Imagen: AFP
La
polarización en Brasil, después de veinticinco años y seis elecciones
disputadas entre el PSDB de Fernando Henrique Cardoso y el PT de Lula,
terminó con el golpe contra de Dilma Rousseff y el gobierno de Michel
Temer.
El PSDB, habiendo cuestionado la victoria electoral de
Dilma, apoyado el golpe en contra de ellay participado del gobierno de
Temer, perdió su lugar como representante tradicional de la derecha
brasileña. Un expresidente del partido, el senador Tasso Jereissatti,
hizo recientemente la autocrítica por esos errores, pero ya sin tiempo
para corregir y salvar al partido.
El PSDB cedió el lugar de representación de la derecha a una
corriente de extrema derecha, representada por la candidatura de
Bolsonaro. En la primera vuelta las encuestas mostraron que la gran
mayoría de los electores del PSDB en San Pablo, su núcleo
tradicionalmente más fuerte, no apoyaban al gobernador de la provincia,
líder de ese partido, Geraldo Alckmin, y ya estaban con Bolsonaro. Lo
cual expresa el proceso de radicalización a la derecha que las bases del
PSDB habían sufrido.
Ese mismo proceso no ha ocurrido con la izquierda. A pesar de los
pronósticos de que el PT sufriría un proceso similar, el partido ha
resistido muy bien, bajo el liderazgo de Lula y ocupa el lugar central
de la izquierda en la polarización política nacional. Se mantiene como
el partido con la bancada más grande en la Cámara de Diputados, ha
conseguido la elección o reelección de sus gobernadores del nordeste de
Brasil, región donde el PT, en alianzas con otros partidos, tendrá nueve
gobernadores. El PT sigue liderando a la izquierda, con alianza con
algunos partidos en primera vuelta, con todos en segunda vuelta.
No se ha dado el proceso que el PSDB ha sufrido en la derecha. El
partido que pudiera ocupar el lugar del PT, el PSOL, ha aumentado su
número de diputados, pero sigue sin tener el gobierno municipal o de
provincias. Asimismo, su candidato a presidente de Brasil, un cuadro de
mucha calidad, Guiherme Boulos, líder del Movimiento de los Trabajadores
sin Techo, ha tenido apenas 0,4% de los votos, el peor desempeño de un
candidato del PSOL a la presidencia de Brasil.
¿Qué relación tiene el PT con ese fortalecimiento brutal de la
extrema derecha? Este fenómeno es claramente la reacción rabiosa de las
élites brasileñas y de amplios sectores de las capas medias, a las
inmensas conquistas de las clases populares durante los gobiernos del
PT. Aunque no se trata de una revolución, es el mismo mecanismo de
surgimiento de procesos contrarrevolucionarios como reacción a los
procesos revolucionarios.
Si los gobiernos del PT no hubieran logrado introducir
transformaciones importantes en las relaciones de poder, la derecha no
tendría necesidad de una reacción tal radical. No movilizaría todos los
recursos que dispone, legales e ilegales, para enfrentarse a la
posibilidad del retorno del PT al gobierno.
La campaña del PT se basa en el objetivo de convencer a la mayoria de
la sociedad brasileña de que no se trata de tener armas en la mano,
sino un libro en una mano, una cartera de trabajo en la otra. La de
Bolsonaro se apoya en el planteamiento de que habría que resolver los
problemas de Brasil por la fuerza, por la discriminación y por el
recorte todavía mayor de los derechos de los trabajadores.
Lo que ha sido decisivo es la monstruosa campaña de la extrema
derecha, basada en las iglesias evangélicas y alimentada por una máquina
gigantesca de fake news y de robots. Ella ha logrado imponerse,
haciendo que la campaña adversaria se quede a la defensiva, de tal
manera que tiene que volcarse para contestar e intentar desenmascarar la
serie de acusaciones y versiones falsas que se disemina a cada hora.
Una actividad a la que el Superior Tribunal Electoral ha afirmado que es
incapaz de impedir. Es una nueva modalidad de campaña, que pasa a ser
parte integrante de la guerra híbrida, como nueva estrategia
internacional de la derecha.
Aun con toda esa monstruosa campaña, una encuesta hecha ahora, de
cara a la segunda vuelta, confirma todo lo que se sabia antes: en caso
de que pudiera ser candidato, Lula ganaría con tranquilidad a Bolsonaro.
Lo cual hace que la elección brasileña sin Lula se vuelva un fraude.
Fuente:Pagina/12
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