La
combinación del acuerdo con los fondos buitre, la apertura de
importaciones, la desregulación del mercado financiero con eliminación
de las restricciones al ingreso y salida de capitales, sumado al
endeudamiento acelerado en moneda extranjera y la ejecución desmesurada
de una operatoria de “carry trade” potenciando el déficit “cuasi fiscal”
del Banco Central de la República Argentina (BCRA), implica un modelo
vertebrado de fuga de capitales cuya etapa transicional es el acuerdo
con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la terminal última es la
dolarización.
Esta crisis no es producto de la casualidad. Es producto de la
causalidad, en donde nuevamente el saqueo de las corporaciones
financieras mediante la complicidad del Gobierno está generando una
crisis autoinfligida como una etapa más del modelo de concentración
económica sin precedentes en la República Argentina.
Desde el 10 de diciembre de 2015 el plan económico del Gobierno
consistió en una feroz transferencia de riqueza de pobres a ricos,
mediante tarifazos incruentos, deterioro del salario real de los
trabajadores y estrategias de pulverización creciente del ingreso de la
seguridad social y de las familias con percepción de ingresos
irregulares e informales.
Este modelo perverso de regresividad social, transferencia de
ingresos y fuga de capitales constituye una modalidad de crisis
autoinfligida, cuyo objetivo final es promover una concentración
económica por parte de las corporaciones en el marco de una matriz de
apropiación expropiatoria de riqueza de los sectores medios y pobres de
nuestro país agudizando la desigualdad social y la exclusión.
La agudización sistemática de la crisis producto de la fuga de
capitales implica una creciente desvalorización futura de los activos
financieros y reales en dólares. El ritmo y la velocidad exponencial de
la crisis son inmanentes a este modelo de saqueo, pues efectivamente la
etapa intermedia del FMI puede terminar en una dolarización plena de la
economía que es finalmente la estrategia de los grupos más concentrados.
La dolarización de la economía es incompatible con la industria
nacional, con la distribución más equitativa de la riqueza y con la
pobreza cero que tanto pregonó Macri en su campaña proselitista. La
visión estratégica de los adalides del neoliberalismo es estandarizar
salarios bajos, pobreza superior al 50 por ciento y sociedades
fragmentadas, heterogéneas y dóciles que resulten manejables por las
corporaciones mediante big data y mentirosos profesionales del
marketing.
Pero no hay que olvidar lo que escribió el gran Leopoldo Marechal en
Megafón y la guerra: “El pueblo recoge todas las botellas que tiran al
agua con mensajes de naufragio. El pueblo es la gran memoria que
recuerda todo lo que aparezca muerto en el olvido. Hay que buscar esas
botellas y refrescar esa memoria”.
* Intendente de Resistencia.
Fuente:Pagina/12
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