martes, 21 de agosto de 2012

“La política es concertación, porque el consenso no existe”

 
Publicó un libro que recupera las discusiones en torno de la Ley Nacional de Educación de 2006, cuando era ministro del área. Qué falta hacer en las escuelas argentinas. Las enseñanzas de Kirchner y un debate con Lanata.
Daniel Filmus tiene cara cuadrada, maciza, como de labrador del oriente europeo. De feld mentch, de un campesino que habla en idish. Y al hablar en castellano, por supuesto, el senador Filmus usa mucho la palabra “entonces”. Eso, probablemente, sea una herencia de su carrera académica, que lo llevó a la dirección de la Faculta Latinoamericana de Ciencias Sociales antes de que fuera seducido por la política. El actual senador por la Ciudad de Buenos Aires consuma probablemente ese tesón de hijo de inmigrante judío y el método y la lógica del estudio universitario.
En su quehacer actual, se ha convertido en referente de la discusión por la Ley de Glaciares y dice ser uno de los que más sabe en términos de reciclado y tratamiento de la basura, un asunto alejado de la reyerta de temas de la vieja política, pero contemporáneo y muy vital para las megaciudades.
Todas las noches, Filmus escribe. Fruto de ese esfuerzo son dos libros. Uno de próxima aparición por Eudeba, Crisis, transformación y política en América Latina, en conjunto con los profesores de la cátedra de Sociología que tiene en el CBC de la Universidad de Buenos Aires desde 1985. El otro fue escrito en conjunto con Carina Kaplan, Educar para una sociedad más justa. Debates y desafíos de la Ley de Educación Nacional (Aguilar), que recupera para la memoria pública el proceso de discusión social que generó entre mayo y diciembre de 2006 el proyecto de la norma que reemplazaría a la del proyecto neoliberal menemista, la Ley Federal de Educación del ’93.
Por entonces, Daniel Filmus era Ministro de Educación del gobierno de Néstor Kirchner. Con aquella iniciativa generaría una de las modificaciones más trascendentes para el régimen democrático realmente existente. Con el acompañamiento de su gobierno, la Ley Nacional de Educación (LEN) fue discutida a lo largo y ancho del país. Desde mayo a diciembre de 2006 “participaron millones de personas y 700 organizaciones”, desde escuelas, universidades y sindicatos docentes hasta comunidades originarias, empresas e instituciones religiosas. Fue importante como proceso que inauguró un modelo de convergencia plural y democrática que después sirvió a los proyectos de ley de comunicación audiovisual y de matrimonio igualitario.
“Para mí, la política trata de poder articular una concertación, porque el consenso no existe. Concertar es acordar sobre un núcleo básico de ideas que permita que la sociedad avance. Prefiero ganar perdiendo en algún punto, que perder y no avanzar nada.”
Así habla el senador en la sala de reuniones de su despacho del cuarto piso del Congreso. El decorado abreva sin disimulos en la pasión futbolera que aprendió en su infancia en el barrio de La Paternal. Mientras que las oficinas de otros senadores anuncian sus nombres en la puerta con un cartel de bronce, Filmus tiene un fileteado que culmina en el escudo del Club Atlético San Lorenzo. Apenas se entra, se ve un pupitre pintado enteramente de los colores del “cuervo azulgrana”. A la izquierda, un mástil de escuela sostiene la bandera de los de Boedo. En la sala donde ahora entra y recibe a Miradas al Sur, una foto con el ex presidente brasileño Lula da Silva sosteniendo una camiseta de su equipo. Le proponemos tomarnos un tiempo para hablar de educación, de su trabajo como senador, de los temas pendientes en la ciudad de Buenos Aires, por la cual fue candidato en 2001 a la Jefatura de Gobierno. Filmus desecha ir al acto de un ministro nacional porque tenía comprometido el tiempo para esta entrevista. Y empezamos por el principio.
