lunes, 27 de mayo de 2019

El endeudamiento agrava los 1.000 puntos básicos de riesgo país


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 Por Gustavo Perilli

Un poco de recuerdo
Observando series de riesgo país, surgen el grado de "coqueteo y euforia" y, luego, las crisis a las
que se exponen los distintitos Gobiernos de los diferentes países cuando salen a abrazar al mercado
financiero internacional sin contar con los suficientes recaudos. En este aspecto, posiblemente la
Argentina es la abanderada en América latina, seguida por México y Brasil como escoltas y Chile, en
otros momentos.
Si hubiera que ponerle una fecha de inicio a todo el festival financiero, ya nadie duda que data de
inicios de la década de 1970, cuando Estados Unidos abandonó el patrón oro y socializó el riesgo
financiero en el mercado global. A partir de ese momento, "el humor de los grandes jugadores del
mundo financiero" pasó a ser el protagonista fundamental en los vaivenes macroeconómicos. Como
señala el profesor Michel Aglietta, la máxima figura de la escuela regulacionista, "los inversores
institucionales (fondos de pensión o fondos comunes de inversión) se transformaron en los agentes
financieros que desempeñan el papel más importante en las colocaciones de capital (Aglietta,
2000)".
Desde el decenio del noventa, el spread de riesgo soberano (el comúnmente conocido riesgo país),
se transformó en la medida de optimismo del mercado. Elaborado por el banco de inversión insignia
de Wall Street, JP Morgan, a través de la comparación de diferenciales de tasas de interés entre
bonos (de un país con respecto a los de riesgo cero de los de los Estados Unidos), actualmente
provee una medida del valor del riesgo y al costo del financiamiento externo de los países. Cuando
los bonos “caen en desgracia”, ese diferencial (o spread) se amplía y todo se transforma “en un
inmenso mar de dudas” (y viceversa) que, luego, se filtra en el corto plazo en la actividad productiva
interna y el mercado de trabajo a través del canal de créditos.
¿Es lógico o injusto este mecanismo automático? Con independencia de que lo sea o no (porque el
mundo funciona así y es imposible cambiarlo), las autoridades deben ser conscientes del juego al
que someten la soberanía de la Nación cuando estampaban la firma en un contrato o, por ejemplo,
una carta de intención acordada con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En todo caso, el
problema no es la deuda sino el rol que juega dentro de la estabilidad macroeconómica, habida
cuenta de las condiciones en las que se está tomando, el destino dispuesto para esos fondos (en
materia de comparación de rendimientos) y, por lo tanto, la capacidad de pago en función del
momento presente y esperado (la anatomía y el estado de la coyuntura nacional e internacional).
La Argentina y el riesgo país actual: los dolorosos 1.000 bp de riesgo.
En estos días, en la Argentina se habló extensamente acerca del daño generado por los 1.000 puntos
básicos (bp). No es para menos, el encarecimiento del endeudamiento es grave ahora porque la
Argentina, una vez más, ingresó al mundo financiero global sin las correspondientes regulaciones
abrazando el dogma de la generación de confianza como la única virtud para que todo se resuelva
(incluso el agrietamiento estructural). Desde el año pasado, la Argentina arrastra una deuda
históricamente elevada con el FMI. Tanto es así que no sólo preocupa en Buenos Aires porque
representa el 90% del producto interno bruto (PIB), sino también en Washington debido a que


explica alrededor del 50% de la cartera del organismo (el FMI). En otras palabras, hoy las sombras
no sólo oscurecen Buenos Aires sino también Washington.
Como se observa en el gráfico siguiente, la economía argentina pasó por escandalosas etapas de
riesgo soberano. En la etapa del “efecto default” superó los 7.200 puntos básicos (bp); luego, como
consecuencia de los coletazos de la crisis del sistema bancario de los Estados Unido (proveniente de
la exposición de Brasil), alcanzó a 2.000 bp; posteriormente, como consecuencia de la mala
reputación en el mercado a partir del “cepo” y “el conflicto buitre” tocó el nivel de los 1.300 bp y,
finalmente, tras el “efecto traición”, la supuesta mala jugada de los bancos de inversión para con el
Gobierno, trepó hasta los 1.000 bp actuales que preocupan y molestan quizás más que en los
últimos años ¿Por qué? Porque ahora la diferencia es el endeudamiento de 90% del PIB (y los
vencimientos que ya asoman para los próximos años), en comparación con los 40% de los momentos
más tediosos de la fase del “Cepo” y el “Conflicto Buitre”.

El riesgo soberano argentino en la historia reciente
Evolución del spread de riesgo soberano elaborado por JP Morgan



En puntos básicos



Fuente: Elaboración Propia en base a JP Morgan
La coyuntura muestra un contundente estado de estanflación (inflación y depresión) con elevados
niveles de pobreza (problema flujo / stock) aunque, como se encarga siempre de señalarlo el
Gobierno, con avances en lo inherente al desequilibrio de las cuentas pública y externa. ¿Alcanzarán
estos logros para ofrecerlo al mercado como una pieza de caza mayor (y para salir airosamente de
este complejo escenario? Dependerá de las señales que provengan desde la economía internacional
y de los resultados de la política económica. El panorama es realmente grave porque, en rigor, no
se esperan demasiados cambios (es poco probable que haya brotes verdes) y todo indica que se
acelerará tanto la recesión como la inflación y que el próximo Gobierno deberá sentarse a
renegociar con el FMI. Un dato para cerrar: la inflación de abril sería levemente más elevada que la
de marzo (orillaría el 5%, m/m).

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