Por Juan Godoy*
“Es
dentro de esta perspectiva de lucha que rechazamos terminantemente las
manifestaciones modernas de la ciencia formal y reivindicamos un
conocimiento singular o particular que sea expresión de la lucha
anti-imperialista de los pueblos del Tercer Mundo y especialmente de las
mayorías argentinas” (Roberto Carri, 1969**)
Abordaremos aquí la figura de Roberto Carri, sociólogo, militante
popular en el peronismo revolucionario, integrante de las Cátedras
Nacionales, experiencia dada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos entre los años 1968 y 1971-1972 (donde participan
personajes como Justino O’Farrel, Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo,
Amelia Podetti, Horacio González).1 Iba a participar de las
publicaciones vinculadas a las cátedras: Antropología-Tercer Mundo y
Envido, con tan solo 28 años publicaba “Isidro Velázquez y las formas
prerrevolucionarias de la violencia”, luego “Poder imperialista y
liberación nacional”, etc. Terminaría, juntamente con su compañera (Ana
María Caruso), detenido-desaparecido en los años de la última dictadura
genocida que azotó nuestro país.
Lo trataremos a Carri, en
relación a una idea que va a aparecer en su pensamiento, en sus
escritos, que es la de la formalidad de las ciencias sociales y su
fetichización, su alejamiento del creador, y el pasaje de éste a ser
dominado por su propia creación. Nuestra idea es, al mismo tiempo, abrir
perspectivas sobre la forma de construcción de conocimiento dominante
en nuestras universidades nacionales, y su vinculación a un proyecto
nacional, con basamento en los sectores populares y latinoamericanos.
Nuestro autor va a resaltar el entramado político-científico que se da
entre los cientistas sociales y el “campo político”. Es la aparición del
conocimiento técnico, de los técnicos al servicio del estado, pero
haciendo a un lado su ideología (¿es posible hacerlo?). El técnico, así,
a-politizado sirve para cualquier modelo de país. No importa aquí la
política, la ideología, etc., solo se busca la “eficiencia”. Carri está
pensando, en este punto, en la relación de los profesionales de las
ciencias sociales con los sectores dominantes, a éstos como
sustentadores de un régimen de dominación, así sostiene que “la
dominación imperialista en todo el mundo provocó el desarrollo de la
sociología como un medio de detectar problemas en sus países y descubrir
los modos de superar las tensiones del mundo moderno”.2 No obstante
esto, la idea de “un estado más eficiente”, suena en la memoria reciente
colectiva argentina, como parte del “desguace” del estado nacional.
El autor de Isidro Velázquez…, no es para nada contemplativo con la
universidad y su rol en la realidad nacional tal como estaba
constituida. Considera que su creación se encuentra ligada a la
mantención de un orden social de dominación, “la universidad Argentina
fue el laboratorio de formación de ideologías al servicio del
mantenimiento
del orden”.3 De esta forma, los cientistas sociales formados en estas
universidades, serán fieles exponentes de un pensamiento ajeno a los
intereses populares, pues el interés está puesto en “aportar a sus
alumnos un curriculum profesional, formar una “personalidad
profesionalmente equilibrada”, etc. Tiene como objetivo despolitizar
ideológicamente al sociólogo convirtiéndolo en un fiel servidor del
estado, en un técnico eficiente”.4 Separar la ideología de la ciencia,
hacerlas dicotómicas, excluyentes, una perspectiva científica que
pretende no mezclarse con la realidad social, no apasionarse, que solo
admira la ciencia y el progreso. Sociología carente de valores.
Recordemos que Carri llamaba a los cientistas sociales que creen en la
objetividad científica, bandoleros sociológicos,5 en los cuales “su
admiración y respeto no es por personas, sino por una entidad
impersonal: la ciencia y la tecnología (…) ellos directamente no se
sienten partícipes del proceso analizado (…) el sociólogo cree todavía
que la llamada objetividad científica es lo más importante”.6
Debemos tener en cuenta que Carri, está inmerso en una doble lucha: por
un lado, hacia dentro de la universidad, procurando cambiar las formas
de construcción de conocimiento imperantes; y por otro, inmerso en las
luchas populares contra los procesos dictatoriales, en el corto plazo, y
por la liberación nacional en el largo. Asimismo tenemos que resaltar
aquí que nuestro autor está polemizando con toda una universidad en
general, y con una carrera (sociología) en particular, en el marco
primero, del derrocamiento del gobierno democrático, popular de Juan D.
Perón, la instauración de una férrea dictadura que a la vez que
persigue, reprime, etc., obtura la posibilidad que las mayorías se
expresen en forma libre; y segundo, interviene las universidades, por
ejemplo, la de Buenos Aires queda a cargo de José Luis Romero, y la del
Litoral, a cargo de Halperín Dongui, cesantea a profesores que habían
participado como profesores en el peronismo7.
Resaltamos en
relación a los profesores cesantes que, según consignan Aritz e Iciar
Recalde, bajo el gobierno de Aramburu en el mismo decreto que intervenía
la universidad, se “establecería que no debería quedar ni un solo
docente ligado al peronismo y por eso, a través del artículo 32º se
prohibía el ingreso a concurso de los docentes de la gestión anterior”8.