–Su debut como ministro de Educación había sido ir a negociar con Kirchner a los tres días de asumir a Entre Ríos por el conflicto salarial docente. ¿Algo de la experiencia política de esa jornada trascendió en el tiempo?
–Fuimos a Entre Ríos un lunes. El viernes había conocido a Néstor. El momento del domingo a la noche es el que inspira la dedicatoria de este libro: “A Néstor Kirchner, quien amplió los horizontes de lo posible también en el ámbito de las políticas educativas. Por todo lo que me enseñó”. Quizá la principal enseñanza fue la de esa noche. Había siete provincias que no pagaban en forma, algunas ni siquiera pagaban. Entre Ríos no había comenzado las clases; las otras estaban en paro. Entonces lo voy a ver para contarle cuál era la situación y cuáles eran las alternativas para resolverlas, que pasaban porque la Nación se hiciera cargo de una deuda que tenía la provincia. Le dije que había hablado con Marta Maffei, entonces secretaria general de la Ctera, que me había ofrecido crear las condiciones para que fuéramos a negociar. El tema también era que la provincia aceptase nuestra intervención. Creo recordar que eran 70 millones de pesos. “Está bien, los tenés”, me dice. “Si pagamos esto, te quiero advertir que las otras seis provincias van a pedir la misma salida”, le respondí. “Bueno, decime de una vez, cuánto es todo”, me dijo. Creo que eran 250 millones de pesos. “Bueno, lo tenés”, me repitió. Salgo de la oficina y ahí mismo me encuentro con (Roberto) Lavagna, que era ministro de Economía. Así que volví a entrar y le dije: “Mirá Néstor, perdóname, pero afuera está el ministro de Economía. ¿Le comento?” Estaba acostumbrado a que, en general, el jefe de Gobierno te decía que sí, y usaba al ministro de Economía para que jugara el rol de malo. Entonces, me mira y me dice: “Danielito, el Presidente soy yo”. La verdad es que ahí me cambió la cabeza, porque fue ampliar el horizonte de lo posible. No sé si estaba o no la plata, pero hubo una decisión política para que estuviera. Ese es el gran aprendizaje que me dejó Néstor.
–Déjeme traerle algo de actualidad. En el último programa de Jorge Lanata en Canal 13 se advertía que había un 50% de chicos que no termina la secundaria. ¿Eso es así?
–Él toma el dato del 2001. Le respondí en el programa de radio de Víctor Hugo al día siguiente. Por los datos del 2010, estamos entre el 62 y el 63%. Somos el tercer país de América latina. Vos tenés siempre chicos que siguen estudiando después. Lo que pasa es que en muchos países la secundaria es de cuatro años; en Argentina tenemos de cinco y de seis. Pero como hay un porcentaje alto de repitencia en Argentina los chicos terminan recibiéndose entre los 19 y los 20. Tomando año por año la cohorte que va de 20 a 25, te da que estamos arriba del 62% de egreso, que es relativamente alto para la región aunque insatisfactorio para lo que pretendemos nosotros.
–¿Cuáles son los problemas más acuciantes en la escuela de hoy?
–Sigue siendo la problemática docente. Nosotros con el plan de 1300 en lo que va del gobierno de Cristina, hemos avanzado muchísimo en lo que hace a infraestructura. Para los sectores populares, lo fundamental es entrar rápido a la escuela. La diferencia al ingresar a la escuela es fabulosa entre el capital cultural de los pibes que vienen de clase media con padres profesionales y el chico que viene de sectores populares y que tiene una lengua materna distinta, como en el caso de los pueblos originarios. En el reportaje que le hice, Evo Morales decía que fue a la escuela por primera vez en Argentina, cuando el padre venía a la zafra. Y contaba que en la escuela decían: “Evito, ¡qué chico callado!”. “Y bueno –decía él– yo hablaba aymara.” El choque de capitales culturales de chicos más humildes, de riqueza lingüística, que está muy vinculada a la capacidad de abstracción y de planificación, es una ventaja o una desventaja considerable. Si vos mirás las estadísticas entre el 2001 y el 2010, notás que el crecimiento más grande estuvo en las salas de 3 y de 4. Nosotros pusimos todo en el Jardín. El programa de Lanata el otro día pasaba por unos jardines fabulosos para los chicos más humildes en las zonas más desprotegidas (que son mucho más caros que las escuelas porque una sala de jardín no puede tener más de 20 chicos).
