Estamos presenciando un nuevo proceso de subcontratación y precarización, ya no se trata de empresas pasándole la responsabilidad de las condiciones laborales y salariales a un tercero, sino de empleadores que no se reconocen como tales. El resultado de trabajadores dispersos y desorganizados, a merced de empresas de carácter monopólico. Por Juan Manuel Pescio, Ezequiel Arauz y Ariel Patricio Dominguez
Por Juan Manuel Pescio, Ezequiel Arauz y Ariel Patricio Dominguez*
Características Generales
Las características actuales del capitalismo se encuentran fuertemente
marcadas por la búsqueda frenética de renovación en los modelos de
negocios y en la naturaleza del empleo. El fin último es encontrar
ventajas que inicien un camino virtuoso que aleje a las economías
centrales del estancamiento que siguió a la crisis financiera mundial
del 2008, donde el Estado de bienestar quedó diezmado luego del grotesco
salvataje al sistema bancario. El modelo de plataformas austeras crece a
caballo de los altos niveles de precarización laboral y exenciones
impositivas.
Una de los rasgos más distintivos de esta etapa se sitúa en la industria
del software. En las últimas dos décadas, por múltiples motivos
estructurales, entre los cuales se encuentra la existencia de bajas
tasas de interés en los países dominantes, el sector tecnológico y de
las telecomunicaciones vivió un afluente de inversiones que posibilitó
avances no imaginados en infraestructura. Esto tuvo como efecto un salto
en la capacidad de conexión, almacenamiento y procesamiento de la
información.
Se erigieron miles de empresas en el sector, cientos de ellas con sede
en Sillicon Valley (California, EEUU), que dominan diferentes segmentos
del mercado, e imprimen a diario parte de las características del
capitalismo actual.
Innovaciones e implementaciones de todo tipo se suceden con fuerte
rapidez y son absorbidas socialmente con la misma velocidad. Estos
desarrollos impactan de forma global en la disciplina de las personas,
fundamentalmente en lo que hace al relacionamiento entre las mismas.
El ejemplo más obvio lo podemos encontrar en las redes sociales donde,
aún con las diferencias que existen entre las aplicaciones más
populares, ofrecen un canal que interpela fielmente nuestras necesidades
de opinión, exposición, e influencia, llegando a modificar masivamente
entre otras cosas, las formas y los medios de consumo de información.
Uberización|¿Vos podés ser tu propio jefe?
Pero nos vamos a enfocar particularmente en aquellos modelos que se
engloban dentro de la categoría de economía de plataformas, y en
particular de las plataformas austeras como Uber, Airbnb o Rappi. A
diferencia de Google, Apple, Siemens, General Electric, Amazon o
Facebook, las cuales destinan inversiones siderales para montar
complejas infraestructuras, centralmente orientadas a Web Services, las
plataformas austeras se caracterizan por poseer como único capital fijo
la infraestructura digital (o parte de ella), con una baja inversión en
activos y un sistema de contratación basado en la tercerización de los
servicios esenciales. Son modelos de negocios que se nutren de la
precarización laboral.
Aunque el futuro de las mismas se encuentre cuestionado por los escasos
(o nulos en algunos casos) márgenes de rentabilidad, las plataformas
están logrando un alcance sobre el tejido social global.
Grandes segmentos de los trabajadores muestran un nivel de
vulnerabilidad muy alto ante las propuestas de las nuevas plataformas.
No poseen acceso a la cobertura previsional, piso salarial básico, su
jornada no está regulada, no poseen vacaciones pagas, indemnización en
caso de despido, seguro médico, aguinaldo, cobertura ante los riesgos
del trabajo, entre otros beneficios.
En este sentido, lo que sucede en todas las plataformas es que en algún
momento mediante algoritmos se asignan viajes, pedidos o tareas, y un
sistema sancionatorio para quien no los cumple. Entonces no existe tal
libertad, es una totalmente condicionada, los trabajadores que no son
sus propios jefes, no pueden manejar sus horarios, ni sus tareas, sino
que se las asigna el mismo algoritmo. Cuando una tarea es rechazada,
este tipo de sanción es una característica típica de cualquier relación
laboral. El problema es que esto se da, como dijimos anteriormente, sin
derechos fundamentales: sin salario fijo, jornada mínima, seguro de
riesgo, etc. Hay una evaluación que determina la aplicación en función
de las tareas aceptadas y hay otra calificación del cliente al
repartidor. A veces las fallas son responsabilidad de los locales que
entregan el pedido con demora, o de la propia aplicación, o avatares de
la calle (embotellamiento, accidente, etc), pero quienes reciben la
calificación son los repartidores. El problema es que esto implica, al
final del día, menos trabajo.
