Roberto
Williams integra el Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología de
Materiales.
Imagen:
Leandro Teysseire
Trabaja en Mar
del Plata en un instituto de materiales. Recibió el premio en un acto
encabezado por la Presidenta. En esta entrevista explica los vínculos entre
ciencia y empresa. Y propone que haya más investigadores que sean también
emprendedores.
“A mí me tocó organizar,
crear, fundar y dirigir un instituto de materiales. Este instituto creció: hoy
somos unas 200 personas investigando materiales en Mar del Plata”, explicaba
Roberto Williams poco antes de recibir el premio al Investigador de la Nación
2011. Licenciado en Ciencias Químicas, doctor con orientación en Tecnología
Química, radicado en Mar del Plata como investigador, docente y agitador de la
investigación en un campo por entonces desierto y ahora floreciente, Williams
cree que “el premio tiene que ver con esa parte” relacionada con la
investigación aplicada, ese punto de encuentro entre el laboratorio y las
empresas. Unas horas más tarde, la presidenta Cristina Fernández refería,
precisamente, que el premio distinguía ese tipo de búsqueda, alejada de la idea
según la cual “ser científico y tener contacto” con las empresas pudiera ser
“pecaminoso: al contrario” (ver aparte).
Hace 30 años, el
Instituto de Investigaciones en Ciencia y Tecnología de Materiales (Intame)
empezaba con no más de cinco investigadores. Apenas tenían instrumental, por lo
que la imaginación para reemplazarlo con elementos accesibles era ilimitada.
Desde entonces, el campo creció al punto de que hoy investiga sobre materiales
capaces de autorrepararse, “como si fuera una piel que se cicatriza”, o de
responder modificándose ante estímulos. Hoy, el lugar que concentra a 200
investigadores de todas las edades (“pero si no soy el más viejo, debo ser el
segundo, el tercero” porque el resto “son pibes”), tiene “muchos convenios con
empresas, algunos muy importantes”.
–¿Qué hacemos con las
empresas? Un montón de cosas. Por ejemplo, uno de los contratos más importantes
que tenemos en el instituto es un convenio con YPF. En la industria del
petróleo se usan tubos hechos con fibra de vidrio y una resina epoxy. Tienen
problemas de degradación, se rompen, les pasan cosas. Y esto es porque por ahí
pasan materiales muy abrasivos, muy calientes y esto no lo aguanta. Entonces,
¿cómo hacer para que lo aguante? Este es un problema de centenares de millones
de dólares para las empresas, que ponen mucha plata en buscar soluciones.
–¿Qué investiga
exactamente?
–Me dedico a los
materiales, y dentro de los materiales, a los materiales plásticos, polímeros
se llaman. Ultimamente, a materiales que son inteligentes: responden a
estímulos, ahí está metido el mundo nano, en esos materiales. Estamos
estudiando materiales que son capaces de autorrepararse, esto es muy
importante: es como si fuera la piel, que ante una herida, la piel sola se
cicatriza, se repara. El estímulo, en algunos casos, es la propia fisura, o
fractura que dispara algo para que se repare el material.
–¿Eso involucra siempre
plásticos?
–En mi caso trabajo
material plástico, pero lo que estoy diciendo se aplica a distintos tipos de
materiales. Ese sería un caso. Los otros son materiales con memoria de forma.
Cuando lanzan un satélite al espacio, que tiene un volumen muy limitado porque
tiene que llevar mucho instrumental, por ejemplo, usted tiene que tener paneles
solares para cuando el satélite esté en órbita, pero no puede largarlo
expandido por una cuestión de volumen. Entonces, tiene un material al que desde
la Tierra se le manda una corriente eléctrica: se calienta el material; cuando
se calienta, se expande. Es un material muy novedoso, de frontera. En salud hay
muchísimo para hacer con eso. Pero requiere la coordinación de equipos de
médicos, bioquímicos, materiales, ingenieros, científicos básicos.
–¿En el Intame trabajan
con otras disciplinas?
–Una cosa es lo que
hacemos a nivel poblaciones, formación de recursos humanos y otra lo que
hacemos en transferencia, que trabajamos mucho con hospitales, como el
Interzonal de Agudos o el Privado de Comunidad de Mar del Plata, pero no al
nivel de lo que estoy contando. De todos modos, creo que la deuda que tenemos
ahora en la ciencia argentina es la creación de empresas tecnológicas. Primero,
hay que ser muy fieles soportadores de las pocas empresas tecnológicas que hay
en el país, porque es tecnología argentina, para usar o para exportar. Pero la
deuda es cómo formar emprendedores de empresas tecnológicas.
–¿Y para eso qué falta?
–Alguien que lo haga. Un
emprendedor. Pero que lo haga el propio científico, no un tercero. No es
vendérselo a otro.
–¿Alentar espíritu
emprendedor en los científicos?
–Generar en un
científico, en alguien que se formó en las ciencias, que sea además un
emprendedor, que se dedique a hacer empresa. Hay ejemplos exitosos, pero pocos.
Está el científico del porqué, el que conocemos todos. En nuestro caso, que
estamos enclavados en una facultad de Ingeniería desde el origen, se trata de
científicos del para qué. Por formación, el ingeniero siempre pregunta para
qué. Si no hay un para qué, no le interesa.
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