Una imagen del festejo del 10 de diciembre.
Imagen: Sandra Cartasso
Imagen: Sandra Cartasso
Estaba fácil para escribir la nota, pero se descubrió que no tanto.
Todo
a favor, a simple vista, para quien, como muchísimos y sólo con el
agregado de algunos recursos de narración profesional, vio realizado un
sueño por el que se luchó en estos cuatro años, en su gran mayoría
parecidos al desierto.
Tanto haberse
llegado a creer que para Macri el 2019 podía ser simplemente un
trámite, que el vacío de unidad opositora no tenía retorno, que el único
límite del ajuste seguía siendo la reacción de los ajustados pero esa
reacción no llegaba, que el odio era efectivamente más fuerte.
Y
entonces uno estaba en la Plaza, sintió que no era un sueño, en el
momento se dio cuenta de que tenía problemas para encontrar los términos
justos, se preguntó para qué buscarlos si lo imprescindible era el goce
y se dijo que en todo caso las palabras aparecerían después, a la noche
bien entrada, al otro día, o cuando el reposo para analizar lo
permitiera. Y cuando eso sucediese, estaría fácil.
Alberto
Fernández había llegado al Congreso conduciendo su auto, en un gesto
fuera de protocolo que simbolizó presencia de autoridad tranquila y ser,
como decía Néstor Kirchner, un tipo común (“uno de ustedes”) en un
puesto importante.
Después siguió la mueca sincera de CFK
en el apretón de manos con Macri porque, vamos, es lo menos que podía
esperarse tras la persecución política y familiar que sufrió. ¿Qué
se imaginaba? ¿Que lo saludaría como si tal cosa? De haber hecho eso,
todavía estarían hablando de su hipocresía. La frivolidad de unos
cuantos colegas, al haberse detenido en ese episodio brevísimo y al cabo
insustancial, está a la altura de su categoría para ejercer el oficio.
El
tono del Presidente se mantuvo sobrio a lo largo del discurso. Sólo
levantó la voz cuando refirió al “nunca más” contra los jueces de la
doctrina Irurzun, las prisiones preventivas a mansalva, la mugre de
los servicios de inteligencia y los operadores del linchamiento
mediático. Es lo único que repitió casi textualmente cuando cerró el
acto en la Plaza.
Esa entonación moderada del jefe de Estado no
implicó ausencia de conceptos profundos ni de anuncios, sino todo lo
contrario. Y lo primero que verbalizó fue el no a la venganza, que en el
escenario de la fiesta mudó a parar en seco las puteadas contra Macri.
La
recorrida por su alocución en el Congreso es de una contundencia
impactante, incluso si no se estuviera de acuerdo total o parcialmente.
A continuación, va el repaso textual y/o literal en el orden que Fernández empleó.
Ya transcurrieron unos días y, precisamente por eso, tiene un enorme
valor refrescar y transcribir lo que dijo con agrupación temática.
La política es conflicto de intereses y puja distributiva.
Las
tasas de interés son usurarias. Las pymes tendrán estímulo oficial. Al
cooperativismo y la agricultura familiar se les reserva un lugar
destacado. Los diferentes actores del movimiento social hallarán cabida
junto con los sectores del trabajo, del empresariado y del campo.
Inflación,
desocupación, dólar, PBI per cápita, pobreza, indigencia, relación
deuda/producto, producción industrial derrumbada, cierre de empresas,
caída de los empleos registrados (así se citó la herencia macrista, de a
una oración para cada número).
El presupuesto nacional del gobierno saliente es una farsa y el verdadero se discutirá el año que viene.
Se acabaron los dictados desde afuera y los únicos privilegiados serán quienes quedaron presos en el fondo del pozo.
Estamos en virtual default y la deuda es insostenible, como producto del modelo que fracasó en todo el mundo una y otra vez.
Habrá
un nuevo federalismo y las provincias deberán disponer de capitales
focalizados. Los proyectos necesitan ser de ejecución rápida, la
vivienda es prioridad y por eso se potenciará al rubro con rango de
Ministerio.
Emergencia sanitaria.
El contexto internacional,
que registra fenómenos autoritarios y golpes de Estado, se divide entre
el mundo, el mundo local y América Latina como hogar común.
