Facebook
lanzó la criptomoneda libra. Está previsto que comience a funcionar en
2020 y los usuarios podrán realizar transacciones a través de una
billetera denominada Calibra, integrada a WhatsApp y Messenger. Para
evitar la volatilidad de las actuales criptomonedas, cotizará según una
canasta de monedas. Facebook busca continuar su crecimiento con un salto
directo al mercado financiero. El avance sobre las finanzas, con una
moneda gestionada por un puñado de empresas privadas que actúa como
paraguas supranacional, es un golpe al corazón de un Estado acechado por
el poder financiero.
A
mediados de junio Facebook lanzó libra, una criptomoneda que
paradójicamente , asegura que no les pertenece. La contradicción
reproduce un proceso ya conocido y cada vez más evidente: tecnologías
pensadas para la democratización finalmente se utilizan para concentrar
poder. Si ocurrió con Internet misma cuya arquitectura, según se
vaticinó en los inicios, conduciría a la democracia horizontal y
perfecta, ¿cómo podría no ocurrir con una criptomoneda? El investigador
Evgeny Morozov resumió el ciclo en un tuit: “2009: ¡Blockchain derribará
al poder central! 2019: Blockchain ayudará a Facebook a derribar el
poder central del Estado utilizando la retórica de la descentralización
para en realidad centralizar el poder en sus propias manos. Una década
de tremenda confusión”.
Blockchain y anarquía
La tecnología blockchain, cuyo ejemplo más conocido es Bitcoin (ver
Cash del 22/4/18), permite distribuir el control sobre la información en
miles de nodos que se validan mutuamente en una suerte de
tecno-democracia perfecta. Cada vez que se realiza un movimiento (una
transacción en el caso de Bitcoin) debe ser validado por un porcentaje
de los nodos para quedar registrada de una manera distribuida e
inmodificable. Este potencial enorme de la tecnología, sin embargo, se
demostró falible: en el caso de Bitcoin, por ejemplo, unas pocas
empresas chinas controlan más de la mitad de los nodos, lo que les da
poder sobre todas las demás desvirtuando la idea básica del sistema.
Más allá de Bitcoin, la fiebre por el blockchain como una tecnología
que conduce a la descentralización perfecta ha arrojado pocos resultados
concretos y aumentado las sospechas de que es solo otra burbuja para
atraer inversionistas. Los intentos de algunas tarjetas de crédito, por
ejemplo, por pasarse a sistema de blockchain no han sido exitosos y pese
a las campañas de marketing, continúan utilizando bases de datos con
medidas de seguridad tradicionales.
¿Por qué Facebook se lanza ahora a explotar lo que queda de
esperanzas en la capacidad descentralizadora de blockchain? Para
responder a esa pregunta es necesario hacer un poco de genealogía:
empresas tecno como Facebook o Google crecieron a una velocidad tal que
lograron en solo dos décadas de vida contarse entre las cinco más
grandes del mundo por su valor bursátil. Estas dos en particular, por
ejemplo, no produjeron nuevas riquezas si no que se alimentaron de la
torta publicitaria global que antes se distribuía, sobre todo, entre
medios masivos locales e internacionales. Para la conquista aprovecharon
la ventaja que proporcionan los datos, plataformas autogestionables y,
sobre todo, contenidos gratuitos provistos por los mismos usuarios. Así
doblegaron a medios masivos enormes pero lentos de reflejos.
Ese éxito deslumbrante implica expectativas de crecimiento meteórico
continuo, algo improbable con un mercado publicitario que, como la
economía global, luce estancado. Por eso los capitales empujan a las
corporaciones tecno hacia otros nichos: transporte, hotelería,
alimentos, medicamentos, para obtener ganancias similares a las del
pasado reciente. Una vez que pisan un nuevo territorio con sus recursos
tecnológicos y financieros son capaces de imponer condiciones a
cualquier competidor. Ahora los grandes parecen decididos a meterse de
lleno en uno de los nichos más tentadores: el financiero. Apple, por
ejemplo, lanzó recientemente su propia tarjeta de crédito (ver Cash del
28/4/19). La libra va en ese sentido. El jugoso mercado de comisiones
bancarias es demasiado tentador como para escapar al radar de las
empresas tecno y les resultará fácil, con su escala y recursos, ofrecer
menores costos.
Sin fricción
La promesa de cada nuevo lanzamiento tecno es “reducir la fricción”,
es decir, simplificar cualquier tarea hasta hacerla casi inconsciente:
conseguir transporte con un click, adquirir productos y que te lleguen
en minutos, organizar reuniones online. Pero detrás de ese confort,
irresistible para el consumidor moderno, se encierran modelos de
negocios que, por ejemplo, ubican a las empresas como intermediarias
capaces de manipular la conexión entre cliente y proveedor. Cuando hay
resistencias se puede utilizar el viejo y conocido dumping para destruir
competidores gracias a los ingentes recursos financieros disponibles.
Un pequeño ejemplo: Uber, según su CEO, perdía al menos hasta 2017 cerca
de mil millones de dólares anuales en su intento por entrar al mercado
chino.
En esos enfrentamientos entre gigantes, los pequeños actores caen
diezmados en poco tiempo. El lema de crecimiento primero, ganancias
después es uno de los favoritos de las empresas tecno; el riesgo es que
ese crecimiento no se concrete y la promesa solo sirva para inflar
burbujas como ocurrió en el pasado. Cabe aclarar que los datos, la
capacidad de procesamiento, la diversificación y los recursos
financieros acumulados ayudan, al menos a los más grandes, a tener
ciertas certezas de éxito.