Estamos presenciando un nuevo proceso de subcontratación y
precarización, ya no se trata de empresas pasándole la responsabilidad
de las condiciones laborales y salariales a un tercero, sino de
empleadores que no se reconocen como tales. El resultado de trabajadores
dispersos y desorganizados, a merced de empresas de carácter monopólico
o casi monopólico, son salarios muy por debajo de la productividad. Las
aplicaciones del siglo XXI crean condiciones y relaciones laborales del
siglo XIX.
Las organizaciones sociales y sindicales deben poder atender a estos
cambios de pulso constante. En nuestro país se creó la Asociación de
Personal de Plataformas (APP), la cual hoy nuclea a aproximadamente
100.000 trabajadores y cuenta con el apoyo de la CGT ante la discusión
con el gobierno para lograr el reconocimiento formal. Su potencial de
afiliación podría equipararlos cuantitativamente con el gremio de
personal bancario o con SUTEBA.
Contexto transición silenciosa
Consideramos que, para mensurar el impacto social de dichas tecnologías,
hay que analizarlas de conjunto con la automatización industrial. Según
estudios de la Cámara de la Industria Argentina del Software, en el
mercado laboral argentino se proyecta la automatización del 30 % de los
empleos actuales en un período de 11 años. En octubre 2015, economistas y
físicos de la empresa Accenture estimaron un porcentaje potencial de
automatización del 49% en los próximos 15 años para la Argentina.
El sector inmobiliario, financiero y de gestión de riesgos (seguros),
seguidos por la explotación minera, agricultura y construcción pueden
sufrir cambios drásticos ante un eventual desplazamiento del factor
humano en tareas centrales de dichas actividades. Con un impacto menor
se encuentran el área de la salud y la enseñanza.
Estamos en el medio de una transición silenciosa pero vertiginosa hacia
la cuarta revolución industrial. Desde un punto de vista técnico, las
dos terceras partes de los empleos de los países “en desarrollo” pueden
automatizarse, según las proyecciones del Banco Mundial. Esto genera un
desplazamiento de un porcentaje de los puestos de trabajos destruidos
hacia empleos de mayor especialización y profesionalización. El otro
porcentaje pasa a engrosar las filas de los excluidos.
Lectura política
Este contexto donde estos modelos de negocios se montan en la
vulnerabilidad de los sectores populares, demanda a los Estados y a las
organizaciones sociales profundizar la mirada y comenzar a bosquejar
políticas que permitan intervención en este escenario. Ejemplos valiosos
se pueden extraer de decenas de cooperativas de software en nuestro
país la cuales se encuentran trabajando a fin de generar
infraestructuras que acompañen a procesos de trabajo solidario y
autogestivo, liberando código y generando comunidades que permiten dar
saltos en infraestructura informática a organizaciones sociales, Pymes y
diversas cooperativas de todo el país.
Es fundamental poder incorporar a estos actores a la hora de proyectar
una política de desarrollo tecnológico con inclusión, orientando una
política de Estado a la protección del trabajo, a la generación de
líneas de financiamiento para montar esquemas aceleradores desde
sociedades público - privada orientada a robustecer el sector nacional
de I+D y las iniciativas de base tecnológica.
Así como también no sólo hay que atender los problemas que surgen en el
mundo del trabajo, sino que es vital contar con políticas de Estado
orientadas a robustecer la soberanía tecnológica, tomando lo mejor de lo
hecho en años pasados como el piso a recuperar, y desde donde partir.
Desde una postura neoliberal y libremercadista pasará seguramente por
dejar hacer a los “nuevos emprendedores”. Sostenemos en cambio que el
sector público, los gobiernos no pueden asumir un rol neutro frente a
estos desafíos, sino buscar una intervención activa, que genere mercados
e innovaciones industriales pero que garantice a la vez, los derechos
de los trabajadores.
*Integrantes de Tres Banderas Quilmes, Frente Patria Grande.
Fuente:ramble tamble
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