martes, 13 de febrero de 2018

La Francia de hoy se incomoda con su Mayo del 68

¿Cómo celebrar libremente un acontecimiento histórico en un tiempo que encarna su negación más radical? Ese interrogante se abre en momentos en que las retóricas reaccionarias han infiltrado los medios y las urnas.
Los estudiantes iniciaron la ocupación de universidades en marzo del 68; en la foto uno de sus líderes, Daniel Cohn Bendit.
Los estudiantes iniciaron la ocupación de universidades en marzo del 68; en la foto uno de sus líderes, 
Daniel Cohn Bendit. 

Imagen: AFP
PáginaI12 En Francia
Desde París

La actualidad los ha cruzado en un encuentro que traduce muy bien las batallas
 ideológicas en curso. El mismo año en que la literatura fascista está de moda
y adquiere en las librerías una legitimidad que ya había conquistado en las urnas hace mucho, se cumple medio siglo del levantamiento estudiantil de Mayo de 1968. Este hecho transformó
la historia contemporánea de Francia y al mismo tiempo su impacto se expandió
a través del mundo. Hoy, sin embargo, incluso en una sociedad como la francesa
que no suele esconder su historia, reivindicar aquellas jornadas donde se proclamaba
“sean realistas, pidan lo imposible”, “corre camarada, el viejo mundo está detrás
de ti”  o “la imaginación al poder”, resulta incómodo. Las retóricas reaccionarias
 ha infiltrado los medios y las urnas, el centro derecha liberal está de moda,
ha logrado absolver al socialismo y a parte de la derecha moderada al tiempo
que la izquierda más radical, descendiente de aquellas jornadas, no despega
más allí de sus simpatizantes. 
Cualquier mención o homenaje a alguna forma de revolución o revuelta
es engorroso. En tiempos de consenso “ni de izquierda, ni de derecha”,
la revolución es una especia demasiado cargada, tanto más cuanto que en mayo
de 1968 convergieron en una causa común dos fuerzas: los estudiantes, que
paralizaron las universidades, y los obreros, protagonistas de la huelga general
más extensa que se había visto desde 1936. Mayo del 68 cambió el molde político
y social de Francia, le costó luego la presidencia al General de Gaulle y liberó
a Francia de las camisas de fuerza que ataban a la sociedad desde finales
de la Segunda Guerra Mundial. 
Entre muchos otros cuestionamientos, los estudiantes de Mayo del 68
pusieron en tela de juicio la sociedad de consumo. Visto desde hoy donde un
montón de párvulos duermen en la calle para comprar antes que nadie el último modelo
de un teléfono celular, esa consigna puede parecer una aberración. La derecha y
 el centro derecha consideran que ganaron la “batalla de las ideas”. Nicolas Sarkozy,
cuando era candidato a las elecciones presidenciales de 2007, fue el primero
en emprender la guerra “para liquidar de una buena vez por todas el legado de mayo del 68”. Lo acompañaron en esa empresa de desmantelamiento toda una serie de intelectuales, muchos
de los cuales provenían de la izquierda, y a quienes se calificó como “los nuevos
 neoreaccionarios (Maurice G. Dantec, Michel Houellebecq, Pascal Bruckner,
Alain Minc, Bernard Henri-Lévy, Luc Ferry, Alain Finkielkraut, Pierre-André Taguieff,
Pierre Nora). Este grupo, en nombre del “descubrimiento de lo real”, cuestionó cada
uno de los principios del mayo francés, desde la liberación de las costumbres,
la ideología de los derechos humanos, la igualdad, la cultura de masa hasta
las sociedades mestizas (hoy llamadas multiculturales). Tuvieron mucho éxito.
En un libro de Daniel Lindenberg publicado en 2002 y reeditado hace dos años,
Le Rappel à l’ordre. Enquête sur les nouveaux réactionnaires (Llamado de atención.
Investigación sobre los nuevos reaccionarios), el autor constataba la virulenta vigencia
de este desmontaje de los cimientos del mayo francés. Según el autor, en Francia
