domingo, 5 de agosto de 2012

Los días del Golpe

 
 
Historia en debate. La conformación de un sello institucional empresario –la Apege– en la previa del 24 de marzo fue apenas una de las muestras de los proyectos económicos que se dirimieron entonces. El Rodrigazo del ’75 como antecedente de lo que vino después.
Qué harían los que uno asocia a las familias tradicionales de la oligarquía terrateniente si no tuvieran hoy beneficios extraordinarios? La pregunta la planteo por lo que sucedió antes del golpe del ’76, porque dos meses antes apareció un sello de goma, la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (Apege), creada por esa vieja institución de la Sociedad Rural Argentina.
Alberto Dearriba:
–No sé si fue creada por la Sociedad Rural Argentina. Sí fue empujada e integró, como entidad central, la Asamblea Permanente de las Entidades Gremiales Empresarias. En realidad producen el lockout empresario de enero del ’76, que precede al golpe y genera las condiciones por las cuales se produce la extraña situación que convoca el paro de la Sociedad Rural y para hasta el gallego de la esquina.
Alejandro Horowicz:
–Los kiosqueros paran en masa.
A. D.:
–De modo que si la pregunta es qué harían: harían un golpe. Por lo menos respondieron de ese modo. Hoy las condiciones son otras.
–Alberto, hacés una pausa que dice mucho, por lo menos para los que tenemos una mirada sobre la historia reciente, que es esa capacidad de liderar sectores medios, cómo ha pregnado esa ideología terrateniente en sectores importantes de la sociedad argentina.
A. D.:
–Hay sectores que siguen a las elites, pequeños y medianos empresarios que tienen intereses en el mercado interno y que no tienen nada que ver con otra cosa. Es histórico; sectores que han crecido con el peronismo. Burgueses nacionales que fueron y son históricamente antiperonistas.
A. H.:
–Hoy vale la pena pararse a mirar por qué la Apege es una de las tres variantes políticas, que en el bloque de clase dominante tienen entre 1971 y 1975. Conviene recordar que el plan Gelbard, que terminó siendo el plan del gobierno de Cámpora, Lastiri y Perón, era en principio el plan que pivoteaba en el Gran Acuerdo Nacional. El famoso plan CGE-CGT se plantea a mediados de 1971, a pocos meses de Lanusse en el gobierno. Y cuando sale este plan la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina explicaron que era socializante y estatizante. De modo que lo rechazaron. Cuando el plan se transforma en el plan del Frente Justicialista de Liberación, las cosas cambian un cachito, sobre todo con la victoria del 11 de marzo. En consecuencia, se producen dos cambios importantes al interior del bloque de clases dominantes y sus estructuras empresarias. El primero es que la Unión Industrial Argentina se fusiona con la Confederación General de la Industria en el marco de la CGE. De criticar el plan pasa a integrar el bloque que lo auspicia. El segundo es que la Sociedad Rural hace un acta de compromiso con el gobierno de Cámpora para alcanzar los objetivos del plan trienal: incrementar la productividad agropecuaria del 2,2% a su promedio histórico, a más del 4%, que era lo que necesitaba el programa para arrimar las divisas requeridas para el proyecto de industrialización. El tercer cambio es la Apege. Es el momento en que la base de Gelbard, la CGE, vota con los pies, vota contra el programa que auspició y sostuvo. No sólo eso hace sino que, junto a la Unión Industrial y la Sociedad Rural, elaboran los elementos que constituyen el plan Rodrigo, que es la tercera y última respuesta que organizan en 1975. Es el papel de José Alfredo Martínez de Hoz en esa cosa que era Aciel (N. de R.: Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres). Porque Aciel es la única entidad de la Unión Industrial que no se pliega al programa de Gelbard. Y Martínez de Hoz tiene la fórmula famosa: su sentencia de que “el desarrollismo fracasó”. A partir de este planteo, ya no se trata de un programa de sustitución de importaciones, de una versión del plan Pinedo, sino de otra cosa. Se trata de reprimarizar la economía argentina en su conjunto. Desde 1975 hasta el estallido del 2001 ves un hilo de continuidad perfecto y ves todo un ciclo histórico y político. Fijate que Alfonsín y toda la corriente anterior pone en el centro el 24 de marzo de 1976. Ese día comenzó la cacería, pero todo se hace antes.
