La anestesia al dólar, el viento de cola internacional y el derrumbe de la economía macrista
El
FMI entregará al gobierno de Macri unos 50 mil millones de dólares, en
un lapso breve de junio de 2018 a fines de este año, para evitar el
default y una corrida cambiaria antes de las próximas elecciones
presidenciales. La crisis es demoledora, con indicadores productivos y
sociales tales que hay que remontarse a la debacle de 2002 para
registrar peores.
Imagen: REP
A
fines de enero de 1989, el Banco Mundial suspendió los desembolsos
comprometidos, lo que precipitó una fulminante corrida cambiaria que
derivó en una crisis devastadora, con hiperinflación y entrega
anticipada del poder del gobierno de Raúl Alfonsín. Luego de las
elecciones de octubre de 2001, el FMI empezó a desentenderse de la
situación económica argentina, hasta que en los primeros días de
diciembre se retiró la misión del Fondo anunciando que no iba a girar
los 1260 millones de dólares programados. El desenlace fue el corralito,
default, estallido de la convertibilidad y el derrumbe del gobierno de
Fernando de la Rúa. Estos antecedentes revelan la relevancia del
matrimonio FMI-BM en la estabilidad económica y en la dinámica de la
política locales, cuando el diseño y auditoría de la política económica
queda en sus manos. Los casos de Alfonsín y De la Rúa son una referencia
interesante para apuntar que al gobierno de Macri el FMI no lo
abandonó, sino que, por el contrario, lo salvó del precipicio del
default con el primer acuerdo y frenó la corrida y se convirtió en el
principal financista de la campaña electoral 2019 de Cambiemos con el
segundo.
EE.UU.
Cuando se menciona al FMI, y específicamente cuando su intervención
es en América latina, se tiene que saber que se trata de Estados Unidos,
la potencia mundial dominante en ese organismo internacional. Con la
Argentina de Macri ha quedado muy clara esa influencia determinante.
Unos 50 mil millones de dólares en total le terminará entregando, en
un breve período que va de junio de 2018 a fines de este año, para
eludir el escenario de la cesación de pagos de la deuda argentina y de
una corrida cambiaria demoledora. Busca generar de esa manera
condiciones financieras básicas para que Macri o la marca Cambiemos
pueda participar competitivamente en las elecciones presidenciales 2019.
Es más que evidente que, por ahora, el FMI, o sea Estados Unidos, no
quiere que Macri sea Alfonsín ni De la Rúa.
El auxilio financiero extraordinario entregado a su gobierno permite
evitar el desmoronamiento y, de ese modo, facilitar la campaña por la
reelección. Esa estrategia no es inmune a la aparición de lo que se
denomina “un cisne negro”, un acontecimiento imprevisto, ya sea
internacional o local, que altere radicalmente la situación.
Los datos económicos son tan malos que inducen a evaluar el cuadro
económico como si fuese similar al que era en 2002. Por eso, fracciones
del poder económico alientan regresar a un escenario político parecido
y, en esas especulaciones, aparece la candidatura presidencial de
Roberto Lavagna, impulsada por Eduardo Duhalde, como vía para repetir
esa experiencia. El objetivo que persiguen es recomponer la tasa de
ganancia deteriorada en estos años de economía macrista, ilusionados con
la posibilidad de confluir los intereses (UIA-capital y CGT-trabajo)
para recomponer el mercado interno, y así la rentabilidad junto al
empleo.
Como se sabe, después de casi 20 años nada es igual aunque los
protagonistas sean los mismos. El panorama económico desolador puede ser
similar, pero los contextos local e internacional no los son. En el
2002, Estados Unidos todavía estaba conmocionado por el atentado 11-S,
concentrando su atención en el conflictivo Medio Oriente,
desentendiéndose de América latina. A nivel local, el default ya estaba
declarado, lo que liberaba recursos públicos para impulsar el despegue
económico. Hoy el cuadro de situación en esas dos cuestiones claves es
otro. Estados Unidos tiene apuntado su foco en Latinoamérica liderando
el avance sobre gobiernos y líderes populistas en la región, mientras
que la deuda externa y el FMI son potentes condicionantes para
cualquiera que fantasea con reiterar el camino de salida del 2002.
