martes, 3 de abril de 2018

La clase media y el macrismo.





La irrupción del peronismo significó un desafío para los intelectuales de izquierda. La lógica movimientista escapaba a los cánones clásicos del esquema clasista. En ese marco, el “hecho maldito del país burgués” cosechó apoyos y rechazos variados en la izquierda. Los que abrazaron al nuevo movimiento plantearon que, en las naciones periféricas, la contradicción principal era nación versus imperio. La histórica oposición proletariado– burguesía quedaba relegada a segundo plano. Desde entonces, mucha agua corrió debajo del puente. La sociedad argentina y mundial es más compleja que hace setenta años. Por caso, la influencia cuanti y cualitativa de los estratos medios es mucho más relevante que antaño.

Definir que se entiende por clase media no es tan simple. En algunos casos, los investigadores priorizan la utilización de dimensiones objetivas (ocupación, ingreso, educación, consumo). Otros, en cambio, focalizan el análisis en aspectos subjetivos (valores, aspiraciones, estilos de vida). Esa distinción entre clase media “documentada” y aspiracional es analizada en detalle en numerosos papers académicos.

Hace unos años, el Banco Mundial cuantificó la expansión de los estratos medios latinoamericanos en la etapa 2003–2009. La metodología utilizada por el BM fue cuantitativa: incluyó las personas cuyos ingresos se encontraban entre 10 y 50 dólares diarios. En ese informe, el organismo resaltó la expansión de los sectores medios en la Argentina (25 por ciento) gobernada por CFK y en el Brasil de Lula (22 por ciento). La participación porcentual de la clase media latinoamericana –en relación con la población total– resultaba elevada en Uruguay (48,1 por ciento), Argentina (48,0), Chile (42,3) y Costa Rica (37,2).

El porcentaje de argentinos “clasemediero” varía según la metodología utilizada. El porcentaje comprendido en ese universo tiende a subir cuando se trata de mediciones “aspiracionales”. Por ejemplo, una encuesta del Observatorio Electoral Consultores, realizada en julio de 2016, reveló que el 73 por ciento de los argentinos se autoperciben como de clase media.

Más allá del número, lo que resulta claro es que cualquier fuerza política con vocación de poder está obligada a seducir a los sectores medios. En las últimas elecciones legislativas (2017) el apoyo electoral de las clases medias urbanas y rurales resultó central para la consolidación de la Alianza Cambiemos. En particular, la Pampa Húmeda se constituyó en el centro geográfico del bloque histórico que respalda al oficialismo.

“Cambiemos es una propuesta tremendamente clasista”, es la ajustada definición del economista Eduardo Basualdo. Lo cierto es que la direccionalidad de las políticas públicas macristas, en beneficio de la elite económica, no impidió el respaldo de amplios estratos medios. “Una paradoja del populismo es que la aspiración clasemediera de las mayorías populares conspira contra la estabilidad de su propia base electoral. El kirchnerismo, en su fase final, los irritó con un discurso demasiado orientado a los pobres y a los obreros. La llegada de Macri fue una revancha de la clase media; el de Cambiemos se convirtió en “su” gobierno. Y desde ahí, el discurso cambiemita apela a los aspiracionales. “Ahorrar para comprar una casa”. Servicios, créditos y “vamos juntos”. Juntate a nosotros. Formemos una mayoría. En eso están”, explica Julio Burdman en Clase 73 publicado en El Diplo, edición 219.

FuentePagina12: jueves, 23 de noviembre de 2017

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