domingo, 21 de abril de 2013

Cuarto cacerolazo

Por Hernán Brienza
La protesta del 24 de abril deja varias aristas para analizar y entender qué persigue la oposición y los manifestantes al salir a la calle: la variable numérica, el aspecto cualitativo respecto de la dirigencia convocante y las contradicciones que incluyen las demandas de quienes se oponen desde la calle al gobierno nacional.



Las imágenes y los ruidos del cuarto cacerolazo “espontáneo” organizado por diversos sectores de la oposición el jueves pasado son elementos más que suficientes para realizar un análisis sobre los deseos imaginarios de la oposición y sus manifestantes en varios niveles: uno númerico, otro cualitativo respecto de la dirigencia convocante y, el tercero, sobre las contradicciones que incluyen las demandas de quienes se oponen desde la calle al gobierno nacional.

El primer hecho que se debe tomar en cuenta es el nivel numérico de la convocatoria: junto a la disminución de los concurrentes a ese tipo de marchas se debilita la utilidad de una herramienta que tiene más de truenos antidemocráticos que de argumentos políticos. Este jueves desfilaron en todo el país muchísimas menos personas que en los actos anteriores. Ese dato certifica dos cosas: el límite de la convocatoria y la fatiga de los elementos.
"Uno de los puntos sobresalientes es el nuevo chiche de la oposición: la negativa a la Democratización del Poder Judicial. Sumidos en el desconocimiento más absoluto de las reformas, los sectores conservadores de la sociedad salieron a decir 'basta' y a defender a uno de los bastiones del conservadurismo en la Argentina."

El segundo dato a tener en cuenta son los liderazgos convocantes: no hay un solo emergente que pueda denominarse “nueva política”. A una Elisa Carrió con más periodistas amigos en el Grupo clarín que votantes en la última elección, se le sumaron sectores el menemismo y del duhaldismo, Patricia Bullrich (nunca hay que olvidarse del “republicano” recorte salarial del 15 por ciento violatorio de la Constitución Nacional durante su gestión en el gobierno de la Alianza), la inefable defensora del robo de bebés durante la dictadura Cecilia Pando, más Fernando Pino Solanas y Victoria Donda -de los que no se entiende su chavismo galopante y su oposición oportunista y desconcertante al kirchnerismo- y Hermes Binner -quien en los últimos días aseguró que la culpa del asesinato de los chavistas en Caracas es de los propias chavistas por ser populistas (¿?)-. A este combo se le suma el desgastado partido radical y Mauricio Macri -quien demostró que no está para gobernar, pero que ya ha logrado aprender a acusar a los demás de que no lo dejan-. Esta falta de liderazgo se potencia con la imposibilidad de unificar todas las fuerzas opositoras a riesgo de que se convierta en un papelón histórico como el de la Unión Democrática.

El tercer nivel de análisis está relacionado con la calidad de las demandas. Cierto fetichismo constitucional, sumado al rencor que surge de la impotencia política, más un dejo de violencia de clase descendente, se agregan a consignas estrambóticas como “Libertad” o “Abajo la Diktadura” o “No a la censura”. Un combo insubstancial que a veces se solidifica cuando se descubren intereses económicos como los de los sectores agroexpotadores y las industrias concentradas como las de AEA, que incluye al Grupo Clarín. Y uno de los puntos sobresalientes es el nuevo chiche de la oposición: la negativa a la Democratización del Poder Judicial. Sumidos en el desconocimiento más absoluto de las reformas, los sectores conservadores de la sociedad salieron a decir “basta” y a defender a uno de los bastiones del conservadurismo en la Argentina. Y ya convocaron a defenderlo con herramientas no institucionales como una marcha para “impedir” que el Congreso sancione una ley. Transformándose en supuestos “demócratas” que arremeten contra la democracia.

Una última cosa más: insistir en la mecánica de los caceroleros pareciera ser destituyente. El camino verdaderamente democrático es presentarse en las elecciones y superar el 15 por ciento de los votos con algún candidato que realmente no le dé pavura a las mayorías. Ser mayoría no es hacer ruido en las calles, es llenar las urnas con votos propios.
Fuente: Telam

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