Micah Uetricht |
Los conflictos de interés en esta deprimente disciplina son más corrientes de lo que parece.
Si
los norteamericanos supieran que algunos de los economistas que
defienden públicamente las desregulaciones financieras que
contribuyeron a desencadenar la Gran Recesión se aprovecharon de su
instauración ¿se sentirían más concernidos por ellas?
Es
difícil saberlo, porque en las editoriales y apariciones públicas, los
economistas académicos no suelen revelar sus inversiones en, o
contratos con, instituciones financieras privadas, que podrían influir
en sus recomendaciones políticas. Pero desde que dos investigadores
expusieron una serie de potenciales conflictos de interés entre
miembros de su profesión, los economistas están ahora, por primera vez,
tomando en consideración reglas éticas que los obligarían a divulgar
cualquier conexión entre sus finanzas personales y las políticas
públicas que ellos defienden
El
año pasado los economistas Gerald Epstein y Jessica
Carrick-Hagenbarth, de la Universidad de Massachusetts Amherst,
publicaron un trabajo titulado "Economistas financieros, intereses
financieros y rincones oscuros de la mezcla". Sugerían una causa de la
crisis hasta entonces no explorada: los economistas no vieron venir el
colapso porqué muchos de ellos se estaban beneficiando de las políticas
que llevaron al desastre. "los economistas, como muchos otros, tenían
incentivos perversos para no reconocer la crisis" escriben Epstein y
Carrick-Hagenbarth en el trabajo que ha sido publicado por el Instituto
de Investigación de Economía Política, de tendencia izquierdista, de
su universidad.
El
estudio examinaba a 19 economistas financieros, académicos y anónimos,
cuyas opiniones han sido prominentes en los medios de comunicación
durante la promoción de reformas financieras antes y después del
colapso del mercado. Trece de los académicos tenían intereses o
contratos con instituciones financieras, cuyas inversiones podían
aumentar de valor si y cuando las sugerencias de los economistas se
convertían en política. Ocho de estos trece no revelaron dichos
conflictos de interés.
Epstein
dice que el silencio de los economistas acerca de los peligros de la
desregulación puede atribuirse en parte a los intereses económicos de
dichos académicos. "Si eres un economista financiero y ganas miles de
dólares trabajando para una firma financiera y pueden estar menos
inclinados a emplearte si te pronuncias públicamente a favor de una
reforma financiera, te lo piensas dos veces antes de promover dicha
reforma".
En
2006, la Cámara de Comercio de Islandia pagó a Frederic Mishkin,
profesor de la Columbia Business School y ex gobernador del Consejo de
Administración de la Reserva Federal, 124.000 $ por participar en un
estudio sobre la situación financiera de Islandia, en el cual explicó
muchos de los factores que pronto iban a hacer implosionar la economía
del país. El documental Inside Job, galardonado con un premio de la Academia del cine, explica que, en su currículum vitae, Mishkin cambió el título del estudio "Estabilidad financiera en Islandia" por el de "Inestabilidad financiera en Islandia".
La
American Economics Association (AEA), la organización profesional de
economistas académicos, no tiene reglas éticas que prohíban o requieran
la manifestación de este tipo de conflictos de interés, más allá de
algunos requerimientos respecto a trabajos presentados al periódico de
la organización. De hecho, normalmente el organismo no tiene ningún
tipo de código ético oficial.
Epstein
y Carrick-Hagenbarth distribuyeron una carta en Enero, firmada por
casi 300 economistas, haciendo un llamamiento a la creación de tal
código. "Creemos que sería un paso importante y necesario para reforzar
la credibilidad y la integridad de la profesión", decía la carta.
Parece
que ha tenido algún efecto. En su Conferencia de Enero en Denver, la
AEA anunció la creación de un comité para desarrollar reglas éticas.
(Irónicamente, la identidad de los miembros del comité se ha mantenido
secreta, aunque, según Epstein, el organismo va a desvelar sus nombres
en un futuro próximo). Representantes de la AEA declinaron hacer
comentarios sobre el progreso del comité.
Otras
ciencias sociales, como la sociología, tienen cláusulas éticas que
requieren una claridad total acerca de conflictos de interés
potenciales en discursos públicos, artículos y publicaciones
académicas. Desde luego, Epstein sabe que un código ético para
economistas no reparará la economía del país. Pero su reclamación es un
paso hacia políticas financieras más morales. "Un código ético no es
una panacea", dice. "Pero puede ayudar a crear un entorno en el que la
economía y los economistas puedan considerarse más resposables"
Micah Uetricht, antiguo editorialista de In These Times, es miembro de la redacción de la revista electrónica de Chicago Gapers Block y Campus Progress. También ha escrito para Alternet, YES!, Labor Notes, Truthout.org, and The Indypendent. Vive en Chicago y puede contactarse en micah [dot] uetricht [at] gmail [dot] com.
Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga Tarré
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lunes, 25 de marzo de 2013
La vida secreta de los economistas del sistema
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