–Argentina tiene más del 99% de los chicos escolarizados…
–Tenemos el 100% de chicos en la escuela primaria. Y para asegurar que esos chicos ingresen a la secundaria necesitás ir para abajo. Entonces la sala de 3 aumentó entre el 30 y el 50% y la sala de 4 aumentó hasta el 70%. Ningún país en 10 años hace una transformación de esa envergadura si no tiene una política muy dirigida. La primera infancia es el objetivo principal. Porque en la primaria tenés a los chicos en un 99% escolarizados. Y ese porcentaje lo tenés hasta los 15 años. Es altísimo. Tenemos que recuperar esa parte del final de la secundaria que se pierde, y construir abajo para darles a todos los chicos las mismas posibilidades. La igualdad de posibilidades se la damos ahí abajo; no la podemos conseguir arriba cuando tenemos una base tan despareja.
–¿La Argentina tiene que poner énfasis en una escuela que prepare para el trabajo o para que los chicos puedan seguir estudiando?
–A cada momento político le corresponde cierta función social de la escuela. En los ’80 (del siglo XIX) era la unidad nacional; el trabajo lo era en los años ’50. Hoy no hay una función social sino cuatro: la identidad nacional, la democracia, el respeto por la diversidad y la integración económico-social de acuerdo a capacidades y no al origen del chico. Cuando se dice que la escuela discrimina y desiguala es falso. Si la sacáramos, la sociedad sería mucho más desigual. Hoy en día, las competencias que se requieren para el trabajo, son muy similares a las competencias requeridas para la participación democrática o para seguir estudiando. Entonces esta cuestión por la que el trabajo no es sólo manual, sino que te exige capacidad de tomar decisiones, de ser creativos, de trabajar en grupo, son las mismas competencias que necesitás para seguir estudiando o para elegir un Presidente.
–¿Hay buena calidad de docentes? ¿Se puede aspirar a mejorar la preparación docente con el actual nivel de salarios?
–Con el actual nivel de salarios, sí. Con el que nosotros asumimos, no. Junto con el nivel socioeconómico de los chicos que ingresan, las condiciones del trabajo docente –incluido el salario– son el principal regulador de la calidad educativa. Si tenés una escuela-rancho con chicos bien alimentados y con capital cultural y un docente muy bien formado, van a aprender muchísimo, no necesitás tener computadora. Un factor no depende del gobierno, que es cómo entra el chico. Es verdad que Argentina tuvo una educación de excelencia hasta la década del ’60. ¿Qué pasaba? Para mujeres de clase media, que se independizaban de la familia, estudiaban y podían ir a trabajar, ser maestra representaba ser una figura prestigiosa. El salario docente empieza a deteriorarse luego no solamente por políticas de ajuste sino porque muchos chicos ingresan a la escuela. Entonces las chicas que antes elegían la carrera docente, pasan a elegir la universitaria. Y pasan a elegir la carrera docente con salarios más bajos aquellos que son primera generación que acceden a la educación superior. Y que vienen de una base de formación primaria más castigada.
–Entonces, ¿quiénes eligen la carrera docente hoy?
