Por Boaventura de Sousa Santos *
¿Por qué la actual crisis del capitalismo fortalece a quien la provocó? ¿Por qué la racionalidad de la “solución” a la crisis se basa en las previsiones que hace y no en las consecuencias que casi siempre las desmienten? ¿Por qué es tan fácil para el Estado cambiar el bienestar de los ciudadanos por el bienestar de los bancos? ¿Por qué la gran mayorÃa de los ciudadanos asiste a su empobrecimento como si fuese inevitable y al escandaloso enriquecimiento de una minorÃa como si fuera necesario para que su situación no empeorara aún más? ¿Por qué la estabilidad de los mercados financieros sólo es posible a costa de la inestabilidad de la vida de la gran mayorÃa de la población? ¿Por qué los capitalistas individualmente son, en general, gente de bien y el capitalismo, como un todo, es amoral? ¿Por qué el crecimiento económico parece hoy la panacea para todos los males económicos y sociales sin que nadie se pregunte si los costos sociales y ambientales son o no sustentables? ¿Por qué Malcolm X tenÃa plena razón cuando advirtió: “Si no tienes cuidado, los periódicos te convencerán de que la culpa de los problemas sociales es de los oprimidos y no de quien los oprime”? ¿Por qué las crÃticas que las izquierdas le hacen al neoliberalismo entran en los noticieros con la misma rapidez e irrelevancia con que salen? ¿Por qué las propuestas alternativas escasean cuando son más necesarias?
Estas cuestiones deben estar en la agenda de reflexión polÃtica de las izquierdas, so pena de ser remitidas al museo de las felicidades pasadas. Eso no serÃa grave si no significara, como significa, el fin de la felicidad futura de las clases populares. La reflexión debe comenzar por aquÃ: el neoliberalismo es, ante todo, una cultura del miedo, del sufrimiento y de la muerte para las grandes mayorÃas; no se lo combate con eficacia si no se le opone una cultura de la esperanza, la felicidad y la vida. La dificultad que tienen las izquierdas para asumirse como portadoras de esa otra cultura deriva de haber caÃdo durante demasiado tiempo en la trampa con que las derechas siempre se mantuvieron en el poder: reducir la realidad a lo que existe, por más injusto y cruel que sea, para que la esperanza de las mayorÃas parezca irreal. El miedo en la espera mata la esperanza de felicidad. Contra esta trampa es preciso partir de la idea de que la realidad es la suma de lo que existe y de todo lo que en ella emerge como posibilidad y como lucha por concretarse. Si las izquierdas no saben detectar las emergencias, se sumergirán o irán a parar a los museos, lo que es lo mismo.
Este es el nuevo punto de partida de las izquierdas, la nueva base común que les permitirá después divergir fraternalmente en las respuestas que den a la preguntas formuladas más arriba. Una vez ampliada la realidad sobre la que se debe actuar polÃticamente, las propuestas de las izquierdas deben ser percibidas como creÃbles por las grandes mayorÃas, como prueba de que es posible luchar contra la supuesta fatalidad del miedo, del sufrimiento y de la muerte en nombre del derecho a la esperanza, a la felicidad y a la vida. Esa lucha debe ser conducida por tres palabrasguÃa: democratizar, desmercantilizar, descolonizar. Democratizar la propia democracia, ya que la actual se dejó secuestrar por poderes antidemocráticos. Es preciso volver evidente que una decisión tomada en forma democrática no puede ser destruida al dÃa siguiente por una agencia calificadora de riesgos o por una baja en la cotización en las Bolsas (como puede suceder próximamente en Francia). Desmercantilizar significa mostrar que usamos, producimos e intercambiamos mercancÃas, pero que no somos mercancÃas ni aceptamos relacionarnos con los otros y con la naturaleza como si fuesen una mercancÃa más. Somos ciudadanos antes de ser emprendedores o consumidores y, para que lo seamos, es imperativo que ni todo se compre ni todo se venda, que haya bienes públicos y bienes comunes como el agua, la salud, la educación. Descolonizar significa erradicar de las relaciones sociales la autorización para dominar a los otros bajo el pretexto de que son inferiores: porque son mujeres, porque tienen un color de piel diferente o porque pertenecen a una religión extraña.
* Doctor en SociologÃa del Derecho. El texto corresponde a la “Quinta carta a las izquierdas” del autor.
Fuente: Página/12
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