Marcelo Gómez (UNQ/UBA)
mgomez@unq.edu.ar
El fenómeno Bolsonaro (en adelante JB) es la película de terror más taquillera de la cartelera latinoamericana. ¿Giro fascista del pueblo? ¿Crisis de las instituciones democráticas y la representación política? ¿Nuevos tipos de liderazgo de ultraderecha neoliberal? ¿Regreso del partido militar y peligro de deriva hacia una dictadura represiva? Discrepo con todo lo que veo publicado salvo honrosas excepciones. Ante un resultado imprevisto es normal el imperio de los lugares comunes: nos, la izquierda contrariada, solemos recurrir a horrorosas grandilocuencias entre las
que debe contarse el fantasma del neofascismo, el peligro de la barbarie de las masas enajenadas (una enfermedad siempre a mano que explica las cosas que pasan cada vez que las masas hacen algo que nos produce rechazo), y la ominosa sombra de las intervenciones militares en escenarios de debilitamiento crítico de las instituciones democráticas ante los poderes fácticos. Los lugares comunes no son malos por ser comunes sino porque suelen operar como atajos mentales que cierran el problema antes de abrirlo. Lo más dañino es cuando los lugares comunes dan paso a la ausencia o no consideración de información clave. Sobre esto apunto.
mgomez@unq.edu.ar
El fenómeno Bolsonaro (en adelante JB) es la película de terror más taquillera de la cartelera latinoamericana. ¿Giro fascista del pueblo? ¿Crisis de las instituciones democráticas y la representación política? ¿Nuevos tipos de liderazgo de ultraderecha neoliberal? ¿Regreso del partido militar y peligro de deriva hacia una dictadura represiva? Discrepo con todo lo que veo publicado salvo honrosas excepciones. Ante un resultado imprevisto es normal el imperio de los lugares comunes: nos, la izquierda contrariada, solemos recurrir a horrorosas grandilocuencias entre las
que debe contarse el fantasma del neofascismo, el peligro de la barbarie de las masas enajenadas (una enfermedad siempre a mano que explica las cosas que pasan cada vez que las masas hacen algo que nos produce rechazo), y la ominosa sombra de las intervenciones militares en escenarios de debilitamiento crítico de las instituciones democráticas ante los poderes fácticos. Los lugares comunes no son malos por ser comunes sino porque suelen operar como atajos mentales que cierran el problema antes de abrirlo. Lo más dañino es cuando los lugares comunes dan paso a la ausencia o no consideración de información clave. Sobre esto apunto.
1) El fascismo como derivado de una cuestión civilizatoria y enraizado en los entresijos del alma humana (“Auschwitz”, la “personalidad autoritaria” de Adorno, quien no obstante no dudó en llamar a la policía en cuánto los alumnos le ocuparon el Instituto en 1968) no explica un fenómeno en
particular sino algo de la “condición humana” y, por tanto, nunca va a ser suficiente para entender un acontecimiento determinado, mucho menos un resultado electoral. Más allá de esta objeción epistemológica, no veo puntos de contacto históricos con el fascismo: ni el pueblo brasilero pasó por los 16 millones de muertos en la I guerra mundial ni por las posteriores humillaciones, calamidades y extorsiones de las potencias occidentales vencedoras denunciadas por el mismo Keynes, que son la causa directa más importante del fenómeno fascista (amén del apoyo a los regímenes fascistas
de esas mismas potencias hasta minutos antes de la invasión a Polonia). Tampoco hay nada en la cultura política brasileña que remita al significante “fascista” como algo relevante. Ni Jair fue mensajero de trincheras como Adolf, ni un enfermero socialista en el frente de combate como Benito. Fue… ¡un militar con problemas disciplinarios que planificó detonar bombas en baños de unidades militares como forma de llamar la atención por los bajos salarios de la milicia… durante el gobierno del también militar (y jefe del servicio secreto) Figueiredo!!!! por lo que fue enjuiciado por un Tribunal Militar...
particular sino algo de la “condición humana” y, por tanto, nunca va a ser suficiente para entender un acontecimiento determinado, mucho menos un resultado electoral. Más allá de esta objeción epistemológica, no veo puntos de contacto históricos con el fascismo: ni el pueblo brasilero pasó por los 16 millones de muertos en la I guerra mundial ni por las posteriores humillaciones, calamidades y extorsiones de las potencias occidentales vencedoras denunciadas por el mismo Keynes, que son la causa directa más importante del fenómeno fascista (amén del apoyo a los regímenes fascistas
de esas mismas potencias hasta minutos antes de la invasión a Polonia). Tampoco hay nada en la cultura política brasileña que remita al significante “fascista” como algo relevante. Ni Jair fue mensajero de trincheras como Adolf, ni un enfermero socialista en el frente de combate como Benito. Fue… ¡un militar con problemas disciplinarios que planificó detonar bombas en baños de unidades militares como forma de llamar la atención por los bajos salarios de la milicia… durante el gobierno del también militar (y jefe del servicio secreto) Figueiredo!!!! por lo que fue enjuiciado por un Tribunal Militar...
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