A. D.:
–Hay una reunión entre Herminio Iglesias e Isabel donde el primero le dice: “Va a haber un golpe”. E Isabel le dice que se quede tranquilo porque “ya les hemos dado todo lo que querían”. El plan económico ya era ultraliberal, resistido por los trabajadores.
A. H.:
–Sin dudas. Ellos hacen el primer paro general contra un gobierno peronista. La CGT tuvo que respaldar el paro porque los trabajadores estaban en la calle.
–Alberto, cuando vos escribiste El golpe, quisiste describir el micro 24 de marzo y no pudiste quedarte en el 24, tuviste que dar explicaciones...
A. D.:
–Yo empecé pensando un libro que fuera algo como ¿qué hiciste tú el 24, papá? Algunos no se acordaban, personas muy vinculadas a la política, militantes. Sí contaban la historia antes y después. Tuve que tomar un punto de partida. Para hacer el libro tuve dos entrevistas con los represores, con los genocidas. Una con Massera y la otra con el general Villarreal, secretario general de la presidencia. Villarreal es el que detiene a Isabel en Aeroparque. Los dos coinciden en que habían empezado a pensar en el golpe cuando murió Perón. Es obvio: cuando Perón regresa ellos se estaban yendo repudiados de la Plaza de Mayo. El mismo día que muere Perón aparecen uniformes militares en la calle y uno de los 16 oradores en el Congreso fue el comandante en jefe del Ejército. A nadie se le ocurriría hoy que en las exequias de un presidente constitucional hablara el jefe del Ejército. Eso mostraba el poder institucional que volvían a tener. Por esos días encontramos un editorial del New York Times que decía que no se descartaba que, pese a que se habían retirado luego de un gran fracaso en el gobierno, los militares volvieran al poder en Argentina en un futuro inmediato. El libro es una crónica día por día hasta llegar al golpe.
–Las complejidades de los intereses que se jugaron también hasta pueden explicar por qué Lanusse también fue un enemigo de Martínez de Hoz y de Videla.
A. H.:
–Yo hice con Lanusse el último libro que hizo él y se llama Confesiones de un general. Fui el editor. En ese libro Lanusse, entre muchas otras cosas, defiende, en mil novecientos noventa y bastante, a David Graiver, a Gelbard, a quien no lo reivindica hoy ni la CGE. El programa de Gelbard de entonces quedó en el olvido y la figura quedó borroneada a tal punto que Lanusse consideraba que había una componente antisemita en la oposición a Gelbard. Cuando uno mira el proceso abierto con el golpe del 24 de marzo, en algunos puntos, sin exagerar, conviene entender que el antisemitismo es una componente sistémica del pensamiento de derecha más tradicional, que jugó todo un papel. Conviene entender que en ese modelo de sociedad todavía la comunidad judía argentina –que era una comunidad rosadita– se inclinaba en esa dirección. Cualquiera que mire hoy la comunidad judía verá que es macrista, no rosadita.
A. D.:
–Te cuento una anécdota de Gelbard que involucra a Lanusse. Yo trabajaba en el diario El Cronista Comercial, cuyo su director y varios compañeros fueron desaparecidos. Era muy joven y fuimos a un almuerzo con Cacho Perrota, el director, y el editorialista en temas económicos, Carlos Ábalos. Estaba el flamante ministro de Economía, Gelbard. Y le pregunto si era verdad que las tierras que le dieron para hacer la planta de Aluar eran tierras fiscales, que nunca se pagaron, fueron cedidas por el Estado, subsidiadas por el gobierno militar. No me contestó. Le pregunté: “Ministro, ¿es verdad que Futaleufú es una represa hecha especialmente para suministrar energía a la planta para generar aluminio?”. Me mira y me dice: “¿Vos vendés aluminio?”. Le digo que sólo le preguntaba porque eran los rumores que circulaban. Y con su acento de judío polaco me dice: “Todo lo que decían era cierto. ¿Pero sabés por qué lo decían? Porque siempre se la llevaron ellos y esta vez se lo dieron a este ruso de mierda”.