Uno de esos limitantes es que el endeudamiento macrista ha lanzado la
economía a una vulnerabilidad inquietante: según la consultora LCG, el
ratio de deuda pública sobre el PIB está por alcanzar el ciento por
ciento; el 75 por ciento de la deuda está en moneda extranjera; la
relación deuda externa a exportaciones es casi 200 por ciento; el ratio
de deuda a reservas se duplicó en los últimos cinco años, a pesar de la
recomposición de las reservas internacionales; y la duración de la deuda
es corta, menor a diez años.
Misión
La apuesta política del FMI es inédita y arriesgada, tanto por la
magnitud de dólares involucrados como por la intervención directa en un
proceso electoral local. Pese a semejante jugada, el principal aportante
de la campaña presidencial 2019 de Cambiemos, en este caso con
identidad no falsificada y giro del dinero registrado en el Banco
Central, no está seguro de que sea suficiente para garantizar el triunfo
de su candidato. Por ese motivo, como todo acreedor, tiene que evaluar
todos los escenarios políticos posibles para saber si podrá recuperar
los dólares entregados. Con esa tarea, la misión del FMI ha pactado
reuniones de difusión pública con diferentes referentes de la
oposición.
La más disruptiva de todas, teniendo en cuenta las características de
las históricas misiones del Fondo en la larga historia con Argentina,
fue la mantenida, con bizcochos “Don Satur” y mate, con el ex ministro
de Economía de CFK y actual diputado nacional Axel Kicillof. No es
difícil imaginar la carga de bilis que habrá generado ese encuentro en
quienes desprecian a referentes de la heterodoxia, se consideran únicos
interlocutores y poseedores del monopolio del saber económico.
Ni el FMI ni Kicillof van a cambiar lo que piensa uno de otro por esa
reunión, pero ha sido un potente mensaje político de esos dos
protagonistas, seguramente con motivaciones diferentes en cada uno, que
el establishment no debería desestimar.
Viento de cola
El veranito financiero que tanto entusiasma al oficialismo y a su
inmensa red de propaganda de medios públicos y privados no es por mérito
propio. Los dólares del Fondo son la causa directa de la estabilidad en
la paridad, recursos que fueron entregados a cambio de una política
monetaria demoledora, con tasas de interés real altísimas que están por
cumplir cinco meses, hundiendo aún más la actividad productiva, al
tiempo que facilitaron el despliegue de otra inmensa bicicleta
financiera. En tanto, la recuperación de las acciones y bonos no fue
porque el FMI pasó a controlar y manejar la política económica, además
de ser el principal soporte financiero de la campaña electoral del
gobierno de Cambiemos, sino por una causa indirecta derivada de la
decisión de la Reserva Federal (banca central estadounidense) de revisar
la estrategia de alzas previstas de la tasa de interés.
La fuga de capitales especulativos de mercados emergentes en 2018
deprimió las cotizaciones de activos bursátiles por la perspectiva de
alzas de la tasa de interés internacional. En el último año, la FED la
subió cuatro veces, siendo la última el 19 de diciembre pasado al rango
entre 2,25 y 2,50 por ciento anual. El riesgo país de Argentina trepó a
poco más de 800 puntos, registro que para encontrar uno similar había
que retroceder hasta el 16 de octubre de 2014.
Las perspectivas 2019 para los mercados emergentes eran negativas
porque la FED había adelantado que estimaba subas adicionales de la tasa
de interés. En el último trimestre del año pasado informaba, a través
de comunicados oficiales y declaraciones de su presidente, Jerome
Powell, que la economía de Estados Unidos estaba transitando un largo
ciclo de crecimiento que podría provocar un salto inflacionario. Enviaba
señales de que lo más probable era que la tasa de interés siguiera
subiendo en este año. Esto provocó la reacción del presidente Donald
Trump, que en una serie de tuits cuestionó a la FED y, en particular, a
Powell. Esa intervención tuvo su efecto y la política de ajustar al alza
la tasa de interés quedó suspendida. Una muestra más de que la
independencia de las bancas centrales es una ficción construida por la
corriente económica dominante y que es impuesta en países periféricos
para que el mundo de las finanzas pueda desarrollar en esos mercados sus
negocios sin interferencias.
A fin de año, la FED empezó a dar indicios de que la presión de Trump
estaba teniendo su efecto, cuando empezó a moderar el discurso acerca
de futuras alzas. En la más reciente comunicación señaló que la suba de
tasas dependerá de datos que indicarán cómo va la marcha de la economía.
El mercado espera que no haya ninguna suba este año, lo que definió un
nuevo escenario financiero global. Esto es un viento de cola para la
economía macrista, abierta a los inestables capitales especulativos
internacionales.