Malvinas vuelve a priorizarse como reclamo irrenunciable a través de la creación de un Consejo especial.
Otro Consejo, de carácter nacional, se crea para el Desarrollo.
Fuerzas
Armadas al margen de toda hipótesis de participación interna, la
política de Derechos Humanos en línea con las mejores tradiciones
progresistas, Nunca Más a los sótanos de la democracia, conjunto de
leyes para federalizar la Justicia, intervención del antro que
(des)maneja a los servicios, sus fondos reservados se reasignan al
programa de lucha contra el hambre.
Se acaban el gatillo fácil y las muertes por la espalda.
Se
acota el fasto de la publicidad oficial que con Macri alcanzó niveles
obscenos, chau a las pautas para periodistas individuales, se reorientan
esos fondos a promocionar calidad educativa.
Se promueve
justamente un pacto educativo nacional, se universaliza la atención
pedagógica de la primera infancia, es preferencia estratégica la
extensión de la jornada escolar, gratuidad ratificada en los estudios
universitarios públicos, Ciencia y Técnica también retornan a la
jerarquía ministerial que jamás debieron perder.
Y Ni Una Menos.
Intercalados,
cada cual en su contexto y también en el orden descriptivo empleado:
Frondizi, Alberdi, Sarmiento, Righi, Néstor y Alfonsín.
Semejante
discurso totalizador, con ese grado de precisión en los grandes
lineamientos, desarmó las críticas aviesas excepto por los gurkas
macristas que ya se transformaron en una caricatura de sí mismos.
Fernández
proyectó un bosquejo de esperanzas que se necesitaba como el agua, más
allá de los porcentajes de factibilidad de cada ítem. Y después de todo,
para que los objetivos sean probables se requiere empezar creyendo en
ellos.
Horas después, la Plaza certificaría una conmoción sólo equiparable a la del 10 de diciembre de 1983.
Jamás desde aquél día -con la eventual salvedad del Bicentenario aunque
esos festejos eran diferentes, porque no se volvía sino que se estaba
en el Gobierno- hubo tanta alegría política movilizada.
El
estribillo de Avanti Morocha y la cantada del himno fueron dos picos
estremecedores antes de que Cristina se apoyase en un marcaje que, sólo,
le demandó la extensión de unas concepciones determinantes. Presidente,
acá está el pueblo, no lo defraude, confíe siempre en él, ellos no
traicionan, no gobierne pensando en la tapa de un diario, preocúpese por
llegar al corazón de los argentinos, nunca lo olvide.
¿Ya está,
entonces? ¿Bastaba con la crónica porque todo fue demasiado fuerte y
explícito como para adjudicarse la pretensión de agregados? Sí, o en
gran medida sí.
A lo sumo, cabe habilitarse un complemento que de tan sencillo podrá parecer obvio.
Uno
no sabe cómo le irá al Gobierno. Es notable la cantidad de factores a
favor, los equipos que se armaron están entre lo correcto y el lujo, las
primeras medidas son tan alentadoras como se esperaba. Los componentes
adversos, sin embargo, también son fortísimos, incluyendo variables que
no se juegan de local.
Lo que sí sabe uno es que no se puede dudar de las intenciones de este Gobierno. Son gente que llega con buena leche. No vienen a joderle la vida al pueblo. No será que, ante cada medida que tomen, se pensará primero quién de ellos se lleva más plata. No ocurrirá que el modelo sea perverso.
Nadie,
con honestidad, debiera pensar que, como durante la tragedia macrista,
cuando se equivoquen estarán en realidad cumpliendo lo que vinieron a
hacer en dirección contraria a las grandes mayorías (porque son
personajes “conscientemente” siniestros, o porque sólo la fatalidad es
esperable con un rumbo así).
Lo que se manifestó el martes pasado,
y lo que debería volver a plasmarse cada vez que sea necesario, es eso.
No dudar de las intenciones. Ya no solamente resistir: las intenciones
de quienes se fueron tampoco merecían dudas, pero al revés.
Pensemos en otro 10 de diciembre, de hace cuatro años, y hasta buen rato después, a ver si eso es tan obvio.
Y si todas o algunas cosas salen mal, igualmente no nos habremos equivocado en darle la bienvenida a este tiempo.
Fuente:Pagina/12
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