INFORME ESPECIAL. Inflación y crisis Por Santiago Fraschina
Fuente:Pagina/12
La
política antiinflacionaria del Gobierno es un fracaso rotundo. La
estrategia fue poner el foco en la cuestión monetaria, acorde a los
preceptos neoliberales. Después de seis meses de torniquete monetario,
el resultado dejó en evidencia las limitaciones de la teoría ortodoxa,
con una recesión inducida y una inflación que continúa en niveles
alarmantes. En las actuales condiciones económicas, cualquier salto del
dólar se traslada de manera inmediata a los precios.
La
política antiinflacionaria del Gobierno fue un fracaso rotundo. Desde
octubre de 2018 hasta el presente, los precios han subido casi 25 por
ciento. El arranque de 2019, lejos de mostrar una desaceleración en los
precios, consolidó un efecto de espiralizarían difícil de revertir en el
corto y mediano plazo, situando las expectativas para este año por
arriba del 40 por ciento. La suba del IPC del primer trimestre es del
11,8 por ciento, con una inflación anualizada del 54,7 por ciento.
En
febrero, la canasta básica de pobreza para una familia tipo se situó en
27.570 pesos, 57,2 por ciento más alta que el año anterior (frente a un
salario mínimo de 11.900 pesos para marzo de 2019). El comienzo del
segundo trimestre tampoco dio respiro, con subas de 29 por ciento en el
gas (en tres etapas), hasta 10 por ciento en combustibles, 15 por ciento
en el pasaje de subte y del 7,5 por ciento en las prepagas (a partir de
mayo).
Los alimentos subieron fuertemente en las dos últimas semanas de
marzo y siguieron su escalada en la primera quincena de este mes, a la
par del tipo de cambio. El salto del dólar puso en alerta a los dueños
de las principales marcas del rubro de alimentos. La suba de los
combustibles, que aumentaron quince veces en los últimos 14 meses, y de
los servicios públicos regulados realimentan la inercia inflacionaria ya
que encarecen los costos de logística y de producción.
Híper
Las normas contables internacionales definen a la hiperinflación
cuando los precios suben más del 100 por ciento en tres años. Siguiendo
esa línea, Argentina se encuentra en hiperinflación de alimentos, con
fuertes remarcaciones en el caso de productos básicos como harina,
aceite comestible, carne vacuna, arroz, huevos y fideos.
En un país cuya producción puede alimentar a 400 millones de
personas, la pobreza e indigencia no paran de crecer, con situaciones
alarmantes de falta de productos en las góndolas de supermercados,
limitaciones en las compras para algunos productos esenciales y
sustitución de alimentos básicos por opciones de menor calidad
nutricional.
A la deriva
El naufragio de la política económica del oficialismo pone en vilo a
todo el país. Incluso puertas adentro, los cuestionamientos al esquema
de medidas para combatir la inflación están a la orden del día. Este
barco a la deriva es el resultado de la absoluta sumisión de las
decisiones económicas a los intereses de los sectores económicos más
concentrados, que lejos de realizar inversiones productivas en el país,
sistematizan sus actividades para fugar capitales y acumular activos
financieros en el exterior o vuelcan sus excedentes a sectores que les
garanticen rentabilidades extraordinarias con escaso nivel de
competencia internacional y casi nula creación de puestos de trabajo.
La dolarización de las tarifas de los servicios públicos y los
constantes tarifazos que golpean a la población también son parte de la
explicación.
Si se analiza puntualmente las acciones del Gobierno, la política de
desinflación de la economía puso el foco en la cuestión monetaria,
acorde a los preceptos neoliberales y monetaristas que sustentan la
ideología de los funcionarios. La persistencia de la idea de concebir a
la inflación como un fenómeno puramente monetario llevó al Banco Central
a secar el mercado de dinero en los últimos seis meses, controlando la
expansión de la base monetaria en términos reales con una rigurosidad
estricta, incluso superando sus propias metas.
Tasa de interés
Esta política elevó la tasa de interés a niveles asfixiantes para la
inversión productiva, ocasionando una contracción de la economía que en
2018 fue del 2,5 por ciento y en enero de este año llegó al 5,7 por
ciento interanual.
Los sectores productivos primarios agroexportadores,
fundamentalmente, energéticos y de intermediación financiera, los
grandes beneficiados por el modelo vigente, contrapesaron un poco la
balanza. Pero como los sectores más afectados fueron las pymes
industriales y el comercio, dos grandes generadores de puestos de
trabajo, la sociedad se vio muy impactada por un modelo económico
regresivo, cuyos efectos fueron la destrucción de más de 200.000 puestos
de trabajo registrados, el aumento del desempleo y una mayor
precariedad laboral.
Después de seis meses de torniquete monetario, el resultado dejó en
evidencia las limitaciones de la teoría ortodoxa y los instrumentos
utilizados, con una recesión inducida por medidas internas y una
inflación que continúa en niveles alarmantes.
Costos
El desconocimiento de otros factores que influyen en el tema, como el
dólar, la inercia inflacionaria, la desregulación de mercados y el
poder económico concentrado en distintos sectores de la cadena
productiva, está teniendo un costo muy elevado. Tan evidente es la
situación, que no son pocos los analistas que, en lugar de pensar en la
palabra “fracaso”, sostienen que el Gobierno es quien deliberadamente
fogonea la inflación, como método eficaz para redistribuir la riqueza
desde los sectores mayoritarios (trabajadores, jubilados, pensionados) a
los sectores concentrados.
El control del dólar también está plagado de inconsistencias. La
evolución de la divisa muestra saltos seguidos de una calma relativa. En
momentos de calma, el Gobierno se apresura en comunicar que sus medidas
están teniendo efecto, mientras el dólar vuelve a retomar impulso y se
renueva la inestabilidad y la desconfianza sobre la política oficial.
El trasfondo de este proceso es la existencia de una enorme
concurrencia de activos en pesos y en dólares, que van desde las Leliq
(que superan el billón de pesos), pasando por los plazos fijos y los
depósitos en dólares. Esto, conforma una masa de dinero que suma
inestabilidad al sistema, más aún en la actual coyuntura, ya que las
elevadas tasas tienen el efecto de “bola de nieve”.
Los dólares del FMI que se subastarán a razón de 60 millones por día
pueden descomprimir un poco la situación del tipo de cambio. Además, los
fondos aportados para el vencimiento de la deuda pública ampliarían la
oferta. No obstante, lo que se observa es parte del plan de estirar la
situación lo máximo posible y llegar a las elecciones.
Si bien no implica que no puedan volver corridas en el corto plazo,
en el mediano ninguna de las variables insustentables se habrá
modificado y habrá que prestar atención a lo que puede llegar a pasar
después de las elecciones. Lo mismo ocurre con los dólares que pueden
venir de la buena cosecha que se espera. La desregulación, que quitó la
obligación de liquidar las divisas a los exportadores, abre un signo de
interrogación sobre si habrá un aumento importante de la oferta de
dólares.
En las actuales condiciones económicas, cualquier salto del dólar se
traslada de manera inmediata a los precios. El Gobierno no puede
desconocer la importancia de esta variable y su impacto sobre la
inflación, que es un fenómeno claramente multicausal.
* Director de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Avellaneda e integrante de EPPA
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