Fondos de inversión, bancos y grandes operadores modificaron la
estrategia de flight to quality (vuelo hacia la calidad, desde activos
de mayor riesgo a más seguros, como bonos del Tesoro estadounidense) y
empezaron a recomponer sus carteras de inversión en los mercados
emergentes. El mes pasado fue así el mejor enero bursátil en 31 años en
América latina, y en ese escenario positivo general las cotizaciones de
acciones y bonos argentinos contabilizaron ganancias importantes, con
una recuperación promedio de casi 22 por ciento en dólares, recortando
de ese modo la pérdida fabulosa de 51 por ciento en dólares acumulada en
2018.
¿Qué festejan?
La estabilidad cambiaria a partir del segundo acuerdo con el FMI es
saludada por el dispositivo oficialista como un logro del Banco Central.
Es una forma extraña de estar contentos. La paridad cambiaria se
adormeció desde octubre pasado con una tasa de interés real descomunal,
disparando un juego infantil en la nueva generación de economistas del
establishment, que se dedican desde entonces a hacer un seguimiento
diario de la expansión de la base monetaria y de si el tipo de cambio
sube o baja del piso de la zona de intervención cambiaria. Es notable
cómo la formación académica del establishment –ya sea en universidad
pública o privadas– prescinde de la historia, aún más increíble teniendo
en cuenta las varias crisis traumáticas anotadas en la economía
argentina, que expone esa ignorancia en forma patética en jóvenes
economistas mediáticos.
En estos meses de calma cambiaria con una renovada bicicleta
financiera –para los bancos con las Leliq y para inversores con plazos
fijos en pesos– se profundizó la recesión. Los indicadores de
producción, empleo, sociales y de inflación son desastrosos. La sucesión
de números negativos a detallar sería tan abrumadora que se puede
resumir en que son tan malos que, dependiendo del índice, hay que
remontarse a 2002 o a 1992 para encontrar registros peores.
¿Qué festejan quienes festejan la estabilidad cambiaria? Ni la tasa
de inflación desciende con dólar frenado, tasas de interés real
elevadísimas y contracción monetaria. Otra pregunta: ¿por qué Macri dijo
que la inflación está bajando un día antes de la difusión de la
evolución de precios de enero que subió respecto al mes anterior y
cuando la de febrero se proyecta más alta que la de enero? La impunidad
de la política de la mentira planificada desde la Jefatura de Gabinete
colisiona contra la realidad, que ni el blindaje mediático puede evitar.
Cierres de comercios, industrias, huida de empresas extranjeras del
mercado argentino, convocatorias, quiebras, que implica destrucción del
tejido productivo y social, es el panorama de estos meses de estabilidad
cambiaria. La información entregada por el Indec acerca del acelerado
proceso de desindustrialización en la economía macrista, que se refleja
en el indicador de utilización de capacidad industrial instalada, es
impactante. Si bien ha habido declaraciones críticas de dirigentes de la
UIA, la crisis industrial es de tal dimensión que esas declaraciones se
muestran tibias y sin una demanda conjunta a la altura de la
destrucción que se está produciendo. Las pérdidas de empleos y del
salario real también son mayúsculas sin provocar una reacción acorde en
la CGT.
No deja de sorprender que, según difunde la prensa oficialista, Macri
promete a empresarios y a economistas de la city que, si es reelecto,
va a realizar lo que no hizo en su primer mandato. O sea, un ajuste más
profundo en la cuestión fiscal, previsional y laboral, reclamo histórico
de la liga de la ortodoxia, cuya principal especialidad es el fracaso
teórico y práctico en el diagnóstico, análisis y gestión de la economía
argentina en términos de bienestar general, no así en concentración del
ingreso y fuga de capitales.
Con indicadores económicos pésimos, la apuesta oficial es engañar con
la ilusión estadística a partir de fines del segundo trimestre, cuando
las comparaciones interanuales abandonen cifras de catástrofe. El juego
electoral de Cambiemos estará planteado entonces entre las percepciones,
que seguirán siendo muy malas, y las expectativas, que buscarán ser
alentadas con índices que ya no mostrarán números negativos en términos
interanual. Difícil que esto último no sea así, salvo que la recesión se
convierta en depresión, situación poco probable puesto que aquí es
donde aparece el rol clave en términos electorales para evitar la
debacle del auxilio financiero extraordinario entregado al gobierno de
Macri por el Fondo Monetario Internacional.
Fuente:Pagina/12
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