La opinión pública mundial o el perro de Pavlov
Por:
Daniel Chavarría
En este artículo:
Colombia, Daniel Chavarría, Ecuador, Estados Unidos, Medios de Comunicación, Terrorismo, Terrorismo Mediático
Hay que tener en cuenta la opinión pública mundial.
Hay que saber qué piensa la opinión pública mundial.
Aseveraciones como esas encabezan las campañas internacionales de los grandes medios de comunicación.
En realidad, la opinión pública mundial ni piensa ni cuenta.
Está más adiestrada que el perro de Pavlov. Le presentan un estímulo
predeterminado (sonido de campana) y reacciona de inmediato en el
sentido esperado (comienza a salivar).
Obtener sus resultados le tomó un par de décadas al genial Iván
Petrovich; al “cuarto poder” del imperio, un par de siglos, con la
ventaja adicional de ascender en la escala social y tornarse segundo
poder, o mejor, apéndice del primero. Y hoy día, las grandes batallas
imperiales a escala mundial se resuelven con sus medios de comunicación.
Mientras más grandes los dos, mejor.
Los mass media
han logrado crear tal reflejo en esa masa poblacional amorfa que no
piensa: reacciona. Entonces, firma proclamas sobre campañas que no
entiende ni le importan; compra comida chatarra que le acaba con la
salud; consume más y más sin pensar en deudas que esclavizan; apoya
guerras que no sabe dónde ni por qué ocurren, pero luego sigue por
televisión.
La extrapolación de conocimientos sobre el reflejo condiccionado de
la fisiología canina a las ciencias sociales representa un salto
cultural indudable, por el cambio de especie mamífera y de esfera del
comportamiento.
La receta para generar la reacción es fácil, la misma en ambos casos,
sea perro o manada humana: cambiar la realidad por un estímulo. Pero la
adaptación lleva su tiempo de entrenamiento.
Cuando a la opinión pública mundial se le repita “terrorismo” debe
pensar que van a agredirla; cuando oigan narcotráfico deben creer que
quieren envenenar a sus hijos y robarle su bienestar; cuando se insista
en violación de derechos humanos deben quedar convencidos de que es
necesario impedirlo a toda costa, sea donde sea. Como puede verse, ya
están preparados para invadir otro país y salvar a sus ciudadanos, los
propios.
El mecanismo parece consistir en identificar un binomio: por un lado,
un asunto serio, en este caso, la necesidad de controlar el petróleo de
un remoto y oscuro rincón del planeta; por otro, tomar un instinto
básico, dígase el miedo. Basta con enlazarlos mediante una culpa y
quedar como testigos imparciales de la solución. Si no me creen, piensen
en la campaña para la guerra de Afganistán: esos terroristas siempre
nos han envidiado, pretenden negar nuestra superioridad y liderazgo en
el mundo, aspiran a liquidar nuestra libertad y debemos impedirlo
mediante un ataque preventivo.
Y mientras todos podíamos entender para qué los yankis querían el
petróleo y las rutas del gas y el opio de Afganistán, a la opinión
pública mundial no se le ocurrió custionarse en qué podrían utilizar los
feudales afgfanos la libertad de los gringos.
Y en estos días, mientras captaban la atención pública mundial con
juegos de birlibirloque en las dos Coreas y la potencial quema fascista
de ejemplares del Corán en Miami (¿dónde si no?), bajo cuerda rellenaban
con gps una botas guerrilleras destinadas a Colombia.
A su vez, las grandes cadenas televisivas, preocupadas por informar
debidamente a la opinión pública mundial, arrimaban la brasa a su
sardina, anticipaban con lujo de detalles el fin de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, y nos dejaban ver el abrazo festivo entre
Obama y Santos, los presidentes involucrados. No es de esperar que ya
comunicaran quién trucó las botas y aportó los cohetes inteligentes que
las detectaron.
En paralelo, los mismos que entretenían a la opinión pública mundial
con su prestidigitación en el Lejano y Medio Oriente, azuzaban a un
grupo de polícías al magnicidio y a un novedoso putsch salarial en Ecuador. No contaron con la dignidad y valentía de un presidente, ni con su pueblo decidido a apoyarlo.
Daniel Chavarría
2 de octubre de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario