morales pero cuando se trata
de atacar a la minoría musulmana se instrumentaliza aquella en contra de
ésta.
¿Qué relación o puntos en común podés encontrar en cuanto a
estrategias de los gobiernos neoconservadores con respecto a
inmigrantes, a clase social (pobres) y a género e identidades sexuales?
–Asistimos a una verdadera revolución conservadora, a una alianza de
la extrema derecha con la religión. Fíjate el papel fundamental que ha
jugado la iglesia ortodoxa rusa para despenalizar la violencia doméstica
en Rusia. Del otro lado del mundo, el sandinista Daniel Ortega, le
prometió a los evangélicos y a la iglesia católica mantener la
prohibición total del aborto en Nicaragua. En la Turquía islamista de
Erdogan, los derechos de las mujeres y las minorías sexuales son
violados permanentemente. La religión cualquiera fuere es
instrumentalizada por los extremistas que la ponen al servicio del odio.
El Vaticano ha orquestado una verdadera contrarrevolución sexual contra
todos los avances sociales y lingüísticos de las mujeres y las personas
LGBTIQ. Los estudios de género han sido calificados como doctrina
diabolicum… En Europa y Estados Unidos la cuestión es más bien
identitaria que económica. La extrema derecha alimenta el miedo a la
“invasión musulmana”. La cuestión del peligro de la pérdida de la
identidad cristiana de Occidente aparece como más grave, en los
discursos de la extrema derecha, que el desempleo y la pobreza. Es, sin
embargo, paradójico que las asociaciones musulmanas francesas no dudaron
en asociarse a los cristianos e incluso a la extrema derecha para
luchar contra el matrimonio igualitario y la homoparentalidad (¡para las
autoridades musulmanas el enemigo es el homosexual!)
¿Qué papel juegan las izquierdas en este contexto?
–Sería deshonesto no advertir que una parte de la izquierda ha
responsabilizado a las políticas profeministas y prolgbt de la victoria
de la extrema derecha, diciendo que como la izquierda en el poder se
ocupó más de los gay que de los obreros es obvio que estos últimos ahora
votan por la extrema derecha y no por el Partido Comunista. Oponer la
cuestión social a las cuestiones de género y sexualidad me parece
extremadamente peligroso. Las dos están imbricadas y son
complementarias. También la izquierda es responsable al poner en la
misma bolsa (de basura) al neoliberalismo y al liberalismo, cuando en
realidad la filosofía liberal fue la que permitió al individuo
emanciparse del poder absoluto del monarca y proclamar la libertad
soberana del individuo. Se ha pasado muy rápido de la crítica al
liberalismo económico (que me parece legítima) al rechazo del
liberalismo moral olvidando que fue este último la conditio sine qua
non, de la privacy, que permitió la emergencia de derechos para la
mujer, primero, y para las minorías sexuales luego.
¿Por qué obtiene votos la extrema derecha? ¿Quién los vota?
–Yo no puedo conformarme cuando veo que el electorado pobre que más
ha sufrido del neoliberalismo vote por candidatos de extrema derecha que
proponen suprimir subvenciones, cerrar hospitales y escuelas públicas.
Vemos resurgir nuevamente la vieja alianza del liberalismo económico más
salvaje con el conservadurismo moral más reaccionario, algo que
conocemos muy bien en América Latina, basta pensar en las dictaduras de
los años 1970 y 1980… Milton Friedman convivió muy bien con el Opus Dei…
Otra explicación es el resentimiento, la frustración, el machismo y
quizás también la miseria sexual explican el voto en favor de la extrema
derecha pero esos elementos psicológicos no deben hacernos olvidar que
el neofascismo es una ideología política que ha mostrado su nocividad.
Parece que no aprendemos nada de la historia, aunque toma ribetes nuevos
el fondo es siempre el mismo.
¿Cómo consiguen conquistas justamente a los sectores más
marginados de la población, víctimas tanto de la exclusión social de las
políticas neoliberales, así como parte de las llamadas diversidades
sexuales?
–Los ultraconservadores actuales, contrariamente a los militares, han
sabido manipular la situación política para ganarse el voto popular.
