1.
El amigo Zizek últimamente ha realizado excelentes puntuaciones sobre
su Hegel absolutamente pasado por la criba lacaniana. Pero presenta un
error de lectura con respecto a Lacan, afirma que Lacan confunde la
figura hegeliana del “alma bella” con la de “la ley del corazón”.
Precisamente en un antiguo texto mío, Lacan en el debate posmoderno, me
ocupé de esa diferencia entre las figuras hegelianas siguiendo las
estrictas observaciones de Lacan. El alma bella critica al mundo
desentendiéndose de la implicación que ella misma tiene con aquello que
denuncia. Su crítica finalmente sostiene al mundo que pretende
denunciar. Lacan ilustra con esta figura la posición de la histeria y se
podría añadir de algunos sectores de la izquierda. En cambio, en la Ley
del corazón se trata de una certeza particular en la locura del
rebelde, que le hace captar al mundo como prosaico y fallido y por tanto
merecedor de su destrucción. La ley del corazón intenta que su certeza
inmediata y particular se vuelva sin mediación alguna ley universal. De
allí que Lacan la emplee para la figura del loco que al querer imponer
su Ley recibe los “contragolpes del mundo”. Aquí se trataría de la
certeza del “loco” y del rebelde distinto del revolucionario. Zizek le
imputa a Lacan una confusión entre ambas figuras que el texto lacaniano
no confirma.
Pero a raíz de esta diferencia con Zizek surje una cuestión que
encuentro acertada en la lógica política lacaniana. Y es la siguiente
paradoja: un proceso de emancipación y su momento liberador exigen
siempre la presencia de un Amo. El Amo no es un opresor, no es Hitler,
Franco o Stalin. La figura del Amo es la referencia que le permite al
sujeto ir más allá con su propio deseo. El Amo no es el que sabe lo que
el pueblo quiere, más bien es el que apuesta por lo que el mismo quiere y
permite la emergencia de una libertad que siempre lo excede. Por ello,
en los procesos transformadores donde surgió un Amo, el pueblo fue más
lejos en sus prácticas emancipatorias que su propio líder.
2. Kierkegaard: un antecedente de la antifilosofía de Jacques Lacan.
Ahora Zizek ha “lacanizado” a Hegel para salvarlo del panlogicismo
totalizante y ha resuelto que es en Hegel donde toma forma el verdadero
“materialismo dialéctico. Para Zizek el resto no dialectizable, el hueso
hegeliano, se metamorfosea en el objeto a lacaniano. A su vez, Badiou
ha “platonizado” a Lacan para volverlo un Sistema, donde la ontología
matemática del “múltiple puro” se hace cargo de la verdad del sujeto en
un proyecto filosófico de índole arquitectónico.
Por esta vertiente, nos parece sugerente recuperar la tradición
“antifilosófica” que tiene en Kierkegaard un exponente mayor. Entendemos
por Antifilosofía, en el sentido de Lacan, aquellos autores que
atravesados por la filosofía la desbordan con sus certezas imposibles de
ser capturadas por el concepto. Por ejemplo, en Kierkegaard la
irreductibilidad del sujeto en su constitución singular, única y
apasionada. Lo que constituyó su rebeldía frente al sistema hegeliano. Y
entonces sí, pasar de allí a la construcción materialista de esa
singularidad en Lacan. La “fidelidad” en Badiou o la “negatividad
inmanente” en Zizek, no se entienden sin ese punto de partida: la locura
grandísima y antifilosófica de Kierkegaard.
* Psicoanalista.
Fuente:Pagina/12
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