Aunque no quiso adelantarse a la decisión de los
presidentes que se reunirán el jueves en Mendoza, la forma que el
canciller argentino utilizó para definir la destitución de Lugo anticipa
qué harán el Mercosur y la Unasur.
Por Martín Granovsky
Desde Asunción
En diálogo telefónico, el canciller Héctor Timerman aceptó relatar
desde Buenos Aires las gestiones de los ministros de Relaciones
Exteriores de la Unión Suramericana de Naciones, el viernes último, para
que no se produjera lo que denominó “una ejecución sumaria”.
–¿Cuál es la caracterización argentina sobre el cambio de presidente en Paraguay?
–El gobierno argentino considera que estamos frente a una ruptura del orden democrático.
–¿Por qué ruptura, si la destitución de Fernando Lugo se basó en el juicio político?
–Es que en Paraguay se utilizó un mecanismo contemplado en la
Constitución, pero fue aplicado de tal forma que viola no sólo el
espíritu de esa Constitución sino toda práctica constitucional del mundo
democrático.
–¿Cuál sería la violación?
–Practicar una ejecución sumaria. Darle dos horas de defensa a un
presidente democráticamente electo es un tiempo menor al que tiene quien
pasó un semáforo en rojo. Es triste lo que ocurrió en Paraguay. Es
triste haber visto a Lugo el viernes a la tarde solo, en su despacho de
la casa de gobierno, sin papeles sobre el escritorio, viendo por
televisión cómo el Congreso lo destituía.
–¿Los cancilleres de Unasur estaban allí con él en ese momento?
–Sí. Después de haber hecho todo lo posible para buscar
alternativas. Pero en ningún caso encontramos el más mínimo interés en
la oposición de dialogar con nosotros y buscar una opción a la ejecución
sumaria de un presidente. Y eso que les dijimos claramente que
estábamos allí para respetar, al mismo tiempo, la soberanía de Paraguay y
los documentos internacionales que todos firmamos.
–¿Los textos de Unasur y de Mercosur?
–Ambos. Y quiero aclarar algo que les dijimos a los dirigentes de la
oposición a Lugo. No sólo Paraguay estaba obligado a cumplir con los
acuerdos firmados. También cada uno de los otros países. Nosotros
también estamos obligados a cumplir con los acuerdos. Debemos aplicarnos
las cláusulas incluso a nosotros mismos.
–¿En algún momento los cancilleres de Unasur vieron una chance de arreglo?
–Cuando llegamos y hablamos con Lugo por primera vez él nos dijo que
aún tenía alguna esperanza. Pero después fuimos topándonos con la
realidad. Primero nos reunimos con los dirigentes del Partido Colorado.
Nos dijeron que el gobierno era inviable y se tenía que ir. Y que había
que hacerlo rápido porque supuestamente Lugo había llamado a elementos
subversivos y violentos. También nos reunimos con el líder del Partido
Liberal Radical Auténtico en el Congreso. Recuerdo una de las respuestas
de un dirigente opositor: “Lo mejor que pueden hacer los cancilleres de
Unasur es irse”.
–¿Cuál fue la respuesta?
–Esta: “Señor, son las 11 de la mañana. A las 12 empieza el juicio.
¿Hay algo que ustedes puedan decirme para ayudarlos a que esta situación
no llegue a mayores?” Me dijeron: “No. La Constitución manda formas de
hacer el juicio, no tiempos”. Les contesté: “Están hablando de un jefe
de Estado que asumió con la representación popular. Por otra parte, no
veo a nadie en la calle, y menos con ánimo violento”. Un rato después
insistí.
–¿Con qué argumento?
–Ya eran las 11 y media de la mañana. “Sigamos hablando. Díganme
cualquier idea que tengan.” Otros cancilleres les decían que el Congreso
estaba inventando un reglamento. Nos repusieron que no había que probar
los hechos porque eran de público y notorio conocimiento. Y lo repetían
a cada momento: público y notorio. A las 12 menos cuarto faltaban 15
minutos para el comienzo del juicio. Les dije: “Señores, se vienen
épocas muy duras para el Paraguay porque nosotros vamos a tener que
aplicar la cláusula democrática”. No pareció conmoverlos nada. Nos
fuimos otra vez a hablar con Lugo. Allí, entre los cancilleres, se
decidió que fuéramos con Antonio Patriota, de Brasil, a conversar con
Federico Franco.