Por un lado instrumentalizaron el odio, orientándolo hacia las élites
(Washington, para Trump, los tecnócratas de la Unión Europea para el
Brexit o para Salvini) y por otro, han substituido la lucha de
clases por la guerra cultural en la que los valores morales priman…. El
puritanismo ha ocupado el lugar del humanismo. La decadencia está
asociada a la feminización de la sociedad por eso el neofascismo
considera al feminismo y el movimiento LGBTIQ como sus principales
enemigos. Hoy día los dictadores llegan al poder por el voto popular.
Pero ¿podemos considerar democráticos los gobiernos de Hungría, Polonia,
Italia, EEUU, Brasil, Egipto…. que cotidianamente violan los Derechos
Humanos? Yo creo que la gente que vota a la extrema derecha no son
víctimas que hay que disculpar sino responsables a los que habrá que
pedirles que comiencen a rendir cuentas del retroceso de derechos
fundamentales de las minorías antes de que sea demasiado tarde.
LOS SUJETOS DE LA RESISTENCIA
Si no son las izquierdas, si no son los sectores o las clases
sociales más vulnerables, ¿quiénes te parecen hoy los sujetos o actores
políticos de la resistencia?
–La resistencia a los nuevos autoritarismos pasa por la gente, por
formas de democracia participativa en la que la que no se espere un
hombre o una mujer providencial sino que cada uno se sienta actor de la
política. Entonces la resistencia a la “democracia iliberal” de Orban o a
los denominados “autoritarismos competitivos” como China, Rusia o
Turquía, sea justamente volver a la raíz de la democracia, a la
soberanía popular de todos y no solo de una parte: la resistencia en
esos países pasa por la afirmación de un principio que a menudo
olvidamos: nada es superior a la libertad individual, a la singularidad
del sujeto político.
En este sentido, ¿qué opinás del papel que están jugando hoy los feminismos?
–Justamente, el feminismo hace a la democracia realmente universal.
Fijate que la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789
se pretendía universal pero la mitad de la humanidad no participaba, lo
mismo sucedía con los esclavos o los habitantes de las colonias. Las
nuevas formas de fascismo emergentes tienen en común una política
antigénero, son profundamente reaccionarios pues pretender volver a
formas arcaicas de dominación y la dominación de género es la más
primitiva.
Sigamos con otros posibles actores de resistencia, ¿qué
ejemplos en el mundo hay de organizaciones queer que han logrado a
partir de sus luchas las despenalizaciones de la homosexualidad o del
aborto?
–Pienso en el Festival de Cine Queer de Mawjoudin en Tunés, Mawjoudin
significa existimos, me parece una de las manifestaciones más valientes
en un mundo homófobo como es el mundo árabe. Pienso también en el
referéndum histórico en Irlanda donde casi 65% de la población de uno de
los países más católicos del mundo dijo si al aborto legal y por
supuesto a los pañuelos verdes de Argentina.
Para Foucault, las prácticas BDSM eran prácticas liberadoras. ¿Qué opinás al respecto?
–Tuve la suerte de militar con Daniel Defert, el compañero de
Foucault durante varios años y me contó cómo veía él esas
prácticas... Lo que le interesaba a Foucault no era el morbo pues lo
mismo le daba ir a un templo budista en Kyoto que a un dark room en San
Francisco. Lo que le interesaba eran las experiencias límites, poder
observar del mismo modo un monje que un adicto al sadomasoquismo sin
juzgar con las categorías morales tradicionales, en ese sentido Foucault
era profundamente nietzscheano, estaba más allá del bien y del mal en
el sentido literal del término. Foucault en el fondo ha intentado
desacralizar la sexualidad, ponerla en el lugar que corresponde es decir
en el que no hay una verdad del sexo por eso nunca creyó en la
liberación sexual ya que no pensaba con las categorías del marxismo o
del psicoanálisis que son en el fondo categorías morales sino a partir
de la noción de subjetivación es decir cómo nos construimos como
protagonistas de nuestras propias vidas: lo que aprendí de Foucault es
que el punto de apoyo de la resistencia es el de convertirse en sujeto
de su propia existencia, ser el escultor de su propia vida (como una
obra de arte), construir su propio estilo de vida, una ética y estética
propias sin consumir los tantos estilos impuestos por la sociedad de
consumo y los libros de autoayuda que son algunas de las formas que toma
el capitalismo para asimilar la subversión, mercantilizarla y hacerla
entrar dentro de su órbita.
Fuente:Pagina/12
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