Nelson
Cardoso sostiene que hace casi cuatro años la ciudadanía eligió una
marca: Mauricio. Y que esa marca hoy ya se está agotando y vende cada
vez menos, para dejar lugar a segundas marcas.
A
esta altura de los acontecimientos políticos, afirmar que el gobierno
de Mauricio Macri ganó las elecciones gracias al diseño de una muy buena
campaña de marketing, no es una novedad; pero también encierra en sí
misma la omisión de otros factores culturales, sociales,
comunicacionales y políticos que también contribuyeron a ese triunfo.
Intentaré develar algunas de esas estrategias y mecanismos de
marketing como la marca “Mauricio” fue creada en 2015; y de cómo ésta
fue instalada, hasta ser “comprada” por gran parte de los argentinos
para llevarlo a la presidencia.
Estrategia diseñada por los arquitectos de la comunicación del PRO,
que seguramente emuló el mismo modelo seguido por Donald Trump para ser
presidente de los EUA.
De un día para el otro, Macri pasó a llamarse Mauricio. Acaso los
primeros pasos de una estrategia de comunicación política basada
fuertemente en el marketing más ortodoxo. El significante “Mauricio”
intentaba ocultar el significado “Macri”.
Mauricio Macri llegó a la presidencia habiendo creado e instalado una
marca de sí mismo. Su imagen se fue creando basada en su trayectoria
como ingeniero y empresario millonario “exitoso”, líder de las empresas
de su padre Franco. Limpio de toda impureza que ensucia a los políticos,
ya que venía del mundo de las empresas.
Comenzó siendo presidente de Boca, luego avanzó en su carrera
catapultado a jefe de Gobierno del distrito más rico de la Argentina
(CABA), para luego ser diputado de la Nación; para que en 2015 la marca
llegue al máximo de poder y posicionamiento: la presidencia de la Nación
(la góndola mejor ubicada).
El verdadero producto que vendió el PRO en su campaña, fue la marca Mauricio, más que sus atributos o promesas.
De hecho, francamente era difícil creer que un político termine con
el hambre y el narcotráfico y una a los argentinos en un mandato. La
gente compró la marca, más que su contenido.
Esa marca prometía un plus (simbólico) muy fuerte ligado al
marketing; un profundo deseo humano de formar parte de una tribu o
círculo de pertenencia: la revolución de la alegría. Macri prometía la
ilusión de vivir dentro de la vida de la marca Mauricio, la de los
ganadores (una marca que vende un estilo de vida al igual que su amigo
Trump). Y supo vender una visión profundamente optimista del futuro con
el eslogan “si se puede”.
Como afirma Naomi Klein en su libro Decir no, no basta, “fiel a las
reglas de una imagen corporativa creada en el producto, no hace falta
ser bueno u honrado, solo hace falta que seas fiel y coherente con la
marca que estás representando. Una vez que has definido la esencia de tu
marca, tu único trabajo es personificar esa marca, proyectar esa marca y
repetir su mensaje”.
Los momentos de crisis económica son tiempos de salidas políticas (económicas). Con el marketing ya no alcanza.
Estamos asistiendo a verdaderas puestas en escena donde la marca
Mauricio intenta sostenerse en la coherencia del camino económico que
adoptó desde el inicio de su gobierno. Mostrándose firme y decidido y
fiel a su marca de origen. Acaso un signo de debilidad, aferrarse a toda
costa y costo, al personaje que lo llevó a ser una marca de primera
línea.
Tal vez la marca Mauricio se está agotando. Ahora se vende cada vez
menos. Sin embargo, por ahora aparece en góndola. Pero el poder de la
ilusión originaria se está acabando. Cuando el dinero no alcanza, los
argentinos dejamos de comprar primeras marcas. En el supermercado de la
política de Cambiemos ya aparecen segunda marcas en góndola.
Nelson H. Cardoso: Docente UBA-UNLaM.
Fuente:Pagina/12
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