El
neoliberalismo es un proyecto político, económico, social y cultural
que tiene pretensiones hegemónicas. La sociedad de mercado se reduce a
la sumatoria de los comportamientos individuales guiados por la
maximización de utilidad y la minimización de costos. El gobierno de la
Segunda Alianza Cambiemos implementó en estos dos años y medio diversas
políticas neoliberales.
Imagen: DyN
Si
uno le preguntase a un funcionario del actual gobierno si es neoliberal
puede obtener dos repuestas. La primera, enojo mediante, será decir que
no existe tal neoliberalismo, que es un invento nostálgico de quienes
piensan que en pleno siglo XXI todavía perduran las ideologías y no se
dan cuenta que ese mundo ya no existe. La segunda, “coucheo” y sonrisa
de por medio, será destacar que lo importante es hacer cosas por la
gente sin encasillarse en ninguna clasificación, “sólo somos personas
comunes con una gran responsabilidad y queremos lo que todos quieren,
que a la Argentina le vaya bien”, suelen decir sin ruborizarse.
A
pesar de ello, el gobierno de la Segunda Alianza Cambiemos implementó
en estos dos años y medio de gestión diversas políticas públicas (o
intentos de ella) que, sin ánimo de exhaustividad, se mencionan a
continuación:
- Quita de retenciones a la exportación.
- Reducción del Impuesto a los Bienes Personales.
- Intentos de flexibilización laboral.
- Eliminación de los controles a la circulación de capitales.
- Despidos de empleados públicos.
- Recorte de gasto.
- Quita de los controles al mercado cambiario.
- Ataque discursivo a los sindicatos.
- Desregulación de precios.
¿Son estas medidas producto aislado de funcionarios que vinieron
a “gestionar” la cosa pública sin ideologías? ¿Son la expresión
material de un proyecto político que tiene muy en claro lo que quiere?
¿O serán, como escribió Rodolfo Walsh en su recordada carta a la Junta,
el raro fruto de la fría deliberación y de la cruda inepcia?
Con la finalidad de aclarar un poco la cuestión repasemos en qué se
basa ese proyecto político al que ningún funcionario dice pertenecer.
Claves
1. El neoliberalismo es un proyecto político, económico, social y
cultural que tiene pretensiones hegemónicas, es decir, de abarcarlo
todo, generando consensos y sentidos comunes que muestren como natural e
inevitable lo que tiene carácter político e histórico. Intenta
instaurar en los países una sociedad de mercado, entendida esta como una
sociedad en la que la coordinación y la articulación de los
comportamientos humanos está regida por un sistema de precios de mercado
que premia y castiga a cada integrante en función a la contribución que
haga a la sociedad.
2. El criterio de eficiencia (entendido como el uso
más productivo de los escasos recursos) es más importante que el de
justicia. Asimismo, el criterio de justicia se reduce a que cada
individuo debe llevarse de la sociedad en función a su contribución.
3. La contribución que cada uno haga al conjunto
social está determinada por la productividad de cada acción humana.
Dicha productividad queda reducida, a su vez, a lo que determinen los
precios de mercado que son producto estricto de las fuerzas que operan
en el mismo.
4. Es el mercado, a través de del sistema de
precios, quien determina qué comportamientos valen, cuáles no, y cuánto
valen. La sociedad de mercado se reduce a la sumatoria de los
comportamientos individuales guiados por la maximización de utilidad y
la minimización de los costos. Por lo tanto, el único capaz de procesar
óptimamente todo el volumen de información que producen las sociedades
modernas es el mercado, al cual, todos deben someterse.
5. Los proyectos que promueven, sean estos
populistas o comunistas, la injerencia del Estado en el sistema de
precios o en el reconocimiento de derechos, levantando la bandera de la
justicia social o el bien común, son falsos. Levantan banderas
ficticias, coartan libertades individuales sin ningún argumento válido
y, a la larga, por una vía o por la otra, se transforman en
totalitarismos.
6. El Estado, además de las funciones clásicas
liberales de defender la propiedad privada, administrar justicia y
defender los derechos individuales, debe encarar el objetivo central de
demoler lo construido en etapas históricas anteriores a través de un
proceso creciente y progresivo de mercantilización de todos los espacios
(por ejemplo, privatizaciones, liberalización de los mercados de
capitales y cambiarios, flexibilización laboral).
7. El proceso de destrucción de los colectivos
encarado por el Estado neoliberal más allá de incluir la destrucción de
parte del aparato estatal, debe socavar sistemáticamente la acción de
los sindicatos y de los sindicalistas dado que también intentan
interferir en el sistema de precios (el salario lo es) de mercado y en
el sostenimiento o reconocimiento de derechos.
8. La desigualdad lejos de ser un problema es, por
una lado, el resultado esperable de los distintos niveles de
productividad, esfuerzo, laboriosidad e ingenio de los distintos
integrantes de una sociedad y, por el otro, el motor e incentivo para
que los menos productivos mejoren imitando el comportamiento de los que
tuvieron éxito. Por ello las políticas sociales deben ser muy acotadas y
focalizadas a determinados grupos poblacionales, dado que si se
universalizan, como pretenden los proyectos populistas, se desincentiva
el esfuerzo, el talento y la iniciativa y, “premiando al ocio”, se
destruye la “cultura del trabajo”.
9. En el mismo sentido, los impuestos progresivos
(aquellos en los que pagan más quienes más tienen o ganan) son un
castigo al esfuerzo, el trabajo y el ingenio y por lo tanto deben
reducirse o eliminarse. El Estado debe recaudar a través de impuestos de
base amplia que no afecten ni debiliten los ingresos de los
emprendedores y los que tienen mayor productividad.
10. Al mercantilizar todos los espacios posibles, el
individualismo, la competencia, la eficiencia, la productividad y la
meritocracia se presentan como valores indiscutibles que lejos de
quedarse en la esfera empresarial inundan todos los campos. De este
modo, dichos valores se transforman en criterios y parámetros que
organizan la vida misma, desde qué política de salud o educación debe
implementar un Estado, cómo debe entenderse el mundo de las artes, el
deporte y la cultura hasta los modos en se organizan y vivencian las
prácticas y los vínculos cotidianos de una familia.
Crisis y orden
Escribía Milton Friedman en 1962 en plena vigencia de los Estados de
Bienestar y del paradigma keynesiano: “Sólo una crisis –real o
percibida– da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene
lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que
flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica:
desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas
vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve
políticamente inevitable”.
Escribía Eduardo Galeano en su célebre obra Las venas Abiertas de
América Latina, en 1971: “La derecha tiene razón cuando se identifica a
sí misma con la tranquilidad y el orden: es el orden, en efecto, de la
cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin; y la
tranquilidad, de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre
hambriento.
Ambos decían la verdad.
* Docente UNLZ FCS. ISFD Nº 41 CEMU
Fuente:Pagina/12
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