En diálogo con Página/12, Antúnez detalla las
dificultades que tuvieron que resolver para finalizar una obra que
estuvo paralizada durante doce años y explica los beneficios que
supondrá la puesta en funcionamiento de la tercera central nuclear.
Por Fernando Krakowiak
El
contrato para la construcción de Atucha II se firmó en mayo de 1980. La
obra debía terminar en 1987, pero durante el transcurso de esa década la
energía nuclear fue dejada paulatinamente de lado y el proyecto se
retrasó. En la década del ’90, la actividad ingresó en una etapa aún más
crítica cuando el entonces presidente Carlos Menem redujo drásticamente
el presupuesto de la Comisión Nacional de Energía Atómica, mientras
intentaba privatizar las centrales existentes. La construcción de Atucha
II quedó interrumpida en 1994 y recién se retomó en octubre de 2006, ya
como parte del Plan Nuclear Argentino, que está llevando adelante el
gobierno para diversificar la matriz energética. José Luis Antúnez,
presidente de la estatal Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), fue
designado al frente del proyecto en esta nueva etapa que concluirá a
mediados de año cuando finalmente Atucha II comience a funcionar. En
diálogo con Páginal12, el funcionario contó los desafíos que supuso
terminar una obra.
–¿Cuáles fueron las principales dificultades que encontró cuando se hizo cargo?
–Encontré un proyecto abandonado en unas condiciones muy
particulares. El diseñador original del reactor, Kraftwerk Union (KWU),
había desaparecido, las obras civiles habían avanzado, pero en las
electromecánicas no se había hecho prácticamente nada y había 40 mil
toneladas de materiales almacenados. Un grupo pequeño de personal de
NASA, con un sacrificio inmenso que espero que le sea siempre
reconocido, se ocupó de conservar en perfecto estado esas 40 mil
toneladas de materiales que estaban en 85 depósitos distribuidos por el
predio. Hicieron el mantenimiento sistemático y conservaron también en
buen estado los 126 mil documentos de ingeniería que se habían realizado
para el proyecto en la etapa anterior.
–¿Hay otro caso en el mundo donde se haya tenido que terminar un reactor sin el asesoramiento del diseñador original?
–Un caso idéntico no conocemos. Luego de la desaparición de KWU, la
filial de Siemens, quedó otro reactor inconcluso en Irán, pero el caso
es distinto porque le encargaron la terminación a otro proveedor, la
corporación rusa Rosatom. En nuestro caso, no ha habido un nuevo
proveedor, es el propio cliente quien terminó la central.
–¿Cómo lo hicieron?
–Estaba claro que ninguna empresa de ingeniería y construcción de la
Argentina podía hacerse cargo de terminar este proyecto. La única
manera de encomendarlo a una empresa era a una del exterior, pero el
decreto 1085/06 que dio lugar a la recuperación de la construcción de
Atucha II dispuso que se maximizara el uso de los recursos nacionales y
eso es lo que hemos hecho. Junto con las autoridades nacionales, tomamos
la decisión de recurrir al talento argentino. Creamos una unidad de
gestión en NASA que se encarga de ingeniería y construcción de
centrales. Para lo cual hicimos una mezcla de las dos vertientes
posibles. Buscamos recuperar a todos aquellos profesionales que hubieran
estado involucrados en las etapas anteriores del proyecto y además
incorporamos a un gran número de jóvenes profesionales dispuestos a
absorber el conocimiento para que al terminar Atucha II pudiésemos decir
que Argentina está nuevamente en condiciones de seguir diseñando y
construyendo centrales nucleares, talento que habíamos adquirido al
terminar Embalse en 1984 y que perdimos en el período de parálisis.
–¿Ustedes solos terminaron la obra?
–Hubo cuatro áreas que las reservamos para que la hiciera NASA por
sí misma: los montajes del reactor, del sistema de combustibles, del
sistema eléctrico y de instrumentos y el de los sistemas de ventilación y
aire acondicionado. El resto lo dividimos en paquetes adecuados al tipo
de empresas que pudimos conseguir. Hicimos un gran proceso de
capacitación y formación de empresas argentinas y estamos muy conformes
porque vamos a terminar Atucha II dejando para el futuro cuatro empresas
con calificación nuclear argentina en montaje y cerca de veinte con
calificación para obras civiles y montajes en centrales nucleares fuera
del área nuclear. Lo que hicimos fue replicar el modelo de Embalse. En
aquella época no existía NASA, era la Comisión Nacional de Energía
Atómica, con capacidad de ingeniería y construcción, rodeada de empresas
nacionales.
–¿En qué plazo preveían terminar la obra?
–Es muy difícil establecer un plazo para una obra abandonada, pero
pensábamos en aquel momento que entre 2010 y 2011 la íbamos a tener.
