Por Mario Wainfeld
El
paro con movilización fue un episodio de dos disputas de proyección
larga: la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT) y la
representación del peronismo. La huelga y la movilización, empero,
ocurrieron ayer y se miden, con el consiguiente debate interpretativo.
Las variables son las de siempre, matizadas por la coyuntura: la
magnitud de la medida de fuerza, la masividad de la concurrencia, su
composición, las presencias y ausencias.
El paro, entiende este cronista, tuvo un impacto bajo, limitado por
los gremios que participaron por no haber afectado en sustancia el
transporte de pasajeros, la educación y, en trazo grueso, la
cotidianidad de la Capital y el conurbano. La interpelación del
secretario general de la CGT, Hugo Moyano, fue desoída y hasta desafiada
por muchos gremios relevantes. Vale consignar algo no hizo Moyano, una
omisión deliberada que podría haber modificado la escena. Fue prescindir
de bloqueos de ingresos a la ciudad o de avenidas importantes. A una
semana del brutal piquete a todas las refinerías del país, esa decisión
forma parte del cuadro. Los móviles de Moyano quedarán a criterio de
quien los analice, en cualquier caso completan el cuadro de situación.
De cara a la interna cegetista, los dirigentes antimoyanistas (en
número apreciable) emitieron una solicitada muy drástica remachando, por
si hiciera falta, la ruptura.
Ya en la Plaza, la mirada puede ser dual. Por un lado, el estilo de
Moyano (querer congregar traccionando, centralizar en su figura,
interpelar a un conglomerado muy heterogéneo) ciñó la asistencia a
camioneros, laburantes de gremios afines o nuevos e incómodos aliados,
Uatre, por caso. Y a fuerzas de izquierda, de marcada matriz opositora.
El palco colocado detrás de la Pirámide de Mayo, a espaldas de la
Casa Rosada, simbolizaba la postura del único orador. También confesaba,
de modo implícito, que las ambiciones de masividad no eran
desmesuradas. Los militantes y trabajadores camioneros respondieron con
todo, otros gremios aportaron una parte, la izquierda dijo presente,
pero tal vez no puso toda su carne en el asador.
La corta Plaza estaba abigarrada, las avenidas adyacentes no tanto, con preminencia de la Diagonal Sur.
Moyano ha tenido auditorios más vastos, canchas de fútbol llenas.
Pero una concurrencia de entre 20.000 y 30.000 personas (“cerca de
25.000” para TN, 25.000 para C5N, 30.000 para Perfil) es una medida
importante, máxime si expresa dominantemente a la fuerza propia.
Los sectores en pugna pueden extremar sus traducciones y darse por
conformes: el camionero tuvo su acto de masas, con base obrera, tal vez
el primero de ese calibre durante los gobiernos kirchneristas. El
oficialismo puede concluir que no hubo una muchedumbre difícil de
superar en una cancha o en la propia Plaza, si viene a cuento.
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Dureza y tono: en el tono, “Hugo” procuró
evitar “sacarse”, pensando acaso en un público distinto del de la Plaza.
Evitó el grito, pero no se privó de un repertorio de diatribas y
críticas contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sus
funcionarios, los dirigentes sindicales hoy día más afines al Gobierno.
Se reseñan en otras notas, elijamos una muestra. Uno de los más tópicos
fue la alusión a la “soberbia”, a las decisiones tomadas por una sola
persona. Algunos párrafos levantarán fronda, empezando por el alusivo a
haber atravesado la dictadura “debajo de la cama”, “exiliados en la
Patagonia”, enriqueciéndose con la 1050. Más en general, estar
desamparando a los trabajadores y al movimiento obrero, que Moyano
tiende a homologar, un aspecto que da para abordajes más largos que los
que habilita esta crónica.
Los cuestionamientos concretos trascendieron, aunque incluyéndolos,
al mínimo no imponible y el tope para las asignaciones familiares,
supuestamente los motivos de la movida. Como en muchos pasajes, el
orador respondió en espejo a planteos de Cristina Kirchner. Por ejemplo,
cuando mostró el recibo de sueldo del camionero Humberto Chazarreta,
con descuentos de ganancias por más de mil pesos. Moyano olvidó
consignar el sueldo del compañero, insumo para un debate que habrá que
profundizar.
Los señalamientos al Gobierno recorrieron un abanico que fue de la
agenda de Camioneros hasta una nacional, con afán ecuménico. Moyano es
más preciso en su terreno (las obras sociales, el APE, por ejemplo) que
cuando despotrica contra los planes de vivienda o la situación de los
jubilados.
Puestos a buscar una relativa síntesis, el discurso fue mucho más
duro contra la Presidenta, con derrapes personales hirientes, que
“antimodelo”. El Negro negó las denuncias sobre su voluntad destituyente
cerrando con un pronóstico: “Cristina no se va hasta que termine su
mandato, yo ganaré en la CGT”.