y en las sociedades mundiales se ha plasmado una “revolución conservadora”
con cinco pilares que “liberaron la palabra reaccionaria”: odio a la democracia,
cuestionamiento al Mayo del 68, islamofobia, obsesión por la identidad y
 promoción de la idea de una guerra entre el Occidente y el Islam.
Lindenberg sostiene que en este contexto, “los nuevos reaccionarios ganaron
la batalla de las ideas”. Esos discursos reaccionarios sedujeron tanto a los
conservadores como a muchos progresistas que se sentían “huérfanos de las utopías
del 68” (Lindenberg). La tarea de estos intelectuales y de los discursos políticos que
circulan desde hace poco más de 15 años consiste en lo que Daniel Lindenberg
llama “desconstruir a los desconstructores”, o sea, restarle legitimidad a quienes,
en el 68, “buscaron desconstruir” la sociedad de esa época. 
¿Cómo celebrar entonces libremente un acontecimiento histórico en untiempo que
encarna su negación más radical ?. El mayo francés fue mixto:económico, los
obreros, y cultural, los estudiantes. Este grupo irrumpió contra el imperialismo
norteamericano, la guerra de Vietnam, sus condiciones de vida degradadas,
la falta de universidades, el sistema selectivo, la rigidez del poder, la ausencia de
libertades individuales y toda una serie de protestas contra el modelo socio cultural.
Los obreros, a su vez, se levantaron contra el desempleo, los bajos salarios,
el autoritarismo del patronato. El movimiento obrero lanzó dos huelgas gigantes
en 1967 y 1968 mientras que los estudiantes iniciaron la ocupación de las universidades
a partir de marzo del 68 (Universidad de Nanterre, de la Sorbona) Sus líderes eran
Daniel Cohn Bendit (luego diputado ecologista europeo),Serge July, (futuro director
del diario Libération) y Bernard Henri-Lévy (futura cabeza pensante de los
nuevos reaccionarios). La cronología es extensa y va hasta finales de mayo.
Esas semanas de revuelta diseñaron otra Francia, otro mito que hoy se está
demoliendo. “La época es peligrosa”, escribe el autor de Le Rappel à l’ordre.
Enquête sur les nouveaux réactionnaires. El politólogo Gaël Brustier agrega
sin dudar que “la derecha ganó la batalla cultural de este principios de siglo XXI”. 
La celebración es terreno minado. Al principio, el presidente francés, Emmanuel
Macron (nació 9 años después del 68), tenía previsto participar en las
conmemoraciones. El Palacio presidencial del Elíseo explicó que “sin dogmas ni
prejuicios” la presidencia deseaba “reflexionar” sobre esos hechos porque “el 68 fue
un tiempo de utopías y de desilusiones y a decir verdad ya no tenemos más
utopías y hemos vivido demasiadas desilusiones”.
La expectativa sobre la participación presidencial duró poco. Macron
decidió al final no integrar las conmemoraciones. Demasiadas cosas en una
misma fecha: Francia que se transformaba, la Primavera de Praga y su violenta represión,
las manifestaciones en los Estados Unidos, la matanza de Tlatelolco en México,
las manifestaciones de los estudiantes en toda Europa. El Mayo Francés está amordazado
. La derecha (diario Le Figaro) lo llama “una comedia” y a la izquierda le falta voz y
potencia para sacarle de las entrañas de la historia lo mucho que aún tiene que decir.
Los neo reaccionarios han impuestos sus temas y convencido a las sociedades que
 la batalla no está en la justicia, la igualdad, la democracia, el derecho o las libertades
sino contra el islam, el terrorismo y la inmigración. El Estado islámico, esa otra
creación de la barbarie occidental, ha sido un precioso aliado circunstancial
en esta confrontación de ideas entre los pujantes conservadores y una izquierda
que, lentamente, ha ido perdiendo sus lugares de legitimidad. Ahora buscan
con empeño robarle su historia.
Fuente:Pagina/12

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