En Tecnópolis,
los funcionarios Zannini y Coscia debatieron junto con Laclau y otros
académicos sobre la actualidad nacional y sobre los desafíos que enfrentan las
democracias en Latinoamérica. Hoy continúan las actividades.
“Múltiples
modernidades en un mundo multipolar.” Ese es el tema del tercer ciclo de
filosofía y política Debates y Combates, que empezó ayer en Tecnópolis,
subvirtiendo ligeramente su nombre: primero vinieron los combates y después los
debates. La jornada la abrieron el secretario de Cultura, Jorge Coscia, y el
secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, quienes centraron
sus discursos en la actualidad política nacional y, en un lugar no menor, en
reclamar que se cumpla con la ley de medios audiovisuales. Después, Ernesto
Laclau y otros académicos del país y del exterior reflexionaron sobre la
experiencia democrática reciente en Latinoamérica.
–¿Qué? ¿Ahora sos
intelectual? –le preguntó Cristina Fernández a Zannini, antes de darle
“recreo”, según él mismo contó, para participar del encuentro organizado por
Cultura.
–No, yo voy para la
parte de los combates –respondió Zannini.
Tras presentarse como
“un producto de la educación pública y gratuita argentina”, el secretario Legal
y Técnico dijo que iba a hacer una introducción para los extranjeros presentes
en el salón, colmado por unas 200 personas. Dijo que si los medios de
comunicación no se abren “a todas las expresiones, a la pluralidad, a la mayor
diversidad, no hay democracia viable para transformar la Argentina”. También
dijo que hoy se está librando “una batalla política y cultural” y, fue al
grano, que “el Grupo Clarín prefiere tratar de voltear un gobierno antes que
cumplir la ley”, porque “son implacables en la custodia de sus privilegios”.
Luego recordó a Néstor Kirchner y, en la primera mención al hecho más citado en
las mesas de ayer, celebró la reelección de Hugo Chávez en Venezuela:
“Triunfamos todos, porque en caso contrario era el comienzo de la
contraofensiva neoliberal en toda América latina”.
Antes de Zannini, Coscia
había inaugurado esta tercera edición de Debates y Combates describiendo lo que
entiende es “un momento particular de América latina, que contradice su
supuesto destino marginal”, “los tiempos del Bicentenario”, “uno de los
períodos de mayor construcción de autonomía, justicia y democracia que se
recuerde en la historia de nuestro continente”. El secretario de Cultura
destacó la “sincronía de este proceso emancipatorio” en la región, llamó a
“poner en cuestión el pensamiento eurocéntrico” y a superar “la balcanización
de nuestro autoconocimiento”, para recuperar la identidad común de los pueblos
latinoamericanos.
Con la intervención del
filósofo y politólogo Ernesto Laclau, las ponencias cambiaron de tono y pasaron
a un registro más académico. El autor de La razón populista contó que tanto el
ciclo de debates como la revista que lleva el mismo nombre, y que él dirige,
aspiran a “dar un fundamento teórico e intelectual” al proceso de reunión de
los pueblos latinoamericanos, a “ligar el psicoanálisis, el posmarxismo, la
teoría política para buscar nuevos caminos a los problemas que la democracia
enfrenta”. Sucintamente, adelantó las cuestiones que desarrollará en su
presentación de hoy (ver aparte): ¿qué implica la democracia en un mundo
plural, en sociedades heterogéneas y diversificadas?; ¿cómo analizar las
lógicas de articulación entre la pluralidad de movimientos sociales y los
aparatos estatales?; ¿cuál es el papel de los imaginarios colectivos?; ¿cómo
abordar el problema de la representación política?
Límites
e inclusión
Después de un breve
break, la siguiente mesa de debate se dedicó a “Nuevas prácticas democráticas
en América del Sur”. La politóloga brasileña Sonia Fleury habló sobre los
límites y las potencialidades de la democracia en su país, en especial bajo el
gobierno de Lula da Silva, al que definió como “un proceso de inclusión sin
rupturas”, sin rupturas con los movimientos sociales ni con los sectores
conservadores. Se refirió también al ensanchamiento de las capas medias en
Brasil y advirtió sobre su adscripción a “una cultura muy conservadora” e
individualista. Fleury le cedió el micrófono a la británica Doreen Massey,
geógrafa, cuya ponencia intentó desmontar el discurso neoliberal que sostiene
que “no hay alternativas, no hay futuros múltiples” posibles. Rastreó las
causas de la derrota del modelo socialdemócrata europeo como alternativa al
neoliberalismo y luego se explayó sobre la esperanza que “algunos europeos”
depositan en Latinoamérica: “Vemos el desarrollo de algo distinto, vemos un
reto a la lógica del mercado, alianzas de mutualidad y cooperación entre
naciones, tan diferente a lo que vemos en Europa, la construcción de una
identidad continental”. Massey destacó además “la presencia importante de los
movimientos sociales” y su articulación con los Estados, “el desarrollo del
poder popular” y los “experimentos con democracia directa y participativa”.
Con calma y matiz
polemista, las palabras del comunicador Hugo Moldiz Mercado, boliviano,
plantearon la necesidad de remontar la mirada histórica más allá, repusieron la
existencia de pueblos originarios en América antes de la constitución de las
naciones que ahora celebran sus aniversarios centenarios: “Las prácticas
participativas están en la memoria colectiva, tienen mucho que ver con la
democracia comunitaria de nuestros pueblos”. El segundo tramo de su exposición
estuvo dedicado a Bolivia, a “la democracia radical”, al “socialismo
comunitario como transición hacia el vivir bien”, que a su juicio encarna Evo
Morales.
El último orador de la
jornada fue Eduardo Rinesi, politólogo, rector de la Universidad Nacional de
General Sarmiento. La sociedad argentina, ensayó, recorrió cuatro grandes modos
de usar la palabra “democracia” desde 1983 a la actualidad. En la inmediata
posdictadura, “pensábamos la democracia como una utopía, como un modelo al que
se trataba de llegar”. Diez años más tarde, para los días del Pacto de Olivos,
“empezamos a usar la idea de democracia menos como utopía a alcanzar que como
una costumbre o una rutina”. En un tercer momento, “muy vigoroso, alrededor de
2001-2002”,
ubicó a “la democracia del espasmo”, “práctica viva para los ciudadanos”, “una
experiencia breve, intensa, que aún no ha sido suficientemente estudiada”.
Finalmente, “de 2003 a
esta parte, asistimos a un modo de pensar la democracia como proceso. Hablamos
menos de democracia y más de democratización”. Rinesi se concentró en
contrastar aquel primer momento con el último. “La idea de movimiento asociada
a la transición posdictadura ahora se ha desplazado a la propia idea de aquello
en que consiste la democracia.” Mientras hace treinta años “la democracia
estaba en el futuro, asociada a un valor fundamental, la libertad”, con un
fuerte imaginario “antiestatalista” (porque “la imagen del Estado era aún la de
Videla”), hoy “la democracia no es una utopía, sino un proceso en permanente
profundización. Hoy la gran preocupación es la ampliación y realización de un
conjunto de derechos sociales, civiles, previsionales, educativos. Si en los
‘80 el Estado era una amenaza a la libertad, hoy la democratización nos lleva a
ver al Estado como la condición de posibilidad de nuestros derechos y de la
democracia. Y eso pertenece a la mejor tradición republicana”.
Fuente: Página/12
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