–¿Por qué se atrasaron?
–Yo siempre digo que no hay la menor duda de que Atucha II está
atrasada porque el proyecto debió haber sido terminado en 1987. Ahora
bien, si lo que me pregunta es si acertamos nuestra estimación original
de plazo, la respuesta es no. Es algo más del tiempo que pensábamos
porque a medida que uno afronta las realidades del proyecto, se
encuentra con nuevos desafíos. Hemos tenido que cambiar diseños, rehacer
cosas. Es el curso normal de retomar una obra que había estado detenida
tanto tiempo.
–El ministro De Vido dijo que desde que se retomó la obra se
invirtieron 13 mil millones de pesos y que este año van a desembolsar
otros 1300 millones. Son cerca de 3000 millones de dólares y en 2006 se
proyectaba un gasto de 700 millones de dólares, ¿a qué se debió el
incremento?
–Uno de los factores que llevó a incrementar el presupuesto ha sido
la recuperación del poder adquisitivo del salario en la Argentina. De
ese monto que menciona, más del 90 por ciento son salarios, materiales y
equipos comprados en el país. Entonces, cuando se hace la cuenta en
dólares, tiene que contemplar que en 2005 con un dólar se compraban más
de dos horas de salario de la construcción promedio y hoy con ese mismo
dólar se compran unos 14 minutos. Los costos internos medidos en dólares
han subido. Esta es la explicación central.
–¿Qué es lo que falta para que Atucha II comience a funcionar?
–En diciembre comenzamos a cargar los elementos combustibles y hace
unos días completamos la prueba de presión del sistema primario y la
primera prueba en caliente de la central. Ahora estamos inspeccionando
el circuito del reactor. Luego seguimos con la carga de combustibles y
mientras tanto preparamos la segunda prueba en caliente, que va a
ocurrir entre marzo y abril. Vamos a generar vapor, no de origen
nuclear, sino utilizando las bombas principales de circulación y con ese
vapor vamos a entrar la turbina en servicio. Si esa prueba es exitosa,
drenamos todos los circuitos nucleares, secamos al vacío e introducimos
el agua pesada. A partir de ese momento, vamos a estar en condiciones de
realizar la primera criticidad del reactor. A mediados de año, Atucha
II comenzará a aportar electricidad al Sistema Interconectado Nacional.
–¿Cuánta energía va a aportar?
–Va a sumar 700 megavatios de potencia a la red, cerca del 4 por
ciento de la energía que consume el país. Esto le daría al sector
nuclear, con las otras dos centrales, alrededor del 10 por ciento de la
energía inyectada al sistema. Todavía estaremos lejos del promedio
mundial que está en torno del 15 por ciento.
–¿Qué ventajas tiene la energía nuclear?
–Atucha II es equivalente a 3000 toneladas diarias de gasoil o 3
millones de metros cúbicos de gas o 12 mil toneladas de carbón diarias.
Sólo de carbón es un Panamax cada 4 días, el barco carguero tradicional
que es de 50 mil toneladas. Cualquiera de esas alternativas, usted las
reemplaza por el elemento combustible nuestro que pesa 180 kilos.
Además, el combustible para las centrales nucleares es producido en el
país. Y no siempre el combustible para las centrales térmicas es
nacional. A veces hay que importarlo.
–¿Y en términos ambientales?
–Hay que medirlo en función del ahorro de dióxido de carbono
entregado a la atmósfera. Hay que hacer la cuenta de cuántas toneladas
de dióxido de carbono produce cada una de estas centrales térmicas,
comparada con cero, que es lo que emite una central nuclear. La central
nuclear tiene el problema de los residuos, pero pueden ser dispuestos en
forma responsable de manera tal que no hagan daño. Lo que ha dejado el
uso de Atucha I, con sus casi 40 años de operación, está almacenado
allí. No hay una sola pieza que haya sido arrojada al terreno.
–Sin embargo, mucha gente le tiene miedo a la energía nuclear.
–La gente se asusta de Chernobyl y de Fukushima. Accidentes hay,
pero algunos parecen tener más publicidad que otros. Si leo en los
diarios de 2011 para acá y viniera de Marte, tendría la impresión que
los 19 mil muertos que tuvo Japón fueron por Fukushima, pero ni uno solo
fue por la central. Los muertos fueron por los terremotos, el tsunami,
los incendios de las refinerías. A veces se enfatiza un poco la
información en forma sesgada, aunque hay que reconocer que la radiación
tiene un problema y es que no se ve y la gente tiende a temer lo
invisible. El humo de un neumático incendiado se ve y no genera tanto
miedo, aunque pocas cosas son más agresivas para los bronquios.
Fuente: Página/12
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