La
crisis de la primera red social del planeta es un acto de justicia que
la humanidad se merece. El oportunismo delirante de los responsables de
Facebook, el revitalizado proyecto político de la derecha radical y la
complicidad alucinante de los usuarios configuraron uno de los robos y
violaciones más desastrosas de la historia de la humanidad. Mal les pese
a los tecnogenéticos, Facebook y las demás empresas del ramo se robaron
una idea maravillosa, internet, con el único fin de extender la
dominación liberal del mundo. Occidente creció a la par de la
colonización y ahora las redes modernas reinventaron una nueva forma de
colonización: ya no se trató más de colonizar un territorio sino que la
red es el territorio mediante el cual el liberalismo extendió la nueva
colonización. Silicon Valley es un sistema dictatorial cerrado y no un
paraíso desde donde salen los conceptos de una humanidad renovada. Los
algoritmos de Facebook tienen dos fines: formatear, censurar, manipular,
dirigir, expandirse y hacer dinero. Poco le importan al señor Mark
Zuckerberg (foto) nuestras alegrías, nuestros llantos o nuestros
secretos: solo lo mueve el hambre de ver sus acciones subir y subir. En
la red, nuestras vidas son monedas que se acumulan y no perfiles de una
humanidad que comparte sus pasiones y relaciones.
La pasividad de los usuarios ante las continuas revelaciones sobre el
quebrantamiento masivo de la intimidad y la monetización de sus datos
personales, la inoperancia de los sistemas jurídicos de mastodontes auto
congratulados como la Unión Europea, la incapacidad o la vagancia ante
el reto de crear redes sanas y alternativas, la debilidad de los Estados
del Sur y el atraso de las izquierdas cuando se trata de reflexionar
sobre las nuevas tecnologías y los desafíos que estas introducen en la
libertad humana y en la reformulación del modelo social, la fascinación
ante el juguete tecnológico y el proyecto de la derecha planetaria se
mezclaron en una danza mortífera.
En la crisis de Facebook se combinan todos los ingredientes que
demuestran su pusilanimidad y su indiferencia ante quienes fueron los
arquitectos de su riqueza, es decir, los usuarios. Las revelaciones que
el ex agente de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) Edward Snowden
difundió en 2013 en el diario de The Guardian ya habían probado hasta el
hartazgo la connivencia de Google, Apple, Facebook, Yahoo! o Microsoft
con los servicios de inteligencia o los sectores privados que hacen
dinero con los datos personales o promueven ideologías retrógradas. Todo
terminó en un gran silencio que este escándalo saca de las catacumbas
de la indiferencia. El caso es de una gravedad destructora: se trata
nada más y nada menos de empresas privadas que usaron los datos de 50
millones de usuarios de Facebook con la meta de manipular políticamente a
los ciudadanos. La derecha más añeja le ganó a los progresistas de las
tecnologías y a los poetas de las ideologías. En Estados Unidos, la
consultora Cambridge Analytica obtuvo y se sirvió de los datos como arma
de influencia en la campaña electoral de Donald Trump. En Gran Bretaña,
la filial de Cambridge Analytica, Strategic Communication Laboratories
(SCL), especializada en las acreditadas “estrategias de influencia”
destinadas a organismos gubernamentales y sectores militares, procedió
igual. Se apoyó en los datos para volcar el referéndum sobre la
permanencia de Gran Bretaña en el seno de la Unión Europea del lado del
“Leave”, o sea, el ya conocido Brexit. Si se miran bien las cosas,
Facebook y el Big Data presiden la reconfiguración de la política
mundial, marcada en los últimos dos años por el Brexit y la elección de
Trump. La ultraderecha navega a su antojo. Cambridge Analytica usa la
masa de los Big Data para confeccionar un pastel de mensajes y formateos
de mucho alcance. En 2014, el investigador Aleksandr Kogan (Cambridge),
tuvo la idea de crear un test de personalidad al que respondieron casi
300 mil usuarios de Facebook. Esos datos y todos los “links” que van con
ellos fueron remitidos por Kogan a Cambridge Analytica. Esta empresa
desempeñó un papel igualmente preponderante en las elecciones en Kenia y
luego en las primarias del partido Republicano en Estados Unidos a
favor de Ted Cruz. Y si aún quedan inocentes que persisten en cerrar los
ojos ante la victoria aplastante de la derecha mundial con el puente de
las nuevas tecnologías, bastaría con agregar que el principal
accionista de Cambridge Analytica no es otro que Robert Mercer, un
multimillonario de perfil muy bajo que es, también, accionista del
portal de extrema derecha Breitbart News. Y no es todo: en el consejo
administrativo de Cambridge Analytica aparece otro ultraderechista
distinguido: Steve Bannon, el nuevo ídolo de los populistas globalizados
y ex director de la campaña electoral de Trump.
Los apóstoles del racismo, la xenofobia, de la identidad nacional
como declaración de guerra, de la soberanía excluyente, de la censura,
del cierre de las fronteras y de la guerra comercial se deslizaron en
las infinitas sábanas de la tecnología para ofrecernos la pesadilla del
Brexit, de Trump, de la violencia contra el otro y de las visiones más
atrasadas y tóxicas que la humanidad ha podido diseñar desde principios
del siglo XX. La derecha ha obtenido una brillante victoria apocalíptica
gracias, también, no sólo a Facebook y sus aliados, sino, también, a
nuestra pereza cuando se trata de introducir en nuestro análisis y
utilización de las tecnologías la variante política. Hemos actuado como
niños con un regalo de Navidad mientras el monstruoso Papá Noel
conquistaba y manipulaba nuestra inocencia. Facebook ha dado sobradas
pruebas de su inmovilidad, negligencia o complicidad. Los algoritmos de
Facebook tienen una repercusión perversa y plantean la pertinencia de la
relación entre democracia y red social. La redes nos venden y delinean
una suerte de relación que alienta compromisos cuyos resultados son
luego reutilizados por otros sectores en la siempre reactualizada
cruzada colonizadora de la conciencia humana. Rob Sherman, jefe adjunto
del departamento de Privacidad de Facebook, dijo que la empresa se
compromete “fuertemente con la protección de los datos de los usuarios”.
Una broma retórica de mal gusto. Prueba de ello, Facebook no era
inocente: hace tres años se “percató” del robo de los datos de Cambridge
Analytica …pero no cerró la cuenta de hasta pasado 17 de marzo.
No cabe ni la más remota duda de que en la Argentina Facebook ha
servido y sirve con los mismos fines al liberalismo gobernante. El
primer acto de resistencia moral y política de un progresista digno del
siglo XXI consistiría en cerrar inmediatamente su cuenta en Facebook.
Esto, sin embargo, parece ser más arduo que obligar a los directivos de
la red social a ser más responsables. Estamos ante una alianza liberal
ultra conservadora pactada entre sectores políticos y compañías
tecnológicas. Es una guerra ideológica sin bombas y debemos dejar de ser
los corderos inocentes que contribuyen a las victorias de sus verdugos.
Fuente:Pagina/12
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