Una manera muy rápida y clara de acercarse a la comprensión de los principales problemas macroeconómicos es a través del concepto de “precios relativos”. Vale la pena detenerse en ellos.
En la economía local estos precios relativos son principalmente tres. El tipo de cambio, que es el precio del dólar, las tarifas, incluidos los combustibles, y los salarios. Se les llama “relativos” porque forman parte del precio de todas las cosas. En el caso del dólar porque alrededor del 50 por ciento de los insumos productivos del conjunto de la industria son importados y, también, porque los precios internacionales funcionan como referencia de los internos. Luego, no requiere mayor explicación entender que la estructura de costos de producción de cualquier bien o servicio incluye el pago de salarios, tarifas y combustibles, sea de manera directa o indirecta.
Pero además de ser parte del precio de todas las cosas, y por esta razón estar en la raíz de la explicación de los procesos inflacionarios, otra característica central de los precios relativos es que son también variables distributivas, es decir que de su nivel depende el reparto del excedente generado en el momento de la producción.
Un dólar alto, por ejemplo, genera efecto riqueza para los exportadores y se traslada a precios, lo que afecta a la baja al “precio relativo salarios”, los que pierden poder adquisitivo incluso si se ajustan a posteriori. Una inflación moderada es siempre favorable para quienes pagan salarios, que cobran al instante los mayores precios, y desfavorable para quienes los reciben, porque la recomposición llega con retardo. Las subas de tarifas y combustibles, en tanto, aumentan los costos de producción. Su valor depende también de decisiones estatales como el nivel de subsidios o de precios de referencia como, por ejemplo el del gas en boca de pozo, precios que también determinan los costos de la generación eléctrica. Las tarifas altas son la clave de las súper ganancias de las firmas energéticas, muy ligadas a la dirigencia de Cambiemos. Finalmente el nivel de salarios es la manifestación más directa de la puja distributiva entre el capital y el trabajo. Luego, del nivel de salarios depende el nivel del consumo, es decir de dos tercios de la demanda agregada, y por lo tanto el nivel general de la actividad económica.
Una primera síntesis indica entonces que los precios relativos están detrás del proceso inflacionario, de la distribución del ingreso y del nivel de actividad, de aquí la potencia de su poder explicativo para hablar de macroeconomía. Adicionalmente sirven para explicar los vaivenes del ciclo económico. En 2017, por ejemplo, el gobierno frenó los aumentos de tarifas, contuvo el dólar y relajó paritarias. Con ello ganó las elecciones.
Pero además de su poder explicativo, los precios relativos importan porque son los que la actual administración señala como constitutivos de “la pesada herencia”. Los grandes “desequilibrios” heredados serían estas variables distributivas. El llamado “cepo” habría contribuido a mantener un “dólar atrasado”, el exceso de subsidios habría deformado los precios de tarifas y combustibles y, dada la existencia de la lucha de clases, no resultaba aceptable que “un salario medio de un trabajador medio” alcanzase para “celulares y plasmas” o para viajar al exterior. Fue el propio gobierno quien se quejó ante inversores estadounidenses por la falta de reconocimiento a la fuerte baja inducida sobre los salarios en dólares.
La segunda síntesis, entonces, es que Cambiemos, con prescindencia de los movimientos de los ciclos cortos, vino a cambiar los precios relativos a largo plazo: aumentó el precio del dólar y eliminó y redujo retenciones, redolarizó los precios de tarifas y combustibles y sumó la quita progresiva de subsidios. Con ello aumentó los costos de producción de todos los bienes afectando la competitividad real de la economía. También posibilitó que vía la aceleración de la inflación (ahora sabemos que producto del aumento de estos dos precios relativos) cayeran significativamente los salarios. Nótese que se trata de transformaciones sociales profundas que demandaron un amplio apoyo social: la suma de poderes políticos, incluido el “peronismo federal” de los gobernadores que le permitió construir mayorías parlamentarias, mediático, sindical, empresario e internacional, con sede en la embajada estadounidense. Un verdadero nuevo “bloque histórico”.
La caída de salarios, que a fines de 2018 habrá acumulado, en el mejor de los casos, cerca del 20 por ciento en relación a diciembre de 2015, es también la principal causa del derrumbe del consumo y de la actividad económica. Los números recientes medidos por el ITE-FGA son pavorosos: en octubre el consumo se derrumbó el 6,2 por ciento interanual y en septiembre la inversión, el 18,9. En éste mes la actividad ya había mostró una baja del 3,2 por ciento, siempre interanual.
El proceso fue reforzado por la búsqueda del déficit primario cero que, a su vez, resulta del endeudamiento desaforado en divisas, es decir de la caída de la parte del Gasto que va directamente a la demanda agregada y el redireccionamiento del excedente al pago de deuda. Nótese entonces que, sin exagerar, los precios relativos sirven también para explicar la lucha de clases y el imperialismo. Y otra cosa más. No es lo mismo tener inflación porque crece el precio relativo “salarios” que tenerla porque aumentan los precios relativos “dólar” y “tarifas”. Los efectos de mover unos u otros precios tienen un alto impacto en la distribución del ingreso, el nivel de actividad y las condiciones de vida de las mayorías. Dos números de inflación iguales pueden ocultar realidades muy distintas. Se trata de detalles sencillos que nunca le contarán en la prensa del régimen.
Fuente:Pagina/12