La
presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y las dos dirigentes de Madres
Línea Fundadora dicen que los militares las subestimaron por ser
mujeres. Manifiestan admiración por la movilización del 8M y se
pronuncian por la legalización del aborto.
Estela Carlotto, Nora Cortiñas y Taty Almeida.
Para
Estela Carlotto salir a buscar a su hija y a su nieto no fue una
decisión meditada, algo que hubo que pensar. No había opción. Primero se
llevaron a Guido, su esposo, su compañero y padre de sus cuatro hijos.
Así que comenzó a tocar todas las puertas que podía: tribunales,
cuarteles, iglesias, las casas de conocidos, amigos de amigos. Guido
volvió. Y cuando se llevaron a Laura, en ese caso para siempre, salió
otra vez. Y allí se encontró con otras mujeres que buscaban a sus hijos e
hijas y a los hijos e hijas de los hijos y las hijas. La primera vez
que fue a la Plaza de Mayo para dar vueltas a la Pirámide temblaba como
una hoja, dice, pero la sostuvieron dos compañeras, que la llevaban de
los brazos. Iban en grupos de a tres, porque más implicaba violar el
estado de sitio: “A nosotras nos llamaron locas, y después, decían, ‘son
mujeres, se van a cansar, se van a ir a la casa a llorar, déjenlas que
caminen’. Nos dejaron caminar. Su machismo los engañó. La fortaleza de
la mujer es tremenda. A veces me pregunto qué madres habrán tenido que
pensaban que nosotras éramos flojas. Se equivocaron de medio a medio”.
Nora Cortiñas recuerda que la decisión de que no fueran los hombres a
la plaza estuvo desde el principio, desde que Azucena Villafor propuso,
en la vicaría castrense de Emilio Graselli, donde coincidían en busca
de datos que nunca les daban, reunirse frente a la Casa Rosada. “A los
hombres les daba temor que nosotras fuéramos protagonistas, pero a veces
también les deba celos que hayamos pasado de la vida privada a la
pública. A mi marido a veces le incomodaba, hasta que se acostumbró. Se
tuvo que acostumbrar. Las Madres éramos protagonistas de esta historia.
Ellos eran el apoyo.” Nora coincide con Estela acerca del prejuicio que
tenían los militares sobre las mujeres y, por lo tanto, las Madres.
“Creían que éramos débiles y que después del secuestro de las Madres
íbamos a volver cada una a su casa muertas de miedo. Y no fue así.
Nosotras tampoco creíamos que arremeterían con tanta fuerza. Cuando se
llevaron a Azucena Villaflor, a Mari Ponce y Esther Ballestrino de
Careaga supimos con crudeza que no éramos invulnerables. Fue muy fuerte,
se llevaron madres que buscaban a sus hijos. Fue muy duro. Pero
inclusive nos aumentó la fuerza”.
Para Taty Almeida unirse a las Madres no fue fácil. Su hijo Alejandro
desapareció en 1975 y en su familia eran todos militares. La culpa de
todo, para ellos, la tenía el peronismo. Cuando se dio cuenta de que las
Madres eran como ella, todavía se resistía, creía que iban a pensar que
era una espía. Hasta que venció sus temores y se acercó, como pidiendo
disculpas. La recibió María Adela Antokoletz. “Lo único que me preguntó
fue ‘¿quién te falta?’. Y me dijo que cada una llegaba cuando era su
momento”, cuenta ahora.
Machismo. Feminismo. Patriarcado. No eran palabras que estuvieran en
su horizonte cuando salieron a pedir por sus hijos. Se reconocían como
madres antes que mujeres. Pero fueron sin quererlo también una
referencia. Y a la vez, con el tiempo, aprendieron de otras mujeres
sobre derechos y peleas que aunque no les eran ajenos casi ninguna tenía
presentes.
“Las Madres tuvimos ese doble rol, seguíamos con nuestras ‘tareas’,
las obligaciones, como decíamos, de amas de casa. Yo por muchos años
creí que eran obligaciones y después aprendí que teníamos derechos”,
cuenta Nora.
“En mi caso –dice Estela– me jubilé para dedicarme todo el tiempo a
buscar a Laura y a mi nieto. Guido tenía que trabajar y quedarse con
Remo, porque los dos chicos más grandes se fueron al exilio. Mi marido
se ocupaba de Remo las horas en que yo no estaba. Y en esa época hice
viajes muy largos. En el 80 dos Abuelas fuimos por dos meses a Canadá. Y
en el 81 por dos meses a Europa. La vida de Remo no fue fácil, porque
Guido estaba solo y tenía una enfermedad agravada por su secuestro.”