–Nosotros hicimos una investigación en Flacso donde preguntábamos cuál era la primera palabra que se asociaba con “maestro”. La respuesta fue “pobre”, de pobrecito, de que es un sacerdocio. Vos tenés que hacer que los mejores promedios quieran ser docentes. Ese es el secreto de Finlandia, por ejemplo. Entonces, cuando vos tenés una educación que está prestigiada con salarios muy altos, que realmente constituye en la sociedad un sector con un rango casi “estamental” –ya que es el que transmite el conocimiento porque tiene el saber, como era en la Antigüedad–, entonces claramente los mejores quieren ser docentes. Cuando asumimos en 2003, pusimos una beca para alumnos que tuvieran más de 8 y quisieran ser docentes. Les pagábamos toda la carrera y les dábamos un sueldo por mes. Pusimos 1500 becas y se anotaron 700. Hoy si bien el salario docente está lejos de lo que merecen, están mucho mejor.
–¿En general el docente es competitivo para esta realidad escolar?
–Un docente argentino es competitivo con cualquier profesional que se recibe en el país. Aparte han ganado estabilidad, tienen 120% de antigüedad cuando llegan a 20 años de ejercicio de la profesión. Así que si sos docente tenés una perspectiva de vida. Ahora, la LEN tiene un tema más que todavía no se implementó y que debiera hacerlo urgentemente: diferenciar la carrera docente en dos. Vos tenés los mejores docentes que muchas veces para ganar más quieren ser directivos. Y son malos, porque para ser directivo se necesitan capacidades de conducción y planificación. Y encima los sacaste del aula. entonces vos debieras tener un sistema donde el docente pudiera ascender dentro del aula. En Estados Unidos llama la atención la cantidad de masters; incluso algunos doctores están dando clase. Pero porque el sistema le permite no salir del aula. Y ahí lo quiero. Porque nadie puede transmitir una pasión que no tiene. Es distinto que te enseñe lengua alguien que tiene un master en literatura española. El tipo está enamorado de lo que estudió y lo quiere transmitir. En ese sentido, la LEN es una ley-programa, una ley para ir construyendo en base a un proyecto educativo a mediano y largo plazo. Por eso, machacar con que el 50% de los chicos no terminan el secundario –además de que es una cifra errada–, alienta el “efecto ajuste”: “¿para qué vas a invertir el 6,4% en educación si no pasa nada?”
–El martes pasado, hay una nota en Clarín que decía que no “cedía” la fuerte brecha entre ricos y pobres en educación.
–El cuadro de esa nota era buenísimo (ver: http://goo.gl/6nQ2o). Dividía en ricos y pobres, comparándolos con cuatro variables. En Computación, ricos 90%, pobres 67%. En Lengua Extranjera, 94% y 70%. En Idioma Extranjero, 43% y 21%. En la sociedad en general, unos tienen 100 y los otros tienen cero. La educación como política pública es mucho más igualadora que cualquier otra, porque si tomamos la acumulación de riqueza de los que más tienen respecto de los que menos tienen la relación es de 1 a 100. Pero si tomamos la acumulación de conocimiento de los que más tienen y de los que menos tiene ya no: en la escuela todos saben leer y escribir. La Unesco considera a un país libre de analfabetismo cuando tiene menos de un 2%. El analfabetismo en Argentina lo hemos bajado a 1,9%.
La ciudad es un sueño eterno
–¿Qué opinión la merece la gestión del transporte en la Ciudad de Buenos Aires?
