La
irrupción del peronismo significó un desafío para los intelectuales de
izquierda. La lógica movimientista escapaba a los cánones clásicos del esquema
clasista. En ese marco, el “hecho maldito del país burgués” cosechó apoyos y
rechazos variados en la izquierda. Los que abrazaron al nuevo movimiento
plantearon que, en las naciones periféricas, la contradicción principal era
nación versus imperio. La histórica oposición proletariado– burguesía quedaba
relegada a segundo plano. Desde entonces, mucha agua corrió debajo del puente.
La sociedad argentina y mundial es más compleja que hace setenta años. Por
caso, la influencia cuanti y cualitativa de los estratos medios es mucho más
relevante que antaño.
Definir
que se entiende por clase media no es tan simple. En algunos casos, los
investigadores priorizan la utilización de dimensiones objetivas (ocupación,
ingreso, educación, consumo). Otros, en cambio, focalizan el análisis en
aspectos subjetivos (valores, aspiraciones, estilos de vida). Esa distinción
entre clase media “documentada” y aspiracional es analizada en detalle en
numerosos papers académicos.
Hace unos
años, el Banco Mundial cuantificó la expansión de los estratos medios
latinoamericanos en la etapa 2003–2009. La metodología utilizada por el BM fue
cuantitativa: incluyó las personas cuyos ingresos se encontraban entre 10 y 50
dólares diarios. En ese informe, el organismo resaltó la expansión de los
sectores medios en la Argentina (25 por ciento) gobernada por CFK y en el
Brasil de Lula (22 por ciento). La participación porcentual de la clase media
latinoamericana –en relación con la población total– resultaba elevada en
Uruguay (48,1 por ciento), Argentina (48,0), Chile (42,3) y Costa Rica (37,2).
El
porcentaje de argentinos “clasemediero” varía según la metodología utilizada.
El porcentaje comprendido en ese universo tiende a subir cuando se trata de
mediciones “aspiracionales”. Por ejemplo, una encuesta del Observatorio
Electoral Consultores, realizada en julio de 2016, reveló que el 73 por ciento
de los argentinos se autoperciben como de clase media.
Más allá
del número, lo que resulta claro es que cualquier fuerza política con vocación
de poder está obligada a seducir a los sectores medios. En las últimas
elecciones legislativas (2017) el apoyo electoral de las clases medias urbanas
y rurales resultó central para la consolidación de la Alianza Cambiemos. En
particular, la Pampa Húmeda se constituyó en el centro geográfico del bloque
histórico que respalda al oficialismo.
“Cambiemos
es una propuesta tremendamente clasista”, es la ajustada definición del economista Eduardo
Basualdo. Lo cierto es que la direccionalidad de las políticas públicas
macristas, en beneficio de la elite económica, no impidió el respaldo de
amplios estratos medios. “Una paradoja del populismo es que la aspiración
clasemediera de las mayorías populares conspira contra la estabilidad de su
propia base electoral. El kirchnerismo, en su fase final, los irritó con un
discurso demasiado orientado a los pobres y a los obreros. La llegada de Macri
fue una revancha de la clase media; el de Cambiemos se convirtió en “su”
gobierno. Y desde ahí, el discurso cambiemita apela a los aspiracionales. “Ahorrar
para comprar una casa”. Servicios, créditos y “vamos juntos”.
Juntate a nosotros. Formemos una mayoría. En eso están”, explica Julio Burdman
en Clase 73 publicado en El Diplo, edición 219.
FuentePagina12: jueves, 23 de noviembre de 2017
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