En este contexto, en el año 1957, surge la carrera de sociología,
teniendo como fundador al sociólogo italiano Gino Germani.
Ahora
sí, teniendo brevemente el marco general del pensamiento de Roberto
Carri, acerca de la universidad, de la carrera de sociología, y de su
tradición académica-militante, podemos avanzar en nuestro planteo acerca
del fetichismo en las ciencias sociales.
Carri va a ser
escéptico acerca de la posibilidad de la sociología de superar esta
suerte de destino trazado desde su fundación, dudar acerca de que pueda
superar el orden social en el cual es producida, que se encuentra
dividido en opresores y oprimidos. La sociología vendría aquí a
reproducir estas relaciones asimétricas, al mismo tiempo que ocultaría
la politicidad de las relaciones sociales. La intención de nuestro
autor es “problematizar la doble inversión fetichista que anida en las
ciencias sociales, para denunciar su pretensión autárquica y para,
finalmente, enfrentarlas con el fantasma de la política que quisieron
eliminar de entre sus fundamentos; y así
recuperarlas en su
propia dimensión utópica”9. Establecer el camino de la politización de
las ciencias sociales, es un camino que Carri considera posible para que
las ciencias sociales en general, y la sociología en particular, no
quede como mero sustento del orden social de dominación.
Pone en
consideración el sociólogo y periodista, la preponderancia del método,
cómo éste lleva en muchas ocasiones a querer adaptar la cabeza al
sombrero y no al revés, que sería lo más lógico, así argumenta que “el
individuo poseedor del método aprende la realidad social a través de la
combinación de variables en el modelo formal, superando el momento de la
operación científica, se “compromete”, se vuelve a meter en una
realidad que por un momento consideró exterior (…) si la realidad no se
adecúa al modelo la realidad no existe”.10 De esta forma el método de
las ciencias sociales utilizado en este sentido, en lugar de ayudar a
comprender la realidad social, a abordarla, nos aleja de la comprensión
de la misma. El método, creado por el hombre, pasa a dominarlo, en lugar
de servirle como herramienta, lo constriñe en su construcción, pues el
hombre “crea la ciencia, pero ésta una vez puesta en movimiento es
dejada por su creador –la situación (teológica, deificada)- moverse
libremente en su específica legalidad” .11 Convirtiéndose así en un
instrumento de su propia creación.
Acá podríamos considerar la
idea de “recortar” que tanto pregonan algunos “teóricos del método”,
recortar para que el objeto sea abordable, recortar más y más, tanto que
cuando se llega al nivel de “pequeñez buscado”, el tema a estudiar pasa
a ser otro. Lo cual, además de lo desacertado en tanto construcción
científica, nos permite preguntarnos, pero los teóricos sociales,
incluso los que tanto gustan a estos “teóricos del método”: ¿tienen como
objeto de estudio temas tan pequeños?, ¿Hernández Arregui, Arturo
Jauretche, Scalabrini Ortíz estudian siguiendo estas prerrogativas del
“recorte”?. Ah, ya sabemos, ¡nos dirán que no son científicos, que son
para-sociólogos y demás!, pero… de todas formas esas mismas preguntas
podemos realizarlas pensando en Marx, Durkheim, Weber, Bourdieu,
Foucault, etc. Es la aparición también de las “sociología especiales”,
del conocimiento cada vez más particular, “el conocimiento fragmentado
de la sociología –existen también sociologías especiales o aplicadas
como campos de interés puedan aparecer al sociólogo- resulta de los
supuestos señalados y es incompatible con la práctica política del
pueblo”12.
Este tipo de construcción científica tiene la
característica, en cierto sentido llamativo, de no ir más allá de lo
meramente dado, no modifica nada (probablemente en muchos casos no sea
esta su finalidad). Pues “el conocimiento formal es empirismo acrítico,
el fetichismo de los hechos inmutables, la creencia de una legalidad
exterior a la producción humana de la naturaleza y la sociedad”.13 No
hay en esta construcción integración del conocimiento con la práctica
(estos dos polos se encuentran separados), la tarea del cientista social
es individual, o solo inserto en la “comunidad científica”, no se
encuentra la integración con las luchas nacionales, populares, pero en
realidad Carri resalta que la teoría aparece “como la expresión de la
conciencia social (…) la ciencia es producto colectivo de la sociedad
(…) pero los científicos creen que esos conocimientos son la
consecuencia de la aplicación individual de su empirismo”14. Esto último
nos habilita a otros interrogantes, dado que si esto es así ¿para qué
las ciencias
sociales?, ¿sociólogos para qué?, ¿cuál es el
sentido de una universidad pública que solo realice conocimiento formal,
ajeno a las necesidades nacionales, del pueblo?
Resaltamos que
consideramos que en la visión del autor de Poder imperialista y
liberación nacional, la cual compartimos, no se pretende rechazar “el
método” totalmente, pero sí criticar ciertos abordajes científicos en
tanto venimos poniendo de relevancia en estas líneas.