A. H.:
–Eso es una percepción que tenía Lanusse, que tenía Gelbard y que expresaba Martínez de Hoz, aunque él no fuera personalmente antisemita.
A. D.:
–Hay dos cosas: la cuestión del antisemitismo y la conciencia de que no integraba la oligarquía histórica. Y tenía concepciones realmente muy avanzadas. El Pacto Social que se escribió mayormente en la CGE fue corregido por derecha por la CGT.
A. H.:
–Igual que el impuesto a la renta nominal.
–Es importante porque los grandes gremios estaban más relacionados con las empresas extranjeras y con el Vaticano que con un pensamiento desarrollista argentino. La CGT, lo que era el vandorismo en ese momento, pensaba en términos de un país dependiente.
A. H.:
–Era el vandorismo sin Vandor porque con Vandor tenía otro nivel político.
A. D.:
–Como homenaje a Gelbard, una más. Él solía repetir: “Yo sé que las burguesías nacionales están condenadas a ser expropiadas por el imperialismo o la clase trabajadora. Entre los dos me quedo con la segunda.” Esa es la clave de su alianza con el peronismo.
A. H.:
–En general, cuando un burgués no entiende actúa como si lo que vos le plantearas fuera una insignificancia y no como si él no lo entendiera. Gelbard tenía semejante comprensión matizada. Timerman me contó una anécdota. En esa época, Timerman viajaba seguido a Europa y vio un dibujo original de Picasso, pintado a lápiz. Costaba 300 dólares. Era dinero, pero no una fortuna. Entonces le compra, por su nombramiento de ministro de Economía, una carbonilla de Picasso. Gelbard mira el dibujo y dice la siguiente oración: “Lamento no tener ni la sensibilidad ni la inteligencia requeridas para disfrutar de su regalo”.
A. D.:
–Yo recuerdo haber cubierto una reunión de la CGE en Salta. Creo que ya estaba Cámpora en el poder como mínimo y todavía andaba dando vueltas la idea del impuesto a la renta potencial de la tierra que obviamente grava a los latifundios improductivos y era resistido por los terratenientes de un modo tremendo. En el medio de la reunión estaba Julio Broner, el que sucedió a Gelbard en la CGE, y tenían la misma ideología. Pide la palabra un señor y dice: “¿Qué le parecería al señor Broner que nosotros quisiéramos socializar sus tornos?”. Para ellos el plan de la CGE era socialista.
–Estos sectores terratenientes lograron mantenerse hasta que en la 125 se expresaron con más o menos los mismos gestos que en golpes anteriores. En esta época, ¿existe la posibilidad de una burguesía desarrollista que piense en términos nacionales o volvemos a repetir el orden cultural de que no hay sectores que se piensen a sí mismos como capitalistas y argentinos?
A. H.:
–Desde 1975, el bloque de clases dominantes no contiene un programa para una clase dirigente. Sólo se proponen vivir de rentas externas. No tienen mayores propuestas que hacer caja. La Argentina es para ellos un country barato. Segundo asunto. Desde que se construyen los bloques extrarregionales, Europa con la Unión Europea, Estados Unidos con el Nafta, China que es una especie de subcontinente propio, la posibilidad de hacer política de verdad, con estas condiciones, supone la Unasur. Sin una estrategia suramericana no tenés nada. Y la Argentina es escandalosamente provincial. Mirá todo el periodismo argentino. Mirá lo que se llama un analista político. Todos creen que es más importante la interna radical de Trenque Lauquen que lo que pasa en el sindicato de metalúrgicos de San Pablo.
A. D.:
–Estos sectores tradicionales y lo que fue la oligarquía, con las variantes que se vivieron luego, conservan una impronta: y es que siempre fueron ultraliberales en lo económico y autoritarios en lo político. La clave para ellos es que la política no se meta en la economía. Recuerdo una frase que expresó un productor sojero: ¿quién es esta yegua para meterme la mano en el bolsillo? Eso resume todo. Es la presidenta de un gobierno democrático, votada con un gran respaldo.
A. H.:
–El menemismo construyó un valor que excede a la oligarquía. Y es que no hay ningún interés superior al propio: mi bolsillo.
Fuente: Miradas al Sur

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