En el caso de libra, Facebook busca continuar su meteórico
crecimiento con un salto directo al tentador mercado financiero. Para
dar garantías contra la volatilidad que han demostrado las criptomonedas
en general, libra mantendrá una canasta de monedas de distintas
nacionalidades como en otros tiempos se usaba el patrón oro; cada vez
que alguien compre la criptomoneda el dinero “tradicional” quedará como
respaldo.
Por otro lado, para evitar el escrutinio de un sistema político cada
vez más atemorizado por el poder de las empresas tecno y por la larga
lista de daños colaterales del modelo de negocios de Facebook (como el
caso Cambridge Analytica), la empresa invitó a participar a otras
compañías con diez millones de dólares cada una. Entre ellas se cuentan
Vodafone, Spotify, eBay, Uber y la argentina Mercado Libre para las que
una moneda de circulación global irrestricta puede simplificar las
operaciones y limitar las posibilidades de ser gravadas o controladas
financieramente.
También empresas del mundo financiero como Visa, Mastercard o PayPal
que se verían directamente afectadas por la incursión de Facebook, se
sumaron al proyecto. Probablemente busquen protegerse de tsunamis
tecnológicos como los que ahogan a compañías discográficas,
cinematográficas, diarios, canales de TV, cadenas hoteleras, que ya han
sufrido el arrasador paso de la tecnología. Los que no se han sumado a
libra son los otros grandes: Apple, Google o Amazon, quienes ya tienen
sus propios planes para incursionar en el mundo financiero.
Todos los socios formarán parte de la libra Association junto a
algunas ONG que no aportan dinero para decidir sobre el gobierno de esta
nueva moneda. En un comienzo participarán los cien socios fundadores
(de los cuáles ya hay veintiocho) y cada uno de ellos tendrá un nodo,
una versión bastante limitada de la descentralización implícita en
blockchain.
El trabajo de estos nodos se financiará con una pequeña comisión por
cada transacción, lejos del 7 por ciento promedio de una transferencia
internacional. Facebook será, aseguran, solo uno más en el concejo y así
evitará que libra dependa de su ya castigada reputación para seducir al
mundo y evitar mayores controles. Las primera tarea del concejo será
escribir una Constitución con mecanismos básicos de funcionamiento.
Gracias a esta moneda de bits, los usuarios podrán realizar todo tipo
de transacciones sin fricción a través de una billetera llamada
Calibra, directamente integrada a Whatsapp y Messenger, ambas de
Facebook.
Otras empresas y startups podrán desarrollar sus propias
aplicaciones, pero los cerca de dos mil millones de usuarios, millones
de avisadores y pequeñas empresas en la red social le brindan un piso
más que interesante para instalar las herramientas propias. Los recursos
de Facebook también le permitirán realizar ofertas irresistibles al
menos hasta ocupar una posición dominante y acostumbrar a los usuarios a
sus apps. Justamente, uno de los argumentos del proyecto es que se
podría llegar de esta manera a millones de personas que no tienen acceso
a servicios financieros, quienes podrían así integrarse de una manera
muy simple a él. En cuánto a la privacidad, Facebook aseguró que no
conectará las transacciones con el perfil social, algo poco creíble si
se mira su historial de promesas.
Facebook también liberó el código fuente de la moneda para que
cualquiera pueda hacer aplicaciones para libra, de manera similar a lo
que ocurre por ejemplo con Android de Google o iOS de Apple, ecosistemas
en los que se puede participar con nuevas aplicaciones. De esa manera
se favorece una innovación controlada en la que el sistema principal
administra el entorno. Tanta apertura puede parecer riesgosa pero la
experiencia indica que en el campo tecnológico el ganador se queda con
todo y arrancar en punta suele ser una ventaja determinante. Está
previsto que la moneda comience a funcionar en 2020, por lo que los
competidores no tendrán mucho tiempo para prepararse.
Intermediarios
Probablemente lo más disruptivo de esta tecnología es que el dinero
está (o estaba) basado en un Estado garante de un recurso social. El
avance sobre las finanzas con una moneda gestionada, en el mejor de los
casos, por un puñado de empresas privadas que actúan como paraguas
supranacional es un golpe al corazón de un Estado ya debilitado y
acechado por el poder financiero. Una de las tareas básicas como cobrar
impuestos pasará a depender de la información que una empresa privada le
dé a las instituciones públicas. ¿Qué posibilidades hay de que Facebook
trabaje junto a AFIP para conocer los ingresos que los ciudadanos y
empresas no declaran?
El destino se parece mucho al sueño neoliberal de un sistema
económico sin las fricciones del Estado. El problema, ya acuciante, es
que sin impuestos para financiar la administración, educación, salud,
caminos, policía, el sistema completo cambia hacia otro íntegramente
gestionado por empresas privadas cuyo objetivo es reunir más dinero pero
sin siquiera el objetivo de distribuir una parte para beneficio del
conjunto. Las nuevas tecnologías, más que aumentar la riqueza
disponible, utilizan la eficiencia de sus herramientas para ubicarse
como intermediarias, un lugar que permite imponer condiciones a
competidores, incluso los de la economía real. Así aumentan su ya
formidable poder y siguen avanzando, voraces, sobre nuevos nichos casi
sin regulación, disfrazadas con la modernidad de sus prácticas
aplicaciones.
Fuente:Pagina/12
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