Aparece en
los seguidores más convencidos del método “la creencia en que la
realidad fetiche es la verdadera realidad”.15 Esta realidad, escindida
del cientista social, en tanto poseedor del “método científico”
objetivo, aparece como la verdadera realidad. Esta forma fetichizada del
conocimiento, es la construcción de teoría considerando “lo social”
como una exterioridad que se presenta como lo dado, lo inmutable, que no
se puede cambiar, o incidir en que cambie, “el conocimiento formal
desconoce su propio soporte fetichista (…) la operación objetiva del
conocimiento queda reducida a una mera interiorización individual”16.
Desde esta perspectiva, no es ésta la tarea del cientista social
a-valorativo. Olvidan que los hombres (¡entre los cuales están también
los cientistas sociales, aunque a veces parecieran creer que no!) tienen
valores, ideología, etc., y no pueden abstraerse de ello por más que lo
deseen.
Para finalizar, argumentamos que el meollo en Roberto
Carri, es la relación entre la política y la ciencia, entre el político y
el científico podría decir alguien ajeno a la perspectiva de nuestro
autor. Según él mismo, hay una estrecha relación entre estas dos
cuestiones, que hacen que sea imposible escindirlas. La sociología es
política, ya sea como sustentadora del statu quo y la dependencia o como
parte de la lucha por la liberación nacional. No es en Carri el partir
de un modelo teórico abstracto para luego procurar aplicarlo a una
realidad externa, sino más bien es el involucramiento en la lucha del
pueblo, es la producción de teoría desde el pueblo, no intentando
establecer caminos ajenos a la capacidad creativa de las masas.
Se
trata de pasar de la primacía del método a la primacía de la política,
rescatar a las ciencias sociales y a la sociología revalorizándolas en
su politicidad, en su intención transformadora de las relaciones
sociales. Dejar a un lado una sociología que no puede dar respuestas a
las necesidades nacionales y del pueblo, que no puede ser parte de un
proyecto nacional, de la lucha colectiva. Así, “si la realización,
producción, de la nueva sociedad no es una tarea filosófica o científica
sino política, el conocimiento del mundo también es tarea política o no
es verdadero conocimiento” 17
*El
autor es Licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA) y
Profesor de sociología, Universidad de Buenos Aires (UBA)
**
Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da.
Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66), página 61. Reedición
Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, página 63.
1 Recalde, Aritz y
Recalde Iciar. (2007). Universidad y liberación nacional. Un estudio de
la Universidad de Buenos Aires durante las tres gestiones peronistas
1946-1952, 1952-1955 y 1973-1975. Buenos Aires: Nuevos Tiempos.
2
Carri, Roberto. (1969). El formalismo en las ciencias sociales (2da.
Parte). Antropología - Tercer Mundo. 2, (55-66), página 57. Reedición
Facsimilar de la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, página 59.
3 Carri, Roberto.
(1970). Pensamiento nacional y sociología anti-nacional. En Touraine,
A., Nikolaus, M., Novikov, N. V., Fals Borda, O., Marsal, J. F.,
Menéndez, E. L., Cárdenas, G. H., Carri, R., Verón, E. Delich, F..
Ciencias sociales: Ideología y realidad nacional (pp. 143-165). Buenos
Aires: Tiempo Contemporáneo, página 160.
4 Carri, Roberto. (2001). Isidro Velázquez. Formas pre-revolucionarias de la violencia. Buenos Aires: Colihue, página 110.
5
La elección del mote de bandolero, viene dado porque estos enjuiciaban
el accionar de Isidro Velázquez, tratándolo como un simple bandolero, y
Carri profundizaba más en el sentido de ver allí una forma
pre-revolucionaria de la violencia.
6 Carri, Roberto. (2001). Op. Cit., página 101 y 104.
7
Podríamos considerar aquí a Roberto Carri, como parte, y como
continuador de las luchas de Hernández Arregui, Arturo Jauretche,
Scalabrini Ortíz, etc.
8 Recalde, Aritz y Recalde Iciar. (2007). Op. Cit., página 104.
9
Salvi, Valentina. (2000). La ceguera sociológica. Sobre “el formalismo
en las ciencias sociales de Roberto Carri., En H. González (Comp.).
Historia crítica de la sociología Argentina (pp. 381-386). Buenos Aires:
Colihue, página 381.
10 Carri, Roberto. (1968). El formalismo en
las ciencias sociales (1ra. Parte). Antropología - Tercer Mundo. 1,
(1-6), página 2. Reedición Facsimilar de la Editorial de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, página 52.
11 Carri, Roberto. (1969). Op. Cit., página 56. Reedición Facsimilar, página 58.
12 Ibídem, página 61. Reedición Facsimilar, página 63.
13 Carri, Roberto. (1968). Op. Cit., página 3. Reedición Facsimilar, página 53.
14 Carri, Roberto. (1968b). Un sociólogo de medio pelo. Revista Latinoamericana de Sociología. 1, pp. 127-129, página 127.
15 Carri, Roberto. (1969). Op. Cit., página 56. Reedición Facsimilar, página 58.
16 Salvi, Valentina. (2000). Op. Cit., página 383.
17 Carri, Roberto. (1968). Op. Cit., página 52.
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