viernes, 24 de mayo de 2019

No todo superávit que brilla es oro


Por Eugenia Blasco
 29/04/2019
Fuente:Lecturas de coyuntura Económica


Resultado de imagen para superavitLa semana pasada el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) difundió el informe
mensual de Intercambio Comercial Argentino (ICA) correspondiente a marzo. El resultado parece a
simple vista favorable para la economía porque la balanza comercial arrojó un saldo positivo por
un monto de U$S 1.183 millones. En el mismo período del año anterior, el resultado había sido
deficitario en U$S 554 millones.

Considerando lo dificultoso que es para la economía argentina generar divisas de manera genuina
a través del comercio, un séptimo mes de superávit comercial podría ser un dato auspicioso ante
semejante escenario recesivo como el actual o, aún más propicio, ante los inminentes
vencimientos de deuda externa que probablemente harán penar, a su llegada, por cada divisa
fugada.

Ahora bien, esta superioridad de la producción exportada sobre las importaciones sería plausible si
fuera resultado de un fortalecimiento en nuestras ventas al exterior. Sin embargo, la misma
recesión económica que atravesamos y la devaluación de la moneda nacional son las variables que
presionan a la baja a las importaciones (registran una caída del 33,7% a/a). Esta fuerte contracción
de las importaciones explica en gran medida el "aplaudido" intercambio comercial superavitario.
El plan económico de la alianza gobernante apuntó, desde un primer momento, a un crecimiento
vía políticas de incentivo de la oferta y no de la demanda. La inconsistencia de las herramientas
utilizadas con este fin llevó a la economía real a trabajar a media máquina, y solo sería una
expresión de deseo que esto fuera escrito en sentido figurativo. El uso de la capacidad instalada en
la industria a nivel general fue del 58,5% en febrero de este año, ocho puntos menos que el mismo
período de 2018. En sectores como la industria textil y la industria automotriz el escenario es aún
más dramático, con un uso de la capacidad instalada apenas por encima del 40%.

La enorme caída de las importaciones está directamente relacionada con estos indicadores que se
asemejan a los de la última gran crisis económica de 2001. Ante el aumento de costos por tarifas
de servicios y devaluación, por un lado, y la caída del consumo, por el otro, no hay buena voluntad
que sea suficiente para que un empresario decida aumentar voluntariamente su stock de activos
fijos. Sin contar, en este monumental desequilibrio financiero / cambiario, la irresistible tentación
de liquidar los mismos para colocarlos en una inversión financiera a los efectos de captar los
espectaculares rendimientos provenientes de las monstruosas tasas de interés.

Ante esta depresión, se materializa el desplome de numerosas empresas, algunas de ellas líderes
en su rubro, que suspenden o despiden trabajadores o, en los casos más extremos, directamente
cierran su negocio. En lo que va del año, la empresa Fate, proveedora de neumáticos de la mayoría
de las automotrices en el país, debió recurrir a un procedimiento preventivo de crisis para no
despedir a más de 400 empleados; Honda suspendió 700 empleados de su planta en Campana;
PSA (Peugeot y Citröen) suspendió 1.000 empleados de planta en Palomar. Según las estadísticas
oficiales del Ministerio de Producción y Trabajo, la Encuesta de Indicadores Laborales registró en
marzo una caída interanual de puestos de trabajo registrados de 2,4%.

Esta realidad que afecta la industria nacional se refleja en la caída interanual de la importación de
bienes de capital (-46,1%); de bienes intermedios (-21,3%); de piezas y accesorios para bienes de
capital (-36,6%); solo por nombrar aquellos rubros que mayor participación tienen en el
intercambio comercial y que son destinados principalmente a la producción.

Con menor participación (pero con una estrepitosa caída), se encuentran los vehículos
automotores de pasajeros (-58,2%). Este rubro, junto con el de Bienes de Consumo (-32,6%),
mantiene, por su parte, directa relación con la caída del consumo que nunca estuvo en la agenda
del gobierno (al menos hasta estos seis meses previos a las próximas elecciones presidenciales).
En el otro lado de la balanza comercial, nos encontramos con las exportaciones en un panorama
menos impactante que el de la caída de las importaciones pero también con signo negativo. En
términos interanuales, la caída de las mismas es del 5% siendo los rubros de mayor caída los de
manufacturas de origen agropecuario (-8,9%) y de origen industrial (-6,5%).

Pese a los cuantiosos beneficios que el sector primario exportador recibió por parte del gobierno
mediante la baja de retenciones y la eliminación de la obligación de ingresar al país las divisas
generadas, sumado a la escapada del dólar, durante el primer trimestre de este año se hizo
efectiva una baja en la exportación de los productos primarios. Quedará por saber si en los
próximos meses, "la mejor cosecha de granos de la historia" será capaz de compensar la fuerte
caída de otros rubros del sector.

A juzgar por la decisión del gobierno de aplicar de manera reiterada políticas que fracasan en
términos económicos y sociales, no parece probable que haya otra alternativa planificada más que
esperar este guiño del sector primario exportador de liquidar su producción y continuar con el
deseo presidencial de “ser el supermercado del mundo” antes que optar por políticas que apunten
al desarrollo industrial con una consecuente generación de empleo.


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