El ex presidente Néstor Kirchner no fue mentado, pero la Juventud
Sindical, encabezada por el diputado Facundo Moyano, llevó pancartas con
su imagen y la de Juan Domingo Perón. Un documento de la CGT de
anteayer, redactado por Juan Carlos Schmid y el propio Facundo, eligió
el camino de rescatar el rumbo del kirchnerismo supuestamente extraviado
por CFK. El Negro no expresó eso en el palco, quién sabe no piensa
parecido a sus allegados, pero se concentró en Cristina. Y hubo rescates
parciales de medidas del Gobierno, perlitas en el tumulto de los
reproches.
La base camionera no es muy dada a entonar consignas, de ordinario.
Más bien se concentra en enfatizar pertenencia (“Camioneros”) o vivar a
“Hugoó/Hugoó/Hugoó”). No hizo excepción ayer y aunque no es posible
afirmar que no haya sonado alguna, no proliferaron consignas agresivas
hacia la Presidenta. Las melodías, como es de estilo, son futboleras.
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El peronómetro: es exótico dudar de que
tanto la Presidenta como Moyano son peronistas y, en cuanto tales,
cuando litigan se cuestionan esa condición. El líder cegetista es, por
regla, uno de los dirigentes justicialistas más afectos a citar a Perón y
a Evita cuando habla, aun en paliques coloquiales. Esta vez se explayó
en evocaciones, la top fue “querer equipararse a Perón o a Evita es una
locura”.
En 45 minutos, Perón, Evita y hasta Hugo del Carril recorrieron el
discurso. La comparación entre esa edad dorada y el presente
cuestionado, el eje básico. En ese carril se remachó la centralidad de
los “trabajadores” y el movimiento obrero en los fundadores del
Movimiento versus el supuesto desamparo actual.
El final del discurso fue leer la insuperable “quien quiera oír que
oiga” del General. El perfil favorito de Perón fue el del león herbívoro
del ’73, aquel del conspicuo abrazo con el radical Ricardo Balbín. O el
del apotegma “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”.
Dejando para otro momento esa estilización sesgada del “último Perón”
(ciertamente más complejo y contradictorio), si ése es el nuevo lugar a
que aspira Moyano tendrá que cambiar mucho. Lo suyo, en general, no es
abrazar “Balbines” que se le oponen, ni confraternizar con el otro,
límites expuestos en la propia convocatoria de ayer. El diálogo, la
convivencia, son desiderátum colectivos, la praxis suele enderezar por
otros senderos.
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Más dardos: CFK monopolizó el discurso,
las patronales fueron aludidas cuantitativamente poco, solo de rondón.
Moyano censuró a funcionarios en general y al Ministerio de Trabajo con
ahínco particular. En relación con sus contrincantes en la CGT, hubo
momentos contradictorios o, quizás, complementarios. Dijo que muchos se
solidarizaron con la medida de fuerza, pero no asistieron porque habían
sido apretados por el gobierno, aunque sus trabajadores sí estaban. Las
pancartas identitarias parecieron desmentir el aserto. Pero, por otro
lado, “Hugo” se despachó contra sus antagonistas, a quienes parangonó
con los delegados que responden a las empresas a quienes, ironizó, los
trabajadores motejan “gerengados” porque son más gerentes que delegados.
Nombró a Antonio Caló, secretario general de la UOM, en términos
descalificantes. Pero le concedió una involuntaria aliviada: cometió un
furcio y dijo “Lescano” en vez de “Caló”, se rectificó veloz y agregó
“Lescano, Dios nos libre”. Sonó como que Lescano es peor.
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Es la política: todo paro es político, los
generales o extendidos mucho más. Descalificar lo de ayer por esa
redundancia es indebido. Más atinado es preguntarse si la coyuntura
nacional y mundial justifica el camino irreversible que tomó Moyano.
Para este cronista, el enfrentamiento es desproporcionado a las
diferencias y la creciente soledad del jefe camionero refleja su
representatividad política.
La marcha fue pacífica y hasta alegre. La base mayoritaria,
trabajadores. ¿Cuántos habrán votado a Cristina Kirchner el año pasado?
La organización fue adecuada, se vieron muchas delegaciones de
provincias. Fue un día peronista pues, porque el cielo acompañó y porque
peronistas son los dos sectores que confrontan. Eso es parte del
entuerto en el que, hoy y aquí, se va a la fragmentación de la CGT y el
kirchnerismo tiene una primacía muy rotunda.
Aunque, de nuevo, nada terminó ayer. Más allá de los juicios de
valor, fue un capítulo democrático de una pulseada que continuará.
Fuente:Página/12
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