martes, 20 de noviembre de 2012

El filósofo, el maestro, el militante


 



Por Paula Biglieri y Gloria Perelló *

Hace unas semanas, una revista de publicación periódica le dedicó una extensa nota denigratoria a Ernesto Laclau, con persecuciones en moto incluidas para tomarle fotos y “guardias periodísticas” para conocer detalles de su vida personal. Hace pocos días un matutino publicó en un lugar privilegiado del diario una carta de lectores (que repercutió en distintos medios) de alguien que –por el solo hecho de llevar el mismo apellido– se invistió de una autoridad familiar para increparlo. Pareciera que hay cierto encono personal con Laclau. ¿A qué se debe tamaño interés persecutorio?
Ernesto Laclau es el filósofo que junto con Chantal Mouffe dio origen a una corriente de pensamiento conocida como posmarxismo. Su texto Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia –publicado originalmente en Inglaterra en 1985– resultó de una crucial importancia para el pensamiento de izquierda. Porque a contrapelo del regocijo conservador que celebraba el fracaso del proyecto socialista y con ello del marxismo, Laclau y Mouffe propusieron una recuperación de la idea de emancipación. En un gesto monumental –que podría ser interpretado como un trabajo sobre su herencia marxista– lograron una reformulación del marxismo de tan vasto alcance que terminaron desintegrando sus fundamentos. Si bien persisten en la idea de transformación y de contradicciones sociales, a partir de su intervención no habrá ninguna posibilidad de superación dialéctica de los antagonismos sociales, porque advirtieron que el antagonismo habita el corazón del sujeto. Así, plantearon la “imposibilidad de la sociedad”, es decir, la sociedad carente de un fundamento último desde donde pueda establecerse la totalidad de sus procesos parciales. Por lo tanto, ya no será posible sostener la idea de un sujeto protagonista de la historia predeterminado (el proletariado) y un destino de antemano asegurado de una vez y para siempre (la sociedad reconciliada del comunismo). Sin embargo, nunca abandonaron el espíritu revolucionario, insistieron en el proyecto emancipatorio, pero esta vez “la emancipación” pasó a ser planteada en plural (emancipaciones), como efectos de las luchas llevadas adelante por diversos sujetos sociales dependiendo de los distintos contextos y sin un final último sin residuos.
Este salto teórico les dio a Laclau y Mouffe fama y prestigio en el mundo académico de las humanidades y ciencias sociales. Laclau creó entonces el Programa de Ideología y Análisis del Discurso en la Universidad de Essex, y desde allí y a través de su paso por diversas universidades (como Buffalo, Northwestern y la Universidad de Nueva York en los Estados Unidos) emprendió su tarea como maestro que ha dejado estela, formando académicos hoy destacados. Quienes hemos tenido la fortuna de participar en alguno de sus espacios de formación podemos dar fe de su generosidad como maestro. No sólo por ofrecer sus ideas al debate y de este modo poner en acto el pensamiento crítico, sino también por promover un pensamiento autónomo, por transmitir un estilo de trabajo y ayudar a forjar un pensamiento creativo. Se han escrito libros que dan cuenta de los debates con sus discípulos. El último de estos ha sido publicado en la Argentina con el título: Laclau. Aproximaciones críticas a su obra, compilado por Simon Critchley y Oliver Marchart.
Laclau también ha publicado numerosos textos que han sido traducidos a distintos idiomas (incluidos todos los europeos –menos el búlgaro y el eslovaco– hasta llegar al chino, coreano y japonés) y ha amenizado el debate filosófico junto con autores como Jacques Derrida, Jacques Rancière, Judith Butler, Toni Negri, Joan Copjec, Jorge Alemán y Etienne Balibar –quien, por cierto, es un hombre y no una mujer, como sostienen los periodistas de la revista amarilla en cuestión—. En febrero de 2010 la Universidad de Nueva York les rindió un homenaje al cumplirse los 25 años de la publicación de Hegemonía y estrategia socialista... En abril de 2013 se realizará en la Universidad de Brighton un congreso sobre la obra de Laclau. En nuestro país ha recibido el Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Rosario, la Universidad Nacional de Córdoba, la Universidad Católica de Córdoba, la Universidad San Pablo Tucumán y la Universidad Nacional de San Martín.
Pero fue la publicación en 2005 de La razón populista la que llevó a Laclau a ser reconocido fuera del los claustros académicos, en particular en América latina. En este texto, Laclau argumenta que es la figura del pueblo –cuando ésta logra articularse como tal– la única que puede desencadenar modificaciones en el statu quo. Es decir, es el pueblo como un efecto de una cadena de equivalencias que se forma entre demandas de diversa índole, aquella figura que una vez cristalizada a partir de la investidura libidinal de un líder, la que puede empujar un proceso de emancipaciones. Esto es el populismo. Pero Laclau también advierte que una articulación populista es una forma, las distintas modalidades que tome estará en relación con las luchas políticas. Es decir, su contenido ideológico dependerá de la correlación de fuerzas de un determinado espacio social, y considera que hay populismos tanto de izquierda como de derecha.
Y es en este punto en donde el Laclau filósofo y maestro da lugar también al militante. Si estamos parados en un terreno indecidible y sin reaseguros respecto del sentido político que pueda tomar la figura del pueblo, es que vuelve a poner en cuestión el valor de la decisión. Es justamente esta falta de garantías la que evoca un llamado a involucrase en luchas políticas. Porque como no tenemos nada garantizado, como no sabemos de antemano cómo van a ser las cosas, como la figura del pueblo no tiene un destino emancipatorio preestablecido, es que hay que militar. Es decir, hacerse responsables. En todo caso, lo mejor que podremos lograr a través del populismo es llevar adelante prácticas políticas que implican la simultánea experiencia de la posibilidad e imposibilidad de la emancipación, en la medida en que la reconciliación de la sociedad consigo misma es un imposible.
Finalmente, quisiéramos traer a colación una frase de un discurso de Jorge Gaitán, aquel líder populista colombiano cuyo asesinato desató el Bogotazo en 1948, quien al dirigirse a su pueblo decía: “En pie vosotros, los que sabéis sentir y no tenéis la frialdad dolosa de los académicos”. El compromiso militante de Ernesto Laclau es un sentir y no tiene la frialdad dolosa de los académicos. Será por todo esto entonces que el periodismo inescrupuloso está tan obsesionado con él.
* UnLaM / UBA.
Fuente: Página/12

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