–Todavía era el vice.
–Sí. Le dije: “Mire, no queda mucho tiempo. ¿Usted cree que es justo
lo que están haciendo? ¿Piensa que el mundo va a reconocer la
destitución de esta manera como un procedimiento correcto”. Recuerdo su
contestación: “En Paraguay un vicepresidente tiene tres tareas:
presenciar la reunión de gabinete, actuar como nexo con el Congreso y
asumir en caso de enfermedad, muerte y destitución del presidente. Voy a
cumplir con la Constitución paraguaya”. Le pregunté si dos horas para
preparar una defensa le parecía un tiempo suficiente. Me dijo: “Solo
Dios sabe el tiempo que le di”. Le pedí que nos acompañara a los
cancilleres al Congreso y que dijera delante nuestro que su compañero de
fórmula no había tenido tiempo de preparar la defensa y que, por lo
tanto, él no asumiría la presidencia en caso de destitución. “Es que es
mi obligación asumir”, dijo Franco. Uno de los acólitos suyos comentó
entonces que Fernando Collor de Mello tuvo licencia por seis meses. Le
pregunté si en caso de que pudiéramos convencer a Lugo de pedir
licencia, le darían seis meses para preparar su defensa. Fue ahí que me
dijo una frase que ya habíamos escuchado de otros dirigentes: “Este
gobierno es inviable. Aquí comienza la violencia mañana”. Le dijimos que
había poca gente en la calle y que no habría quien quisiera generar
violencia. “No, ya es tarde”, repetía Franco. Patriota ofreció pedirle a
Lugo un llamamiento contra la violencia. Yo le dije: “Le voy a decir la
verdad de lo que va a ocurrir. Paraguay sufrirá y quedará aislado y
usted deberá gobernar en condiciones difíciles”.
–Por lo visto, Franco estaba muy decidido.
–Me contestó: “Soy médico y estoy acostumbrado a tomar decisiones”.
Le repliqué que los médicos juran hacer el menor daño posible a los
pacientes y que él le estaba por hacer el mayor daño posible al Paraguay
y a la democracia. También le dijimos que Paraguay se convertiría en un
caso Honduras Dos. Contestó: “¡Pero ahí sacaron a un presidente en
pijama!”. Le pedimos que no se confundiera, que la cuestión no era cómo
está vestido un presidente cuando es destituido irregularmente sino la
irregularidad de la destitución. Ya con un clima caldeado nos fuimos,
con Patriota, diciéndole por último que Paraguay estaba por concretar un
golpe.
–¿A dónde fueron?
–A ver otra vez a Lugo en la casa de gobierno. Cuando llegamos no
sólo no había violencia. Había menos gente en la calle. Los cancilleres
de Unasur y el secretario Alí Rodríguez nos quedamos hablando con Lugo,
para no dejarlo solo. Vimos la votación por televisión y cuando terminó
la destitución le dijimos: “Presidente, nos vamos porque no queremos
estar cuando asuma Franco. La Argentina ofrece asilo a cualquiera que lo
solicite”. Lugo anunció que se quedaría en Paraguay y que no llamaría a
un levantamiento porque quería evitar muertos. Le dije que Juan Perón
hizo lo mismo en 1955 y que siempre se puede volver si no hay muertos.
Media hora antes del fin de la destitución aparecieron en el palacio de
gobierno militares que hasta ese momento no estaban. Lugo pensó que se
trataba de una forma de presión y nos contó que retomaría el trabajo en
las bases y recorrería el país. Alí Rodríguez le dijo: “La retirada es
el primer paso de la ofensiva”. Yo le comenté: “Evidentemente, usted es
el presidente que nunca debió haber sido, porque va en contra de la
tradición de Paraguay”. Nos pidió que no abandonáramos al pueblo
paraguayo y que los ayudáramos a defender los derechos humanos y las
libertades cívicas. A las seis de la tarde nos abrazamos y nos fuimos.
Había poca gente en la calle.
–¿El Mercosur castigará al gobierno paraguayo?
–El Mercosur aplicará los tratados que firmamos. Y Unasur también.
–¿Está prevista la incorporación de Venezuela como miembro pleno?
–La Argentina, Brasil y Uruguay están interesados en el ingreso de
Venezuela, como se sabe, pero no creo que una situación amerite la otra.
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