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El
anuncio del Presidente sobre su deseo de cambiar el papel de las
Fuerzas Armadas disuelve la barrera entre la seguridad interior y la
defensa nacional. Si la sociedad no detiene a Mauricio Macri, la
decisión oficial cambiará la vida de la Argentina para siempre. Y
arruinará, inclusive, la vida de los propios militares. Una desgracia,
porque la Ley de Defensa Nacional fue promulgada en 1988 por Raúl
Alfonsín y garantizó 30 años donde cada quien hizo solamente lo que le
correspondía.
Macri abrió las compuertas que llevan hacia México. En 2006 el
presidente Felipe Calderón sumó a los militares a la lucha contra el
narcotráfico. Los muertos por la guerra entre los narcos y la guerra
militar antinarco, a los que se añaden los asesinatos por otros
crímenes, llegaron a 234 mil entre 2006 y 2017. Son datos del Instituto
Nacional de Estadística y Geografía y del Sistema Nacional de Seguridad
Pública de México. Primera aclaración: el problema del narco en la
Argentina no tiene nada que ver con el de México. Los cuates tienen del
otro lado de su frontera norte –3100 kilómetros con los Estados Unidos–
la mayor demanda de droga del mundo. Antes, de cocaína. Ahora también de
opioides y drogas sintéticas. Segunda aclaración: la participación
militar produjo más muertes pero no solucionó el problema del narco.
Otro argumento del Gobierno es que las amenazas no vienen solo de
Estados extranjeros sino de agentes extraestatales. Es una verdad
parcial, porque siempre hay Estados detrás. Los especialistas discuten,
por ejemplo, el papel de Qatar en el sponsoreo del terrorismo en el
Medio Oriente y fuera del Medio Oriente. Pero incluso si no se tratara
de Estados, habitualmente los ataques no usan armamento militar. Las
Torres Gemelas fueron derruidas y miles de personas fueron exterminadas
con el uso de suicidas y aviones civiles robados y desviados de su ruta.
El grupo de Al Qaida no tenía ni pistolas. Los que planifican atentados
en Europa usan como arma también a suicidas bien entrenados que a su
vez utilizan cuchillos para matar o camiones para masacrar turistas
mientras pasean por Londres o Niza.
En términos biológicos es cierto que los actuales militares
argentinos no tienen responsabilidad alguna en los crímenes de la
dictadura. Un general de 55 años tenía 13 años en 1976.
Pero la historia trasciende la biología. A la Argentina le fue mal
cuando militares estadounidenses y franceses impartieron la Doctrina de
la Seguridad Nacional según la que, en síntesis, el enemigo estaba
adentro y había que combatirlo con el mismo método que los colonialistas
franceses aplicaron contra los insurgentes de Argelia: la tortura como
fuente de inteligencia y el asesinato como método de solución final.
La democracia argentina, con el acuerdo de radicales y peronistas en
materia de seguridad interior y defensa nacional, construyó una nueva
legalidad. No es que los militares considerados individualmente sean
adictos a la represión interna. Las instituciones se basaron en esa
doctrina y en esa práctica y el resultado fueron miles de muertos y
desaparecidos. Por la derrota militar en la aventura de Malvinas, el
peso de los organismos de derechos humanos y el avance de la conciencia
democrática, los argentinos tuvieron la Conadep, el Nunca Más, el Juicio
a las Juntas, los Juicios de la Verdad y el proceso de Memoria, Verdad y
Justicia. También quisieron, supieron y pudieron separar a las Fuerzas
Armadas de funciones internas y de funciones externas no castrenses.
Como sociedad, evitaron la recaída. Para pensarlo en términos de
adicción, lo que empezó como una reducción de daños terminó con un
cambio profundo.
Ahora Macri abre otra vez el camino del desastre. Un camino que
estaba sabiamente cerrado. Y sin motivos ni argumentos reales, nos lleva
a la guerra. Como Calderón, que liquidó su propio partido conservador,
el PAN, Macri está emprendiendo la senda de un suicida. El riesgo es
que, como se trata de un presidente, el suicidio arrastraría a millones
de argentinos que tienen cero gana de morir.
Fuente:Pagina/12
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