Estela fue maestra y directora de escuela. Dice que las Madres y las
Abuelas pertenecen a una generación que, en muchos casos, antes de
convertirse en Madres y Abuelas, ya había desafiado el mandato de
quedarse en la casa. “Yo fui a la Misericordia y quiero mucho a las
monjas, pero ellas nos decían: ‘cuando se casen y tengan hijos tienen
que esperar a los maridos bien arregladitas y pintaditas porque el
hombre viene cansado, los hijos comiditos y dormidos y ustedes a
atenderlos. Nosotras salimos, trabajamos. Muchas Abuelas eran
profesionales, docentes, empleadas. Pero era mitad y mitad. Porque
también habíamos aprendido a coser, a bordar, a limpiar la casa.
Teníamos una crianza de sometimiento al hombre. Y también hubo Abuelas a
las que los maridos les decían que tenían que estar en la casa. En mi
caso, una vez le dije a Guido que no iba a ir más, porque me parecía que
faltaba y él me dijo que no, que las Abuelas me necesitaban”.
“¿Si mi marido cambiaba pañales?, pero noooo –se sorprende Taty–, los
chicos comían temprano para que cuando llegara el padre estuviera todo
en orden. Por suerte esas cosas han cambiado. Creo que hay un cambio que
operamos las mujeres y las Madres también, muchas salieron a la calle,
aun siendo amas de casa, bueno, nada más ni nada menos que amas de casa,
que es mucho; otras eran profesionales, pero igual casi ninguna tenía
ni idea de lo que era un hábeas corpus”.
Nora dice que se crió en un hogar machista, sin violencia física,
pero con un modelo patriarcal en las pequeñas cosas de la vida cotidiana
y que entonces eso se reprodujo luego en su matrimonio: “Mi hijo
atendía al bebé a veces cuando mi nuera salía a militar y mi marido
decía ‘¿estamos todos locos?’ No podía entender que se quedara bañando
al bebé y dándole de comer mientras la mujer estaba afuera”.
Estela, Taty y Nora ven al movimiento feminista con admiración y
admiten que sí, tal vez, ellas mismas pueden haber sido un poco
inspiradoras para otras mujeres, como las que salieron a la calle de a
millares el último 8 de marzo. Pero sostienen que también tuvieron que
aprender de ellas, que ellas levantaron demandas nuevas que no estaban
en la agenda de Madres y Abuelas, que incluso fueron resistidas por
algunas de ellas. Hoy las tres se pronuncian por la vida, a favor del
derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y, por lo tanto, por la
legalización del aborto.
“Veo que las mujeres buscan su expresión, su libertad y que se está
avanzando mucho. Creo que fuimos ejemplo para otras madres que fueron
víctimas de trata o de gatillo fácil. Fuimos un movimiento inédito,
pero tenemos que reconocer a mujeres sindicalistas, trabajadoras, que
también tuvieron su participación en la vida pública de nuestro país, en
la lucha de la mujer. Y estar en contacto con feministas nos ayudó, fue
un ejemplo de ese estado de libertad”, dice Nora, que estuvo en el
escenario el 8 de marzo, así como está en tantos y tantos lugares.
“Sobre el aborto –agrega–, soy partidaria de la determinación de la
mujer.”
“Ya en el siglo XXI el tema de las diferencias en los sueldos, las
jerarquías y las ofensas que se reciben por ser mujer se tienen que
terminar. Cuando te dicen que te pasó algo por cómo estabas vestidas o
te preguntan si hiciste algo para que te pegue... No es así la cosa. Es
el hombre que somete a la mujer, la discrimina, la golpea, la martiriza y
hasta la mata. Ahora las chicas tienen mucha más libertad y exponen su
forma de pensar con mucha claridad, están despiertas, actualizadas,
comunicadas. La movilización de las mujeres me pareció fantástica”,
afirma Estela. Sobre el aborto, cree que la prioridad es salvar la vida
de la mujer, que no tiene recursos, que es menor, que tiene un embarazo
no deseado. Y también que “hay que educar desde el Estado para evitar
esas situaciones”. “Maravillosa, apoteótica”, califica Taty a la marcha
del 8 de marzo. Y sostiene que la mujer tiene que tener derecho a
decidir. “Soy católica y sigo teniendo fe. No te voy a misa ni comulgo,
tengo una charla con mi sagrado corazón. Pero he cambiado muchísimo mi
forma de pensar. Fue un cambio se fue operando a partir de la
desaparición de Alejandro y después, cuando me incorporé a Madres. No he
perdido la fe, pero leí, me informé”.
Fuente:Pagina/12
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