–El problema se ha agravado en los últimos años. Buenos Aires es una ciudad muy particular. En 1947, vivían 3 millones de habitantes; hoy somos 2,9 millones. Pero sin embargo se construyen viviendas por todos lados. Es una ciudad que tiene 150 mil viviendas vacías, y una necesidad de 150 mil viviendas. Es decir, que no tiene problemas de distribución y no de vivienda. En cuanto al transporte, es una ciudad a la que entran entre 3 y 5 millones de personas todos los días. Entonces, tenés que pensar si el problema es la gente que se mueve dentro de la ciudad o la que viene de afuera. El problema es que la Ciudad no tiene un proyecto de transporte ni de diseño y planeamiento urbano a mediano plazo; estoy hablando de algo que antecede a Macri. Tener una idea de ciudad primero implica la democratización de los barrios, como sucede en Barcelona o en París. En esas ciudades tenés de todo en cualquier lugar: comercios, bares, cultura. La primera medida para resolver el problema del tránsito en la ciudad de Buenos Aires es que haya menos tránsito. O que haya menos movimiento. Si vos resolvés a diez cuadras de tu casa todo lo que tenés que resolver en el día… En ese sentido, Macri no ha hecho nada. ¿Para que querés un subte que llegue al Parque Almirante Brown si primero no hacés nada ahí? Sería una pérdida enorme, porque un subte sólo justifica su costo si va mucha gente. Ahora, si hago un centro turístico en el Autódromo, bueno, necesitás un subte. Entonces empezás a pensar la ciudad de otra manera.
–¿Hay posibilidad de ampliar la construcción política kirchnerista o filmusista en la Ciudad?
–”Filmusista” claramente que no, porque no existe esa corriente. Kirchnerismo, con una mirada que incluya el peronismo del cual provengo, por supuesto que sí. De cualquier manera, la experiencia muestra que nosotros no estamos en condiciones de gobernar la Ciudad de Buenos Aires solamente con aquellos que acompañen el proyecto nacional. Tenemos que tener la capacidad de incluir a todos aquellos que tienen un proyecto de ciudad distinto del neoliberalismo que plantea Macri, que es la ausencia total del Estado para resolver los problemas de la gente. Es una ciudad en la que se necesita el 50% de los votos para ganar. Cristina ganó con el 35% en la Ciudad de Buenos Aires. Tenemos que ser capaces de congregar el 50% + 1.
Papá, quiero tu trabajo
Reflexiona habitualmente sobre lo que sucede hoy con la juventud que se moviliza políticamente en el mundo? Se lo pregunto a raíz de los movimientos de protesta de la Plaza Tahrir de El Cairo, el M-15 español y Occupy Wall Street. Pero también, en otro orden, por La Cámpora.
–En principio, en Argentina la movilización se dio en torno de la participación en un proyecto concreto; los otros se dieron para frenar procesos de decadencia del capitalismo que arrastra el Estado de Bienestar, que es la promesa de integración de la juventud. Cuando estuve en Alemania hace unos años, vi una pintada que me pareció fabulosa: “Papá, quiero tu trabajo”. Vos estás pugnando por entrar a los mercados de trabajo que están ocupados, que no te dan espacios, entre otras cosas porque la misma crisis hace que la jubilación se postergue. Entonces tenés sociedades muy anquilosadas. Hoy hay tasas de 50% de desocupación entre los jóvenes en Europa. Empieza de vuelta la perspectiva de tener universidades-guarderías: te sale más barato tener a un pibe estudiando en la universidad cualquier porquería que creando un puesto en el mercado de trabajo. Lo que estás haciendo en realidad es postergar el acceso al mundo laboral hasta los 30 años. Termina la carrera y le das un posgrado y luego otro. Ahora bien, el problema que tienen estas manifestaciones de inconformismo es que no tienen propuesta. Son movimientos de resistencia, cuyas iniciativas son muy utópicas o no logran romper con el núcleo central de los modelos hegemónicos . No tienen un modelo social alternativo, como era el socialismo para el Mayo del ’68. Además, los partidos socialdemócratas encauzan las políticas de ajuste. Entonces esa expresión no logra canalizarse en una forma orgánica. Y cuando la gente vuelve a no tener un proyecto alternativo serio, opta por el ajuste, como en Grecia. Me parece que en la Argentina la inclusión de la juventud se produce claramente porque hay un proyecto político. Y se organiza en
La Cámpora, en el Movimiento Evita o en la izquierda en torno de una discusión poderosa respecto de un modelo de país. Pero se organiza, discute y participa hacia adelante.

Fuente: Miradas al Sur

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