El
gobierno de Cambiemos destruyó casi todo: la economía, la cultura, la
ciencia y la tecnología, pero el mayor daño realizado, el más difícil de
revertir, resulta la promoción e instalación social del odio. Los
medios de comunicación concentrados, la voz del poder, estimulan el odio
que el neoliberalismo necesita para permanecer. Neoliberalismo-odio
constituye una relación indisoluble, en la que sus términos se
retroalimentan.
El neoliberalismo, basado en la tiranía angurrienta de un poder
totalitario y concentrado, pretende un goce absoluto sin distribución y
al servicio de minorías privilegiadas. Un sistema en el que la mayoría
no entra funciona como un dispositivo que descarta, mientras produce
cultura de masas. Requiere de un consenso social obediente y uniforme
que, tomando consistencia en el odio-pasión, está dispuesto a la ofrenda
sacrificial de una parte de la sociedad a la que segrega para beneficio
de otra parte minoritaria: neoliberalismo y odio operan juntos.
La segregación se fundamenta en el odio que consiste en el rechazo a
cualquier forma de gozar que sea distinta a la “propia, única y
verdadera”. Un goce Otro resulta insoportable, es rechazado, surge un
odio- pasión que intenta destruir al objeto. La masa neoliberal,
instrumento del poder, precisa descartar cruelmente a los más indefensos
y a los que no pertenecen a la ligazón: el poder transforma a los
opositores al régimenen en enemigos amenazantes, promoviendo hacia ellos
el odio social. El poder neoliberal segrega dejando afuera a las
mayorías, alimenta ideales racistas, xenófobos y machistas, estimulando
un sadismo extremo hacia los “otros”. Promueve el odio expresado como
desprecio al pueblo y sus líderes; convierte el conflicto político en
una lucha entre corruptos y decentes, degradando la democracia a una
guerra entre dos bandos enemigos. Junto con el odio instala un clima de
inseguridad y un sistema de creencias que funcionan como certezas, a
fuerza de la repetición de imágenes-signos que justifican la represión y
la violencia.
La imposición que realiza el poder es invisible, el veneno inoculado
va directamente a la afectividad de la subjetividad, sin mediación
racional, y se expande por contagio e identificación formando el sentido
común. El resultado es una sociedad colonizada compuesta por odiadores
seriales que repiten frases-signos, un rebaño asustado que obedece los
deseos del amo demandando mano dura y orden.
El neoliberalismo, nueva forma de totalitarismo, ganó terreno a
través del uso instrumental del odio, un derivado pulsional capaz de
debilitar democracias y destituir gobiernos bajo el modo de golpes
institucionales. El poder judicial y los medios de comunicación
concentrados son los principales agentes encargados de inocularlo,
avanzando en lo que constituye una cruzada antidemocrática y destructora
del tejido social.
El odio es más antiguo que la civilización, la novedad consiste en su
ascenso junto con el avance mundial del neoliberalismo y la
concentración mediática que este supone. Ambos desarrollan un verdadero
bullying social, una violencia psicológica, verbal, material y física
contra determinados sectores de la sociedad. El desarrollo tecnológico
permite que el odio-pasión se difumine por las redes, whatsapps y medios
de comunicación, como un veneno contagioso que se entrama en los
múltiples aspectos de la vida social y forma un tejido neoplásico de
células malignas.
El neoliberalismo conduce al odio, la violencia, la indiferencia
hacia los demás, el poder del más fuerte y la guerra de todos contra
todos. Será necesario un cambio de modelo, una democracia inclusiva en
la que entremos todos y que promueva lazos exentos de hostilidad. Habrá
que apelar a Eros pues, como afirmaba Freud, todo aquello que establezca
vínculos amorosos actúa contra la guerra.
Eros, un amor político como el que nos legaron las Madres, que
constituya una barrera permanente, una resistencia cultural que diga “No
al neoliberalismo”. Tendremos que producir una pedagogía de la
solidaridad que establezca lazos amistosos y permita la libre
circulación de pensamientos, discursos, pasiones y cuerpos que se
politizan ilimitadamente.
* Psicoanalista. Magister en Ciencia Política. Autora de Populismo y psicoanálisis y Colonización de la subjetividad.
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